¿Qué pasa con el petróleo?

Roberto Kozulj
La reciente caída de los precios del crudo en el mercado internacional ha despertado todo tipo de reacciones y especulaciones. En el caso de Argentina, por ejemplo, ha traído cuestiones sobre cuán importante podría ser la caída de esos precios para afectar el desarrollo de los no convencionales y frenar las inversiones que se espera llegarán para desarrollarlos.

Como es sabido, no existen modelos predictivos para establecer un nivel de precios del petróleo. Ninguna correlación estadística, por complejo que sea el modelo que se haya formulado, ha logrado brindar resultados confiables en el pasado. La contrastación de las proyecciones realizadas por las agencias internacionales con los datos de la realidad no resiste una mirada retrospectiva, pues casi todos los escenarios partieron de una coyuntura particular que supuso extrapolar tendencias en bandas de tal magnitud que hubieran impedido tomar decisiones racionales si la base de las mismas hubiera reposado sólo en estos escenarios. En marzo de 1999 la tapa de la revista The Economist anunciaba un barril en diez dólares como signo fatal de una sobreabundancia petrolera. En octubre de 2003 el título de tapa de la mencionada revista era “El fin de la era del petróleo barato” con un gran cartel de cincuenta dólares por barril. Para muchos, todo ello podría ser explicado tan sólo por la especulación financiera, pero es claro que al margen de ella debe de haber factores un tanto más complejos.

Cuando se quiere abordar el campo de esta complejidad es necesario considerar los factores estructurales que pueden afectar tanto a la oferta como a la demanda. No menos importante que ellos, los factores geopolíticos.

Del lado de la demanda, las proyecciones de incremento de la población urbana a escala global, el crecimiento del ingreso por habitante, la continuidad del uso del automóvil y un cierto nivel de industrialización incremental acompañando estos procesos auguran tendencias al alza hasta el año 2030 por lo menos. Los factores tecnológicos, tales como la difusión del automóvil eléctrico, las normativas de consumo máximo por recorrido y otros pueden atemperar el nivel de la demanda incremental, aunque difícilmente lo hagan de un modo tal de anular el crecimiento de la demanda.

Por el lado de la oferta, los recursos convencionales podrían ser insuficientes, aunque nuevos biocombustibles entren en escena. Puede ser que el punto de ruptura del precio para explotar el shale oil en los Estados Unidos sea, como se dice, de sesenta dólares por barril. La clave igual sigue en Medio Oriente, donde la productividad de los pozos de Arabia Saudita y su nivel de producción son la clave.

Aunque los escenarios de precios de los últimos años varían a menudo con cada revisión, lo cierto es que una banda media de precios 70-100 dólares/bl se ha mantenido como tendencia desde 2004 a la fecha, pero siempre ha estado presente un escenario “piso” en 40-50 dólares/bl y un techo que estaría entre “180 y 200” dólares/bl. Es decir, la caída a un nivel 70 dólares/bl como la ocurrida jamás estuvo ausente de los escenarios vigentes tras el ingreso de China a la OMC y el espectacular impacto que causó el fenómeno “China como fábrica del mundo” sobre la reconfiguración espacial del comercio, la producción y el consumo ocurrido desde 2003 a la fecha. Algunas cifras de tal impacto son: a) un incremento en la población urbana total de más de 800 millones de personas (“parte de la nueva clase media mundial”); b) la reducción de la relación incremental del Producto por habitante de los catorce países más ricos respecto del resto del mundo de 47 veces entre 1980 y 2000 a sólo 7,5 veces entre 2003 y 2013; c) el 80 por ciento del nuevo Producto industrial generado ahora fuera de esos países más especializados en I&D.

Sin embargo algo cambió aún antes de la crisis financiera de 2009. Es que mientras que los incrementos de la demanda de maquinarias y equipos importados por China a los países industrializados fue un importante impulsor del crecimiento industrial de los mismos, ya entre 2007 y 2008 comenzó a manifestarse una retracción de esa demanda, a la vez que China comenzaba a superar en 2007 el valor de las exportaciones de mercancías estadounidenses y en 2012 también las de mercancías y servicios. Por su parte, el traslado masivo del incremental de la producción industrial desde los países desarrollados hacia el mundo en desarrollo comenzó a mostrar impactos en el empleo, lo que se agudizó de 2009 a la fecha en particular en Europa. ¿El fin de “Chinamérica”? Puede ser.

La posibilidad de que los Brics se conviertan en un bloque más complejo con Rusia vendiendo cantidades gigantescas de gas a China puede ser un factor más importante que la revolución del shale oil y del shale gas en Estados Unidos para incrementar la oferta del petróleo y gas, mientras que la guerra islámica puede liberar a Arabia Saudita de su ajustada cuota en la OPEP. Por su parte, la disminución del consumo en los países desarrollados –efecto de un menor crecimiento, de un crecimiento no industrial y de cambios en la tecnología– explica cierta holgura coyuntural en el mercado.

Así, cuando se augura que en 2015 el precio puede a caer a 50 dólares por barril, se anticipan los efectos sobre Rusia, Irán, Irak, Venezuela y otros países cuyo bienestar depende mucho de la renta petrolera. Para esos países, escenarios por debajo de 80-100 dólares por barril son causantes de tensiones y ajustes. Para ellos la cuestión es cómo sostener la gobernabilidad en un escenario tal. No obstante, los escenarios de 2017-2020 al 2040 aún suponen un importante crecimiento de los precios.

Quiérase o no, esto es una buena noticia para la Argentina, porque las importaciones serán a menor precio mientras dure la necesidad de comprar en el exterior parte del gas, algo de crudo y derivados, mientras que las señales para el tiempo en que maduren las inversiones petroleras supondrían precios más elevados que los actuales

* Vicerrector Sede Andina UNRN, experto en energía.

Suplemento CASH de Página/12 - 7 de diciembre de 2014

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