“La discusión de fondo es por la distribución de la renta”

Entrevista a Alejandro Vanoli por Julián Blejmar
Comenzó con la espiralización inflacionaria de los primeros meses de 2014, a partir de la devaluación de enero. Luego, con el aval de la Justicia norteamericana en favor de los buitres a mitad de año. Al poco tiempo, se sumó la mayor caída del precio de la soja junto a la retención y especulación de su sector exportador. Para septiembre del año pasado, con el aumento de la brecha entre el dólar oficial y sus cotizaciones paralelas, la fuerte campaña de economistas opositores y una conducción del Banco Central favorable a las demandas de los grupos financieros y ligados a la exportación, la devaluación ampliada parecía ser sólo una cuestión de tiempo. De hecho, según señala Alejandro Vanoli, “previo a octubre parecía estar clara cuál iba a ser la política cambiaria, pero desde el Gobierno se tomó la decisión política de no devaluar, con una visión muy crítica sobre los resultados de la devaluación de enero”. Una de las primeras medidas presidenciales fue justamente su designación como nuevo presidente del Banco Central a partir del 1 de octubre, lo que le planteó el desafío de llevar adelante esta misma decisión política.

Vanoli señala en este sentido que “estaba claro que la opción que había tomado la Presidenta tenía que ser respaldada por un conjunto de medidas que posibilitasen desarmar las corrientes especulativas, y uno de los temas fundamentales eran las actividades ilegales vinculadas con el tipo de cambio, ya que se iba instalando y naturalizando una cotización del dólar a través del Contado con Liquidación, el cual pasó a ser una suerte de Banco Central paralelo, donde la administración de la política cambiaria pasaba por actores privados. Así, a partir de un discurso muy duro de la Presidenta que incluyó denuncias concretas sobre las deficiencias del Banco Central y de su Superintendencia de Entidades Financieras en el control y sanción de las operatorias financieras ilegales, los organismos de control del Estado, como el Banco Central, la Unidad de Información Financiera (UIF), la Procuraduría contra la Criminalidad Económica (Procelac), la Comisión Nacionalde Valores (CNV) y la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), empezaron a coordinarse de manera mucho mas eficiente. Y cuando empezó el control al mercado de Contado con Liquidación, la cotización de su tipo de dólar empezó a desplomarse, lo que exhibió que en muchas circunstancias se trataba de operatorias con procedimientos ilegales”. Vanoli afirma que este fue sólo el primer paso, “pues estaban por delante otros dos temas relevantes, uno de los cuales era retomar la acumulación de reservas, en un contexto difícil por la caída en la cotización de las commodities, recesión mundial y aval de la Justicia norteamericana a los fondos buitre. Ello implicó poner en ejecución el Swap (Intercambio de monedas para saldar operaciones de comercio exterior bilateral) con China, tras lo cual se llegó a un acuerdo con los exportadores de granos para que adelantasen liquidaciones. Y como tercer elemento, se buscó que la gente vuelva a confiar en que las inversiones en pesos podían ser más rentables que en moneda extranjera por lo que, observando que las entidades financieras venían teniendo una muy alta rentabilidad, se decidió modificar el spred (diferencia entre las tasas de intereses que los bancos pagan a ahorristas y cobran a tomadores de crédito) de los bancos y fijar un piso de tasa para garantizar una rentabilidad mínima a los ahorristas en pesos. Estos fueron los tres aspectos que modificaron la perspectiva de una devaluación, y de hecho en estos cinco meses se verificó que invertir en plazos fijos en pesos tiene más rentabilidad que hacerlo en dólares, sea en el mercado libre y único de cambio o en los paralelos e incluso ilegales, junto, además, a un aumento de las reservas.

–En relación al control y sanción de las operatorias ilegales, ¿considera que se han logrado cumplir los objetivos o todavía existe un amplio circuito financiero ilegal?

–Creo que se restableció el principio de que el Banco Central y los distintos organismos de control tienen la capacidad de regulación y supervisión del sistema, cosa que por ahí estaba puesta en duda, y no es menor el hecho de que el poder financiero, que es un poder importante, haya tomado nota de que el Estado ha comenzado a controlarlo efectivamente. Es igualmente cierto que falta muchísimo por hacer en un sistema financiero cuyo sector ilegal siempre está al acecho, aunque creo que hay que avanzar mucho por el lado judicial. De hecho está en discusión una reforma del régimen penal cambiario, que creo que no ha servido en estos años, ya que ha habido muy pocas sanciones, porque las tipologías penales por ahí son muy restringidas, y los jueces no logran interpretar que ciertas operatorias son operaciones cambiarias.

–A fines del año pasado señaló que el tipo de cambio multilateral que incluye las monedas de nuestros socios comerciales, está muy por encima de diciembre de 2001 e incluso de antes de la devaluación de enero. ¿Sigue creyendo que existe una competitividad aceptable?

–El tipo de cambio multilateral sigue estando muy por encima de los valores de 2001, hay mucha mayor competitividad en relación a ese momento, y está levemente por encima de los niveles previos a la devaluación de 2014. Nosotros consideramos entonces que el actual tipo de cambio tiene un nivel de competitividad aceptable, sin perjuicio de que está claro que Argentina es un país que, estructuralmente, tiene productividades relativas diferenciadas, ya que no es lo mismo la productividad en la producción de soja que los cultivos de algunas economías regionales, ni es lo mismo la industria que el campo. Eso justifica tener tipos de cambio diferenciales, a través de distintos mecanismos que estamos implementando, pero la discusión de fondo es por la distribución de la renta, esa es la discusión histórica de la Argentina y tuvo su expresión más cruda con la discusión de la resolución 125. Creo que una lección de la devaluación del 2014 es que no es posible ni deseable para los asalariados ganar competitividad a través de la devaluación, y que de hecho la competitividad y productividad para recuperar o sumar márgenes de ganancias por parte del sector empresario debería ser a través de mecanismos alternativos, en los que el Estado tiene la responsabilidad de ver la situación real de los distintos sectores y trabajar a nivel de políticas sectoriales. Es desde esa perspectiva desde donde se puede discutir la productividad y la competitividad. Por ejemplo, un sector que actualmente sufre las consecuencias de la recesión mundial es el de los productores de peras y manzanas, y para ellos, recientemente se estableció un fondo de competitividad o bien se apoya desde el Banco Central a las pymes a través de una línea de créditos a tasa subsidiada.

–De todas formas, desde diversos sectores se manifiesta la necesidad de una mayor competitividad…

–En muchos casos no se trata de la discusión general sobre el tipo de cambio. Los sectores ortodoxos plantean esta cuestión invirtiendo la lógica que tenían en la convertibilidad, cuando ni mencionaban la posibilidad de devaluación. Por eso creo que, si ahora piden una devaluación, no es para mejorar rentabilidad de algunos rubros, más allá de que algunos sectores concentrados, y algún sector agrícola, serían grandes beneficiados, porque recordemos que tras la devaluación de enero, muchos de los sectores monopólicos u oligopólicos subieron sus precios sin justificación de costos. Creo que muchos de los que piden una devaluación lo hacen con una especulación política y mediática, con operaciones para dar la sensación de inestabilidad a un proceso popular como el actual y provocar crisis económicas. Recordemos que primero decían que en septiembre u octubre el dólar llegaba a 20 pesos y las reservas caían a 20 mil millones, luego que eso iba a pasar a fines de 2014, después a fines de 2015, y cuando vieron que no podían negar la realidad empezaron con el tema de que esto tiene que ver con el cambio de gobierno, como si no existiera actualmente una acción de gobierno, que en el caso de hacer las cosas mal, provocaría de todas formas una crisis, sin importar quien lo suceda.

–En algunos casos, la idea de retraso cambiario se manifiesta también desde espacios heterodoxos...

–Si la Argentina fuera otro país y no tuviera los cuarenta años de historia, uno podría discutir más abiertamente. En muchos países, incluso algunos vecinos, el tipo de cambio está absolutamente independizado de otros factores, y una devaluación no afecta el nivel de precios. Por eso creo que para poder discutir cuáles son los instrumentos adecuados, hay que ver todas las condiciones, las económicas y también las históricas, culturales, políticas y de idiosincrasia de cada país, dejando de lado el modelo de pensamiento único y tomando además el contexto, que en este caso particular determina que una devaluación resulte agresiva, porque hoy el contexto es muy distinto al de la convertibilidad, cuando teníamos un tipo de cambio retrasado junto a un desempleo del 24%, y donde una devaluación no iba a generar arrastre de precios. Creemos, además, que una devaluación afectaría también el objetivo de que el peso sea una reserva de valor. No olvidemos que Argentina es un país dolarizado desde el punto de vista del ahorro, se trata de un legado del Rodrigazo, de la dictadura, y de la hiperinflación. Entonces revertir este factor cultural es un largo proceso en el cual, como Banco Central, estamos también comprometidos a que la gente pueda tener instrumentos de ahorro en moneda nacional.

–¿Cómo observa el actual contexto de revaluación del dólar y devaluación del Real?

–Estamos observando la devaluación del Real y esperamos que esta situación de volatilidad se reduzca en el corto plazo. Trataremos igualmente de seguir teniendo un tipo de cambio lo más competitivo posible, manteniendo la flotación administrada, pero tratando de preservar la estabilidad financiera y monetaria. Creo que esta modalidad ya ha dado resultados, porque tanto para organismos oficiales como consultoras privadas hubo una desaceleración muy importante de la inflación, y cuando antes hablábamos de tipo de cambio multilateral, éste recoge los precios, con lo que también resulta muy importante para la competitividad.

–La baja en las commodities implica descensos en el costo de las importaciones energéticas pero también caídas en los ingresos por ventas de granos. ¿Cuál es la evaluación que hacen en el Banco Central sobre estas nuevas condiciones de comercio exterior?

–En el corto plazo ha tenido efectos positivos para nuestro país porque en general ha tenido un impacto mayor en el costo de nuestras importaciones que en el valor de nuestras exportaciones, generando un alivio del sector externo y actuando positivamente desde el punto de vista fiscal, por la decisión de subsidiar la energía y su consumo. Pero esta caída en el precio de los commodities genera inestabilidad financiera global e implica situaciones de tensión en países vecinos, por lo que vemos como deseable que se retome el crecimiento mundial, regional, y que el mundo esté en condiciones más estables.
Pero se suma en esta cuestión el hecho de que el complejo agroexportador está liquidando un 30% menos que en el mismo período del año pasado…

Sí, es cierto, es un tema importante, pero hemos transcurrido estos meses con una acumulación de reservas, y sabemos que marzo es un mes donde históricamente, por cuestiones estacionales, hay un punto de inflexión, donde la liquidación de las exportaciones aumenta y eso nos va a permitir también aumentar el nivel de importaciones, para sostener una tasa de crecimiento mayor.

–¿La idea es entonces flexibilizar el régimen de importaciones?

–De hecho, ya desde octubre venimos aumentado los montos, en coordinación con el Gobierno nacional a través de los ministerios de Economía e Industria, así como los distintos sectores productivos, para definir las necesidades que se tienen para sostener y también aumentar la producción. Pero esto es a partir de haber podido preservar esta estabilidad financiera, por lo que estamos proyectando aumentar significativamente, es decir, más que duplicar, los pagos al sector automotriz y a la industria electrónica de Tierra del Fuego, siempre con compromisos de empleo y de precios, e incluso estamos dispuestos a dar más divisas para proyectos de inversiones, algo que ya hemos comenzado a partir de haber aumentado los pagos al sector energético para la explotación de gas y para las inversiones de la industria petrolífera. Estamos previendo que los mayores ingresos que se avecinan nos van a permitir no sólo acumular reservas o cuanto menos estabilizarlas, sino permitir pagar estas mayores importaciones, en un marco en el que un mayor crecimiento lo va a exigir más profundamente.

–¿Está dentro de este plan la incorporación de nuevos swaps con otros países?

–En algún momento se había hablado con Rusia, pero se frenó tras su crisis energética. Por el momento no tenemos, en el corto plazo, ningún otro nuevo acuerdo por celebrar. Aunque no lo descartamos porque muchos países están analizando y empleando esta herramienta como un mecanismo de comercio en monedas locales y también como fuente de financiamiento.

–¿Qué cantidad de los vencimientos por doce mil millones de dólares de este año aspiran a refinanciar?

–La Argentina, en todos estos años se ha desendeudado muy fuertemente, y creo que esa fue una política exitosa, que nos permitió que el nivel de endeudamiento esté hoy en niveles muy bajos. Es una deuda que, excluyendo los pagos intra-sector público, representa en moneda extranjera el 9% del PBI, un bajo nivel en el plano internacional. Eso implica que la Argentina, en función de cuáles sean las condiciones del mercado internacional y las condiciones que se le ofrezcan, va a poder hacer un mix de pagos con reservas o nuevas emisiones de deuda. De todas formas, esto va a ser siempre respetando un cierto grado de desendeudamiento y logrando que las emisiones que se hagan estén siempre calzadas con inversiones de carácter productivo o de infraestructura. Nosotros entendemos que el acceso a los mercados financieros internacionales tiene que estar limitado a estos principios, porque uno de los grandes problemas de la Argentina fue cuando las entradas de capitales o la deuda se usaron para fines improductivos o para financieros, como en los años noventa o el Proceso militar.

–¿Cómo están afectando los buitres la idea de volver a los mercados?

–La Argentina tiene posibilidad de acceder a los mercados porque ha quedado muy claro que el fallo de Griesa tiene impacto sólo dentro de los Estados Unidos, ya que hubo una sentencia en la Justicia de Londres que, como corresponde, sentó que el ámbito jurisdiccional de Griesa no es Europa. Con lo cual, existe técnicamente la posibilidad de acceder a los mercados fuera de los Estados Unidos, así como al mercado local, donde existe también la posibilidad de emitir en pesos, en dólares o en otras monedas, con lo que el ministerio de Economía evaluará cuáles son las condiciones.

–De todas formar, los buitres tienen sus relaciones financieras más allá de Estados Unidos…

–Creo que sí, que todavía vamos a asistir a este chantaje de los fondos buitre que están buscando maximizar su posición, ya que habíamos dicho que el 2 de enero, con el vencimiento de la cláusula RUFO, no iba a pasar nada, y estamos en marzo y las cosas están como están. Obviamente la vocación de la Argentina es terminar de normalizar una situación financiera previa al 2001, pero creo que no hay que ceder al chantaje porque es preferible un no-acuerdo, más allá de los costos que acarrea, a un mal acuerdo.

–¿En qué elementos la reforma de la Carta Orgánica de 2012 facilitó la gestión que está desarrollando al frente del Banco Central?

–Creo que lo fundamental tiene que ver con la capacidad de orientar y regular el crédito, porque se desandó la anterior Carta Orgánica de los años noventa, donde el Banco Central era un ente pasivo y sólo se preocupaba por la inflación, sin fijar líneas de créditos productivo, límites a las tasas de interés bancarias, a las comisiones financieras, y de regulación a ciertas operaciones cambiarias. Por otra parte, la reforma de la Carta Orgánica permite ampliar los sujetos que están bajo el ámbito regulatorio del Banco Central, lo que incluyó a sectores que históricamente no estaban regulados, como las transportadoras de caudales, por sólo dar un ejemplo. Y, filosóficamente, diría, como primer paso, el mandato de que ahora una autoridad de un Banco Central debe ser juzgada por algo mucho más exigente, que es no sólo la estabilidad de los precios, sino también la estabilidad financiera y el desarrollo con equidad.

–¿Y cómo le afecta el hecho de que no se haya sancionado una nueva Ley de Entidades financieras?

–Todavía estamos en un proceso de implementación de la nueva Carta Orgánica, que no sólo modificó cuestiones que hacen al funcionamiento del Banco Central, sino que también estableció cambios en la Ley de Entidades Financieras, desandado muchas de las impuestas en 1977 y 1992. Creo que como escenario de llegada, sería deseable desde el punto de vista de la consolidación de lo ganado y de una profundización de un proceso popular, una discusión política y reformas adicionales a la Ley de Entidades Financieras. Pero nuestro trabajo actual es ir poniendo en práctica el espacio regulatorio ya ganado, lo cual no impide, sino que por ahí genera, las condiciones para la discusión de lo que falta.

Emisión e inflación

Durante los últimos años, gran parte de la oposición económica responsabilizó como una de los principales causantes de la inflación a la emisión monetaria llevada adelante desde el Banco Central. En la visión de Vanoli, “hay algo que en general se olvida, llamativamente también en quienes tienen una mirada ortodoxa, que es el hecho de que en un mercado existe la oferta y la demanda. Mirar sólo el lado de la oferta es estar con la vista partida, y la emisión de dinero, que es oferta, depende de cuánto sea convalidada por la propia demanda. Pero para contestar concretamente la pregunta, en el mundo ya se puede ver con mucha nitidez que, precisamente, mirar sólo el nivel de emisión no tiene ningún tipo de relación con el nivel de precios. Se puede ver que en Japón en los últimos tiempos hubo una emisión monetaria del 400% y una taza de inflación acumulada, en 10 años, del 20% anual. Lo mismo aplica a países de Europa o Estados Unidos, que han tenido emisiones millonarias por la crisis financiera y tienen, por el contrario, problemas deflacionarios. Y no hay ninguna relación estadística significativa entre la inflación y los precios en ninguna parte del mundo, tampoco en países en desarrollo, porque hay algo que existe desde la propia economía clásica, que es el crecimiento. Depende de las condiciones materiales y de los contextos, la cantidad de dinero puede ir a un proceso de crecimiento de la economía o a un proceso de aumento de los precios. Creo que el objetivo de la política monetaria, junto con la fiscal, tiene que ver, precisamente, con algo de este mandato, que es preservar la estabilidad de precios y el crecimiento. Dependiendo las circunstancias existen momentos donde es posible tener un mayor aumento de la emisión sin convalidar procesos inflacionarios y en otros momentos esta facultad está más restringida. Pero lo cierto es que sorprende que a esta altura de la historia haya quienes todavía crean que hay una relación de física o mecanicista entre emisión e inflación, ya que la suba de precios tiene factores multicausales y los principales tienen que ver con la puja distributiva y cuestiones estructurales de oferta y demanda. Creo que muchos de los sectores que proclaman esta relación causal y lineal en el fondo lo que quieren es un Banco Central autónomo del Estado y del pueblo, pero no del sistema financiero. Y de hecho, en estos meses hemos visto una reducción marcada de la inflación y una recuperación del crecimiento que son fenómenos muchas veces planteados como antagónicos.

Miradas al Sur - 8 de marzo de 2015

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