La continuidad y el cambio

Eric Calcagno - Alfredo Eric Calcagno
Ya comenzaron los escarceos acerca de las polarizaciones que se producirán en las elecciones de 2015. El tema que predomina en la discusión es el de la continuidad o el cambio: es lo primero que preguntan las prematuras encuestas. Pero nadie aclara qué significa cada término, ni en abstracto, ni menos aún cómo repercutirá en el modo de vida de cada uno. Por eso, para considerar con seriedad el tema, primero hay que definir cartesianamente qué significan el cambio o la continuidad en la Argentina de hoy.

¿De qué cambio hablamos?

En general se parte de la base de que el cambio es mejor que la continuidad, lo cual no es cierto en muchos casos; por ejemplo, el cambio de una situación de paz a otra de guerra suele ser catastrófico; a un trabajador no le conviene cambiar su situación de ocupado por la de desocupado; tampoco lo es para un club de fútbol cambiar de la primera división a la de ascenso. Es absurdo querer pasar de una situación mejor a otra peor “porque el cambio siempre es bueno”. Se ignora este principio elemental cuando se preconiza al cambio como un valor en sí mismo. Es cierto que cuando se mejora, se cambia; pero también rige el razonamiento opuesto: si se empeora también se cambia.

En nuestro caso, cuando nos referimos al Gobierno y a la oposición, la primera disidencia consiste en la definición del cambio. Sostenemos que en la Argentina, el cambio se produjo en mayo de 2003, con la terminación del modelo neoliberal y la implantación del nuevo modelo de desarrollo con inclusión social, en el cual estamos ahora. En ambos modelos, se parte de principios absolutamente diferentes y las consecuencias políticas, económicas y sociales son opuestas. Se benefician y perjudican grupos sociales muy diferentes: se trata de una oposición absoluta, que repercute directamente en los modos de vida y, en el fondo, en la historia del país.

Frente a esta situación integral de fondo, pueden ser muy distintas las modificaciones o correcciones menores que se practiquen dentro de un mismo modelo. Quienes sostienen que esos son cambios de modelo, en realidad realizan una parodia de cambio, para restaurar el modelo neoliberal terminado en 2003. Ni más ni menos. Ir a 80 km o a 120 km en la misma dirección, no es un cambio, sino una alteración de la velocidad para llegar al mismo lugar en menor tiempo. Por el contrario, dar una vuelta en redondo y tomar el sentido inverso es un verdadero cambio.

Ahora, el establishment quiere restaurar el modelo neoliberal, pero debe disfrazarlo, porque está demasiado desprestigiado. Al principio quiso disimular con el eslogan “apoyamos todo lo bueno y rechazamos todo lo malo hecho por este gobierno”. Nadie puede oponerse a ese criterio; pero no sirve para nada, porque no se define qué es lo bueno y lo malo. Para otorgarle algún significado, hay que vincularlo con los intereses que se defienden en cada acto de gobierno, y cuáles serían las consecuencias, en especial quiénes serían los perjudicados o beneficiados con cada solución.

Tal vez porque advirtieron que iban a adoptar un concepto vacío, lo reemplazaron por la oposición lisa y llana, de acuerdo con las pautas neoliberales. Ahí sí hay definiciones claras y se determinan los intereses que se defienden. Ahora queda claro que el propósito es volver al neoliberalismo. Pero lo disfrazan llamándolo “cambio”. La trampa está en que dicen que modificarán lo accesorio y vuelven al pasado neoliberal en lo sustancial; pero tienen el inconveniente de que son los “desconocidos de siempre” del sistema neoliberal.
Veamos ahora qué quiere decir continuidad y cambio en varios temas esenciales para el modo de vivir de los argentinos:

Plano político.

La continuidad, en el plano político, significa la refirmación de la soberanía nacional. Con el modelo vigente, a la política económica no la fija más el Fondo Monetario Internacional (pagamos toda la deuda con ellos) y se afirmó el desendeudamiento (ahora la deuda externa neta del sector público no financiero es el 14% del PIB y en 2002 era del 95%). Además, la Argentina recuperó su soberanía energética con la mayoría estatal en YPF; la comercial aérea, con la estatización de Aerolíneas Argentinas; el abastecimiento de agua, con la estatización del servicio de agua potable; el correo.

El proclamado “cambio”, por el contrario, significa el retorno al endeudamiento y la sumisión al sistema financiero internacional, cuya última lacra son los fondos buitre (que cuentan con la adhesión de los caranchos locales). Uno de los eslóganes persistentes en la oposición es la conveniencia de endeudarse.

Economía.

En el ámbito económico, la continuidad significa la profundización del modelo de desarrollo con inclusión social, basado en la expansión económica, que duplicó el PIB entre 2002 y 2012, con una tasa promedio de crecimiento anual del 7,2% durante 10 años, lo cual jamás se había logrado. En ese lapso, existieron superávit fiscal y de comercio exterior, se duplicó el producto industrial, se reestructuró la deuda externa con una quita del 66%. Eso sí (y tal vez es lo que más le duele al establishment) tuvieron que pagar impuestos: en 2002 la presión fiscal era del 20% del PIB, y en 2012 del 37% (el promedio de la Unión Europea es del 40%).

Frente a esta realidad indudable, los partidarios del proclamado “cambio” pueden ofrecer sus logros: llevaron a la crisis del 2002. En ese momento, estuvimos en el peor de los mundos posibles, con grave riesgo de disolución nacional, con 14 monedas provinciales, los depósitos bancarios bloqueados y dependencia total del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ya estaba instrumentando la dolarización. Esta fue la situación política, social y económica que provocó el modelo neoliberal de renta y financiero, que destruyó gran parte del sistema productivo, devastó la industria, dilapidó el patrimonio nacional, multiplicó la desocupación, deterioró los salarios reales, redujo la inversión, cerró el crédito interno y externo. Estos son los resultados que pueden esperarse del proclamado “cambio” económico. Y no es una especulación abstracta, porque ya lo hicieron durante el neoliberalismo.

Plano social.

En lo social, la continuidad significa la prioridad absoluta otorgada al aumento del empleo y a la fijación de salarios por los convenios colectivos de trabajo, así como el esfuerzo para disminuir todo lo posible el empleo “en negro” (bajó del 49% en 2003 al 33% en 2012). Desde 2003 se crearon 6 millones de empleos, la desocupación bajó el 20,4 al 7,1% entre 2003 y 2014. El proclamado “cambio” es el desempleo como medio de bajar los salarios (los convenios colectivos se hacen entre ocupados, no con desempleados). El resultado es que entre 2002 y 2013 la participación de los asalariados en el ingreso subió del 34% al 49% del PIB.

Un objetivo básico del Gobierno es bajar la pobreza y suprimir la indigencia. Para atacar el núcleo duro de lo que queda de ellas, el Gobierno sostiene la continuidad de la Asignación Universal por Hijo y la vigencia de varios planes sociales.

En la previsión social, la continuidad consiste, primero, en mantener en plena vigencia el sistema de reparto y seguir aumentando la cobertura del sistema jubilatorio, que llega ahora al 96% (era el 65% en 2003), con la incorporación de 2,7 millones de personas que no tenían aportes suficientes, y con aumentos para todos en marzo y septiembre.

El proclamado “cambio” que impulsa la oposición, en el empleo implica la vuelta al neoliberalismo, que llevó a una desocupación del 20,4% en 2002, y que desde 1976, provocó una brusca caída en los salarios. Además, se intentó institucionalizar esa situación con la ley de flexibilización laboral (ley Banelco del año 2000).

En cuanto al sistema jubilatorio, la oposición se opuso a su nacionalización y luego sancionó la ley del 82%, durante la época del Grupo A, con más intención de desfinanciar al Estado que de mejorar la situación de los jubilados; fue vetada porque no existían fondos que la hicieran sustentable en el tiempo.

Continuidad: profundización del cambio.

En la situación argentina actual, la continuidad significa la profundización del cambio comenzado en 2003; y el proclamado “cambio” que la oposición propone ahora, no consiste en reformar lo que pudiera estar mal, sino en adoptar los valores opuestos a los que se impusieron con el cambio de 2003. Se contraponen en múltiples aspectos, entre los que figuran la soberanía nacional, el modelo de desarrollo con inclusión social, la industrialización, el aumento del empleo y de los salarios reales, el sistema de previsión social y, sobre todo, en los sectores sociales que se beneficiarían o perjudicarían con el proclamado “cambio”.

Desde 2003, la duplicación del producto interno bruto generó también una duplicación del número de integrantes de la clase media (según el Banco Mundial). Si triunfaran las tesis del proclamado “cambio” que propugna el establishment, estos nuevos sectores estarán entre las primeras víctimas. Ojalá que no tengan que enterarse así que las conquistas sociales son irreversibles en tanto y en cuanto se las defienda todos los días.

Miradas al Sur - 20 de julio de 2014

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