Las agencias, los nuevos jueces globales

Rachel Younglai - Ana da Costa
El hombre que tiene en sus manos el destino del crédito de Estados Unidos, y por ende el de la economía mundial, usa corbata con nudos pequeños, luce un espeso bigote y fuma una buena cantidad de cigarrillos por día. Más allá de eso, su vida es un misterio, al igual que su trabajo. Puede que uno nunca haya oído hablar de David Beers, pero todos los ministros de Finanzas lo conocen. Con gran experiencia en Wall Street, es el máximo responsable de determinar las calificaciones de deuda de los países dentro de Standard & Poors. Detrás de muchos de los últimos movimientos de los mercados de deuda soberana estuvieron los reportes de algunas de las agencias calificadoras. S&P es la mayor y la más influyente, seguida por Moody's y Fitch.

Detrás de su renovada influencia se esconde una gran ironía, sobre todo si se recuerda cómo contribuyeron a formar las burbujas que derivaron en la última crisis global, al otorgar altas calificaciones a instrumentos financieros que luego volaron por los aires.

Ahora, se han convertido en jueces de los países que debieron arriesgar su reputación fiscal para evitar el colapso de sus bancos, golpeados por esos instrumentos financieros a los que alguna vez las agencias bendijeron.

Desde hace algunas semanas, las agencias tenían a Estados Unidos contra las cuerdas. Anoche, finalmente, S&P recortó, por primera vez en la historia, la calificación "AAA" del paísy la llevó a "AA+".

Esa calificación tiene una importancia muy significativa. La economía norteamericana, que mueve 14,7 billones de dólares anuales, es la mayor del mundo y su historial crediticio era, hasta ayer, impecable. Al bajársele la calificación, las tasas de interés podrían ahora en todo el mundo, lo que amenazaría con empujar a una nueva recesión a Estados Unidos y al planeta.

Gran parte del poder de las agencias proviene del hecho de que los gobiernos y las instituciones financieras solicitan que todas las inversiones sean calificadas oficialmente por ellas. La responsabilidad que tienen es tan grande que incluso sus propios ejecutivos reconocen que es demasiada.

"Las grandes agencias han recibido este poder a través del marco regulatorio y de los mercados, que han confiado en ellas en algunos casos ciegamente durante décadas", dijo James Gellert, presidente ejecutivo de Rapid Ratings, una pequeña agencia que impulsa una mayor competencia en el mundillo de las agencias.

Para complicar las cosas, las grandes agencias ganan dinero al cobrar su servicio de calificación a los emisores privados. Es decir, reciben plata de los que juzgan y sus ganancias son suculentas.

En el caso de las calificaciones de deuda de los países no existe ese incentivo, ya que son gratuitas, aunque existiría un conflicto de interés, porque juzgan a los que deben regularlas. Sin embargo, en la práctica, no hay nada, por ahora, que sugiera que hayan abusado de su poder para determinar el destino financiero de las naciones.

Foco en Occidente

En los últimos 18 meses, las agencias se centraron en los gobiernos occidentales, donde la recesión más aguda desde la década de 1930 devastó los presupuestos.

Los países más vulnerables son los que enfrentan el triple golpe de la caída de los ingresos impositivos, la creciente carga de los beneficios sociales y el costo multimillonario de rescatar a las economías y bancos.

Aunque siempre fueron criticadas, las opiniones más duras llegaron recientemente de Europa, donde las calificadoras se han convertido en parias por sus rebajas en las notas de varios países. Fueron acusadas de acciones que complicaron el costo y la estructura de los rescate.

A pesar de la fuerte presencia corporativa de S&P en Londres, el presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Barroso, sugirió que las agencias podrían tener un sesgo antieuropeo.

Pero también en Estados Unidos, el gobierno de Obama se enojó con S&P por ampliar constantemente desde octubre pasado sus advertencias de una potencial rebaja de la deuda, dijeron fuentes a Reuters, algo que ahora podría tener un impacto estremecedor.

El grupo de la industria de valores de Estados Unidos estimó que una rebaja a doble A impulsaría los rendimientos de los bonos del Tesoro entre 0,6 a 0,7 puntos porcentuales.

"A lo largo del tiempo, esto equivale a unos 100.000 millones de dólares de mayores costos de financiación", dijo Terry Belton, estratego de activos de renta fija en JPMorgan Chase.

También asestaría un golpe al prestigio de la única potencia mundial que solía enseñar a otros sobre las virtudes del capitalismo y de las democracias abiertas.

La Nación - 6 de agosto de 2011

Noticias relacionadas

Michelle Williams. ¿Qué falla en la democracia? La pregunta se la hace —y nos la hace— un nuevo libro publicado por...
Martín Schorr. Hay artículos de la vieja Crisis, la setentista, que no envejecen. Y van al hueso. En el que...

Compartir en