“El gobierno alemán, incluida su ala socialdemócrata, ha dilapidado en una noche todo el capital político que una mejor Alemania había acumulado en medio siglo”.

Guardian: ¿Cuál es su veredicto sobre el acuerdo alcanzado el pasado lunes?

Habermas: El acuerdo sobre la deuda griega anunciado el lunes por la mañana es dañino, tanto en lo que hace a su resultado cuanto en lo tocante al modo en que ha sido logrado. Por lo pronto, el resultado de las conservaciones está mal concebido. Aun si se considerara que los asfioxiantes términos del acuerdo constituyen un curso correcto de acción, no es de esperar que esas reformas puedan ser llevadas a cabo por un gobierno que ha confesado no creer en los términos de lo acordado.

En segundo lugar, el resultado carece de sentido en términos económicos, habida cuenta de la tóxica mezcla observable en él de necesarias reformas estructurales del Estado y de la economía con ulteriores imposiciones neoliberales que que resultarán de todo punto desmoralizantes para una exhausta población griega y matarán cualquier ímpetu de crecimiento.

En tercer lugar, el resultado significa que un inerme Consejo Europeo se declara a sí mismo en total bancarrota: el relegar de facto a un Estado miembro a la condición de protectorado contradice abiertamente los principios democráticos de la Unión Europea. Finalmente, el resultado es desastroso, porque fuerza al gobierno griego a aceptar un fondo de privatizaciones económicamente cuestionable y predominantemente simbólico que no puede entenderse sino como un acto punitivo contra un gobierno de izquierda. Es difícil de imaginar que pueda infligirse un daño mayor.

Y, sin embargo, eso es lo que hizo el gobierno alemán cuando el ministro de finanzas Schäuble amenazó a Grecia con expulsarla del euro, mostrándose vergonzosamente como el disciplinador en jefe de Europa. Con ello, y por vez primera, el gobierno declaró manifiestamente su voluntad de imponer una hegemonía alemana a Europa: así, en cualquier caso, se ven las cosas en el resto de Europa, y esa percepción define la realidad que cuenta. Mucho me temo que el gobierno alemán, incluida su ala socialdemócrata, ha dilapidado en una noche todo el capital político que una mejor Alemania había acumulado en medio siglo. Y con “mejor” quiero decir una Alemania caracterizada por una mayor sensibilidad política y una mentalidad postnacional.

La cicuta de Merkel

El Fondo Monetario Internacional (FMI) actualizó en forma reciente su visión de la economía mundial, mostrando nuevamente una situación volátil que se está transformando en crónica. El informe registra un repunte muy lento en las economías desarrolladas y un peor desempeño en las emergentes en desarrollo, las que están afectadas por la caída de los precios de las materias primas, el menor crecimiento en China y el empeoramiento de las condiciones financieras externas.

Como es costumbre, el FMI ajustó otra vez a la baja sus pronósticos de actividad global (los últimos se dieron a conocer hace apenas tres meses), lo cual es un reconocimiento implícito del fracaso de la visión ultraconservadora que el Fondo sigue pregonando obstinadamente. Resulta preocupante la situación de nuestra región, en particular la de Brasil, el país más grande, cuyo Producto Bruto Interno se contraería en 2015 un 1,5%, es decir, 0,5 puntos porcentuales más de caída que en la estimación de abril de este año. La declinación brasileña seguirá afectando a nuestro país por vía del retroceso comercial.

En este contexto de menor crecimiento del bloque emergente, resulta necesario mencionar la ferocidad con la que están actuando las corporaciones mundiales y los políticos líderes del capitalismo neoliberal, dispuestos al disciplinamiento a escala planetaria ante el menor atisbo de autodeterminación popular con búsqueda de democracias que distribuyan riquezas y defiendan la soberanía de sus recursos naturales.

Grecia es por estas horas el ejemplo más palpable de la extorsión deliberada de las potencias europeas y el gran capital financiero, en particular de Alemania, que incluso endureció su postura tras el referendo en el que el pueblo rechazó mayoritariamente el nuevo ajuste. Angela Merkel y los banqueros privilegian el castigo ejemplificador al gobierno griego por haber convocado al plebiscito popular, en vez de allanarse en forma irrestricta a lo dispuesto por la troika, cuyo objetivo es evitar el contagio político hacia otros países de la vieja Europa, particularmente a los de su periferia.

Por ello, el saliente ministro de Economía de ese país, Yanis Varoufakis, afirmó que el comunicado de la cumbre de la Eurozona debe leerse "como un documento sobre los términos de la capitulación de Grecia", y que "no es más que la conclusión de un golpe de Estado de las potencias extranjeras que usaron los bancos en lugar de los carros armados". No es un dato trivial que, en el punto más álgido de las negociaciones, la Unión Europea le haya cerrado el grifo de liquidez de emergencia a las entidades financieras griegas, paralizando por completo el sistema de pagos y generando una situación de zozobra en la ciudadanía.

Si se imponen las políticas extorsivas de Alemania, Grecia no tendrá quita alguna de su impagable deuda, por el contrario tendrá que sufrir una mayor austeridad fiscal, privatizar sus empresas públicas, bajar aún más las jubilaciones, y flexibilizar el mercado laboral, particularmente restringir el derecho de huelga y las negociaciones colectivas. En suma, deberá ingerir mayores dosis de la medicina fracasada que los gobiernos de derecha liberal y socialdemócratas aceptaron incondicionalmente. La pócima ya se parece a la clásica cicuta; el fruto amargo de esas conductas políticas conciliadoras los llevó a perder más de un cuarto de su ingreso nacional y a incrementar el desempleo promedio a niveles mayores al 25%, superando el 50% en el segmento de los jóvenes.

El final de la historia nunca está escrito, aunque las perspectivas son desalentadoras, a tal punto que incluso el propio FMI llegó a decir, sin ningún tipo de autocrítica, que más allá del acuerdo, la deuda griega es insostenible. Un endeudamiento irresponsable que, según señalara recientemente Atilio Borón sobre la base de información provista por la Agencia Europea de Defensa, en una cuarta parte debe ser explicado por la compra de armamento. Grecia cuenta con el mayor número de submarinos de Europa, ocho contra siete del Reino Unido y seis de Alemania, y también posee la mayor flota de aviones de combate, 287 contra 274 de Francia y 230 del Reino Unido. Material bélico que jamás utilizará para la defensa de sus fronteras.

Los hechos comentados dejan al desnudo el trasfondo extraeconómico que subyace en la crisis. Al respecto, el ministro de Economía Axel Kicillof fue claro al señalar: "los buitres son un instrumento privatizado de presión sobre los países. Lo que no nos puede hacer el FMI, lo que la Embajada (estadounidense) (...), no quiere, no se atreve a hacer, queda en manos de los buitres". Fronteras adentro, la amplificación de estos temas queda en manos de los medios monopólicos de comunicación, aunque cada vez les resulta más difícil influir sobre el humor social y la opinión pública.

De hecho, a pesar de las dificultades que se observan en la región como consecuencia de la crisis capitalista, nuestro país ha comenzado a mostrar señales positivas que dan cuenta de una salida de la situación de amesetamiento del nivel de actividad económica, lo cual resulta esencial para sostener los altos niveles de empleo, de consumo y de producción. También se ha logrado una importante desaceleración de los precios, a la par que se sigue avanzando con las políticas sociales y de impulso de la demanda interna. Todos ellos son elementos clave para el sostenimiento de los objetivos rectores del actual modelo de inclusión y distribución de la riqueza.

Ciertamente los desafíos son ciclópeos, sin embargo, existe una percepción en la sociedad de certidumbre y de una perspectiva futura de bienestar, a pocos meses de la elección presidencial. Ante este panorama, es esperable que, desde los medios que expresan al bloque opositor, tratarán de anclarse en el consabido alarmismo, promoviendo subrepticiamente la dinámica del dólar ilegal y otras "catástrofes", tal como se observó en los últimos días. No obstante, no parece que resulte suficiente para coronar el anhelo de los intereses políticos que se nuclean en el Foro de Convergencia Empresarial, deseosos de que el gobierno llegue desgastado al final de este mandato presidencial, como aquel añorado pato rengo que nunca se presentó.

Las repercusiones del “acuerdo” entre Grecia y la troika

Luego de ganar un referéndum de forma abrumadora, el primer ministro Alexis Tsipras firmó un acuerdo humillante. Treinta y ocho de sus diputados no lo votaron, entre ellos el ex ministro de Finanzas Yanis Varoufakis, así como la presidenta del parlamento. Varios altos cargos renunciaron.

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¿Qué hay detrás del rechazo alemán a garantizar a Grecia un alivio de la deuda?

El drama financiero griego ha dominado durante cinco años las cabeceras de los periódicos por una razón: el terco rechazo de nuestros acreedores a ofrecer alivios substanciales a nuestra deuda. ¿Por qué, contra el sentido común, contra el veredicto del FMI y contra las prácticas cotidianas de los banqueros que tienen que lidiar con deudores asfixiados, se resisten a una reestructuración de la deuda? La respuesta no puede hallarse en la teoría económica, porque se halla profundamente anclada en la laberíntica política europea.

En 2010, el Estado griego llegó a la insolvencia. Dos opciones congruentes con la ulterior pertenencia a la eurozona estaban sobre la mesa. Una, la razonable, la que cualquier banquero decente habría recomendado, era la reestructuración de la deuda y la reforma de la economía. La otra, la opción tóxica, era ofrecer nuevos préstamos a una entidad quebrada en la pretensión de que seguía siendo solvente.

La Europa oficial eligió la segunda opción, poniendo el rescate de los bancos franceses y alemanes expuestos a la deuda pública griega por encima de la viabilidad socioeconómica de Grecia. Una reestructuración de la deuda habría implicado pérdidas para los banqueros tenedores de bonos de deuda pública griega.

Lección de democracia

Cuánta confusión en las noticias y comentarios sobre las convulsas jornadas que se viven entre Atenas y Bruselas para ocultar una evidencia: está en marcha un intento de golpear al gobierno Tsipras por ser subversivo respecto a la Europa de los mercados. Subversivo por haber recuperado en su país el primado de la política, recurriendo al voto popular. Angela Merkel y el complejo financiero alemán y europeo no lo soportan. Se le corta la respiración a Grecia negándole un recorte del reembolso de la modesta deuda griega, mientras que Alemania solicitó y consiguió la anulación de otra deuda bien distinta en 1953. Hoy condonar la deuda a los griegos representa no más del 2 % de la cuentas continentales, y hace falta mucha desfachatez para olvidar que este producto de las desventuradas cuentas griegas no es obra de Syriza sino de los “respetables” gobiernos que le han precedido, tipo Papandreu o Samarás. Habría sido y sigue siendo elemental conceder a Atenas el tiempo y el respiro necesarios para cerrar el agujero. Pero el objetivo principal de estos días estriba en hacer pagar a Tsipras la audacia de haberse dirigido – contra el parecer de los autodenominados líderes europeos – al voto popular.

Grecia bajo el lente de Argentina

“Si hay un aprendizaje de la experiencia argentina es que la sustentabilidad de la deuda y el crecimiento económico van de la mano”, expresó ayer la embajadora argentina en Estados Unidos, Cecilia Nahón, al referirse a la crisis estructural en Grecia y la Eurozona. En una carta publicada por el diario The New York Times, la diplomática apuntó contra los fondos buitre que litigan contra el país en los tribunales norteamericanos y advirtió que “ahora están sobrevolando” sobre la economía helénica. “Estos fondos son tenedores privados de deuda griega sin reestructurar y se regodean ante la perspectiva de una ganancia injustificada a expensas de la desgracia ajena”, advirtió la funcionaria radicada en la capital estadounidense.

Grecia no es Argentina

s líderes de la vieja izquierda latinoamericana y al menos dos economistas ganadores del Premio Nobel dicen que Grecia puede dejar de pagar su deuda externa - igual que lo hizo Argentina en el 2001 - sin consecuencias apocalípticas. El problema es que Grecia no es Argentina.

Para ser justos, hay dos grupos claramente diferenciados entre quienes están aplaudiendo la decisión del primer ministro griego Alexis Tsipras de rechazar la petición de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional de que implemente reformas estructurales a cambio de un nuevo rescate financiero.

El primer grupo está formado por los líderes de la vieja izquierda latinoamericana, como los presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, y el gobierno de Cuba. La mayoría de ellos arruinaron la economía de sus países, y no pueden ser tomados en serio cuando aplauden el voto del "No" de Grecia del 5 de julio contra las medidas de austeridad exigidas por la Unión Europea.

Pero el segundo grupo incluye a los prestigiosos economistas ganadores del premio Nobel Joseph E. Stiglitz y Paul Krugman y otros economistas no ortodoxos, que hacen varios puntos válidos en defensa de la rebelión financiera del gobierno de Grecia. Señalan, por ejemplo, que los líderes europeos comparten la culpa por la actual crisis de Grecia por haberle impuesto paquetes de austeridad no realistas en los últimos años.

"Argentina es la demostración" de que para Grecia el default no es el fin del mundo, dicen Stiglitz y Martín Guzmán en una columna que publicó The Huffington Post. "Los defaults son difíciles. Pero la austeridad lo es aún más", dicen los autores.

Stiglitz y Guzmán argumentan que Argentina a fines de los años 90, al igual que Grecia más recientemente, adoptó severas medidas de austeridad propuestas por el FMI, que en lugar de permitir que el país crezca más, terminaron achicando la economía y haciendo más difícil pagar la deuda externa.

"En cierta medida, Grecia se enfrenta a una situación más compleja de la de Argentina en el 2001"
En ambos casos, los gobiernos anunciaron - de diferente forma - que dejarían de pagar sus deudas externas. El default de Argentina en el 2001, al igual que el voto del "No" de Grecia el 5 de julio, sacudieron los mercados mundiales.

Pero Argentina se recuperó rápidamente, y de hecho creció a un ritmo récord a mediados de la década del 2000. Grecia no debería ser diferente, dicen los críticos de los paquetes de austeridad.

Para su crédito, Stiglitz y Guzmán admiten que "en cierta medida, Grecia se enfrenta a una situación más compleja de la de Argentina en el 2001", porque Argentina se recuperó con una gran devaluación de la moneda que hizo que sus exportaciones fueran más competitivas. Grecia, en cambio, no tiene su propia moneda - adoptó hace décadas el euro - lo que significa que tendría que crear una nueva moneda nacional en medio de una crisis, con poco apoyo internacional.

La mayoría de los economistas dicen que hay otras diferencias - más importantes - entre los dos países:

En primer lugar, Argentina se benefició de un gran aumento de los precios mundiales de las materias primas después de su default del 2001. Gracias a sus ingresos récord por exportaciones de soja a China, la economía de Argentina creció a tasas anuales del 9 por ciento. Muchos argentinos bromeaban con que la fórmula de la recuperación económica de su país podía resumirse en dos palabras: "soja y suerte".

En segundo lugar, Argentina se benefició de la ayuda financiera de Venezuela, que compró aproximadamente $5.6 mil millones en bonos de la deuda externa argentina e invirtió cientos de millones en la Argentina entre el 2003 y el 2008. El fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, estaba cortejando a la Argentina como un aliado ideológico en aquel entonces.

En tercer lugar, la economía de Argentina está más diversificada que la de Grecia, que depende principalmente del turismo. Y la actual agitación de Grecia ya ha hecho caer el turismo, lo cual hará más difícil una recuperación económica allí.

Mi opinión: Grecia y Argentina tienen mucho en común, incluyendo una historia de gastar más de lo que ganan, una enorme cantidad de empleados públicos, corrupción masiva, y la ausencia de sistemas de educación de calidad e innovación para poder competir en la nueva economía global del conocimiento.

A modo de ejemplo, Grecia registró solo 66 patentes internacionales el año pasado, y Argentina 88, en comparación con las 18,000 de Corea del Sur y las 159,000 de Estados Unidos, según cifras de la Oficina de Patentes y Marcas de EEUU.

Pero Grecia no puede esperar beneficiarse de un entorno internacional favorable como el que ayudó a Argentina a salir de su default en el 2001. Podría ser rescatada por Rusia, pero eso es difícil, porque Rusia está quebrada. Salvo un acuerdo realista con sus socios de la UE, una ruptura de Grecia con Europa empeoraría su crisis actual. Para Grecia, no se ve una salida de "soja y suerte".

Lo que el Fondo está diciendo es que el euro no funciona

Parece un memo seco de 1184 palabras sobre proyecciones fiscales. Pero el memo del Fondo Monetario Internacional sobre la sustentabilidad de la deuda griega, que explica por qué el FMI no puede participar en un nuevo programa de rescate a menos que los otros países europeos acuerden una inmensa reducción de la deuda griega, deja al desnudo las entrañas de la crisis y puede obligar a los miembros de la zona euro a avanzar hacia la unión fiscal o a liquidar el euro.

El memo del FMI es prácticamente un reconocimiento de que la zona euro no funciona en su forma actual. Plantea tres opciones para alcanzar la sustentabilidad de la deuda griega, todas las cuales equivalen a una unión fiscal, un arreglo por medio del cual los países más ricos harían pagos para sostener la economía griega. No es casualidad que ésta sea la solución que muchos economistas les han estado diciendo a los funcionarios europeos.

Las tres opciones definidas por el FMI tendrían operatorias diferentes, pero comparten un aspecto importante: implican que otros países europeos le den dinero a Grecia sin que ésta lo devuelva. Estas transferencias se sumarían a los 86.000 millones de euros en créditos que se otorgarían según el acuerdo alcanzado el lunes.

"Un momento -se podría decir-: el FMI no está proponiendo una unión fiscal; propone recorte de la deuda." Pero cuando un programa de reducción de deuda es lo suficientemente grande, ésa se vuelve una distinción sin sentido; en ambos casos se trata de que los países de la zona del euro den fondos a Grecia.

Una de las opciones de recorte de deuda que propone el FMI es "transferencias anuales explícitas al presupuesto griego", es decir, pagos directos de otros gobiernos a Grecia, que ésta podría usar para pagar su deuda. Esto es obviamente una unión fiscal. Una segunda opción es extender el período de gracia, durante el cual Grecia no tendría obligación de hacer pagos de intereses o capital sobre su deuda a los países europeos hasta el año 2053. Eso es una unión fiscal con otro nombre, dado que esas condiciones de largo plazo les ahorrarían dinero a los griegos a expensas de sus acreedores, que son mayormente ahora los gobiernos europeos o el FMI.

La tercera opción presentada por el FMI, la cancelación de una porción de las deudas griegas, ha sido resistida ferozmente por el gobierno alemán, aunque ésta es la opción que constituye de modo menos obvio una unión fiscal permanente. La cancelación de deuda es una transferencia fiscal por única vez. Pero al menos en teoría sólo sería una vez, dejando que Grecia se haga cargo de sus obligaciones a partir de ahí.

Desgraciadamente, sin embargo, éste no es el primer rescate para Grecia. Anteriores rescates han tenido que ser revisados y ampliados, y como señala el FMI en la sección de su memo acerca del "considerable riesgo", eso podría volver a suceder. Los planes para que Grecia recupere la solvencia dependen de un crecimiento económico acelerado y fuertes aumentos de la productividad del trabajo que superen a los del resto de Europa, cosa que no puede garantizarse. También dependen de que el país logre un superávit primario importante por un período extendido, es decir que cobre más impuestos que lo que gasta en servicios estatales, lo que comúnmente es impopular con los votantes. Dicho de otro modo, los europeos tendrían buenos motivos para temer que el recorte actual de la deuda no sería el último.

El memo deja en claro cuál es el verdadero costo para Europa de que Grecia siga siendo miembro del euro: si los gobiernos europeos quieren que Grecia siga adentro, van a tener que aportar mucho dinero en una forma u otra y será dinero que Grecia no les devolverá.

Por supuesto que la principal alternativa a un acuerdo es la salida de Grecia del euro, que también tendría un alto costo para los tenedores de la actual deuda griega, a los que se les pagaría en dracmas devaluados, si es que se les paga. Ése es un motivo por el que los gobiernos europeos podrían estar dispuestos a pagar el precio que describe el FMI, para hacer que funcione el acuerdo con Grecia.

Pero los funcionarios del FMI están diciendo que no pueden sostener que un rescate llevará a un pago pleno por parte de Grecia de sus deudas. Si Atenas se mantiene en el euro, necesitará mucho más soporte financiero del resto de Europa de lo que se admitió cuando se concretó el acuerdo, y el FMI les pide a los gobiernos europeos que pongan el reconocimiento de ese hecho por escrito y en papel.

Traducción de Gabriel Zadunaisky