Una nueva Torre de Babel

Paul Taylor
Mientras Europa evalúa avanzar hacia una mayor integración para intentar salvar el euro, cada vez se parece más a la bíblica Torre de Babel, por su incapacidad para completar su ambicioso proyecto debido a que sus habitantes no sólo no hablan el mismo idioma, sino que tampoco comparten el lenguaje político y económico. Todos los reflectores apuntan a Alemania, Francia, Italia y España, las cuatro principales economías de la eurozona, que se pelean por las propuestas de unión bancaria, de emisión conjunta de eurobonos y de un mayor control de los presupuestos y las políticas económicas nacionales por parte de la Unión Europea (UE).

Pero en cada uno de los 27 Estados miembros de esa Babel europea existe un feroz debate interno, y cada uno de ellos tiene el poder de bloquear cualquier cambio en los tratados. El desenlace podría depender del modo en que se encuadren esos debates.

En Alemania, es como una obra de teatro moralizante que propone que los díscolos "pecadores del déficit" expíen sus culpas y hagan sus "deberes", inculcando una "cultura de la estabilidad" (baja inflación, baja deuda) y reforzando las "políticas de ahorro" (austeridad). Para Angela Merkel, la clave para la supervivencia del euro es aplicar estrictamente las reglas de la disciplina presupuestaria y hacer más competitiva a Europa a través de reformas económicas, y no diluir la responsabilidad compartiendo la deuda.

En Francia, "salvar el euro" es sinónimo de mostrar una mayor "solidaridad" con los países del Sur, que son mayoritariamente vistos como "víctimas de la especulación" y no como villanos fiscales. Para los franceses, la moneda única es sobre todo un proyecto político, más que económico.

En Italia y España, el latiguillo es que la crisis de la deuda es un problema para toda la eurozona, y no sólo para Roma y Madrid, y que por lo tanto sólo puede resolverse mutualizando las deudas europeas, en vez de imponer medidas aún mayores de austeridad a los deudores.

Con relatos tan diferentes, cuesta creer que el compromiso para salvar a la eurozona, incluso frente a la creciente certeza de la catástrofe económica que podría suceder a su ruptura, pueda generar una acción decisiva para detener la crisis.

Entre los países más chicos, como Holanda y Bélgica, los constructores políticos de la unión monetaria y los empresarios siguen creyendo a rajatabla en la moneda única. Pero una franja muy significativa de los electorados se ha volcado en contra del euro, lo que dificulta aún más que los gobiernos puedan apoyar un avance hacia una mayor integración del bloque.

También ya se dieron los primeros pasos para la creación de un partido anti-euro en Alemania, principal contribuyente de los rescates en la eurozona, pero los encuestadores dudan de que el partido Votantes Libres pueda llegar al parlamento federal en octubre de 2013.

La crisis económica de Europa ha acelerado una polarización del escenario político que hace aún más difícil la formación de gobiernos coherentes en países como Bélgica, Italia y Holanda. En ese contexto, la ratificación de cualquier nuevo tratado de la UE podría convertirse en una pesadilla.

La Nacion - 28 de junio del 2012

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