La UE avanza solo para no ahogarse
Angela Merkel interrumpiendo las conversaciones para ver en su iPad cómo perdía la selección de fútbol alemana ante Italia. Puñetazos en las mesas. José Manuel Durão Barroso y Herman van Rompuy discutiendo si comparecían o no a medianoche para atender a la prensa... La interminable noche del jueves se saldó con un puñado de acuerdos que —al menos por ahora— aplacan el incendio de la zona euro y con una clara perdedora: la canciller alemana, que se vio obligada a transigir con medidas a las que antes se había opuesto rotundamente.
“Para garantizar que se controlan las ayudas está el Estado español, el único que puede decir a los bancos esto o lo otro”, había dicho Merkel tan solo una semana antes de la cumbre. En contra de estas palabras, al final será el BCE el que canalice las inyecciones de dinero y no el Gobierno, pero para ello habrá que esperar a que el organismo que encabeza Mario Draghi se haga cargo, previsiblemente a finales de este año, de la supervisión del sistema financiero europeo.
Bancos de España: ¿todos estaban ciegos?
Optimistas banqueros hispanos ocuparon altos roles en el FMI, sin alertar sobre la debacle que se estaba gestando en su país.
Mientras España marchaba hacia una crisis inmobiliaria y bancaria que llevó al salvataje de sus bancos, dirigentes financieros españoles que ocuparon altos cargos hicieron la vista gorda a las inquietudes de que algo podría estar poniéndose muy mal.
El optimismo de los banqueros centrales de España que pasaron a altos cargos en el FMI se parece a la actitud de los funcionarios de EE.UU. que subestimaron años atrás la fuerza de un colapso inmobiliario que iba a paralizar a la banca y a la economía. Y pone de relieve lo complicado de que funcionarios de países asuman roles de supervisión en organismos internacionales que deben evaluar las políticas que ellos previamente condujeron.
¿Llegaremos a tiempo?
España se encuentra en un momento determinante. Las malas noticias económicas y financieras de las últimas semanas, de los últimos días, de las últimas horas, nos sitúan en una encrucijada donde cualquier elección es difícil.
La ciudadanía y la opinión pública buscan a los economistas y encuentran economistas que vaticinan terribles consecuencias en un vano intento de engrandecer su valía haciendo predicciones más grandes que ellos mismos. Incansablemente nos repiten que los niveles de bienestar alcanzados no son sostenibles y que es necesario que recibamos menos prestaciones sociales, peor educación, peor salario, peor atención sanitaria. La austeridad forzada tiene un nombre: se llama pobreza. Alegan que, para ser competitivos, tenemos que ser más austeros, esto es, más pobres. Y proponen reformas que se concretan en reflotar la banca privada con fondos públicos, rebajar más si cabe la progresividad de nuestro sistema fiscal, reducir pensiones y prestaciones por desempleo, y privatizar ¡qué ridículo! lo poco que queda del sector público empresarial cuando realmente lo que pretenden es privatizar la sanidad, la enseñanza y las pensiones. Y presentan sus reformas como la única salida a la crisis. Mientras, la ciudadanía va perdiendo confianza en lo que la ciencia económica puede ofrecer si es eso solo lo que ofrece.
Cuando 100.000 millones de euros no arreglan gran cosa
Defendiendo que España recibiera uno de los mayores rescates de la eurozona hasta el momento, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy lo describió como una victoria tanto para España como para el proyecto europeo. "La credibilidad del euro es lo que ha salido ganando", declaró a los periodistas antes de volar a España para ver a España enfrentarse a Italia en ese otro eurotorneo deportivo. "Si la situación bancaria no estuviera resuelta, no iría".
¿Resuelta? No tan deprisa. Sea lo que fuere que pueda decir el señor Rajoy, o la Casa Blanca o el FMI, el acuerdo que se anunció el sábado por la tarde resuelve muy poco, pero en cambio deja abiertas muchas preguntas: para Madrid, para el español de la calle, para los bancos del país y para el euro. La única cosa que es absolutamente segura es que la aceptación por parte del señor Rajoy de una línea de crédito de 100.00 millones de euros (80.000 millones de libras esterlinas) señala una fase en la crisis del euro. En primer lugar, confirma que la escala del problema es bastante mayor de lo que anteriormente se había sugerido: la economía española es casi el doble de grande que los otros tres países que ya se encuentran en el pabellón de rescate del euro. En segundo lugar, no se puede descalificar a Madrid como una administración derrochadora al estilo de Lisboa o Atenas.
Reino de España: tras el rescate
El grupo de mayor vulnerabilidad de la población española son ya los niños. En toda la UE, sólo Rumania tiene una proporción mayor de niños que viven por debajo del umbral oficial de pobreza. Los jóvenes no lo tienen mucho mejor: más del 50% están en el desempleo, una proporción peor que la de Grecia; los mejores y más formados, emigran en masa, como sus padres y sus abuelos: a Alemania, a Inglaterra, a la Argentina. Y el paro a fines de este año, “en el peor escenario” previsto por los tecnócratas que han diseñado el rescate del sector financiero español decidido ayer, superaría ampliamente el 25% de la población.
En plena sintonía con estas malas nuevas, la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, dejó boquiabierto al auditorio la pasada semana –en la presentación del último libro de un periodista conservador barcelonés en el candelero madrileño— confesando como cariacontecida que, en el futuro mundo que nos preparan, “nuestros hijos vivirán peor que nosotros”.
Reino de España: no podemos pagar toda la deuda
Tanto el estado español como varias de sus regiones autónomas lanzan emisiones de deuda pública prometiendo intereses de no menos de cinco por ciento anual. Debería estar prohibido porque no hay garantía alguna que se pueda pagar esos intereses y devolver esos créditos. Eso solo sería posible si hay bastante inflación (si el dinero vale menos) o si la economía crece. O si se aprieta más el cinturón a la gente aunque amenaza una revuelta.
En los debates sobre la crisis actual y las deudas financieras, hay tres posiciones distintas.
La primera posición es la de economistas keynesianos como Krugman y Stiglitz. Para poder pagar las enormes deudas creadas en Estados Unidos, en Europa, en Japón, tanto públicas como privadas, hay que crecer. La economía debe crecer, los bancos centrales deben impulsar el gasto, ha de haber crecimiento en términos nominales (es decir, un poco de inflación) y también en términos reales. Debe crecer lo que llaman la economía productiva de fabricación de automóviles, de producción de cemento para infraestructuras, de producción de servicios de enseñanza y sanidad… Hemos de regresar al crecimiento, para así poder pagar las deudas. La política de austeridad es suicida económica y socialmente. No les falta razón, excepto que ellos se olvidan de la economía real-real. Más crecimiento implicará inmediatamente más demanda de petróleo y de gas, más producción de dióxido de carbono, en el caso que las economías ricas salgan de la crisis actual.
Devuélvanos lo que es de ustedes
Es el clamor patrio que ha emergido de las mismas entrañas de la caverna y de sus portavoces instalados en su buque insignia: el Gobierno español. Amenazan casi con invadir Argentina por el expolio al que han sometido a la España de sus amores, como dice la copla. ¿Los españoles expoliados? ¿Son los españoles los propietarios legítimos del petróleo argentino? ¿Repsol no es acaso una multinacional que poco tiene que ver con la vida de los ciudadanos de acá? ¿Los más de 13.000 millones de dólares que la empresa pseudoespañola ha repartido entre sus accionistas en la última década han beneficiado a nuestros ciudadanos? ¿Los objetivos empresariales y los ingresos multimillonarios de sus directivos han sido fijados por el Gobierno español en tanto que representante de la España que ahora reacciona como madre de Repsol a pesar de que se trata de una empresa privada controlada por el capital financiero internacional y que solo persigue beneficios máximos en tiempos mínimos?
¿Por qué tienen que decidir los banqueros quién paga el desastre en que está Europa?
Hubo momentos en que el conjunto de 2011 pareció una larga cumbre europea, cuando se oía hablar de Papandreu y Merkozy más de lo que era estrictamente necesario. Pero lo más probable es que no encontraran ustedes muchas referencias a Charles Dallara y Josef Ackermann.
Lo que van a leer, lo reconozco, suena a una teoría conspirativa. Comprende gente poderosa que se reúne en despachos particulares, cientos de miles de millones de euros y arreglos clandestinos que determinan el destino de países enteros. Lo único que falta es un montículo de hierba [uno de los enigmas del asesinato de Kennedy] o una banda errante de illuminati. Hay, sin embargo, dos diferencias cruciales: estos acontecimientos todavía se están desarrollando…y son más preocupantes que cualquier fantasía acerca de quien-mató-a-JFK que yo haya oído.
Reino de España: lo poco espanta, lo mucho amansa y lo demasiado subleva
"Lo cierto es que por mucho que se empeñe y presione el eurogrupo, la aplicación estricta de los recortes y la 'consolidación fiscal' se enfrenta a insuperables dificultades técnicas: los hechos mismos y una visión macroeconómica mínimamente sensata deberían haberles enseñado ya lo que el hiperpolítico doctrinarismo ideológico neoliberal de las últimas décadas parece haberles hecho perder de vista, y es a saber: que la reducción del déficit público en presencia de una enorme deuda del sector privado no es cosa que entre en la esfera de la discrecionalidad político-económica de ningún gobierno, se ponga como se ponga."
Sin tregua en la UE: el desempleo batió un nuevo récord
Peor, imposible. Los ajustes y las medidas de sangre, sudor y lágrimas tomadas por diversos gobiernos del Viejo Continente para revertir una de las peores crisis económicas de los últimos tiempos, están teniendo un dramático "efecto colateral": en la Unión Europea (UE) nunca hubo tantos desempleados como ahora.
Hay más de 24,5 millones de personas sin trabajo. Con España a la cabeza (tiene un desempleo de 23,6%), la tasa de desocupación de la zona euro alcanzó un nuevo récord histórico al trepar al 10,8% en febrero (un décimo más del 10,7% de enero). Es el nivel más alto desde junio de 1997. Es decir, desde el lanzamiento de la moneda única europea.