La UE avanza solo para no ahogarse

Luis Doncel
Angela Merkel interrumpiendo las conversaciones para ver en su iPad cómo perdía la selección de fútbol alemana ante Italia. Puñetazos en las mesas. José Manuel Durão Barroso y Herman van Rompuy discutiendo si comparecían o no a medianoche para atender a la prensa... La interminable noche del jueves se saldó con un puñado de acuerdos que —al menos por ahora— aplacan el incendio de la zona euro y con una clara perdedora: la canciller alemana, que se vio obligada a transigir con medidas a las que antes se había opuesto rotundamente. “Para garantizar que se controlan las ayudas está el Estado español, el único que puede decir a los bancos esto o lo otro”, había dicho Merkel tan solo una semana antes de la cumbre. En contra de estas palabras, al final será el BCE el que canalice las inyecciones de dinero y no el Gobierno, pero para ello habrá que esperar a que el organismo que encabeza Mario Draghi se haga cargo, previsiblemente a finales de este año, de la supervisión del sistema financiero europeo.

Pese a las quejas de la protagonista, la prensa internacional ha colgado sobre Merkel la etiqueta de perdedora. “No hay ninguna duda. A la canciller se le dio la espalda en la cumbre”, concluye el populista periódico alemán Bild. “España e Italia obtienen lo que querían”, añade. “Merkel se rinde. Dinero para los bancos enfermos”, titula el Süddeutsche Zeitung, de centro-izquierda.

La prensa alemana concluye que la cumbre dio la espalda a Merkel

El Club Med —Francia, Italia y España— puede estar satisfecho por haber obtenido no solo la recapitalización directa de los bancos, sino una mayor flexibilidad para que el fondo de rescate compre deuda de los países con más problemas y la pérdida por parte del Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede) de la condición de acreedor preferente. La pelea fue tan enconada que llevó a Mario Monti a plantear su dimisión si no volvía a Roma con soluciones para calmar a los mercados, según la versión de una alta fuente comunitaria, extremo que desmiente una portavoz del Gobierno italiano.

Las medidas pactadas en la cumbre permitieron aliviar las tensiones financieras el mismo viernes. Pero muchos expertos temen que la historia se repita una vez más: los líderes europeos suministran medicinas que bajan la fiebre durante unos días, pero esta vuelve con fuerzas renovadas al poco tiempo.

“Tengo sentimientos encontrados. Hay medidas importantes que van en la buena dirección. Pero Alemania se ha vuelto a oponer a algo absolutamente necesario, como ampliar los recursos del Mede o concederle la ficha bancaria. Los inversores se van a dar a cuenta de que el fondo de rescate europeo no tiene la potencia necesaria”, afirma Paul de Grauwe. Este economista belga y asesor de la Comisión pronostica que, por culpa de estas lagunas, Europa volverá a las andadas dentro de poco: “Los mercados castigarán y veremos otra cumbre en Bruselas con decisiones contrarreloj para salvar al euro”. Una opinión parecida tiene el profesor de la Universidad de Valencia Joaquín Maudos. “La música que hemos oído me gusta, ahora falta conocer la letra”, admite.

Habrá que esperar a diciembre para que el BCE pueda dar el dinero a los bancos

Los empujones de los jefes de Gobierno de Italia y España —secundados en todo momento por el presidente francés, François Hollande— no solo quitan presión sobre sus países, también suponen un alivio para los que ya han pasado por un rescate total. Es el caso de Irlanda, que se vio abocada a una intervención de la UE y del FMI en noviembre de 2010 por culpa de un agujero bancario parecido al que ahora trata de tapar España.

Dublín ya había exigido unas condiciones como las de España si eran más ventajosas. Y el Eurogrupo dejó claro en su comunicado que examinará la situación del sector financiero irlandés. Los casos similares “se abordarán con igualdad”, certificó el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy. Europa también aflojará un poco la soga sobre el cuello de los griegos. Las medidas de austeridad ligadas al segundo plan de rescate a Grecia se renegociarán “sin ninguna duda”, admitió ayer el presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker.

Un informe de Barclays publicado el viernes reconoce la importancia de las decisiones tomadas en Bruselas —incluidos los 120.000 millones de euros de inversión para impulsar el crecimiento y la creación de empleo—, pero insiste en que se quedan cortas si pretenden marcar un cambio de tendencia definitivo. Una vez más, los líderes europeos avanzan solo cuando tienen el agua al cuello y no lo suficiente como para ponerse a salvo del todo.

"Estáis tomando como rehenes a diez países"

No hay cumbre europea sin tensión. Estas reuniones sirven para escenificar una colosal lucha de intereses. Pero la del pasado jueves y viernes batió todos los récords. España e Italia lanzaron un órdago antes de la medianoche: estaban dispuestos a vetar un pacto de crecimiento que les beneficiaba si no iba acompañado de un plan de choque que evitara empujarles hacia la insolvencia a cortísimo plazo. La discusión de los líderes era en esos momentos muy agresiva.

“Estáis tomando como rehenes a diez países”, espetó el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, a los jefes de Gobierno de Italia y España, según una alta fuente comunitaria. El motivo de esta acusación era procedimental. Mario Monti y Mariano Rajoy se empeñaban en tratar los problemas de la zona euro en un encuentro en el que había diez invitados de piedra: los representantes de los países de la UE que no pertenecen a la unión monetaria.

La rueda de prensa que dieron Van Rompuy y el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, tampoco se libró de la polémica. Van Rompuy se había comprometido a comparecer. Era cuando España e Italia habían lanzado su ultimátum, y los líderes discutieron sobre qué decir a los periodistas. La canciller Angela Merkel insinuó la opción de ocultar a la prensa el desacuerdo que había en esos momentos, mientras que el francés François Hollande abogó por decirlo sin tapujos. Finalmente, Van Rompuy mencionó ciertas desavenencias.

El País - 30 de junio de 2012

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