Romper los muros de la desigualdad

Nadia Luna


En la cumbre científica Falling Walls, que se realiza todos los años en Berlín, el objetivo es responder cuáles son las próximas paredes a derribar en el ámbito científico internacional. Muchos proyectos presentados apuntaron a reducir desigualdades en áreas como el acceso a la energía, la brecha digital y la pobreza menstrual.

Todos los años, en el aniversario de la caída del muro de Berlín, la capital de Alemania es sede de una cumbre científica internacional organizada por la Fundación Falling Walls. El objetivo principal es tratar de responder una pregunta: ¿Cuáles son las próximos muros que hay que derribar en el ámbito científico? Para ello, convoca a investigadores y emprendedores de diversas disciplinas y nacionalidades a contar sus desarrollos y debatir sobre tópicos de interés mundial.

TSS estuvo presente en la cumbre de este año, realizada del 7 al 9 de noviembre, y pudo ser parte de esa usina de ideas científicas y proyectos tecnológicos. Una de las modalidades del congreso eran los “Pitches” que formaron parte del Laboratorio de Falling Walls, donde 75 científicos y emprendedores que ganaron previamente una competencia en sus respectivos países presentaron sus ideas innovadoras en exposiciones de solo 3 minutos cada uno. Los temas fueron bien diversos pero uno de los aspectos en los que varios coincidieron fue el de romper los muros de la desigualdad social.

“Cierren los ojos y traten de imaginarse hacer todo lo que hacen cada día pero sin tener acceso a la energía. O en todo caso, ¿cuánto estarían dispuestos a caminar para poder cargar sus celulares? ¿Horas? Eso es lo que tienen que hacer diariamente millones de personas en la África subsahariana”, contó Emmie Chiyindiko, comunicadora científica y doctoranda en Química por la Universidad del Estado Libre, en Sudáfrica.


Emmye Chiyindiko optimizó un sistema de conversión de energía solar en eléctrica y desarrolló celdas solares sensibilizadas con tinta.

Según la investigadora, se estima que al menos un billón de personas en el mundo no tienen acceso a energía eléctrica y, en el caso de África subsahariana, más de la mitad de la población permanece en la oscuridad. En contraste, el estado norteamericano de California gasta más electricidad en el uso de videojuegos que lo que usa el país de Sudán del Sur para todas las actividades. “Debemos hacer esfuerzos internacionales para terminar con la pobreza energética”, apuntó.

Por eso, Chiyindiko optimizó un sistema de conversión de energía solar en eléctrica y desarrolló celdas solares sensibilizadas con tinta. El diseño está inspirado en el proceso de fotosíntesis de las plantas pero en lugar de hojas, el sistema usa una película delgada y transparente fabricada con nanopartículas de dióxido de titanio. “Este sistema permite generar energía de forma barata, confiable y relativamente fácil de producir. Funcionan también en condiciones de poca luz, por lo que está garantizada la disponibilidad de energía durante todo el año”, señaló.

En tanto, desde Colombia, el economista y maestrando en ingeniería informática Daniel Garavito presentó una propuesta para reducir la brecha digital. El especialista creó Educall, una plataforma de servicios de apoyo educativo para personas sin acceso a internet. La idea surgió a raíz de que en Colombia, unos cinco millones de chicos carecen de acceso a internet. Además, la brecha digital también tiene que ver con que más allá del acceso a dispositivos, se requieren habilidades especiales para poder navegar en internet que no todos poseen.

“El problema podría resolverse entregando smartphones y realizando conexiones a Internet pero es caro y llevaría mucho tiempo. También podría pensarse en usar la televisión y la radio pero son medios de comunicación unidireccionales. Por eso, decidimos resolverlo con una simple llamada de teléfono”, contó Garavito.

A través de la plataforma, basta que un niño o niña disponga de un celular básico para acceder a distintos tipos de contenido, como lecciones pregrabadas a través de Spotify o a sistemas de búsqueda de información, como el buscador de Google y Wikipedia. La persona solo tiene que llamar al número telefónico indicado y hacer la consulta que necesita. “Ya lo probamos con comunidades indígenas y rurales de Colombia con buenos resultados”, afirmó.


Kveto Tjatjara es el fundador de Flushh, una empresa social que construye inodoros que funcionan sin agua y están pensados especialmente para usarse en escuelas y comunidades desatendidas del país.

Por su parte, Dana Pousty, doctoranda en ingeniería ambiental por la Universidad de Tel Aviv, en Israel, llevó un proyecto vinculado al tratamiento de aguas para áreas rurales. “Más de 2 billones de personas en el mundo no tienen agua potable y se estima que un chico muere cada dos minutos por enfermedades transmitidas por el agua. Esto tiene que ver con que en áreas rurales la gente recolecta agua de lagos contaminados o de fuentes de agua que no tienen el mantenimiento adecuado”, explicó.

Así fue que desarrolló SoLED, un pequeño dispositivo portátil que funciona con energía solar y se puede conectar a cualquier tubería o sistema de filtración estándar. Utiliza la luz ultravioleta y LED para eliminar bacterias y virus en solo unos segundos. Si bien existen dispositivos que usan esta tecnología para descontaminar aguas, suelen ser costosos y emplean un alto consumo de energía, por lo cual no era una opción viable para zonas rurales.

“Luego de numerosos experimentos, logramos formular una combinación óptima de los atributos de la luz LED para lograr desinfección máxima (del 99,99%) con un consumo mínimo de energía y a bajo costo. Con dos dispositivos alcanza para cubrir todo el consumo diario de un pueblo de dos mil personas. Además, es una tecnología fácil de escalar”, remarcó. El objetivo final es lograr una red conectada de dispositivos SoLED que, además de resolver el problema de acceso al agua, permita un monitoreo global del estado y el consumo del agua en áreas rurales de países en desarrollo.

También hubo proyectos destinados a resolver situaciones de higiene sanitaria. La italiana Rebecca Cenzato es física y maestranda en gestión ambiental en la Universidad Politécnica de Milán. La científica empezó así su charla para hablar de la brecha conocida como pobreza menstrual: “Soy Rebecca y todos los meses menstrúo. Por suerte, nací en un lugar donde esto no condiciona mi libertad. Sin embargo, si hubiera nacido en una zona rural de África, la situación sería muy diferente. En muchos lugares, las mujeres son marginalizadas y excluidas de la vida pública solo por su fisiología natural”.

Por eso, desarrolló una toallita sanitaria compostable hecha con fibra de banana. Se trata de un material biodegradable que proviene de un cultivo común en el África subsahariana. Este producto será fabricado y distribuido por personas de la comunidad. “Desarrollamos un modelo de producción local, que usa poco agua y energía para que sea fácilmente escalable”, aseguró. De esta manera, los miembros de la comunidad serán empleados en mini fábricas y participarán de talleres educativos sobre salud menstrual para mejorar la información sobre el tema y contribuir a eliminar supersticiones y tabúes.

En una línea similar, desde Namibia, Kaveto Tjatjara trajo una propuesta para “reinventar el inodoro”. Tjatjara es el fundador de Flushh, una empresa social que construye inodoros que funcionan sin agua y están pensados especialmente para usarse en escuelas y comunidades desatendidas del país. Durante la presentación, mostró una foto de su abuela y dijo: “Ella tiene que caminar unos dos kilómetros para encontrar algo de privacidad en un arbusto y hacer sus necesidades. Más del 54% de la población de Namibia aún practica la defecación al aire libre por no tener acceso a un saneamiento gestionado de forma segura”.

Los inodoros que fabrica Flushh funcionan con una tecnología de sensores y energía solar. Tiene varias ventajas: es económico, contiene los residuos de forma segura y se puede usar sin energía eléctrica. Además, entrenan a los recolectores para que recojan los desechos de forma segura y los lleven a unas instalaciones especiales donde serán transformados en biocarbón. Ya lo implementaron en dos escuelas impactando directamente en la vida de 500 niños. “Estos inodoros no solo son amigables con el medio ambiente sino que ayudarán a recuperar la dignidad de gente como mi abuela”, terminó el emprendedor.

 

Agencia TSS - 25 de noviembre de 2021

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