La fuerza del mar

Raquel Roberti
Qué inapropiado llamar Tierra a este planeta, cuando es evidente que debería llamarse Océano”, decía Arthur Clarke, el autor de 2001: una odisea del espacio. Claro que tenía razón: 75 por ciento de la superficie del planeta está cubierta de agua.

Quizá por eso extraer energía de la fuerza de las mareas, las olas o los ríos es, además de un desafío, una de las grandes promesas de las energías alternativas y renovables. Argentina es una de las regiones más aptas para generar esta energía, ya que cuenta con una ribera excepcional sobre el Océano Atlántico que podría proveer, según se estima, un potencial energético de hasta 40.000 MW (la central atómica Atucha II producirá 692 MW). Y si bien los científicos estudian el tema desde hace años, hasta ahora nunca se intentó la explotación marina, sólo se aprovecharon las corrientes de los ríos. Hasta ahora, porque en poco tiempo más Y-Tec, la empresa conformada por YPF y Conicet, hará las pruebas de eficiencia de turbinas en el estuario del Río Gallegos y en Cabo Vírgenes. Y de tener los resultados esperados, podrían instalarse allí varias turbinas capaces de generar más de mil MW. Es una empresa cargada de futuro que da pasos agigantados para acercarse rápidamente a la actualidad.

En mayo de 2012, cuando el Congreso debatía la estatización de YPF, desde los sectores opositores se levantaban voces criticando que el Estado argentino privilegiara recuperar la empresa petrolera por sobre otras “iniciativas prioritarias”, entre ellas la “diversificación de la matriz energética para disminuir la dependencia del petróleo y gas”, con la construcción de más “centrales hidroeléctricas, nucleares y nuevas energías renovables”. A fines de ese mismo año se formó Y-Tec, que viene a dar respuesta a esos cuestionamientos, ya que además de la generación de energía por fuerza mareomotriz, desarrolló un nanopolímero para reemplazar la arena especial que se utiliza en los yacimientos no convencionales y un sistema de extracción de litio que evita el uso de agua potable.

En un país como la Argentina, donde el 35 por ciento de la oferta interna de energía primaria se obtiene a partir de petróleo y el 51,6 por ciento a partir de gas natural, no cabe duda de que el desarrollo de energías alternativas es una necesidad de cierta urgencia.

“A principios de diciembre bajamos dos boyas, en Punta Loyola y en el Estrecho de Magallanes, para tomar lecturas del movimiento del mar. Con esos datos bajaremos, estimo que en julio, una turbina hidrocinética pequeña, de 4 KW, para medir el factor de carga y eficiencia. Pensamos que estará arriba del 90 por ciento, muy superior a una turbina hidráulica, que trabaja al 60 por ciento. Si lo comprobamos, bajaremos turbinas de hasta 50 MW, y en esas zonas podemos colocar 20 turbinas, de modo que generaríamos mucha potencia”, explica Gustavo Bianchi, director de Y-Tec.
Doctor en Ciencias de los Materiales y con un postdoctorado en la universidad de Texas en Ingeniería de Petróleo y Geosistemas, Bianchi generó al menos diez patentes nacionales e internacionales, tres de las cuales son propiedad de YPF y Siderca.

Las boyas fueron trasladadas a bordo del –y fondeadas desde– el buque Lenga: la primera, de origen canadiense, en el estuario del Río Gallegos; la segunda, proveniente de Noruega, en el Cabo Vírgenes, el límite bioceánico entre el Pacífico y el Atlántico, en el Estrecho de Magallanes. Ambas tienen instrumentos y sensores para medir corrientes, olas y mareas. La primera turbina que se usará es un desarrollo de INVAP, la misma empresa que diseñó el satélite Arsat-1 y que se ocupará de construir las turbinas adecuadas para la velocidad de las corrientes marinas en esas zonas. De acuerdo a Bianchi, el generador será el mismo pero tendrá distinto material para que resista el ambiente salino.

“Una vez que tengamos todos los datos, haremos el caso de negocio. Estos pasos son necesarios para analizar la inversión y rentabilidad del proyecto. La ventaja es que hoy Ushuaia está aislada desde el punto de vista eléctrico, y con esto podríamos abastecerla de energía evitando el altísimo consumo de gasoil que tiene hoy. Pensamos que será rentable y en ese caso podríamos hacer un puente que una la Ruta 7 con el continente y colocar ahí las turbinas. Si todo funciona como pensamos, el puente se pagaría solo”, se entusiasma el funcionario.

Pero la idea es que la explotación de ese negocio esté abierto a la inversión, podría ser de YPF –a través de YPF Energía– o de una tercera compañía que pagaría un royalty a Y-Tec por el desarrollo del proyecto y la incorporación de tecnología.

La obtención de energía de la fuerza del mar es una pretensión de la humanidad de larga data. La primera instalación efectiva se realizó en Francia, en 1967 y funcionó durante 20 años. Generaba 500 GW al año, el equivalente a 300 mil barriles de petróleo.

Pero ya sea que se busque aprovechar las mareas, las olas o las corrientes, los costos son altísimos, ya que requieren la construcción de embalses que permitirían en el caso de mareas, tener energía también en pleamar (cuando las aguas bajan). La diferencia de niveles a ambos lados del dique es el principio de conversión de energía eléctrica.

“Argentina tiene una topografía y una ribera excepcional y diferente al resto del mundo –señala Bianchi–. Por eso buscamos dos puntos en los que no necesitamos hacer construcciones. En Punta Loyola el crecimiento de la marea va por el Río Gallegos, de modo que no debemos invertir en un embalse, sólo bajar la turbina. En el Estrecho de Magallanes o el Canal de Beagle la cuestión es similar a la explotación hidráulica, se necesita un río y un embalse, pero allí el embalse es el Océano Atlántico o el Oceáno Pacífico, la corriente es continúa. Y lo más importante: la energía hidráulica depende el efecto Niño/Niña: si hay sequía no se genera energía y si llueve mucho se genera pero también se sufren inundaciones. En las energías provenientes del mar el sistema funciona siempre, a menos que desaparezca la Luna. Y si eso sucede, vamos a tener otro problema”, dice entre risas.

Aunque al evitar las construcciones también se evita en gran medida el impacto ambiental de estos proyectos, Y-Tec trabaja en conjunto con el CENPAT (Centro Nacional Patagónico, ubicado en Puerto Madryn) para que sus científicos –de áreas tan diversas como biología, química, ingeniería hidráulica, etc.– determinen en qué áreas pueden instalarse las turbinas sin alterar la vida de lobos marinos, pingüinos, o cualquier otra especie animal. “También hay oceanógrafos que estudian el movimiento del lecho marino –agrega el director de Y-Tec–, para indicarnos en qué lugar debemos bajar las turbinas porque si el lecho me tapa la turbina, obviamente no funcionará. Es un equipo multidisciplinario de más de 25 científicos de todas las orientaciones”.

Proyecto mareomotriz tiene una duración de 3 años, prevé la reubicación de las boyas y la adquisición, configuración y emplazamiento de vehículos submarinos y superficiales autónomos y un Lander, que serán utilizados en el estudio de los estuarios del Río Gallegos y el Río Santa Cruz, Cabo Vírgenes, Punta Dungeness, Cabo Espíritu Santo, Bahía San Sebastián y Canal de Beagle.

El desarrollo de tecnologías y conocimientos en el área de petróleo y gas son parte de la misión de Y-TEC, y allí también la empresa ya tiene resultados promisorios: en conjunto con la Universidad de Buenos Aires (UBA) desarrolló un agente sostén ultraliviano –a nivel popular “arena sintética”– para utilizar en la explotación de yacimientos no convencionales.

“Es un polímero hecho con nanopolímeros y nanopartículas de carbón. Estamos construyendo una planta piloto pequeña para hacer las pruebas definitivas, pero el producto es más resistente que la arena que se utiliza hoy y tiene una densidad similar a la del agua. La planta estará terminada para julio, elaboraremos 300 kilos de este agente, haremos la prueba de campo y si funciona, pasaremos a una planta industrial”, resume Bianchi. Tal como en la energía mareomotriz, el negocio estará abierto a la inversión privada, en tanto Y-Tec cobrará un royalty por el desarrollo.

Los yacimientos no convencionales son aquellos en los que el petróleo y el gas no fluyen libremente una vez hecha la perforación, ya que ambos elementos están atrapados en la roca madre. La técnica para explotarlos (fracking) es inyectar agua a muy alta presión para agrietar la roca madre y permitir la extracción de los fluidos. Pero, si no se sostienen, esas grietas se sellan cuando se detiene la bomba de presión hidráulica. Por eso es necesario que junto con el agua se inyecte un agente de sostén que mantenga abierta la grieta. En la actualidad se utilizan arenas seleccionadas que, en general, se importan de China.

“No sólo tendremos un ahorro en las importaciones –señala Bianchi exultante–, sino que por ser más resistente, este agente permitirá mejorar la producción esperada de los yacimientos no convencionales. Eso es lo que se ve en los ensayos. Por ahora estamos produciendo en la planta piloto de Y-Tec, pero luego veremos si hay Pymes interesadas en invertir”. Otra vez: la empresa recibirá un royalty, que de acuerdo al volumen de la producción, puede oscilar entre 0,5 y 5 por ciento del valor de venta del producto.

Y queda todavía un área más en la que Y-Tec aporta tecnología y conocimiento: el litio. “Seremos el primer país de Centro y Sudamérica en fabricar baterías de litio para autos, relojes, computadoras, motos. Estamos desarrollando una patente que viene de la UBA-Conicet, para un sistema de extracción que baja drásticamente el consumo de agua dulce”, explica Bianchi.

El litio se extrae de las salinas y el proceso está concesionado por las provincias a diversas empresas. Históricamente la extracción requiere de agua para precipitar el carbonato cuando se produce la evaporación. Millones de litros de agua se pierden por cada tonelada de litio, y además, el paso final es un tratamiento químico contaminante.

La expectativa es que en poco tiempo más esas compañías utilicen el sistema desarrollado por Y-Tec, ya que acelera el tiempo de obtención en seis o siete meses. “Pero además –aclara el directivo– procesaremos parte de esas extracciones para construir baterías. Ya hacemos la pasta, el ánodo, el cátodo y la membrana. La idea es que en mayo tengamos un producto visible, para empezar a tratar con los fabricantes de autos. A futuro podríamos traer al país autos híbridos, por lo tanto las estaciones de servicio de YPF además de vender combustible, tendrán un lugar para enchufarse”.

No será el futuro de Odisea del espacio, pero para un país que hasta hace poco más de 10 años tenía a la mitad de su población bajo la línea de pobreza, parece ciencia ficción.

Revista Veintitrés - 15 de enero de 2015

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