El PRO se equivoca y te explico por qué
“¿Y? ¿Se queda cuatro años más o lo sacan a patadas en el orto?”, me preguntó mi abuelo el otro día. Me dio risa porque cada conversación sobre Milei (tampoco tengo tantas) termina igual: o reelige o se va antes de tiempo, no hay medias tintas. Esta situación se repite hacia arriba, donde ni los dirigentes ni las encuestadoras ni los mercados tienen idea de lo que va a pasar en el futuro de La Libertad Avanza.
El gobierno de Javier Milei está cerca de cumplir dos años. Lo que parecía imposible en 2023 -un outsider semi amateur ganando frente a Sergio Massa y todo el aparato justicialista- se transformó en un oficialismo que aprendió rápido a mover los hilos del poder, negociar leyes y marcar la agenda. Gracias al salto de fe de millones de electores, el milagro se transformó en Estado.
Durante meses las Fuerzas del Cielo sostuvieron su narrativa macroeconómica, y por momentos, la realidad acompañó. Milei hizo lo que prometió: se convirtió en gobierno, con el desafío de administrar un país golpeado y llevarlo al orden fiscal cueste lo que cueste. Contra todo pronóstico, el país no vivió un estallido social ni una nueva híper, y no hubo helicóptero en la terraza de la Rosada. Por el contrario, el oficialismo viene bien en las legislativas de todo el país y la imagen positiva del Javo se mantuvo en números aceptables desde que asumió, aún con varios escándalos encima. Todo gracias a una estabilidad macro que se sostiene con un costo social cada vez más notorio.
El cierre de listas en la provincia de Buenos Aires confirmó lo que venía gestándose: La Libertad Avanza se fagocitó al PRO
Porque alcanza con ir a la carnicería, tomarse un tren, charlar con un amigo o mirar un rato el programa de Georgina para darse cuenta que la realidad argentina está rara, y a dos años del “milagro”, la estabilidad todavía no se traduce en alivio. Se vive una tensa calma, una incomodidad generalizada que nos atraviesa a todos, y aunque no se deriva en una manifestación colectiva, está ahí, latiendo en millones de experiencias individuales. Lo que sigue es la pregunta: ¿cómo se transforma un proceso que hasta ahora fue económico en uno político de largo plazo? Y, otra que me interesa mucho, ¿cómo, quién y cuándo podrá capitalizar el malestar que crece?
Existir, resistir, desaparecer
En este juego de moverse alrededor de Milei, y en un año marcado por el armado de listas y el rearmado de partidos, muchos espacios dudan entre parecerse o diferenciarse, una cuestión importante teniendo en cuenta que estamos en año electoral y que LLA parece estar en franca expansión.
Es llamativo lo del PRO, que en la provincia de Buenos Aires eligió la peor estrategia posible: entregarse por completo, anulando las chances de sostener aunque sea un mínimo músculo propio. Y encima en Buenos Aires, donde tiene muchas bancas a lo largo de la provincia que supo conseguir en sus años de existencia y gestión. Pero el acuerdo le dio al partido de Macri (¿lo sigue siendo?) apenas dos cabezas de lista entre ocho secciones: Natalia Blanco en la Segunda y Guillermo Montenegro en la Quinta. Mientras tanto, nombres libertarios como Bondarenko (ex comisario) en la Tercera o Valenzuela en la Primera anticipan una campaña cargada de seguridad y retórica punitivista. Como era de esperar, nuestros amigos de amarillo se jugaron todo y recibieron muy poco.
El cierre de listas en la provincia de Buenos Aires confirmó lo que venía gestándose: La Libertad Avanza se fagocitó al PRO. La foto que selló la alianza mostró a Karina Milei, Diego Santilli, Cristian Ritondo, Lule Menem y Sebastián Pareja celebrando lo que, para muchos, fue directamente la extinción del PRO bonaerense. Una maniobra equivocadísima que solo se explica desde la desesperación más pura y la incapacidad de ver el panorama a largo plazo.
Pero que sepamos adaptarnos no significa que el deterioro no genere incomodidad. Las pymes dicen “basta”, los comerciantes achican, los sueldos siguen congelados desde diciembre
La renovación (de bancas) no puede esperar
¿Era tan necesaria esta fusión? Si sos Santilli o Ritondo me vas a decir que sí, que era lo que había que hacer, que tanto el fin del populismo como la (eventual) renovación de sus bancas y lugares en el congreso nacional no pueden esperar un segundo más. Pero si alguna vez fuiste votante del cambio y no está en juego tu sueldo de diputado, seguramente estás pensando que este romance bonaerense tiene pocos beneficios para los amarillos.
El PRO actuó como un partido chico, negociando con miedo a desaparecer y planificando el futuro como si Milei tuviera 130% de imagen positiva. Cedió municipios, concejales, senadores provinciales y diputados, y perdió a varios intendentes que pegaron el portazo: Pablo Petrecca (Junín), María José Gentile (9 de Julio), Javier Martínez (Pergamino), entre otros, que se refugiaron en Somos Buenos Aires.
Y aunque Ritondo salió a decir que “ganaron los bonaerenses, ganó la provincia y ganó el PRO muchísimo”, lo cierto es que la estructura amarilla quedó fracturada. Mauricio Macri mira desde Capital, convoca mesas federales para contener daños, y por abajo, intendentes como Soledad Martínez pelearon para no entregar todo a Karina Milei.
LLA hace lo que tiene que hacer: comerse a sus rivales más cercanos, tratar de absorber todo el poder que pueda. Pero lo del PRO cuesta entenderse. Y resulta incomprensible que un partido que tiene intendentes, gobernadores y experiencias exitosas de gestión priorice salvar a los de siempre -Santilli, Ritondo- en lugar de apostar por un recambio perfectamente posible. Pero pusieron a los intendentes de los municipios donde son fuertes a merced de las decisiones de Sebastián Pareja, en lugar de buscar y componer sus propias canciones nuevas.
2027 está lejos. Una hipotética reelección de Milei hoy se apoya más en la debilidad opositora que en su propia fuerza. No digo esto para desmerecer el apoyo social que tiene -nada más alejado de mí-, sino para señalar que hay chances de crecimiento para quienes apuesten por proyectos territoriales, gestiones locales, soluciones municipales frente a vaciamientos nacionales. El PRO podría armar un nuevo horizonte de representación, quizá con otro nombre y otras caras, pero en su lugar decide diluirse en el presente político de LLA a cambio de unos buenos y confiables carguitos.
Que todo el aparato del peronismo haya perdido por tres millones de votos frente a un amateur de la política demuestra que las cosas cambiaron y ya no alcanza con las estructuras de siempre
Las señales que el PRO desoye
Con la inflación controlada y el dólar estable (al menos por ahora), no se solucionaron todos los problemas. El salario y el desempleo siguen siendo la principal preocupación, en un mercado laboral donde sobran horas, faltan sueldos y abundan los contratos basura. Cosas que no aparecen en los gráficos del Ministerio de Economía, pero sí en la vida real.
Las encuestas y la calle dicen lo mismo: el argentino se siente cada vez peor. Fábricas que cierran porque no pueden competir con las importaciones, construcción frenada, sueldos planchados, gente que no consigue remedios. Incluso el número de inflación, que cada mes se festeja como logro, empieza a dejar de emocionar. Así como un día dejamos de creer en el dólar oficial, puede llegar el momento en que dejemos de creer que alcanza con estabilizar la macro para sentirse bien.
La clase media está partida. Un sector agradece la previsibilidad de precios, el dólar contenido, la chance de un crédito. Para ellos, el gobierno logró ofrecer un piso de previsibilidad que hacía años no existía. Pero esta esperanza es inaccesible para otro enorme segmento que hasta hace poco también era clase media -profesionales, docentes, monotributistas- y hoy solo ve cómo se achica su bolsillo. Para ellos, la Argentina del dólar tranquilo no existe.
Alcanza con ir a la carnicería, tomarse un tren, charlar con un amigo o mirar un rato el programa de Georgina para darse cuenta que la realidad argentina está rara, y a dos años del “milagro”, la estabilidad todavía no se traduce en alivio
En las provincias empieza a notarse, aunque sea de a poco, esta fisura. En Córdoba, bastión libertario, Milei cayó dos puntos en imagen positiva y subió seis en negativa en apenas un mes. Y la inquietud que se empieza a filtrar en el gobierno es si la tensa calma dura para siempre o si en algún momento choca con la incomodidad creciente de los que quedan afuera.
Romper la burbuja
De ninguna manera digo que el gobierno esté por caer. Tampoco sé si se va a reelegir. Pero sé que nadie está por echarlo a patadas. Mantienen su gran bandera: déficit cero, inflación desacelerada, dólar quieto.
Está probado que el argentino aprende rápido a vivir con poco. Pero que sepamos adaptarnos no significa que el deterioro no genere incomodidad. Las pymes dicen “basta”, los comerciantes achican, los sueldos siguen congelados desde diciembre. Tanto la sociedad como la política argentina se están reordenando, y el consenso que sostuvo al gobierno en el primer tramo empieza a fisurarse, aunque el malestar no tome forma colectiva. Somos 47 millones de cuentapropistas, sufriendo cada uno por su cuenta.
El poder desgasta. Gobernar tiene costo. Y la incomodidad cotidiana, aunque no estalle, empezó a sentirse. El PRO debería haberlo olido. Debería haber apostado a sus intendentes, a su territorio, a su gestión. Podría haber armado un nuevo horizonte de representación, con otras caras, otro nombre. Pero decidió diluirse en la máquina libertaria, que hoy parece exitosa, pero también tiene forma de burbuja.
Hacia 2027
La reelección está ahí, al alcance de la mano. Pero quien te diga que está garantizada, te miente. Y una eventual ruptura del gobierno, hoy, parece incluso menos probable que un segundo mandato libertario.
Tiene suerte el Javo, ya que su principal ventaja es que ninguna figura opositora logra crecer; todas siguen estancadas. Por ejemplo, el enfrentamiento Milei versus CFK lo fortalece más a él que a ella, porque Milei tiene un techo menos definido, más blando. CFK tiene un techo claro, consolidado. Eso explica por qué en las encuestas ella sigue siendo la principal opositora, pero eso no se traduce en crecimiento real de su intención de voto. Lo mismo pasa entre Javier y el resto de los políticos. Esa es su burbuja protectora. Pero no será eterna. Lo que la dirigencia no acepta es que renovación no es sumar viejos nombres en una coalición nueva. No es mezclar Stolbizer + Randazzo, que son diputados desde que tengo uso de razón. Es encontrar nuevas figuras, incluso dentro de estructuras que parecen vetustas, como el peronismo o el PRO. La sociedad muestra rechazo a los grandes nombres nacionales -CFK, Macri, Massa, Kicillof- pero también demanda opciones que combinen experiencia y recambio.
Así como un día dejamos de creer en el dólar oficial, puede llegar el momento en que dejemos de creer que alcanza con estabilizar la macro para sentirse bien
Plantear esto suena naif, incluso obvio. Pero que todo el aparato del peronismo haya perdido por tres millones de votos frente a un amateur de la política demuestra que las cosas cambiaron y ya no alcanza con las estructuras de siempre. Milei abrió una puerta a lo nuevo, pero ese lugar no le pertenece solo a él. Y en un contexto de incomodidad creciente y desordenada, quien interprete, articule y transforme el malestar en un proyecto económico y un plan de gestión tiene una oportunidad de ser reconocido y, eventualmente, elegido. Paradójicamente, eso puede surgir incluso de los partidos que hoy parecen derrotados, siempre que entiendan que no alcanza con reciclar los nombres de siempre.
Hoy Milei tiene todo para reelegir: guste o no, es el único que tiene un plan económico y aunque su imagen cada tanto cae, ninguna figura opositora logra despegar. Pero debemos estar atentos a la situación. No hay que olvidar que su principal ventaja no es ni los créditos hipotecarios ni la estabilidad cambiaria, sino el vacío del resto. El ausentismo lo beneficia, aunque esa es gente que no se siente representada ni por el peronismo ni por Macri, ni por él. El salto de fe del ballotage -esos casi tres millones de votos que lo convirtieron en presidente- fue un momento único, de esos que se dan una sola vez. El poder desgasta, gobernar tiene costo, y la incomodidad cotidiana, aunque no estalle ni se organice, ya empezó a sentirse. Y así como no está para ninguno, está para cualquiera. Pero como no soy Ritondo, mejor no opino.
Fuente: Panama - Julio 2025