“Felizmente, una de sus abuelas pudo conocerla”

Estela de Carlotto contó que Laura “tiene una familia que la estuvo buscando siempre”. Nació en la ESMA en 1978 y es hija de Susana Siver y Marcelo Reinhold. Ella misma tenía sospechas sobre su identidad y se había acercado a Abuelas hace cuatro años.

“La historia de Laura es igual y distinta de la de tantos nietos que han recuperado su identidad. Tiene una familia que la estuvo buscando siempre, tíos, primos, y felizmente, tiene a una de sus abuelas que pudo conocerla, que no está bien de salud, pero gracias a Dios pudo alcanzar a abrazar por lo menos a una partecita de su hijo, que es Laura.” Estela de Carlotto anunció así, en la Casa de las Abuelas de Plaza de Mayo, la restitución de Laura Reinhold Siver, la nieta 105, como dijo, “un número que da la dimensión de los logros”. Como en cada uno de estos anuncios, que confirman, por un lado, los efectos de una dictadura que no se acaban y, por otro, que algunas de sus secuelas sanan, los tíos y primos de Laura estuvieron en la conferencia de prensa para intentar explicar algo de lo que sucedió durante estos años de espera. Ante cámaras y micrófonos de medios de todo el país, el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde, agradeció especialmente a los sobrevivientes del centro clandestino de la ESMA, que estuvieron con los padres de Laura y dieron cuenta de los primeros datos para encontrarla.

LAURA REINHOLD

El ex presidente del IADE Augusto Reinhold lamentablemente no pudo ser testigo de la recuperación de Laura la nieta 105 hija de Marcelo desaparecido por la dictadura. Quienes tuvimos el privilegio de compartir con Augusto actividades del Instituto Argentino por el Desarrollo Económico - lADE y la revista Realidad Económica, ideales democráticos, nos sentimos sus herederos al momento de celebrar como propia la hermosa realidad mágica de la vuelta a la vida de Laura.

Compañeros y Amigos del IADE

La nieta 105 y la lucha por la identidad

Laura Reinhold Siver fue recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo. Su familia la buscó durante más de tres décadas.

El martes 2 de agosto, Estela de Carlotto marcó el teléfono de Adriana Reinhold. En sus manos tenía los resultados de los análisis de ADN del Banco Nacional de Datos Genéticos (Bndg). “Tengo que darte una noticia”, le avisó, con voz neutra. Adriana pensó que se trataba de una novedad sobre el juicio por el plan sistemático de robo de bebés. Hizo una pausa, y se lo dijo: “Encontramos a Laura”. Adriana, entonces, pegó un grito. Sus compañeros de trabajo se acercaron para ver qué le pasaba. Ahora lloraba, pero de alegría. Risas y lágrimas, la combinación que quizá mejor refleje esa epifanía llamada felicidad. “Cuando te tranquilices, vení que te estamos esperando”, escuchó que le decía Estela, con tono maternal.

El anuncio oficial de las Abuelas de Plaza de Mayo fue el lunes pasado, en su sede central del barrio de Balvanera. Adriana, tía paterna de la nieta recuperada número 105, participó de la rueda de prensa junto a su familia. En los diarios del día siguiente se la vio junto a Carlotto, sosteniendo una añeja fotografía de su hermano Marcelo Reinhold y su cuñada Susana Siver, los padres biológicos de Laura, asesinados en la Esma. La nueva nieta recuperada tiene 34 años, está casada y tiene dos hijos. Es médica. Y todavía no está preparada para enfrentar las cámaras, y algunas cosas más.

“Después del nacimiento de mis dos hijos, fue el momento más importante de mi vida”, subraya Adriana, ahora, frente a Miradas al Sur, en el bar de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, en Congreso. Una pantalla la televisión pública transmite el cierre de campaña de la Presidenta de la noche anterior. Las Abuelas, sabias y respetuosas, cada vez que se recupera un nieto, lo primero que hacen es dejarlo a solas con su nueva familia, desarmada por la emoción. Fue el miércoles 3 de agosto que Adriana y su familia se abrazaron con Laura dentro de la enorme sala de reuniones de Abuelas. Apenas la vio, reconoció en su cara los rasgos de su hermano. “Y, como yo –explica–, ella también tiene rulos, pero rubios, como su madre.” Una hora y media duró el encuentro. Después, entraron las abuelas y los nietos. Y Balvanera fue una fiesta.

Adriana, Augusto y Marcelo Reinhold se criaron en Haedo. Ella y Augusto militaban en el Partido Comunista. Marcelo se acercó al peronismo en el secundario, y en Derecho de la UBA, entró a la JP. “Ahí es que la conoce a Susana, mi cuñada”, relata Adriana, antes de pedirle dos cafés a la moza.

Corría el año ’75. Marcelo y Susana se casan. Adriana tenía veinticinco años y una beba. En esos años a su hermano lo detienen por tres días, y este hecho implicaría una saña especial dos años después, en el ’77, cuando lo secuestraron de manera definitiva. “No soportaban que mi hermano haya vuelto a militar habiendo sufrido el secuestro del ’75”. En el ’77, Adriana trabajaba en un Pami intervenido y junto a su esposo esperban un segundo hijo.

Durante la tarde del 14 de agosto de 1977 la vida de la familia Reinhold cambió para siempre. Marcelo, Adriana y otros amigos se habían juntado en la casa de sus padres, que estaban en Mar del Plata, para entretenerse con unos juegos de mesa y planificar una despedida de soltero. A las tres de la tarde Marcelo le dijo a su hermana que salía un rato, y se fue junto a un compañero, también militante de Montoneros. A eso de las siete, Adriana se va. “Tipo siete y media –cuenta Adriana–, una patota del Servicio de Inteligencia Naval (SIN) irrumpió en la casa, buscando a Marcelo.” Formaron a las mujeres de un lado y a los varones del otro. “Sobre un piano que había en el living pusieron una radio de la que recibían información desde la calle”, recuerda Adriana. “Se preguntaban entre ellos si a cambio de Marcelo se llevaban a Augusto.” Al rato, desde la radio, llega el aviso de que habían capturado a Marcelo. Más tarde secuestraron a Susana, en la casa de sus padres, en Parque Chas, embarazada de cuatro meses.
“A partir de ahí, el peregrinaje”, apunta Adriana. La comisaría de Haedo, el juzgado de Morón, el Ministerio del Interior. Las guitarreadas que solían llenar de alegría el caserón de Haedo se apagaron para siempre. El padre se enfermó, y la madre no quería hablar del tema. “Nos sentíamos muy solos”, recuerda, mientras posa la mirada en el ventanal de la entrada del enorme local de las Madres.

Su hermano, en noviembre del ’77, y desde la Esma, llamó a la casa de sus padres. Adriana estaba ahí. “Quédense tranquilos que en un tiempo voy a andar por allá”, le susurró con tono forzado a la madre, que temblaba frente al auricular. “Y cuando escuchó mi voz, quebró”, relata Adriana. Antes de cortar les avisó que volvería a llamar a la semana. Así lo hizo, y esa vez, también estaba la familia de Susana. “Un tío de mi cuñada, que trabajaba en la vieja Entel, trajo un aparato con el que quiso pinchar el teléfono, para saber dónde estaba Marcelo”, rememora Adriana.

La primera pista acerca de Laura nació de la boca de un informante que nunca supieron quién era, confía Adriana, después de pegarle un sorbo al café. La información llegaba por medio de un amigo del padre que tenía dos hijos detenidos-desaparecidos en la Esma. Y es ese amigo el que le comunicó al padre de Adriana, en enero del ’78, y por medio de su informante, que iba a ser abuelo.

En 1982, la madre de Adriana se acercó a Abuelas para denunciar la apropiación de su nieta. Ya sabían que era una nena porque contaban con una información clave aportada por Sara Osatinsky, secuestrada en la Esma, quien les confirmó, desde Ginebra, Suiza, el dato que había adelantado el informante un tiempo antes. “Es ella la que nos da en mano una tarjeta que las cuatro embarazadas que estaban secuestradas en Capuchita habían garabateado para sus familias para la Navidad del ’77, incentivadas por los marinos”, detalla Adriana. Las palabras que había escrito su cuñada decían: “El amor que no es todo dolor, no es todo amor”. Osatinsky había logrado fugarse del Centro Piloto de París, lugar al que había llegado por la fuerza con Emilio Massera para contrarrestar la “campaña” que sufría nuestra patria apostólica y romana.

En el 2007, Laura –que dejaría de llamarse así desde el día que la sacaron de los brazos de su madre– se acercó a Abuelas. “Yo creo que se animó –arriesga Adriana– porque ya se había independizado y había sido madre.” En ese momento, Laura puso las patas en el barro, indagó, pero cuando le pidieron sus datos, no dijo una palabra y se fue. En abril de 2011, en Abuelas cruzaron datos de una investigación y apareció Laura, sin saber que era la misma chica de cuatro años atrás. Abuelas la contactó y la invitó a hacerse los estudios en la Conadi, la Comisión Nacional para el Derecho a la Identidad. En el mes de julio, entonces, ahora sí, Laura se tiró a la pileta.

• IDENTIDAD. “Yo conozco mi historia, pero Laura está elaborando su propio pasado”
En la mitad de la conversación entre Adriana Reinhold y Miradas al Sur apareció un muchacho de unos treinta años, en muletas, padre de dos nenas, que contó que había sufrido un accidente y que no tenía ayuda de nadie. Mostró una herida debajo de la remera, y ofrecía vender pastillas perfumadas para el inodoro. Adriana le preguntó si cobraba una pensión por invalidez. Él dijo que sí, pero en provincia. “Andá a gestionar una en Nación, acá a dos cuadras”, le aconsejó. Se refería a su lugar de trabajo: la Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales. También le preguntó si estaba cobrando la Asignación Universal por Hijo. “Sí”, confirmó él, antes de despedirse.

Adriana está viviendo momentos únicos, y no sólo en el plano emocional. “Me llamaron hasta de una radio de Israel”, grafica. “Me está llamando gente no veía hacía veinte años.” La vorágine y la ansiedad se la están comiendo. “En cualquier momento me pongo en manos de los psicólogos de Abuelas porque me va a fulminar un ACV”, confía.

Con su sobrina Laura se vieron el miércoles pasado en Abuelas y luego el domingo, en la casa familiar de Haedo. A partir de ese día, Adriana tiene que atarse las manos para no llamarla cada media hora. “Tengo miedo que desaparezca ella”, dice. Y recalca que la elección del verbo no es casual. Toda su generación quedó marcada hasta el final de sus días por las secuelas de la persecución. “Yo conozco mi historia, sé muy bien quién soy, pero ella está elaborando su propio pasado, me pide fotos, nombres, y yo lo que quiero es que dentro de no mucho me diga tía, y que se quede a dormir en casa.”

Zaffaroni

Declaración de Periodistas

En los últimos días, los diarios Perfil.com y Libre —del mismo grupo editorial— han pretendido instalar la idea de que el reconocido jurista Eugenio Raúl Zaffaroni, juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, regentea prostíbulos. Con el tono característico de la prensa amarilla, partiendo de un dato aparentemente cierto (que en algunas propiedades del juez, alquiladas por terceros/as a través de una inmobiliaria, había mujeres que ejercían la prostitución), luego distorsionado por completo, estas publicaciones prácticamente le imputaron al Dr. Zaffaroni responsabilidades delictivas, nunca precisadas, además de poner en duda su honestidad, llegando al extremo de iniciar esta campaña de desprestigio titulando: "El puticlub del juez". A partir de allí, nuevos artículos en Clarín, La Nación y otros medios dieron continuidad a la instalación de esa idea, transformándola en una bola de nieve que continuaba creciendo y ensuciando a una persona honesta.

A los y las abajo firmantes no se nos escapa el rol que cumple Zaffaroni en esta sociedad y en este momento de la democracia argentina. Como abogado, jurista, profesor y doctrinario del Derecho, legislador y constituyente, ha sido siempre un fiel defensor de las garantías constitucionales, los valores democráticos, la protección de los más débiles y la igualdad de derechos.

Puerta giratoria

El recorrido de la crisis económica de Estados Unidos y de la Eurozona provoca cierta incredulidad desde la mirada de la experiencia argentina de haber transitado un proceso similar. La debilidad de los liderazgos políticos no se origina simplemente por deficiencias en la gestión, en ingenuidad o negación de los responsables de la gestión. Están subordinados a los intereses de las corporaciones financieras, se asemeja a como aquí los gobiernos adquirían a libro cerrado planes económicos confiando el Ministerio de Economía a Bunge&Born, a Domingo Cavallo con la Fundación Mediterránea, a Roque Fernández con el CEMA o a Ricardo López Murphy con FIEL. El saldo fue la peor crisis de la historia económica argentina. Esos economistas con sus respectivos equipos eran asesores del sector privado, y luego de pasar por la función pública volvieron a sus conchabos originales o a revistar en la plantilla de organismos internacionales. Ese trayecto se conoce como la “puerta giratoria” de representantes de los intereses del poder económico, de quienes no habría que esperar otra cosa que medidas que beneficiaran a su grupo de pertenencia. En Estados Unidos se exhibe con mayor transparencia ese estrecho vínculo de funcionarios en áreas claves de la economía con el sistema financiero. Por eso es una ironía que los mismos que provocaron la crisis sean los que se presenten como los portadores de la solución para superarla.

La desregulación del sistema financiero estadounidense fue instrumentada por funcionarios que previamente trabajaron en instituciones bancarias, y ahora son los responsables de administrar la crisis precipitada por esa medida. Larry Summer, secretario del Tesoro de la administración Clinton, ocupó la presidencia del Consejo Nacional Económico de Obama. Fue el promotor de esa desregulación que incluyó la eliminación de la separación entre bancos comerciales y bancos de inversión. Esa medida había sido establecida en 1932 por la ley Glass-Steagall Act, como consecuencia del crac del ’29, y fue suprimida mediante la ley Gramm-Leach-Billey de 1999. En el siguiente cuadro se observa que esa red “puerta giratoria” tiene una continuidad en gobiernos demócratas y republicanos.

George W. Bush tuvo como secretario del Tesoro a Henry Paulson, quien trabajó en Goldman Sachs desde 1974, y era su director cuando ingresó en ese gobierno. En un esclarecedor documento del economista Julio Sevares publicado en la revista Realidad Económica (Nº 260), se explica que dos años antes de convertirse en funcionario Paulson encabezó un grupo de bancos de inversión que presionó por la reducción de los requerimientos de capital propio a las entidades. “La influencia de las finanzas sobre las regulaciones financieras se canalizó a través de los hombres del sector que participaron o participan en los gobiernos”, señala Sevares en “El poder financiero en la desregulación y liberalización de las finanzas”.

Las instituciones financieras tuvieron un papel central en promover la desregulación del sistema con sus ejecutivos convertidos en funcionarios, para luego también ejercer una impresionante capacidad de lobby para obtener el rescate por la crisis que provocaron. Después de la caída del banco de inversión Bear Sterns, las seis entidades más grandes de Estados Unidos (Goldman Sachs, Bank of America, JP Morgan-Chase, Citigroup, Morgan Stanley y Wells Fargo) ejercieron un activo lobby para influenciar en el Congreso y en el gobierno. Sevares revela que ese grupo ha contratado más de 240 ex funcionarios de gobiernos como lobbystas y gastaron centenares de millones de dólares en esa misión. Muchos de ellos “fueron arquitectos del régimen bancario que llevó a la crisis, cuando eran empleados en el Congreso o en puestos del gobierno federal”, afirma Sevares en base a la investigación de Kevin Connor Big bank takeover. How too-big-to-fail’s army of lobbyists has captured Washington, publicada por el Institute for America’s Future. El saldo que ofrece ese documento es impactante: en el conjunto de lobbystas de los seis grandes bancos y sus asociaciones, 243 trabajaron en el gobierno federal, 202 en el Congreso y el resto en la Casa Blanca, el Tesoro o en agencias gubernamentales de relevancia.

Sevares informa que, según la investigación de una organización de defensa y educación del consumidor de los Estados Unidos, en la última década las organizaciones financieras invirtieron 5100 millones de dólares en comprar influencia política. De ese monto, 1700 millones fueron “contribuciones de campaña” a congresistas y candidatos presidenciales, y el resto como pago a los lobbystas del sector financiero en el Congreso y en otras instancias del Estado. “Los congresistas que apoyaron las medidas favorables al sistema financiero recibieron mucho más dinero que los que no las apoyaron”, revela Sevares. Bajo esas normas institucionales, esa práctica no se la denomina corrupción sólo porque está legalizado ese tráfico de influencias y dinero.

No se trata ya sólo de que la aplicación de teorías económicas incorrectas conduce a políticas incorrectas, como se demostró con el neoliberalismo en la década del noventa en Latinoamérica y ahora en Estados Unidos y Europa. Más aún, esas políticas han fomentado las crisis y exacerbaron su profundidad y duración. Ese resultado no es un “accidente”, como sostiene el mundo de las finanzas y sus propagandistas, sino que se explica en que los protagonistas principales de la actual fase del capitalismo dominado por las finanzas globales tratan de preservar y ampliar su poder sin importar los costos que ello implica. Para esa tarea cuentan con la suficiente capacidad de influir en las áreas sensibles de los gobiernos que les permiten mantener sus privilegios, sin importar que al mismo tiempo se desmorone lo poco o mucho de la estructura social de esos países que aún mantienen la categoría de potencias mundiales.

Las agencias, los nuevos jueces globales

El hombre que tiene en sus manos el destino del crédito de Estados Unidos, y por ende el de la economía mundial, usa corbata con nudos pequeños, luce un espeso bigote y fuma una buena cantidad de cigarrillos por día. Más allá de eso, su vida es un misterio, al igual que su trabajo.

Puede que uno nunca haya oído hablar de David Beers, pero todos los ministros de Finanzas lo conocen. Con gran experiencia en Wall Street, es el máximo responsable de determinar las calificaciones de deuda de los países dentro de Standard & Poors.

Detrás de muchos de los últimos movimientos de los mercados de deuda soberana estuvieron los reportes de algunas de las agencias calificadoras. S&P es la mayor y la más influyente, seguida por Moody's y Fitch.

Después del neoliberalismo: Estado y procesos políticos en América Latina.

La aparición de un libro de Carlos Vilas constituye siempre un acontecimiento para celebrar. Cuando lo leemos comprobamos una vez más que defiende el interés nacional y las conquistas populares, y que lo hace con seriedad, rigor técnico y muy buena prosa.

Jean Touchard, legendario director del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Paris, solía recordar en su cátedra, que a escala internacional existían dos grandes escuelas de ciencias políticas: la norteamericana y la francesa. El rasgo distintivo de cada una -sostenía- era que la norteamericana estudiaba a fondo, exhaustivamente y con gran rigor en el método, problemas irrelevantes, que importaban a muy pocos. En cambio, la escuela francesa estudiaba con superficialidad temas fundamentales.

La (no) planificación en la Argentina de los ‘90 y los 2000: apuntes para una historia y posibles lecciones para el futuro

La planificación emerge como una instancia técnica y política a partir de la segunda guerra mundial. A este movimiento no es ajena la Argentina, donde tal actividad va de la mano del desarrollo de la industrialización sustitutiva. La última dictadura militar primero, y luego el primer gobierno democrático, ponen fin tanto a las políticas sustitutivas como a la planificación. Durante la Convertibilidad, se producen dos experiencias de alcance dispar: el Sistema Nacional de Inversiones Públicas (SNIP) y el Plan Federal de Infraestructura. El segundo es un ejercicio de alcance efímero (y básicamente mediático); pero el SNIP constituye una propuesta institucionalizada, que apunta a la calidad de la inversión y a la programación de la misma, a través de los Planes Nacionales de Inversiones Públicas. El SNIP mantiene una posición intrascendente hasta finales de la Convertibilidad, ganando a partir de entonces alguna envergadura. A partir de 2003, la planificación no asume el rol que podría esperarse, en vistas del proceso de reasunción de centralidad del Estado verificado desde entonces. Esta es una tarea pendiente, donde el SNIP podría cumplir una función relevante.

El dilema europeo

Europa está intentando sortear una crisis financiera derivada de la alta exposición de sus bancos a las deudas soberanas de los países de la región. Los problemas se desencadenaron en Grecia, Irlanda y Portugal, pero también se extienden sobre España e Italia, que tienen un peso específico mucho mayor.

Y en este entorno, debe lidiar con muchos problemas para evitar el mal más temido: el contagio de un país al resto de la región. Tarea difícil por partida doble, por un lado, por la acendrada concepción neoliberal que impera en los dirigentes de la UE, y por otro, por las decisiones indiscutidas del sector privado financiero, y dentro de éste, de las calificadoras de riesgo, que acentúan los riesgos sistémicos.
El ajuste es un callejón sin salida, puesto que además de sus altísimos costos sociales, lleva a una caída del producto y de los ingresos fiscales, intensificando aún más los déficits presupuestarios.

Una estafa de 16 billones de dólares

La atención de la opinión pública internacional está centrada en el acuerdo pírrico firmado entre Barack Obama y el Congreso mediante el cual el presidente se compromete a aplicar un duro programa de ajuste fiscal, centrado en el recorte de gastos sociales (salud, educación, alimentación) e infraestructura por 2,5 billones de dólares (2.500.000 millones de dólares) pero preservando, como lo exige el Tea Party, el nivel actual del gasto militar y su eventual expansión. A cambio de esto, la Casa Blanca recibió la autorización para elevar el endeudamiento de Estados Unidos hasta 16,4 billones de dólares (es decir, 16.400.000 millones de dólares), cifra superior en unos dos billones al PIB de ese país. Con esto se espera –confiando en la “magia de los mercados”– superar la crisis de la deuda pública y reactivar la languideciente economía norteamericana. Esta receta ya fue implementada a sangre y fuego en América latina y no funcionó; y tampoco lo hizo en la convulsionada Europa de estos días. Con este acuerdo, lo único seguro será el agravamiento de la crisis y, de su mano, la acentuación de la belicosidad norteamericana en el escenario mundial.