La UE avanza solo para no ahogarse
Angela Merkel interrumpiendo las conversaciones para ver en su iPad cómo perdía la selección de fútbol alemana ante Italia. Puñetazos en las mesas. José Manuel Durão Barroso y Herman van Rompuy discutiendo si comparecían o no a medianoche para atender a la prensa... La interminable noche del jueves se saldó con un puñado de acuerdos que —al menos por ahora— aplacan el incendio de la zona euro y con una clara perdedora: la canciller alemana, que se vio obligada a transigir con medidas a las que antes se había opuesto rotundamente.
“Para garantizar que se controlan las ayudas está el Estado español, el único que puede decir a los bancos esto o lo otro”, había dicho Merkel tan solo una semana antes de la cumbre. En contra de estas palabras, al final será el BCE el que canalice las inyecciones de dinero y no el Gobierno, pero para ello habrá que esperar a que el organismo que encabeza Mario Draghi se haga cargo, previsiblemente a finales de este año, de la supervisión del sistema financiero europeo.
Cae la cúpula de Barclays por manipular la Libor, una tasa de referencia mundial
Renunciaron el presidente, el CEO y el director de operaciones. Para mejorar los ingresos del banco, adulteraron tasas de interés que se usan como referencia en todo el mundo. La entidad debe pagar multas millonarias y sus directivos podrían ir a la cárcel.
El escándalo por la manipulación del Líbor, la tasa interbancaria de referencia en el Reino Unido y una de las más importantes del mundo, le costó este martes el cargo al consejero delegado del Barclays, Bob Diamond, y al director de operaciones Jerry del Missier. Ayer, fue el presidente del consejo de administración, Marcus Agius, quien presentó su dimisión. "Estoy muy decepcionado porque los acontecimientos de la semana pasada dan una imagen de Barclays y de sus empleados que no podría estar más alejada de la realidad", dijo Diamond cuando comunicó su dimisión con efecto inmediato.
El miércoles Barclays anunció que había acordado pagar 290 millones de libras -unos 360 millones de euros o 450 millones de dólares- para poner fin a las investigaciones de los reguladores británicos y estadounidenses por manipular el Líbor y el Euribor, su equivalente europeo.
Bancos de España: ¿todos estaban ciegos?
Optimistas banqueros hispanos ocuparon altos roles en el FMI, sin alertar sobre la debacle que se estaba gestando en su país.
Mientras España marchaba hacia una crisis inmobiliaria y bancaria que llevó al salvataje de sus bancos, dirigentes financieros españoles que ocuparon altos cargos hicieron la vista gorda a las inquietudes de que algo podría estar poniéndose muy mal.
El optimismo de los banqueros centrales de España que pasaron a altos cargos en el FMI se parece a la actitud de los funcionarios de EE.UU. que subestimaron años atrás la fuerza de un colapso inmobiliario que iba a paralizar a la banca y a la economía. Y pone de relieve lo complicado de que funcionarios de países asuman roles de supervisión en organismos internacionales que deben evaluar las políticas que ellos previamente condujeron.
Una nueva Torre de Babel
Mientras Europa evalúa avanzar hacia una mayor integración para intentar salvar el euro, cada vez se parece más a la bíblica Torre de Babel, por su incapacidad para completar su ambicioso proyecto debido a que sus habitantes no sólo no hablan el mismo idioma, sino que tampoco comparten el lenguaje político y económico.
Todos los reflectores apuntan a Alemania, Francia, Italia y España, las cuatro principales economías de la eurozona, que se pelean por las propuestas de unión bancaria, de emisión conjunta de eurobonos y de un mayor control de los presupuestos y las políticas económicas nacionales por parte de la Unión Europea (UE).
Europa en la senda de Weimar
Merkel y el diario Bild persuaden a los alemanes de que todo el mundo quiere su dinero. En primer lugar: se trata de una mentira. Y en segundo, hay mucho más en juego que el dinero. Si los alemanes le dan la espalda a Europa, la democracia estará en riesgo.
Una persona conduce en dirección contraria por la autovía. En la radio se advierte de un automovilista loco que conduce en dirección contraria. “¿Sólo uno?”, se dice el conductor. Angela Merkel es el conductor, Alemania el automóvil. Conducimos a contracorriente, contra toda razón económica y política, y además estamos orgullosos de ello. Nos dejamos convencer de que todo el mundo quiere “nuestro dinero”. En primer lugar esto falso y en segundo, está en juego mucho más que nuestro dinero.
¿Llegaremos a tiempo?
España se encuentra en un momento determinante. Las malas noticias económicas y financieras de las últimas semanas, de los últimos días, de las últimas horas, nos sitúan en una encrucijada donde cualquier elección es difícil.
La ciudadanía y la opinión pública buscan a los economistas y encuentran economistas que vaticinan terribles consecuencias en un vano intento de engrandecer su valía haciendo predicciones más grandes que ellos mismos. Incansablemente nos repiten que los niveles de bienestar alcanzados no son sostenibles y que es necesario que recibamos menos prestaciones sociales, peor educación, peor salario, peor atención sanitaria. La austeridad forzada tiene un nombre: se llama pobreza. Alegan que, para ser competitivos, tenemos que ser más austeros, esto es, más pobres. Y proponen reformas que se concretan en reflotar la banca privada con fondos públicos, rebajar más si cabe la progresividad de nuestro sistema fiscal, reducir pensiones y prestaciones por desempleo, y privatizar ¡qué ridículo! lo poco que queda del sector público empresarial cuando realmente lo que pretenden es privatizar la sanidad, la enseñanza y las pensiones. Y presentan sus reformas como la única salida a la crisis. Mientras, la ciudadanía va perdiendo confianza en lo que la ciencia económica puede ofrecer si es eso solo lo que ofrece.
Cuando 100.000 millones de euros no arreglan gran cosa
Defendiendo que España recibiera uno de los mayores rescates de la eurozona hasta el momento, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy lo describió como una victoria tanto para España como para el proyecto europeo. "La credibilidad del euro es lo que ha salido ganando", declaró a los periodistas antes de volar a España para ver a España enfrentarse a Italia en ese otro eurotorneo deportivo. "Si la situación bancaria no estuviera resuelta, no iría".
¿Resuelta? No tan deprisa. Sea lo que fuere que pueda decir el señor Rajoy, o la Casa Blanca o el FMI, el acuerdo que se anunció el sábado por la tarde resuelve muy poco, pero en cambio deja abiertas muchas preguntas: para Madrid, para el español de la calle, para los bancos del país y para el euro. La única cosa que es absolutamente segura es que la aceptación por parte del señor Rajoy de una línea de crédito de 100.00 millones de euros (80.000 millones de libras esterlinas) señala una fase en la crisis del euro. En primer lugar, confirma que la escala del problema es bastante mayor de lo que anteriormente se había sugerido: la economía española es casi el doble de grande que los otros tres países que ya se encuentran en el pabellón de rescate del euro. En segundo lugar, no se puede descalificar a Madrid como una administración derrochadora al estilo de Lisboa o Atenas.
¿Por qué no amaina la crisis?
¿Por qué sigue agudizándose y extendiéndose la crisis económica europea? ¿Ignorancia? ¿Demasiado poder concentrado en pocas manos? ¿O será, quizá, todo lo contrario: que los que deben tomar las decisiones necesarias no tienen el poder para hacerlo? Creo que es una diabólica combinación de estos tres factores.
Ignorancia. Está claro que ni entre los gobiernos ni entre los expertos hay acuerdo acerca de qué hacer. El debate entre los defensores de la austeridad y quienes proponen gastar más para estimular el crecimiento de la economía domina los titulares. A medida que la crisis arrecia, este debate se transforma en un torneo de frases hechas y afirmaciones superficiales. Después de todo, la austeridad no suele ser una opción entre varias. Los pobres no viven austeramente porque, después de pensarlo bien, decidieran que prefieren ser frugales. Así, para muchos países -y familias- la austeridad es una feroz e ineludible realidad. Por otro lado, imponerles más austeridad a quienes ya no pueden vivir con lo poco que tienen tampoco es una opción válida. El debate sigue y la seguridad con la cual los más renombrados economistas ofrecen sus recomendaciones contrasta con la validez de sus pronósticos.
Andrew Lo, del MIT, acaba de publicar en el Journal of Economic Literature una reseña de los 21 libros que más resonancia tuvieron en los debates sobre la crisis. Su conclusión: "De este amplio y contradictorio conjunto de interpretaciones no emerge una narrativa única; la gran variedad de conclusiones. enfatiza la desesperada necesidad que tienen los economistas profesionales de ponerse de acuerdo sobre una base de datos común de la cual puedan construir inferencias y narrativas más precisas".
En otras palabras, si los mejores economistas ni siquiera se pueden poner de acuerdo sobre cuáles son los datos relevantes para explicar la crisis, no debe sorprendernos que tampoco estén de acuerdo acerca de qué hacer para salir de ella.
Mucho poder en pocas manos. También es obvio que la crisis no es sólo económica y que las contradicciones entre los expertos no bastan para explicar lo que está sucediendo. La política tiene mucho que ver, y hablar de política es hablar de poder. Hay protagonistas de este drama que, aunque no tienen el poder para solucionar la crisis, tienen el poder de vetar las iniciativas ajenas que no les convienen y así truncar el juego. La canciller alemana, Angela Merkel, por ejemplo, es uno de estos protagonistas con enorme poder de veto. La venta de un bono único emitido por Europa es un buen ejemplo de iniciativas válidas que hasta ahora han sido frenadas por Alemania. Estos eurobonos tendrían la garantía colectiva de todo el continente, lo que disminuiría su prima de riesgo.
Pero en estos tiempos el poder no sólo se concentra en algunos países y líderes. Los financieros que tienen la capacidad de mover grandes volúmenes de capital también son protagonistas importantes del drama europeo. Si bien no pueden imponer políticas, sí pueden vetar decisiones o limitar las opciones de los gobiernos.
Poco poder en muchas manos. Por otro lado, un paradójico y contradictorio aspecto del poder en estos tiempos es su escasez, precariedad y transitoriedad. Aun los más poderosos se encuentran con inmensas limitaciones para ejercer el poder. Y además lo pierden con inusitada frecuencia, siendo reemplazados por rivales, colegas o sorprendentes contendientes que aparecen súbitamente. Merkel no puede hacer todo lo que le gustaría y sus opciones son restringidas por una miríada de micropoderes que, si bien no tienen la fuerza de imponer sus deseos, sí tienen cómo limitar a los más poderosos. Ni siquiera los líderes de las finanzas pueden hoy dormir tranquilos suponiendo que sus cargos e instituciones están a salvo de la turbulencia en la que vivimos. Incluso quienes más poder tienen sólo pueden influir sobre su evolución de manera tenue e indirecta. La crisis sigue porque en Europa no hay quien tenga el poder para contenerla. Por ahora.
Responsabilidades por Bankia
Con la información fragmentaria, contradictoria, inexacta, cuando no tendenciosa, que recibimos sobre el deterioro patrimonial del grupo que ha dado lugar a Bankia es difícil poder establecer, por ahora, un marco de responsabilidades para sus anteriores gestores y los órganos reguladores. Llama la atención, en primer lugar, que no conste expediente alguno abierto por no haber presentado en su día las cuentas anuales del ejercicio 2011. Eso, junto a otros indicios, como la supervisión de la salida a Bolsa en la primavera pasada, dan en qué pensar. No menos llamativa es la falta de reacción de los accionistas que han visto su inversión reducida a menos de la mitad, máxime si la comparamos con la reacción de esta misma semana, en menos de cuatro días, de los accionistas minoritarios de Facebook que, por ocultación de minusvaloración del negocio, han demandado a los emisores y a los bancos colocadores.
Dejar el euro será traumático... pero peor será mantenerlo
Ya está cerca el desenlace de la tragedia griega del euro: es muy probable que este año o el que viene, Grecia declare la cesación de pagos de su deuda y abandone la eurozona.
Posponer la salida para después de las elecciones de junio, con un gobierno nuevo comprometido con alguna variante de las mismas políticas que ya fracasaron (austeridad recesiva y reformas estructurales), no restaurará el crecimiento ni la competitividad. Grecia está atascada en un círculo vicioso de insolvencia, pérdida de competitividad, déficits externos y una depresión cada vez peor.
La única forma de cortar este círculo es iniciar un default con abandono del euro, en forma ordenada y con coordinación y financiación del Banco Central Europeo (BCE), la Unión Europea (UE) y el FMI (la "troika"), de modo de minimizar los daños colaterales para Grecia y el resto de la eurozona.
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