La austeridad es parte integral de la tragedia griega

Simon Wren-Lewis
Hay demasiada gente, y entre ella mucha gente de la troika, que consideran la lucha de Grecia como algo que sólo guarda relación con las transferencias de una nación deudora a muchas naciones acreedoras. Por esa razón acaso consideraron el referéndum griego como un movimiento que poco ayudaría, como algo que sólo inflamaría el sentimiento nacionalista. Tal como lo formula Dani Rodrik: “Lo que los griegos llaman democracia se entiende en muchos orros países – igualmente democráticos – como irresponsable unilateralismo”.

No tiene que ver, sin embargo, sólo con las transferencias o con lo que los economistas llaman juego de suma cero. Tiene que ver fundamentalmente con la austeridad, tal Dani Rodrik, Thomas Picketty, Heiner Flassbeck, Jeffrey Sachs y yo mismo dijimos en la carta publicada conjuntamente en The Guardian, Le Monde, The Nation and Der Tagesspiegel (y gracias a Avaaz por organizarlo).

Me parece que mucha gente cree que un país deudor debe sufrir inevitablemente un desempleo a gran escala como consecuencia de tener que reembolsar al menos parte de sus deudas. Pero esto proviene más de una vision moralista que de pensar sobre la macroeconomía. En una economía abierta, la tasa de intercambio real (competitividad) se ajustará para garantizar la conservación del ‘pleno empleo’, sean cualesquiera los superávits primarios que precise un gobierno para el servicio y reembolso de su deuda.

Disponiendo de tipos de cambio flexible, este ajuste de competitividad podría producirse de inmediato. Las cosas no son ni mucho menos tan sencillas en una unión monetaria: la competitividad no puede ajustarse de modo inmediato debido a las rigideces salariales y de precios. Será necesario un periodo de ‘desempleo en exceso’ para presionar hacia abajo salaries y precios si el país no es competitivo en relación a los superávits primarios requeridos. Sin embargo, el desempleo en exceso puede ser relativamente modesto. De hecho, debido a la estructura de la curva Phillips estándar, resulta mucho más eficiente conseguir avances en la competitividad gradualmente por medio de un incremento medido del desempleo que rápidamente a través de un raudo aumento del desempleo, por razones que resumí en otro lugar hablando del caso de Letonia.

Lograr este resultado eficiente bien puede requerir que el gobierno reduzca gradualmente sus deficits primaries, porque sin este apoyo fiscal mientras se ajusta la competitividad el output puede caer rápidamente. Esto exigirá a su vez una nueva solicitud de préstamos por parte del gobierno, y si el gobierno no puede conseguir esto de los mercados, del FMI o de otros gobiernos, debería ocuparse de garantizar que pueda tener lugar este ajuste eficiente y evitar el desperdicio y sufrimiento del desempleo necesario.

Esto es lo que no llegó a suceder en el caso de Grecia. Que fuera resultado de cálculos deficientes, o consecuencia de la impresión de que los banqueros acreedores constituían una prioridad mayor (opinión, por ejemplo, de Mark Blyth, “A Pain in the Athens”, Foreign Affairs, 7 de julio), no tenemos aquí que preocuparnos de ello. Una vez quedaba claro el error, acaso la fatiga del votante acreedor significaba que no eran políticamente posibles préstamos adicionales. Pero exigir superávits primarios (es decir, sacar dinero del país) mientras el desmpleo sigue siendo tan alto – como sigue haciendo la troika – resulta, en mi opinión, imperdonable. Está claro que empeora el problema del desempleo. En el mejor de los casos, indica un acreedor impaciente que no se preocupa por el bienestar del deudor, pero dada la responsabilidad que el acreedor tiene en la actual situación del deudor, es bastante peor que eso.

No es esa la única razón por la que el asunto de Grecia tiene que ver con la austeridad. Sus problemas los empeoró la austeridad de la eurozona en su conjunto y la deflación que eso ha acarreado. La deflación aumenta el valor real de las deudas nominales. También dificulta el ajuste de competitividad debido a una no linealidad bien conocida.

Hasta aquellos a los que les disgusta o desconfían enormemente de Syriza deberían reconocer que Syriza es también producto de la aguda austeridad, un elemento reafirmado por el referéndum. Tal como podrían decir los economistas, Syriza es endógena.

Que la economía griega esté hoy quebrantada no es resultado inevitable de los préstamos pedidos hace una década, o de debilidades estructurales, o de un gobierno de izquierdas elegido hace sólo unos meses. Es también resultado de quienes gestionaron de hecho la economía entre 2010 y 2014, y de su imposición de una austeridad draconiana. Hace mucho que Grecia reconoció la locura de los préstamos que pidió, y ha empezado a afrontar sus debilidades estructurales. La troika tiene todavía que reconocer su parte en la configuración de esta tragedia.

Simon Wren-Lewis es economista del Merton College, en la Universidad de Oxford

Sinpermiso - 2 de agosto de 2015

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