La gran alianza del Atlántico

La incorporación definitiva de la República Bolivariana de Venezuela al Mercosur constituye un salto cualitativo en el proceso de integración continental. Esa incorporación no sólo completa el gran acuerdo económico, comercial y político nacido hace 21 años, sino que transforma al Mercosur en el más importante proyecto geopolítico intentado en nuestro continente desde los tiempos de la Gran Colombia.

En 1951, el presidente Juan Domingo Perón lanzó su propuesta de integración con Brasil y el resto de Suramérica a la que llamó Nuevo ABC. La iniciativa implicaba no sólo una alianza estratégica de nuestro país con el gran vecino lusoparlante, sino también una articulación con el resto de los países hispanohablantes de la región para equilibrar la relación con Brasil. En la visión de Perón –el principal estratega de la unificación suramericana y, posiblemente, el único político que, después de la Segunda Guerra Mundial, se aventuró en esa propuesta–, la Argentina debía cumplir un doble papel. Por un lado, convertirse en el principal aliado estratégico de Brasil, gobernado entonces por Getulio Vargas y en pleno proceso de industrialización– y, por el otro, acaudillar al resto de los países hispanohablantes de la región.

“Con peso y de pleno derecho”

La definición del diplomático señala que la integración pone a su país en el eje principal de su perspectiva histórica.

"El Mercosur constituye la columna vertebral de la integración económica de América del sur. Venezuela, como una economía media a nivel regional, suma sus recursos energéticos y, aunque pequeña, también aporta su capacidad industrial; además de un mercado interesante”, señala Carlos Eduardo Martínez Mendoza, general retirado y compañero de promoción del presidente Hugo Chávez. Al igual que otros militares de su generación, el actual embajador de Venezuela en la Argentina participó de la rebelión del 4 de febrero del ’92. “Mi país se encuentra ahora, como miembro pleno del bloque, con el eje principal de su perspectiva histórica: una presencia con peso y de pleno derecho en Suramérica, nuestro espacio natural, aunque haya estado durante doscientos años de espaldas a la región”, afirma Martínez Mendoza.
Su visión del proceso de integración subraya que la membresía plena de Venezuela a la zona comercial implica para su país un desafío que ya trasciende el “hacer cada vez más fluidos los intercambios de bienes y servicios”. Se análisis resalta la importancia de “avanzar en la planificación conjunta de los procesos de industrialización mediante mecanismos de complementación porque incluso Brasil, que es la mayor economía de la región, necesita de sus vecinos para darle sustentabilidad a su desarrollo”.

Uno más

Venezuela es la cuarta potencia de América del Sur. Tiene una población de 30 millones de personas. En 2011, el PBI fue de 342 mil millones de dólares, que implica un Producto per cápita de 11.400 dólares, uno de los más altos de la región. En ese mismo año, el saldo comercial positivo sumó 46 mil millones de dólares, obtenido fundamentalmente por las exportaciones de petróleo. Con los recursos de la Faja del Orinoco, es el país con las mayores reservas de hidrocarburos líquidos pesados y extra pesados probadas del mundo. Durante casi seis años distintos bloqueos en los Congresos de Brasil, Uruguay y Paraguay impidieron concretar el ingreso de Venezuela al Mercosur. El último bastión de resistencia era el Senado de Paraguay. El golpe parlamentario contra el presidente de Paraguay Fernando Lugo derivó en la suspensión de los guaraníes del bloque y terminó así facilitando la incorporación de Venezuela.

Por fin Venezuela en MERCOSUR

El ingreso de Venezuela a MERCOSUR es un hecho que complementa su abandono del Pacto Andino (Acuerdo de Cartagena). Algo que debió suceder de modo secuencial e inmediato, porque Venezuela firmó su adhesión en 2006, pero fue demorada por la obstinación de los senadores paraguayos; los mismos que al derrocar a Lugo en un juicio sumario sin defensa, quedaron suspendidos de MERCOSUR.

El Pacto Andino tiene debilidades congénitas, porque no puede haber integración entre economías que no son complementarias, sino competidoras. Es una asociación entre países petroleros que tienden a producir bienes básicos y productos de baja tecnología e importar bienes intensivos en capital o de alta tecnología. La presencia de Venezuela, además, era incoherente porque las montañas no unen sino que separan. Los otros miembros están unidos por el Océano Pacífico, pero Venezuela es un país del Atlántico.

Mercosur: ilegal ingreso de Venezuela

Contrariando normas y pactos internacionales, el país que gobierna Chávez fue incluido en el bloque regional.

El ingreso de Venezuela al Mercosur sin contar con el necesario consentimiento expreso de Paraguay está viciado de nulidad y es, por lo tanto, ilegal. Así lo han reconocido o advertido voces tan importantes como las de los respetados embajadores de Brasil Luis Felipe Lampreia y Rubens Barboza; del vicepresidente de Uruguay, Danilo Astori, y del internacionalista oriental Heber Arbuet, entre muchas otras.

Para tratar de justificar lo injustificable, el presidente uruguayo, José Mujica, sostuvo que, respecto de ese ingreso, "lo político supera ampliamente a lo jurídico". Esa frase, en boca del primer mandatario de un país hasta ahora reconocido por su apego a la ley, sorprende enormemente. Porque, en otras palabras, eso quiere decir que se hizo "porque se nos dio la gana", por encima de lo que dictan las normas internacionales, dejadas perversamente de lado.

O sea, sin perjuicio de lo que estipula el propio Tratado Constitutivo del Mercosur, que, en su articulado, aclara expresamente, más allá de todo margen para la duda, que las solicitudes de ingreso de nuevos miembros deben ser aprobadas por "decisión unánime" de los Estados partes. Ello no sucedió. Por razones "políticas", dice Mujica, y los demás asienten.

La historia reciente es conocida. Acusando a Paraguay de haber violado el orden democrático al consumar un presunto "golpe de Estado" con el que se habría depuesto al ex presidente Fernando Lugo -proceso en el que en rigor se siguió el curso constitucional previsto a tal efecto, con la salvedad de que se pudo haber lastimado, en alguna medida, el derecho de defensa del acusado-, se abrió la puerta a Venezuela, pese a que para Brasil no hubo estrictamente "golpe de Estado", sino problemas que tendrían que ver con el debido proceso legal.

Sobre esa base se "suspendió" a Paraguay, situación que fue utilizada para no permitirle votar sobre el ingreso de Venezuela, al que se oponía, como ciertamente era su derecho y sin respetar las disposiciones de la Convención de Viena de 1969, que aclara que cuando en un tratado se "suspende" a una de las partes lo que efectivamente se suspende es el cumplimiento de los derechos y obligaciones que tienen que ver con las "relaciones mutuas", no otros. Esto es, los vinculados con las relaciones con terceros.

A ello, la Convención agrega que la parte que se pretende suspender debe tener por lo menos tres meses para "dar sus razones" para defenderse. Este derecho elemental (usado para suspender a Paraguay) se le ha negado -cercenándolo totalmente- en el Mercosur al propio Paraguay, al que no se quiso escuchar siquiera, con una actitud de cinismo y arrogancia sin igual, lo que constituye un grosero error histórico, cometido pese a que el Protocolo de Ushuaia aclara expresamente (respetando la Convención de Viena) que, en caso de ruptura del orden democrático en un Estado parte, se promoverán las consultas del caso, con el Estado afectado. Eso tampoco ocurrió y es gravísimo.

Tampoco puede ocultarse que la Venezuela de Hugo Chávez está absolutamente en las antípodas de la democracia. Hablamos de un país que responde a los caprichos e impulsos de un dirigente autoritario; de un aliado estratégico de Siria, Irán, Corea del Norte y Bielorrusia, que tiene una estructura institucional hiperpresidencialista, en la cual la discrecionalidad de Chávez es total y donde no hay ni equilibrios ni contrapesos democráticos. Por otro lado, el Poder Legislativo está sometido al Ejecutivo, y sin una justicia que pueda ser tenida por imparcial e independiente.

Peor aún, estamos ante un país que acaba de anunciar al mundo que abandonará nada menos que el Pacto de San José de Costa Rica, instrumento regional que contiene las garantías básicas en materia de defensa de las libertades esenciales y de los derechos humanos, de rango constitucional para los argentinos.

La Venezuela de Chávez no es una democracia, es un país autoritario. La ley allí es tan sólo la voluntad de Chávez. Y ésa es la presunta democracia que se acaba de invitar, ilegalmente, a incorporarse al Mercosur. Por esto, Lampreia concluye, con un pesar con el que coincidimos, que el Mercosur "ya no funciona como mecanismo de integración sino que, por el contrario, se ha transformado en un mecanismo político orientado sólo por razones ideológicas dictadas por los presidentes de Venezuela (cuando no era siquiera un pretendido miembro del Mercosur) y la Argentina, básicamente, y hasta cierto punto por Brasil". Para Brasil, cabe apuntar, el mercado venezolano, que cree puede tener cautivo a través del Mercosur, se ha transformado en conveniente prioridad económica.

Lo inaceptable es que para ello los derechos humanos, el Estado de Derecho y las convenciones han quedado de lado, gravemente pisoteados.

Venezuela ingresó al Mercosur

En el día de ayer se ratificó en Brasilia el ingreso de Venezuela al Mercosur. De este modo el bloque comercial sudamericano se refuerza tanto cuantitativa como cualitativamente. Lo primero, porque agrega a un nuevo socio con un producto bruto estimado -por el World Economic Outlook del FMI en paridad de poder adquisitivo en 397.000 millones de dólares. Es decir, se agrega una economía de un tamaño ligeramente superior a la de Suecia. El Mercosur agrandado cuenta ahora con un producto interno bruto total de 3.635.000 millones de dólares, lo que lo convierte en la quinta economía del mundo, sólo superado por Estados Unidos, China, India y Japón, y claramente por encima de la locomotora europea, Alemania.

Cualitativamente hablando la incorporación de Venezuela significa integrar a un país que, según el último anuario de la OPEP, dispone de las mayores reservas certificadas de petróleo del mundo, habiendo desplazado de ese sitial a quien lo ocupara por varias décadas: Arabia Saudita. Además, desde el punto de vista de la complementación económica de sus partes el Mercosur luce como un espacio económico mucho más armónico y equilibrado que la Unión Europea, cuya fragilidad energética constituye su insanable talón de Aquiles y una fuente permanente de dependencia externa.

Venezuela y Paraguay en diez claves

Venezuela será miembro pleno del Mercosur el 31 de julio y Paraguay quedó suspendido del bloque hasta las elecciones de abril próximo. Las dos noticias quedaron ligadas porque el Senado paraguayo era el responsable de poner bolilla negra a la incorporación de Venezuela, pero el protocolo entre el Mercosur y Caracas fue firmado en 2006. Incluso el presidente paraguayo no era el centroizquierdista Fernando Lugo sino Nicanor Duarte Frutos, un colorado del ala que no tiene vínculos con los herederos del régimen dictatorial que encabezó entre 1954 y 1989 Alfredo Stroessner.

Con Venezuela y Paraguay de eje, sobre todo desde el viernes 22 de junio en que Lugo fue destituido, quedan algunos apuntes sueltos que pueden hilvanarse como sigue:

Hugo Chávez le dio un portazo al Ciadi

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, aseguró que su país no avalará las decisiones del Centro Internacional para la Resolución de Disputas sobre Inversiones (Ciadi), dependiente del Banco Mundial (BM). “Ahora nos amenazan con el Ciadi, de ese Ciadi tenemos que salirnos. No reconoceremos sus decisiones”, dijo Chávez, refiriéndose a la demanda elevada ante ese órgano contra su país, presentada por la empresa norteamericana Exxon Mobil por la nacionalización de activos petroleros en 2007. La Cámara de Comercio Internacional (CCI) ordenó recientemente al gobierno de Chávez indemnizar con 907 millones de dólares a la compañía norteamericana por la nacionalización de uno de sus activos, monto que representa menos de un 10 por ciento de los 12.000 millones pedidos por la petrolera, que aguarda otro fallo del Ciadi, previsto para febrero.

“Ahora nos amenaza la misma Exxon, a pesar de la decisión allá en París (del CCI) de que Venezuela sí les debe, pero no 12.000 millones de dólares”, dijo el mandatario, que habló de la demanda de Exxon Mobil durante su programa televisivo Aló Presidente, que se transmite desde la Faja petrolífera del Orinoco, en el Estado de Anzoátegui. La petrolera multinacional exigía ese monto, pero Caracas anunció la semana pasada que sólo pagaría 225 millones de dólares en un plazo de 60 días.

A su vez, el líder bolivariano señaló que la empresa pretende lo imposible: “Que les paguemos lo que no les vamos a pagar nunca. Y nos amenazan con expropiarnos allá (en Estados Unidos) la (filial de la estatal petrolera venezolana) Citgo, que debe valer como 20.000 millones de dólares por lo menos”, manifestó y afirmó que su país no se doblegará ante el imperialismo. “A la Exxon Mobil le vamos a pagar los 200 millones de dólares y de yapa un tarrito de petróleo”, se mofó el mandatario. Asimismo, señaló la necesidad de crear un organismo en la Unasur donde se puedan dirimir diferencias entre otros gobiernos y América latina. “¿Por qué tenemos que ir para allá, al Banco Mundial, a Estados Unidos, qué es eso?”, preguntó el presidente venezolano.

En 2007 Chávez estableció una estructura de empresas mixtas, con acciones minoritarias para las empresas extranjeras, frente al mínimo de 60 por ciento de la estatal petrolera Pdvsa. La negativa de Exxon Mobil y de su compatriota ConocoPhillips a participar en ese sistema llevó a la expropiación de sus activos, y al inicio por parte de ambas de procesos de arbitraje internacional contra Venezuela.

Según el diario colombiano El Tiempo, Venezuela es el segundo país con más demandas internacionales (después de Argentina) por las nacionalizaciones emprendidas por Chávez. En su versión digital del viernes, este medio señalaba que una veintena de empresas extranjeras exigen pagos de hasta 40.000 millones de dólares al gobierno venezolano. El Tiempo estimó que la demanda más pesada que afronta Venezuela ante esa instancia es la de la transnacional petrolera ConocoPhillips, que exige casi 30.000 millones de dólares por la nacionalización, en el año 2007, de sus proyectos y equipos en la Faja del Orinoco, que alberga la reserva de crudo más grande del mundo.