Informe de coyuntura Nº 19

Desde la óptica oficial, la economía argentina experimentó un estancamiento económico en los últimos cuatro años como consecuencia de la existencia de desequilibrios en diversos planos: cambiario, externo, fiscal, precios, etc. Según esta visión, las causas guardan correspondencia con los excesos de la intervención estatal y la sobreexpansión del consumo interno (altos niveles de empleo y salarios).

En rigor, la economía argentina transitó en los últimos años una marcada desaceleración en su crecimiento, vinculada centralmente a la “restricción externa”. Dicha restricción fue producto de varios factores: la caída de la demanda mundial, el déficit energético y el mayor nivel de importaciones requerido por el tipo de crecimiento industrial (escasa integración nacional). A ello se le agrega como un factor de gran importancia la fuga de capitales.

Parir la economía kirchnerista

El jueves 15 de diciembre de 2005, Néstor Kirchner anunció en el Salón Blanco de la Casa Rosada que Argentina cancelaría con reservas de libre disponibilidad del Banco Central la deuda con el FMI por un total de 9510 millones de dólares, desembolso que se efectivizó el 3 de enero de 2006.

Ese inmenso esfuerzo de la sociedad de destinar esos miles de millones de dólares sirvió para retirar de la escena local al auditor de los intereses de los acreedores, cuya única receta es el ajuste ortodoxo. Kirchner había afirmado que la cancelación de la deuda con el Fondo Monetario permitiría “ganar grados de libertad para la decisión nacional” puesto que a partir de esa medida “el país será otro: tendrá soberanía política e independencia económica”.

Hablan de desarrollo y la UIA se atrinchera

En menos de una semana, entre el lunes y el jueves último, se registraron cinco acontecimientos en los que se manifestaron distintas posturas respecto a un mismo tema: cómo continuar la actual etapa de crecimiento inclusivo abordando la respuesta a los condicionamientos, principalmente externos, que parecerían impedir un salto hacia el desarrollo de los sectores productivos. Una cuestión que estuvo poco menos que ausente durante tantos años emerge de golpe con un fervor inusitado. Y no es que otros hechos que suelen desviar la atención y el eje de las discusiones, como el valor del dólar o la inestabilidad financiera, hayan abandonado el escenario en estos días. Para nada. Sin embargo, la cuestión de la estructura del aparato productivo mereció un espacio destacado en las presentaciones de sus respectivas propuestas económicas por parte de Daniel Scioli y de Sergio Massa, el lunes; en la jornada de debate promovida por la Fundación ProTejer, el jueves; en la propuesta presentada por la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios, el mismo jueves; y en un sentido menos explícito pero evidente, en la designación y asunción de Adrián Kaufmann Brea, de Arcor, como nuevo presidente de la Unión Industrial Argentina, que tuvo lugar el martes pasado.

La aparición de Kaufmann al frente de la UIA, en esta etapa, es más que sugerente. Es un representante muy activo de uno de los grupos concentrados más influyentes del país, Arcor, que fue el sostén económico de la Fundación Mediterránea desde sus inicios y, por tanto, principal responsable de la llegada de Domingo Cavallo y su equipo al comando de la economía desde la década de los 90 hasta 2001 (otros que ocuparon la cartera de Economía en el medio, simplemente administraron el programa monetario, la convertibilidad, que él había instalado). Arcor, a través de Silvio Pagani, es además uno de los principales animadores del lobby corporativo AEA (Asociación de Empresarios Argentinos), a la par de Techint y el Grupo Clarín.

El ascenso de Kaufmann fue presentado como un acuerdo natural entre las dos agrupaciones conformadas en la UIA, Industriales y Celeste y Blanca, por el cual, cada dos años, se turnan para ocupar la silla principal. Kaufmann, de Industriales, reemplaza a Héctor Méndez, de Celeste y Blanca. Todo normal, salvo que esta lista de “unidad” no contará, esta vez, con ningún representante de las entidades fabriles de la provincia de Buenos Aires. Días antes de que se oficializara la candidatura “por acuerdo” de Kaufmann, las tres entidades industriales bonaerenses (Adiba, Uipba y la Federación Económica de la provincia) hicieron llegar, en conjunto, la propuesta de dirigentes para ocupar los lugares previstos en los órganos directivos, en respuesta a la invitación que habían recibido para participar de la lista. Varios de ellos tienen reconocida vinculación con el sciolismo, como el caso de Osvaldo Rial. Y recibieron como respuesta la “objeción” de los organizadores del acuerdo a algunos de los nombres propuestos. La reacción de las organizaciones bonaerenses fue unánime: ninguna participará de la lista de conducción. “Una vez más, las grandes corporaciones quieren imponer su voluntad, coartando la representación de la industria”, sostuvieron en un comunicado conjunto las tres entidades.

Por primera vez en su historia, la UIA no tendrá representantes de la provincia con mayor presencia industrial del país, en sus cuerpos de conducción. Justo cuando su gobernador disputa con altas chances por ser el nuevo presidente del país a partir de diciembre. Los cargos principales quedaron, entonces, en manos del director corporativo de Arcor, del titular de la cámara de la industria de la alimentación (Copal, en la que también domina Arcor), Daniel Funes de Rioja como vice primero, y Luis Betnaza, de Techint, como vice segundo. Es, además, la primera vez en muchas décadas en la que el núcleo de cuatro o cinco empresas que controlan la UIA colocan directamente en el sillón principal a uno de los suyos, y no apoyan a otros dirigentes de sectores con más participación de la mediana empresa, como el metalúrgico, el textil o el de plásticos. Aunque fuera por una cuestión de imagen.

La historia de Kaufmann y sus primeras palabras como presidente de la UIA no dejan dudas de la posición que busca ocupar, tanto en la condena al gobierno saliente como la búsqueda de condicionar al entrante. Emitió en su discurso de presentación un juicio durísimo para la conclusión del ciclo de las presidencias de Néstor y Cristina (“se necesitarán medidas urgentes para sacar a la industria del estancamiento, después de cuatro años en los que el sector no repunta ni crea puestos de trabajo”). Y le ofreció “esta casa” a quien asuma la presidencia para ir a discutir cómo se instrumentarían esas medidas: reducción de impuestos, baja en los costos de la energía para el sector, aunque se cuidó de no pedir abiertamente una devaluación.

Un lenguaje diametralmente opuesto fue el que se escuchó, 48 horas después, en el encuentro promovido por la Fundación Pro Tejer, que contó con la presencia de Scioli, de varios referentes económicos de su espacio, pero también de economistas en representación de Cambiemos y el Frente Renovador. “En estos años hemos podido trabajar, influir y diseñar políticas públicas sectoriales en resguardo de las características propias”, señaló Jorge Sorabilla, titular de Pro Tejer. “La nuestra es una cadena de valor estratégica, una tonelada de fibra de algodón cuyo valor como materia prima es de 1300 dólares, cuando se exporta como prenda textil con diseño y marca nacional vale 55 mil dólares, difícilmente exista un producto industrial en el país que genere tanto valor agregado”, agregó el dirigente empresario, en una postura que exhibe al sector muy alineado en los ejes de la propuesta económica “para el desarrollo” que dio a conocer el sciolismo en las últimas semanas y que el lunes el candidato defendió desde el escenario del Teatro Opera.

Apyme, por su parte, hizo público un documento, el jueves, sumándose a la propuesta de “profundizar el debate sobre las políticas que permitan continuar y fortalecer un proyecto de desarrollo nacional soberano e inclusivo”. Sostiene, en consecuencia, la necesidad de definir “una serie de ejes programáticos para abordar las materias pendientes, con una mayor equidad distributiva y una inserción internacional autónoma respecto de los poderes financieros globales”.

Desde que se presentaron los Lineamientos para el Desarrollo, a fines de agosto, el discurso de Scioli adoptó un sesgo claramente industrialista. Quienes transitan junto al gobernador bonaerense aseguran que “siempre lo tuvo”, pero lo indiscutible es que ahora encontró, como argumento, el planteo de que tras la etapa del crecimiento con inclusión, viene la del desarrollo productivo. En este tema, sus diseñadores de política (Miguel Peirano, entre ellos) le han encontrado un campo de ideas y propuestas en las que las políticas a desarrollar atenderían cuestiones que dejó pendiente el proceso kirchnerista hasta aquí. Un análisis reciente del economista y periodista de Página/12 Claudio Scaletta, publicado en Le Monde Diplomatique (“Los nudos de la economía”, nota de tapa de la edición de este mes) describe cómo se logró, a partir de 2003, un proceso largo de crecimiento expansivo con inclusión, en base a una demanda efectiva que arrastraba a la oferta, pero también cómo este proceso terminó enfrentándose a la restricción de divisas. Entre otras razones, porque la pauta de consumo incluyó electrodomésticos, rodados, artículos electrónicos y otros bienes de sectores con fuerte incidencia de la importación (tanto en insumos como en productos finales). Señala Scaletta que tampoco se resolvieron, en esa etapa, cuestiones de la estructura del aparato productivo, que le dieran mayor autonomía a la producción local respecto del abastecimiento externo, o bien que el desarrollo de la producción sustitutiva en esos eslabones intermedios acompañara el crecimiento de la demanda final.

Sobre esos puntos parecería atacar la propuesta de Scioli. El lunes pasado, en un discurso de 40 minutos, dejó delineados algunos aspectos centrales de su plan de desarrollo.

- La firme convicción de que es el Estado nacional, a través de la planificación, el que debe asumir de actor principal en la definición de las estrategias y acciones para garantizar el desarrollo económico y productivo.

- Continuar la reindustrialización, identificando cuellos de botella en cada sector promoviendo la sustitución de importaciones y la innovación científica y tecnológica.

- Seguir promoviendo la inversión para agregar valor en origen de los productos, como forma de reducir además la inequidad regional.

- Apostar a la potencialidad de Vaca Muerta (hidrocarburos, Neuquén), la producción agrícola y la puesta en valor de la minería, para verlos como “palancas para el desarrollo y no como condena a la reprimarización” de la economía.

No es extraño, entonces, que haya sectores de la industria mediana que reciban con entusiasmo –como mínimo, con expectativas– ese planteo. Y se sientan convocados a participar en su discusión. Otros, en cambio, parecen llamados a ponerse en guardia. La actitud de la UIA ha sido la de colocar a un “pesado” al frente de la organización, como intentando imponerle “respeto” tanto al nuevo gobierno como a sus pares, las otras centrales empresarias de fuerte peso que deberían reconocer en el representante de Arcor a un “primus inter pares”.

Los “agronegocios”, el control del dólar y las amenazas a la soberanía económica de la Argentina

A diferencia de otros países de América Latina, la historia económica argentina presenta como uno de sus rasgos más distintivos la periódica aparición de restricciones en el sector externo ocasionadas por la escasez de dólares para sostener las necesidades de la importación y, en mucho menor medida, el ahorro de las capas medias.

Economía política

El 5 de agosto de 2014, en ocasión de la recepción de la distinción que me confirió la Legislatura porteña, como Personalidad Destacada de la Ciencia, presenté algunas ideas que resumo en las líneas siguientes.

La economía es la rama de las ciencias sociales que se ocupa de la producción, el comercio y el dinero y de las políticas que determinan la distribución, del ingreso y la riqueza, entre países y sectores sociales. Por eso, los economistas clásicos la definían como “economía política”. En efecto, la política es un componente esencial de la disciplina.

La economía es un campo privilegiado del conflicto de ideas, intereses y valores en juego, dentro de cada país y en el orden mundial. El conflicto se expresa en el análisis de todos los problemas económicos y en las políticas aplicadas para enfrentarlos. Las ideas dominantes conforman teorías, paradigmas, que fundamentan las políticas que determinan la distribución del ingreso y la riqueza, en definitiva, del poder.

Sólo con políticas activas

La economía argentina mantiene la tendencia al amesetamiento iniciada a mediados de 2013 con sectores que están aumentando su producción y otros que evidencian retrocesos. La industria muestra una tendencia declinante, pero resulta muy difícil evaluarla como un todo, ya que cada sector manufacturero tiene sus propias características. Los aumentos salariales otorgados a partir de la firma de las paritarias, sumados a una morigeración de los aumentos de precios, tenderá a generar una mejora en el consumo, que se vio afectado en los últimos trimestres. La economía está funcionando con capacidad instalada ociosa, fruto de estos años de importante inversión, por lo cual debería responder a los estímulos de la demanda sin impactar en los precios.

El dilema de la restricción externa

Los problemas en el sector externo han condicionado el desarrollo de la economía argentina desde el comienzo del modelo de sustitución de importaciones. Si bien en la última dictadura militar y la década del ’90 el endeudamiento externo permitió postergar el estrangulamiento en el balance de pagos, la amortización de la deuda, los intereses pagados y la fuga de divisas terminaron agravando el problema.