La negociación del gobierno macrista con los Fondos Buitre

A más de dos meses de su asunción, los lineamientos económicos del nuevo gobierno están sobre la mesa. El conjunto de decisiones económicas adoptado por las nuevas autoridades del Estado argentino (maxidevaluación, disminución y reducción quita de retenciones a las exportaciones, apertura económica, desregulación, eliminación a las restricciones de compra de divisas, aumento de tarifas, quita de subsidios, eliminación del impuesto a los vehículos de alta gama, y “reinserción” en los mercados financieros internacionales previo acuerdo con los buitres y el FMI, etc.)

¿Hay que pasar el otoño o todo el año?

Los elogios que recibió la oferta del gobierno argentino a los fondos buitre por parte del mediador Daniel Pollack, del secretario del Tesoro estadounidense Jack Lew y del Financial Times, son la mejor prueba de lo mucho que ha ablandado la posición el macrismo respecto de lo que estaba dispuesto a pagar el kirchnerismo. La propuesta de pagar 6.500 millones de dólares en efectivo implica una quita del 25 por ciento respecto de la pretensión máxima de los acreedores, equivale al doble de lo que estaba dispuesto a conceder el gobierno anterior y genera ganancias para los fondos buitre de hasta diez veces lo que en su momento invirtieron en comprar los bonos argentinos defaulteados. Intentar cerrar el diferendo de esa manera muestra una gran vocación acuerdista y la urgencia que tiene la conducción económica para dar vuelta la página y poder acceder a financiamiento externo en mejores condiciones.

Algunos números sencillos para evaluar la oferta de Macri a los fondos buitre

Una interesante nota publicada por el portal del oficialista Grupo Clarín el 5 de febrero, durante las negociaciones con los fondos buitre, revelaba que según “fuentes oficiales” el gobierno de Macri había “propuesto una quita en torno del 40 por ciento sobre los intereses a devolver a los acreedores” y que la estrategia “apunta a obtener una mayor quita a cambio de pagar en efectivo”. Otro medio publicaba exactamente la misma cifra el mismo día. Ambos calificaban a la oferta de “agresiva”.

Abismos financieros

Puerto Rico acaba de ingresar en default, al no poder hacer frente a un vencimiento de su deuda. Un grupo de fondos de inversión ya contrató los trabajos de consultoría del argentino Claudio Loser y de otros exfuncionarios de 687, para que digan que Puerto Rico puede pagar y «que no tiene un problema de deuda», sino de déficit fiscal. Piden reformas estructurales, incrementos de impuestos y recortes de gastos, en particular en el programa de beneficios médicos y en el número de maestros.

¿Qué hay detrás del rechazo alemán a garantizar a Grecia un alivio de la deuda?

El drama financiero griego ha dominado durante cinco años las cabeceras de los periódicos por una razón: el terco rechazo de nuestros acreedores a ofrecer alivios substanciales a nuestra deuda. ¿Por qué, contra el sentido común, contra el veredicto del FMI y contra las prácticas cotidianas de los banqueros que tienen que lidiar con deudores asfixiados, se resisten a una reestructuración de la deuda? La respuesta no puede hallarse en la teoría económica, porque se halla profundamente anclada en la laberíntica política europea.

En 2010, el Estado griego llegó a la insolvencia. Dos opciones congruentes con la ulterior pertenencia a la eurozona estaban sobre la mesa. Una, la razonable, la que cualquier banquero decente habría recomendado, era la reestructuración de la deuda y la reforma de la economía. La otra, la opción tóxica, era ofrecer nuevos préstamos a una entidad quebrada en la pretensión de que seguía siendo solvente.

La Europa oficial eligió la segunda opción, poniendo el rescate de los bancos franceses y alemanes expuestos a la deuda pública griega por encima de la viabilidad socioeconómica de Grecia. Una reestructuración de la deuda habría implicado pérdidas para los banqueros tenedores de bonos de deuda pública griega.

Lección de democracia

Cuánta confusión en las noticias y comentarios sobre las convulsas jornadas que se viven entre Atenas y Bruselas para ocultar una evidencia: está en marcha un intento de golpear al gobierno Tsipras por ser subversivo respecto a la Europa de los mercados. Subversivo por haber recuperado en su país el primado de la política, recurriendo al voto popular. Angela Merkel y el complejo financiero alemán y europeo no lo soportan. Se le corta la respiración a Grecia negándole un recorte del reembolso de la modesta deuda griega, mientras que Alemania solicitó y consiguió la anulación de otra deuda bien distinta en 1953. Hoy condonar la deuda a los griegos representa no más del 2 % de la cuentas continentales, y hace falta mucha desfachatez para olvidar que este producto de las desventuradas cuentas griegas no es obra de Syriza sino de los “respetables” gobiernos que le han precedido, tipo Papandreu o Samarás. Habría sido y sigue siendo elemental conceder a Atenas el tiempo y el respiro necesarios para cerrar el agujero. Pero el objetivo principal de estos días estriba en hacer pagar a Tsipras la audacia de haberse dirigido – contra el parecer de los autodenominados líderes europeos – al voto popular.

Grecia bajo el lente de Argentina

“Si hay un aprendizaje de la experiencia argentina es que la sustentabilidad de la deuda y el crecimiento económico van de la mano”, expresó ayer la embajadora argentina en Estados Unidos, Cecilia Nahón, al referirse a la crisis estructural en Grecia y la Eurozona. En una carta publicada por el diario The New York Times, la diplomática apuntó contra los fondos buitre que litigan contra el país en los tribunales norteamericanos y advirtió que “ahora están sobrevolando” sobre la economía helénica. “Estos fondos son tenedores privados de deuda griega sin reestructurar y se regodean ante la perspectiva de una ganancia injustificada a expensas de la desgracia ajena”, advirtió la funcionaria radicada en la capital estadounidense.

Grecia no es Argentina

s líderes de la vieja izquierda latinoamericana y al menos dos economistas ganadores del Premio Nobel dicen que Grecia puede dejar de pagar su deuda externa - igual que lo hizo Argentina en el 2001 - sin consecuencias apocalípticas. El problema es que Grecia no es Argentina.

Para ser justos, hay dos grupos claramente diferenciados entre quienes están aplaudiendo la decisión del primer ministro griego Alexis Tsipras de rechazar la petición de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional de que implemente reformas estructurales a cambio de un nuevo rescate financiero.

El primer grupo está formado por los líderes de la vieja izquierda latinoamericana, como los presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, y el gobierno de Cuba. La mayoría de ellos arruinaron la economía de sus países, y no pueden ser tomados en serio cuando aplauden el voto del "No" de Grecia del 5 de julio contra las medidas de austeridad exigidas por la Unión Europea.

Pero el segundo grupo incluye a los prestigiosos economistas ganadores del premio Nobel Joseph E. Stiglitz y Paul Krugman y otros economistas no ortodoxos, que hacen varios puntos válidos en defensa de la rebelión financiera del gobierno de Grecia. Señalan, por ejemplo, que los líderes europeos comparten la culpa por la actual crisis de Grecia por haberle impuesto paquetes de austeridad no realistas en los últimos años.

"Argentina es la demostración" de que para Grecia el default no es el fin del mundo, dicen Stiglitz y Martín Guzmán en una columna que publicó The Huffington Post. "Los defaults son difíciles. Pero la austeridad lo es aún más", dicen los autores.

Stiglitz y Guzmán argumentan que Argentina a fines de los años 90, al igual que Grecia más recientemente, adoptó severas medidas de austeridad propuestas por el FMI, que en lugar de permitir que el país crezca más, terminaron achicando la economía y haciendo más difícil pagar la deuda externa.

"En cierta medida, Grecia se enfrenta a una situación más compleja de la de Argentina en el 2001"
En ambos casos, los gobiernos anunciaron - de diferente forma - que dejarían de pagar sus deudas externas. El default de Argentina en el 2001, al igual que el voto del "No" de Grecia el 5 de julio, sacudieron los mercados mundiales.

Pero Argentina se recuperó rápidamente, y de hecho creció a un ritmo récord a mediados de la década del 2000. Grecia no debería ser diferente, dicen los críticos de los paquetes de austeridad.

Para su crédito, Stiglitz y Guzmán admiten que "en cierta medida, Grecia se enfrenta a una situación más compleja de la de Argentina en el 2001", porque Argentina se recuperó con una gran devaluación de la moneda que hizo que sus exportaciones fueran más competitivas. Grecia, en cambio, no tiene su propia moneda - adoptó hace décadas el euro - lo que significa que tendría que crear una nueva moneda nacional en medio de una crisis, con poco apoyo internacional.

La mayoría de los economistas dicen que hay otras diferencias - más importantes - entre los dos países:

En primer lugar, Argentina se benefició de un gran aumento de los precios mundiales de las materias primas después de su default del 2001. Gracias a sus ingresos récord por exportaciones de soja a China, la economía de Argentina creció a tasas anuales del 9 por ciento. Muchos argentinos bromeaban con que la fórmula de la recuperación económica de su país podía resumirse en dos palabras: "soja y suerte".

En segundo lugar, Argentina se benefició de la ayuda financiera de Venezuela, que compró aproximadamente $5.6 mil millones en bonos de la deuda externa argentina e invirtió cientos de millones en la Argentina entre el 2003 y el 2008. El fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, estaba cortejando a la Argentina como un aliado ideológico en aquel entonces.

En tercer lugar, la economía de Argentina está más diversificada que la de Grecia, que depende principalmente del turismo. Y la actual agitación de Grecia ya ha hecho caer el turismo, lo cual hará más difícil una recuperación económica allí.

Mi opinión: Grecia y Argentina tienen mucho en común, incluyendo una historia de gastar más de lo que ganan, una enorme cantidad de empleados públicos, corrupción masiva, y la ausencia de sistemas de educación de calidad e innovación para poder competir en la nueva economía global del conocimiento.

A modo de ejemplo, Grecia registró solo 66 patentes internacionales el año pasado, y Argentina 88, en comparación con las 18,000 de Corea del Sur y las 159,000 de Estados Unidos, según cifras de la Oficina de Patentes y Marcas de EEUU.

Pero Grecia no puede esperar beneficiarse de un entorno internacional favorable como el que ayudó a Argentina a salir de su default en el 2001. Podría ser rescatada por Rusia, pero eso es difícil, porque Rusia está quebrada. Salvo un acuerdo realista con sus socios de la UE, una ruptura de Grecia con Europa empeoraría su crisis actual. Para Grecia, no se ve una salida de "soja y suerte".

Lo que el Fondo está diciendo es que el euro no funciona

Parece un memo seco de 1184 palabras sobre proyecciones fiscales. Pero el memo del Fondo Monetario Internacional sobre la sustentabilidad de la deuda griega, que explica por qué el FMI no puede participar en un nuevo programa de rescate a menos que los otros países europeos acuerden una inmensa reducción de la deuda griega, deja al desnudo las entrañas de la crisis y puede obligar a los miembros de la zona euro a avanzar hacia la unión fiscal o a liquidar el euro.

El memo del FMI es prácticamente un reconocimiento de que la zona euro no funciona en su forma actual. Plantea tres opciones para alcanzar la sustentabilidad de la deuda griega, todas las cuales equivalen a una unión fiscal, un arreglo por medio del cual los países más ricos harían pagos para sostener la economía griega. No es casualidad que ésta sea la solución que muchos economistas les han estado diciendo a los funcionarios europeos.

Las tres opciones definidas por el FMI tendrían operatorias diferentes, pero comparten un aspecto importante: implican que otros países europeos le den dinero a Grecia sin que ésta lo devuelva. Estas transferencias se sumarían a los 86.000 millones de euros en créditos que se otorgarían según el acuerdo alcanzado el lunes.

"Un momento -se podría decir-: el FMI no está proponiendo una unión fiscal; propone recorte de la deuda." Pero cuando un programa de reducción de deuda es lo suficientemente grande, ésa se vuelve una distinción sin sentido; en ambos casos se trata de que los países de la zona del euro den fondos a Grecia.

Una de las opciones de recorte de deuda que propone el FMI es "transferencias anuales explícitas al presupuesto griego", es decir, pagos directos de otros gobiernos a Grecia, que ésta podría usar para pagar su deuda. Esto es obviamente una unión fiscal. Una segunda opción es extender el período de gracia, durante el cual Grecia no tendría obligación de hacer pagos de intereses o capital sobre su deuda a los países europeos hasta el año 2053. Eso es una unión fiscal con otro nombre, dado que esas condiciones de largo plazo les ahorrarían dinero a los griegos a expensas de sus acreedores, que son mayormente ahora los gobiernos europeos o el FMI.

La tercera opción presentada por el FMI, la cancelación de una porción de las deudas griegas, ha sido resistida ferozmente por el gobierno alemán, aunque ésta es la opción que constituye de modo menos obvio una unión fiscal permanente. La cancelación de deuda es una transferencia fiscal por única vez. Pero al menos en teoría sólo sería una vez, dejando que Grecia se haga cargo de sus obligaciones a partir de ahí.

Desgraciadamente, sin embargo, éste no es el primer rescate para Grecia. Anteriores rescates han tenido que ser revisados y ampliados, y como señala el FMI en la sección de su memo acerca del "considerable riesgo", eso podría volver a suceder. Los planes para que Grecia recupere la solvencia dependen de un crecimiento económico acelerado y fuertes aumentos de la productividad del trabajo que superen a los del resto de Europa, cosa que no puede garantizarse. También dependen de que el país logre un superávit primario importante por un período extendido, es decir que cobre más impuestos que lo que gasta en servicios estatales, lo que comúnmente es impopular con los votantes. Dicho de otro modo, los europeos tendrían buenos motivos para temer que el recorte actual de la deuda no sería el último.

El memo deja en claro cuál es el verdadero costo para Europa de que Grecia siga siendo miembro del euro: si los gobiernos europeos quieren que Grecia siga adentro, van a tener que aportar mucho dinero en una forma u otra y será dinero que Grecia no les devolverá.

Por supuesto que la principal alternativa a un acuerdo es la salida de Grecia del euro, que también tendría un alto costo para los tenedores de la actual deuda griega, a los que se les pagaría en dracmas devaluados, si es que se les paga. Ése es un motivo por el que los gobiernos europeos podrían estar dispuestos a pagar el precio que describe el FMI, para hacer que funcione el acuerdo con Grecia.

Pero los funcionarios del FMI están diciendo que no pueden sostener que un rescate llevará a un pago pleno por parte de Grecia de sus deudas. Si Atenas se mantiene en el euro, necesitará mucho más soporte financiero del resto de Europa de lo que se admitió cuando se concretó el acuerdo, y el FMI les pide a los gobiernos europeos que pongan el reconocimiento de ese hecho por escrito y en papel.

Traducción de Gabriel Zadunaisky

El FMI se enfrenta abiertamente con Europa por el rescate a Grecia

l Fondo Monetario Internacional (FMI) se enfrentó ayer abiertamente con Europa al amenazar con no participar en el tercer plan de rescate a Grecia si los demás acreedores no aceptan una quita o una moratoria.

Ese enfrentamiento estalló mientras el Parlamento griego debatía el acuerdo alcanzado entre el primer ministro griego Alexis Tsipras y los acreedores europeos, que finalmente fue aprobado con 229 votos a favor y 64 en contra. Hubo seis abstenciones.

Desautorizado por el comité central de su partido, Syriza, con una rebelión de una parte de sus propios diputados y de su equipo gubernamental, con la plaza Syntagma convertida en campo de batalla por los enfrentamientos entre anarquistas y fuerzas antimotines, Tsipras había amenazado con renunciar si no obtenía el respaldo de su propio bloque.

"No voy a tratar de hacer aparecer este acuerdo mejor de lo que es. Es difícil y sus medidas son muy duras", reconoció el primer ministro anoche ante el Parlamento en una inesperada aparición. "Tuve que elegir entre un acuerdo con el que estaba totalmente en contra, un default desordenado o el proyecto de Wolfgang Schauble de dejar el euro. Pero asumo todas mis responsabilidades", concluyó.

En el actual clima de extrema tensión, un estudio del FMI publicado anteayer fue interpretado como una clara crítica al acuerdo logrado el lunes pasado por la cumbre europea de Bruselas. El informe estima que la deuda pública griega es "insostenible", pues, en las actuales condiciones, llegará a 200% del PBI en dos años. Ese ratio es de 180% en la actualidad.

Para evitar esa situación propuso efectuar una quita o acordar otras medidas de alivio, como una moratoria para que ese país pueda lanzar un programa de inversiones para activar su economía y estar en condiciones de cumplir sus compromisos en el futuro.

"Los acreedores europeos deben reducir la deuda o dar a Grecia un período de gracia de hasta 30 años", volvió a decir ayer un funcionario del Fondo que requirió el anonimato. Y advirtió: "Todo nuevo plan debe responder a los criterios de nuestro organismo. Uno de ellos es la sostenibilidad".

La CE, órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE), respondió por la tarde que esas estimaciones eran exageradas y que, contrariamente a las afirmaciones del FMI, la deuda griega representará sólo 150% del PBI en 2022. La Comisión admitió la posibilidad de extender los plazos o acordar nuevos créditos, pero descartó todo recorte o anulación de la deuda.

La CE propuso además acordar a Grecia un crédito puente de 7000 millones de euros para que el gobierno de Atenas pueda hacer frente a sus compromisos financieros inmediatos, mientras llega el nuevo plan de rescate de 82.000 a 86.000 millones de euros en tres años acordado por la cumbre de la eurozona. En un bloque profundamente dividido, Gran Bretaña y Francia dieron ayer su apoyo oficial a la propuesta del FMI.

"El FMI está diciendo lo mismo que nosotros... no podemos ayudar a Grecia si mantenemos la misma carga de devolución de la deuda sobre la economía griega", comentó el ministro de Finanzas francés, Michel Sapin. El primer ministro Manuel Valls, por su parte, aseguró que la deuda será "aliviada" gracias a un "reperfilamiento", término que significa extensión de los plazos de pagos y disminución de los intereses.

"Es cierto que Grecia necesita aliviar su deuda", dijo, a su vez, el primer ministro británico, David Cameron, cuyo país no integra la zona euro.

En actitud defensiva, Alemania indicó que durante las negociaciones los acreedores conocían los datos mencionados por el FMI. El vocero del Ministerio de Finanzas dio a entender que era "posible" imaginar una prolongación de los plazos de pagos. "Técnicamente existe esa posibilidad", precisó.

"Es un elemento que se puede tomar en consideración" a condición de que no signifique una reducción "significativa del valor real [de la deuda] porque en ese caso sólo tendríamos una quita disfrazada", advirtió.

La canciller alemana, Angela Merkel, y su ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, se niegan a acordar toda reducción por razones ideológicas y porque la opinión pública es hostil a ese tipo de concesiones.

El FMI, que había sido denunciado por Tsipras como el "peor enemigo" de Grecia, aparece ahora como su mejor aliado.

Algunos observadores creen percibir la mano de Washington detrás de la iniciativa del Fondo. El presidente norteamericano, Barack Obama, que teme un acercamiento entre Atenas y Moscú, presiona con insistencia desde hace dos semanas a Europa para que "haga los esfuerzos necesarios" a fin de mantener a Grecia dentro de la zona euro. Además de su influencia política natural, Estados Unidos es el mayor accionista del FMI. En un clima de acusaciones mutuas, la crisis griega no sólo ha dejado de manifiesto las fracturas que atraviesan particularmente la zona euro, sino también las divisiones latentes entre los tres acreedores institucionales de Atenas (el Banco Central Europeo, el FMI y la Comisión Europea).

Fuentes allegadas al organismo financiero internacional basado en Washington creen que, después de abogar inútilmente durante meses a favor de una quita de la deuda griega, el FMI se decidió a hacer filtrar a la prensa ese informe explosivo que da razón a los argumentos del gobierno de Atenas. Ese informe incluso había sido presentado a los ministros de Finanzas del Eurogrupo antes de que se reunieran el sábado pasado para estudiar la posibilidad de un tercer plan de rescate a Grecia.

Pero las primeras divisiones habían surgido a la luz el 23 de junio, después de que el Eurogrupo, que reúne a los 19 ministros de la zona euro, presentó la propuesta de rescate que provocó la decisión de Tsipras de convocar a un referéndum.

El FMI había ignorado sus propias reglas para participar en los planes de rescate a Grecia de 2010 y 2012, pero ahora no parece dispuesto a renovar esa experiencia. Desde hace varias semanas, apela a los europeos a "aliviar" la enorme deuda de ese país, que llega a 320.000 millones de euros, para que resulte "viable"..