No solo es la Economía

Esteban De Gori


El Frente de Todos ajustó cuentas y se redefinió: la renovación del gabinete nacional integra territorio y la sospecha necesaria sobre el desembarco de miradas y memorias progresistas y antiprogresistas, con un equipo de ministros que en situaciones óptimas no compartirían ni un café. La calma del establishment económico, los resentimientos por la política social, los nuevos desconciertos, la salud de los liderazgos y el miedo a volver al llano. Porque nadie quiere salirse del Estado, y CFK entró en campaña para evitarlo.

“Yo no quería solo participar en las fiestas, quería tener el poder de hacerlas fracasar.”

La Grande Bellezza (Paolo Sorrentino)

El problema de toda derrota política es lo que se hace con ella y con lo que ésta dispara. Los pronósticos y los fantasmas. En el mismo momento en que anunciaba la derrota electoral en el escenario, CFK mostraba una incomodidad absoluta. Cabeza gacha. Forzada hacia abajo para ser observada. Saludos rápidos y fríos a Victoria Tolosa Paz, quien encabezaba la lista. No era su candidata. Ese no representaba su rumbo gubernamental y estaría por demostrarlo. Quien avisa no traiciona. La derrota es el peor alimento para el peronismo: tiene sabor a la vuelta al llano. Nadie quiere volver a empezar desde afuera. Giulio Andreotti, el viejo líder de la Democracia Cristiana italiana, comentaba que “el poder desgasta, sobre todo cuando no se tiene”. El proyecto de CFK exige la continuidad de su peronismo en el poder más allá del 2023. Necesita afianzar la sucesión y consolidar posiciones. Nadie quiere salirse del Estado y ese era uno de los pocos consensos que todo el Frente mantenía. 

Una lectura sobre la sociedad, a posteriori de las elecciones, parece ser aquello que forzó a CFK a ejercer una gran presión sobre el presidente. Las memorias prácticas del vandorismo quedaron demasiado expuestas por la vicepresidenta. Si bien no puede ser la cabeza del gobierno nacional posee capacidad de veto y de presión sobre la acción presidencial. El kirchnerismo funcionó como una corporación con base provincial que irradia señales hacia la nación. La provincia de Buenos Aires es el territorio que le “tiraron” encima al presidente y el gabinete se llenó de dirigentes con mucho terreno. Hegel había dado con una clave simple pero inquietante: el Estado se sostiene sobre la tierra. La política también, sobre todo, si querés poner orden y oído. Captar ese pulso entre la tierra y el Estado.

Una carta, un whatsapp y algunos mediadores impulsaron el cambio ministerial. CFK hirió el liderazgo de Alberto Fernandez y el propio, ante la gran exposición que supuso su estrategia. Todo en nombre de la sinceridad (cito nuevamente a Andreotti: “lo leemos en los Evangelios: cuando a Jesucristo le preguntan qué es la verdad, él nunca contesta). 

Estamos ante dos liderazgos heridos. El presidente en su propia autoridad y ella en su esfuerzo (público) por ejercer el poder. Cuando la demostración de poder exige tanta visibilidad marca algo de su límite e imposibilidad. Las reuniones entre la vicepresidenta y ciertos ministros, está claro, no alcanzaron. La palabra no tuvo efecto performativo. Y cuando ella no convence “entra” el acto. Muestra lo que tiene solo para reafirmar lo que es como fuerza política. Entró la fuerza y el kirchnerismo se vio como una facción de largo alcance. Un festival de renuncias coparon la escena para acelerar los tiempos presidenciales. Restar o amenazar con retirar colaboración es un gran acto de poder. Demasiada visualidad del mismo fatiga. Cansa. Exaspera. Alberto y Cristina quedaron heridos ante la sociedad y ante los suyos. A veces la “exigencia de la sangre por parte del pueblo” ante la derrota, como pedía Juan Grabois, podría no tener los efectos deseados. Esto no es Roma ni su Coliseo. Por ahora, más que insuflar ánimos para la militancia territorial esta semana se abrieron nuevos desconciertos. Cuando los liderazgos se desestabilizan la desprotección social aumenta y el malestar crece.

Esta disputa contaba con un menú consensuado. La necesidad de reencauzar la relación con el FMI y el matiz, posiblemente, es su velocidad y la forma en que debería instrumentarse para liberar fondos destinados a costear la crisis social. Del FMI nadie saca los pies del plato. Esto permitió que al otro día de la derrota no se abriera una crisis económica. Pese a las críticas, Martin Guzman fue confirmado con el aviso de que tocarán el presupuesto y su política fiscal. Guzmán, como Sergio Massa y Maximo Kirchner y algún otro ministro, establecieron líneas con un establishment económico que ven en la negociación de la deuda la continuidad de un “rumbo racional”. 

El peronismo no se había olvidado de “acomodar” la relación con los empresarios sino tenía otro problema: la sociedad. El escáner de las transformaciones que introdujo el manejo económico y el vínculo estatal en la pandemia falló. No solo es la economía. Esa hipótesis que se repite como un mantra es insuficiente. El kirchnerismo posee una mirada muy clintoniana. Cree que la economía produce adhesión electoral como si el otro o la otra codificaria eso de manera inmediata. Sin tamiz. Dame y te voto. Como si del otro lado no existiesen pasiones, miradas del mundo, resentimientos y sensaciones de presencia u orfandad. No es la economía. Es la sociología, estúpides. Juan Grabois y Emilio Pérsico plantearon la necesidad de transformar la asistencia social en puestos de trabajo. Eso dice mucho. 

Las maneras en que se instrumentó la política social provocó resentimientos sociales a ambos lados del mostrador. Quien lo recibía se encontraba atrapado y atrapada en consumos o accesos que no creían justos, y quienes no lo recibían y contaban con trabajo veían cómo eso no era un estímulo para la diferenciación. La asistencia no se transformó en una mirada legítima de reparar la desigualdad sino en una política que enfrentaba a los sectores más golpeados. No se establecía una diferencia entre aquellos y aquellas que trabajaban en el mercado formal o informal. El rechazo a lo público comenzó desde abajo y no solo radicó en la política social (entre otros espacios, la educación). 

“Mientras ellos cobran un plan yo me mato laburando.” Los resentimientos y las heridas que esto supone empezaron por abajo, y la dirigencia oficialista (con intervención de CFK) las condujo hacia “arriba” para ajustar las cuentas al interior del Frente del Todo. Ese “territorio” subió, como la nueva composición ministerial (tanto en la nación como en la provincia). La encuesta que manejaba el gobierno no consideró el pulso social. Los signos demostrativos de la época. Nadie cree en la solidez de un número si no va acompañado de otros registros. En una noche las crónicas invisibles de la pandemia se les vinieron encima todas juntas. El peronismo le restó palabra y herida a los sucesos populares y ellos aparecieron. Transformaron, casi por rutina, a un gran sector en una “mayoría silenciosa” de la cual ahora deben volver a auscultarla. El nuevo gabinete pretende eso.

La llegada parece una vuelta fálica del poder peronista. “Nosotros también podemos.” El presidente aterrizó en La Rioja. Fue al norte a buscar aliento. Los nuevos ministros integran esa sospecha necesaria que da cuenta del desembarco de miradas y memorias progresistas y antiprogresistas. Esa hibridez sospechada busca posicionar una realpolitik que integra ministros que en situaciones óptimas no compartirían entre ellos un café. El Frente se redefinió. 

El nombramiento de Manzur como Jefe de Gabinete solicitado por CFK, quien desató críticas y apoyos y que fue “sometido” a la gran legitimación de “somos un Frente” ofrece varias garantías locales e internacionales (sobre todo, en momento de negociación con el FMI). Varias voces del feminismo recordaron su rol durante la dicusión sobre la legalización del aborto, sobre la puesta en marcha de la ESI y, en particular, sobre el rechazo a interrumpir el embarazo de una niña de once años  pese a que la misma habia solicitado su interrupción. Fue denunciado por su ahora compañera de gabinete Elizabeth Gómez Alcorta. Recibió apoyo de la abogada feminista Soledad Deza, quien destacó las interrupciones voluntarias del embarazo que se estaban realizando en Tucumán. Manzur sobre todo, más allá de su adscripción religiosa, es un pragmático. Atento siempre a los poderes reales y a los de la opinión.

Sergio Berni es difícil que se le anime al nuevo Ministro de Seguridad, Aníbal Fernández y es posible que Julián Dominguez, al frente de Agricultura, reencauce la relación con el campo. Jaime Perczyk, desde Educación, tendrá que ayudar a ordenar el mundo escolar que tanto ha dañado la relación con lo público y con los distintos gobiernos. Orden, oído y garantías pragmáticas parece ser la novedad del momento. Los últimos mohicanos del poder peronista hacen su aparición. 

La intervención de CFK expuso a La Cámpora (el sacrificio que exige todo poder), integró “territorio” en el gobierno nacional y en el provincial. Se sumergió en la discusión del presupuesto, de la política fiscal y posiblemente en el diseño de los próximos anuncios. Será parte de la campaña, sin dudas. 

Demasiado movimiento si es que en noviembre no se achican las diferencias electorales y las turbulencias internas se multiplican. De las heridas de abajo y de las heridas autoinflingidas de arriba puede organizarse un gobierno que recupere terreno o bien que se ahogue en sus propias restricciones y en sus propias miradas. Al llano todos y todas le temen, y eso es un buen reaseguro para la acción política argentina. 

- Esteban De Gori, es Doctor en Ciencias Sociales e Investigador Adjunto del CONICET y de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales (UNSAM). Trabaja como profesor en la Universidad Nacional de San Martín y la Universidad de Buenos Aires. Participa del Grupos de Estudios sobre discursos presidenciales y del Programa de Estudios Sociales y Políticos entre Italia y Argentina, ha publicado artículos en distintas revistas nacionales e internacionales y es autor de “La República Patriota”, editado por Eudeba. En el último tiempo se ha dedicado a escribir crónicas sobre el campo en momentos de pandemia.

 

Revista Anfibia - 21 de septiembre de 2021

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