Astillas del mismo palo
El Grupo Fénix acaba de publicar una carta abierta dedicada al tema de la inflación, en la que vuelve a reclamar un sinceramiento en las estadísticas del Indec y una política antiinflacionaria compatible con el desarrollo. El documento titulado “La cuestión inflacionaria en la Argentina” reconoce que hay “un proceso inflacionario que se ha iniciado un quinquenio atrás y que, si bien muestra un ritmo administrable, alcanza hoy índices superiores a los deseables”. Señalan que, además del impacto sobre el salario real, la inflación es nociva para la inversión porque “estrecha el horizonte de decisión” y “desestimula la toma de riesgos a largo plazo”, y se muestran preocupados por “el retraso que la inflación tiende a generar en el tipo de cambio real y en la tarifa de los servicios públicos”. Afirman que “el Indec ha perdido credibilidad”, estiman que la inflación se ubica entre el 20 y el 23 por ciento, y urgen a que “la situación sea corregida sin más dilaciones”, si bien descartan riesgos de espiralización.
Lejos de proponer un ajuste recesivo o una política de shock que afecten al empleo, recomiendan una política antiinflacionaria gradual compatible con el crecimiento y el desarrollo. Plantean, entre otras cosas, atacar las causas estructurales como, por ejemplo, la excesiva concentración de la oferta; redireccionar el gasto público que se destina de manera “injustificable” a subsidiar a los sectores de altos ingresos; apelar a la política de ingresos; incentivar la inversión, el aumento de la productividad y la disponibilidad de bienes públicos como educación, salud y seguridad. También advierten sobre el riesgo de la primarización de las exportaciones y del vuelco de las inversiones hacia ese sector, lo que podría generar desindustrialización, afectar la producción local y crear situaciones propicias para el aumento de precios.
No es la primera vez que el Grupo Fénix se refiere críticamente al Indec. En abril de 2009 publicaron un documento titulado “Asegurar la credibilidad de las estadísticas es un deber del Estado”, y en febrero de este año otro titulado “El derecho a la información: una vieja asignatura pendiente”.
Durante larguísimo tiempo el Gobierno negó la existencia del problema, usando como patético argumento las mediciones del Indec. Pero luego de su arrollador triunfo electoral del año pasado, Cristina Fernández anunció que comenzaba la etapa de la sintonía fina, que entre otros aspectos debía ser aplicada a la inflación. “He dado la orden a mis ministros de la necesidad de hacer sintonía fina”, dijo durante el mensaje de reasunción el 10 de diciembre. El término ya lo había usado unos días antes en el discurso de cierre de la Conferencia Industrial organizada por la UIA, cuando fue más específica respecto de las cuestiones que requerían de sintonía fina: “Fundamentalmente en lo que son los grandes temas, como inversión, cuestiones salariales, inflación, subsidios, hay que comenzar a hablar y a analizar con sintonía fina”.
A días del primer aniversario de la victoria del 23 de octubre, el balance de ese año de gestión es más bien pobre si se lo mide con la vara de la sintonía fina.
La inflación de la que entonces sí hablaba, ahora no sólo la omite sino que además reivindica con insistencia el estropicio del Indec, que ya acumula 30 meses consecutivos publicando que el índice de precios al consumidor aumenta menos del 1 por ciento. Además de mentir, lo hacen burdamente: en todo ese período el índice osciló entre 0,6 y 0,9 por ciento, ni más ni menos.
Tampoco hubo sintonía fina con los subsidios a la electricidad, el gas y el agua, otro de los temas expresamente señalados por Cristina un año atrás. Luego de una primera tanda de recortes que afectó a unos pocos barrios con alto poder adquisitivo de la zona metropolitana, el programa quedó paralizado, y el gasto que el Grupo Fénix considera “injustificable” sigue siendo de miles de millones de pesos por año.
El replanteo radical de las reglas de juego que Axel Kicillof les anunció a las empresas del sector eléctrico está demorado, y la situación de inviabilidad ha llegado al punto de que las distribuidoras no están pagando buena parte de la energía que facturan a sus clientes, y eso es consentido por el Gobierno como un mecanismo de compensación, que de sintonía fina no tiene nada.
¿Y qué pasó con la tarjeta SUBE y el anuncio de que serviría para poder discriminar las tarifas del transporte entre aquellos que necesitan de apoyo estatal y los que no? No pasó nada al respecto, y lo mismo puede afirmarse de la política de transporte en general. El documento del Fénix subraya “la ausencia notoria de nuevas políticas para el sector”.
La sintonía fina también brilló por su ausencia en la manera en que el Gobierno fue restringiendo la venta de dólares, en la reestructuración de la grilla salarial para Prefectura y Gendarmería, y hasta en la pesificación del pago de un bono emitido por la provincia del Chaco, que de haberse realizado con las aclaraciones en tiempo y forma no hubiera generado un par de días de zozobra en el mundillo financiero.
La recuperación de YPF, la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central, el lanzamiento del plan de viviendas Procrear, son sin duda medidas positivas que Cristina puede exhibir del primer cuarto de su segundo mandato. Pero eso no anula la falta de sintonía fina en varias de las asignaturas pendientes que ella misma planteó hace un año, y que despiertan la advertencia incluso de parte de gente del mismo palo.
Veintitres - 17 de octubre de 2012