144 veces no
En tiempos de reacción contra todo aquello que creíamos que estaba bien, la condena de 19 años de cárcel a Carlos Contardi podría ser una bisagra, dice Gabriela Saidon. La sentencia pone sobre la mesa —y sobre la cama— los casos de violación dentro de los matrimonios: Julieta Prandi denunció que entre 2015 y 2018 su entonces marido la violó, al menos, 144 veces. El caso tiene los ingredientes de una buena serie. Una protagonista inesperada se convierte en la voz de las que no tienen voz. Hay heroína, príncipe, villano y una trama compleja: lo que pasa entre las sábanas en el dormitorio principal cuando no hay deseo ni amor sino sometimiento y dolor. Más que telenovela, esta historia fue un cuento de terror con final feliz, aunque las heridas de la víctima recién empiecen a curarse.
Hubo un tiempo en que lo personal era político y todas a favor de tirar abajo el patriarcado. Entonces ocurría, en Argentina, la Revolución de las pibas, de las mujeres, del colectivo LGBT+, de las viejas. Mientras tanto, también en Argentina, en Belén de Escobar, Carlos Contardi violaba y tenía virtualmente secuestrada a su mujer, Julieta Prandi, y cuando ella se resistía la acusaba de putita, seguro estás con otro. Como la propia Prandi contó, cuando iba a denunciar a la comisaría, escuchaba a otras mujeres, más pobres que ella, que recibían como respuesta: volvé a tu casa que ya se le pasó la borrachera (¿dirían mamúa o pedo, los policías?).
El 3 de junio de 2015 fue la primera marcha del #NiUnaMenos, el #MeToo se viralizó en 2017 y llegó al país —no sin discusiones internas—, y 2018 fue el año del primer debate por el aborto en el Congreso, la causa que unificó a todos los feminismos. Prandi denunció que en esa época Contardi la violó, al menos, 144 veces. Los años más feministas de la historia argentina.
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La miniserie que compite con Netflix estos días (¿ya la están filmando?) tiene todos los ingredientes de una buena telenovela, una versión remasterizada de La Bella Durmiente en tiempos de avance feroz de las ultraderechas, con una heroína, un príncipe, un villano y un montón de otros personajes necesarios para la construcción de una trama que habla de un tema complejo: lo que pasa entre las sábanas en el dormitorio principal cuando no hay deseo ni amor sino sometimiento y dolor. Los cuentos de hadas son relatos de terror con final feliz. Lo que vivió Julieta Prandi en manos de su depredador, Carlos Contardi, aparentemente también. Hoy podemos decir que esta miniserie tiene un desenlace feliz, aunque las heridas de la víctima recién empiecen a curarse.
¿Por qué no podemos despegarnos de esa pantalla? ¿Por qué nos interpela tanto?
El caso Prandi vs Contardi podría leerse a partir de una enumeración de hechos contados con números:
1. Carlos Raúl Contardi fue condenado por el Tribunal Oral en lo Criminall N° 2 de Zárate-Campana a 19 años de prisión “por abuso sexual con acceso carnal agravado por causar un grave daño en la salud mental de la víctima de manera reiterada en concurso real”.
2. El fiscal pedía una pena de 20 años de prisión. La querella, representada por el abogado de Julieta Prandi, Javier Baños, extendía el pedido a 50 años.
3. En la lectura del veredicto dictaminado por los jueces Lucía Leiro, Daniel Rópolo y Mariano Aguilar consta que los abusos ocurrieron durante 8 meses, entre julio de 2015 y marzo de 2018 en Belén de Escobar.
4. En febrero de 2019, después de 8 años de matrimonio, ella le pidió el divorcio. Tuvieron 2 hijos.
5. Lo denunció en octubre de 2021 y la causa fue elevada a juicio en octubre de 2022. La condena se empieza a cumplir 10 años después del comienzo de los hechos, casi 4 de la denuncia y 3 del juicio. En ese lapso Prandi vivió aterrorizada.
6. En el juicio declararon 14 testigos.
7. La restricción de acercamiento del acusado a la víctima durante el juicio fue de 300 metros.
8. Prandi declaró que Contardi la violó 144 veces. 144 es el número para denunciar violencia de género, ¿una paradoja?
El mediodía del miércoles 13, cuando Julieta Prandi se enteró del veredicto, se puso a llorar. Acto seguido, de la mano de su actual pareja, Emanuel Ortega, rodeada primero de camarógrafos en la sala de audiencias y luego de micrófonos en las escalinatas a la salida del Tribunal, dijo:
—La Justicia finalmente escuchó. Hoy vuelvo a vivir. Hay un antes y un después.
El mejor desenlace para la telenovela que supimos consumir con morbo y avidez las últimas semanas. El final feliz del cuento de hadas.
La abogada Sabrina Cartabia, que había representado a Thelma Fardin cuando denunció a Juan Darthés (condenado a 6 años de prisión en Brasil en 2024, pena ratificada en marzo de 2025 y que ayer generó revuelo a partir de una noticia fake), dijo algo alentador: la condena que recibió Contardi podría ser “una bisagra en relación con la apreciación de la prueba” y sentar precedente en casos de violencia de género. Y explicó:
—Para este delito, la ley prevé un mínimo de ocho y un máximo de 20 años de cárcel. La condena dictada está dentro del marco legal. Se pueden tener pruebas contundentes y casos donde la prueba troncal es el testimonio de la víctima. Obviamente, no se condena solo con la palabra de la víctima, se suman indicios que contribuyen al proceso y, cuando coinciden, robustecen la declaración de la víctima: declaraciones de psicólogos, psiquiatras y peritos y pericias que se suman como prueba.
Otro antes y después.
El inconsciente de Contardi
Un recorte significativo de las declaraciones del acusado y de la víctima reproducidas por los medios deja ver un poco más allá (o más acá):
Contardi:
—Yo estaba enamorado, me casé enamorado y tuve dos hijos con ella, enamorado. Nunca abusé de ella sin su consentimiento.
Vale la pena detenerse en la frase “Nunca abusé de ella sin su consentimiento”. Prandi dijo: “Su inconsciente lo traicionó”. ¿Allí habla el inconsciente de Contardi? (en el doble sentido intencionado que la pregunta sugiere). O, dicho en el barrio: ¿Se manda en cana solo? ¿Se cree impune? ¿Todo eso y más? Bueno, la Justicia dijo: no funciona así, sabelo. No era amor, era abuso.
Flavia Crupi, psicóloga de Prandi durante el proceso, dijo en una entrevista con los medios fuera del Tribunal de Campana:
—Solamente con escuchar es suficiente.
Tanta razón tenía. En su declaración como testigo, había afirmado:
—Yo a ella le creo porque hay cosas que dijo que son inimaginables. Que yo no puedo contar por secreto profesional, pero que ella tampoco, por pudor y vergüenza, porque es escalofriante.
El te creo, hermana feminista se resignifica. ¿Queremos que nos cuente? ¿Hasta dónde llega el morbo?
Prandi:
—Yo era su esposa y lo tenía que hacer. Mientras dormía me agarraba del cuello, se ponía por detrás, abusaba de mí y cuando acababa, salía y lo hacía sobre mi cuerpo. Cada vez que lo recuerdo me dan ganas de vomitar. No fui violada una vez, sino infinidad de veces.
Luego, dirá que en el juicio debió revivir una y otra vez los hechos, la revictimización de la víctima. Demasiados dedos en la llaga.
Quizás la más significativa de sus frases haya sido:
—No es no, casada o no casada.
Rita Segato nos enseñó que la violación no tiene que ver con el deseo sexual sino de dominación; es un acto de poder y de disciplinamiento moralizador sobre la mujer que se aparta del lugar que le es asignado socialmente: la esposa tiene que complacer al marido.
Prandi:
—Quiero que pague los años que me robó de vida y el maltrato que padecí. Quiero que pague con la cárcel, es la única manera de saldar este dolor. Espero una Justicia digna que esté a la altura. Demostrémosles a las víctimas que si denuncian van a tener paz. Está en manos de los jueces. Quiero irme a mi casa y que este individuo esté preso. Se trata de mi integridad y también es el ejemplo que le tienen que dar a todas las víctimas de violencia.
Que pague. Durante la lectura de la sentencia, como es habitual, se estableció que el condenado deberá hacerse cargo de los costes del juicio. La víctima, que además sufrió violencia psicológica y económica por parte del victimario, ya pagó. Cada vez que él abusó de ella “con” su consentimiento (en palabras de Contardi), cada vez que la amenazó, cada vez que la manipuló. El costo es físico, económico y psicológico.
A la salida del Tribunal, un periodista poco informado le preguntó a Prandi si ahora que todo había terminado, iba a volver a trabajar. Y ella le replicó que nunca había dejado de hacerlo (coconduce un programa a la tarde en la 100, Sarasa). Las mujeres facturan de Shakira en otro giro feminista.
La causa sigue. Contardi contrató nuevo abogado: Fernando Sicilia reemplazó al anterior defensor, Claudio Nitzcaner. Lo primero que hará es presentar un habeas corpus reparador para pedir la libertad hasta tanto el fallo quede firme.
El condenado pasó la noche en la dirección de Investigaciones de la Policía de Campana para luego ser trasladado a un penal bonaerense, la Alcaidía 3 de Melchor Romero, en La Plata, donde pasan sus días los rugbiers del caso Fernando Báez Sosa.
Fernando Burlando, titular del estudio de abogados de Prandi, dejó en claro el precio que va a tener que pagar y las pruebas a las que deberá someterse Contardi, una reversión de la Ley del Talión o del ojo por ojo para casos de violación:
—Tristemente famoso pero para ser figurativo: todo lo que han visto en las series e incluso nacionales vinculada a cómo es la convivencia en las unidades carcelarias, tiene muchísimo de realidad. El servicio penitenciario toma precauciones y en este caso también debe tomarlas para que a Contardi no le pase nada. No deberían pasar esas cosas, pero bueno, la población carcelaria también es emocional. (El que las hace las paga de Bullrich, una bicoca).
La cuarta ola salpica
Lo que el caso Prandi vs Contardi pone sobre la mesa, y en la cama del dormitorio principal, son los casos de violación en el interior de los matrimonios. La pregunta sería: ¿y por casa cómo andamos? El caso habilita y expande la cuestión espinosa también a las feministas. En la miniserie en tiempo real que compite con Netflix, una protagonista inesperada se convierte en la voz de las que no tienen voz. Se trata de un caso que interpela no solo porque tiene todos los ingredientes de una buena telenovela sino también porque ocurre “en las mejores familias”. La actriz que se hizo conocida a comienzos de los 2000 en el programa Poné a Francella, modelo, conductora, mediática, belleza hegemónica, autora de la novela Yo tendría que estar muerta -ficción catártica basada en hechos muy reales-, mujer de clase media alta que denuncia a su exmarido empresario gastronómico y forma una nueva pareja con un hombre bello, músico de familia ilustre que la escucha, la acompaña, musicaliza su libro (el tema se llama Presa) y le habilita la memoria del trauma y su relato, entonces ella toma conciencia de su situación y admite el privilegio de haber podido llegar a una instancia judicial definitoria por su pertenencia de clase y desde ahí se presenta como ejemplo y mensaje.
Sabemos que el agua es difícil de controlar, se escurre, se cuela por los intersticios, derrama, invade, inunda (no alcanza con privatizar Aysa). Y la cuarta ola tiene consecuencias jurídicas reales. Lo estamos viendo hoy, en tiempos de reacción contra todo aquello que creíamos que estaba bien; la condena a Contardi ilumina las zonas oscuras de la institución matrimonial.
Tal es el impacto social del caso que hasta el biógrafo del presidente Javier Milei, el ultraderechista Nicolás Márquez, tuvo que levantar su posteo en X por los ataques que recibió. Un mensaje particularmente significativo fue el de Emanuel Ortega, donde salió con los tapones de punta en defensa de su mujer. El tuit de Márquez, desde el cual también increpaba a Ortega, decía, literal: “Cualquier mujer con dos dedos de frente y cierto nivel cultural, al ser golpeada o abusada por su esposo se separa en el acto y hace la denuncia pertinente… ¿Cómo hizo para vivir por años bajo ‘secuestro’ sin escaparse?”. Cuando sabemos que ser abusada por su esposo y no poder separarse es justamente lo que pasa en la mayoría de los casos de la violencia de género que atraviesan todas las clases y niveles socioculturales.
El mundo del espectáculo no se quedó atrás y, salvo Pampita, que prefirió abstenerse de opinar, se multiplicaron los mensajes de apoyo, desde Guillermo Francella hasta Graciela Borges, pasando por Yanina Latorre, Agustina Kampfer y muchísimos más. Marina Calabró, en un programa junto a Facundo Pastor, se solidarizó con la víctima, pero planteó la duda sobre si el caso hubiese escalado si la víctima no hubiera sido quien es. Una vez más, la cuestión de clase. El tema no es político porque los trolls mileístas le hayan dado batalla cultural. Es político porque interpela al Estado y a nosotros y nosotras, habitantes del pueblo argentino.
Tal vez Cartabia esté en lo cierto y hoy sea un día bisagra en el resto de nuestras vidas. Sin duda, para Julieta Prandi y sus hijos lo es (también para Contardi, naturalmente). Un tiro para el lado de la justicia. Un retroceso que, paradojalmente, empuja hacia la victoria, la reacción que provoca una acción. Una buena para los buenos. Hoy hay esperanza.
Fuente: Anfibia - Agosto 2025