Con una mano en la tiza y otra en el teclado

Diego Rosemberg


Mientras el ciclo lectivo 2021 avanza con idas y vueltas en un escenario inédito y las preguntas sobre cómo seguirá flotan en el ambiente, aparecen, de a poco, ciertas certezas sobre lo que pasó cuando empezaba el aislamiento. A un año de la suspensión de las clases presenciales por el inicio de la cuarentena, por primera vez hay datos oficiales que dan un panorama de qué fue lo que pasó en esos meses de fase uno. Un mapa de cómo fue para todes vivir las clases a la distancia.

La frase se convirtió casi en un cliché: la pandemia dejó al desnudo las desigualdades sociales preexistentes en la Argentina. Lo mismo se dijo y se escribió cuando se analizó el sistema educativo. ¿Pero qué es lo que efectivamente desnaturalizó la pandemia en el ámbito escolar? Para encontrar algunas respuestas, la Secretaría de Evaluación e Información Educativa del Ministerio de Educación de la Nación realizó, durante el período más estricto del confinamiento, una investigación para conocer algunas dimensiones de lo que dio en llamar “continuidad pedagógica”, es decir, lo que ocurrió con el sistema de educación remota de emergencia que se diseñó mientras las aulas estaban cerradas.

Fueron tres encuestas en las que el organismo consultó a 2.600 hogares, 21.500 docentes y 5.000 directivos de todo el país. Más allá de la enorme brecha de acceso digital que quedó en evidencia en el momento de la virtualización de las clases, hubo otros problemas que desnudó el traslado de la escuela a los hogares: el papel de los padres varones en las tareas escolares, la diferencia entre el proceso de las escuelas primarias y secundarias, y las capacidades docentes de cara al uso de tecnologías.

El espejo de nuestros días

Nadie puede sorprenderse de la sobrecarga femenina en el apoyo a las tareas escolares, pero la dimensión que arroja la encuesta no deja de impactar y expone la casi total desatención de los padres varones en ellas: los resultados señalan que nueve de cada diez adultos que acompañaron a los niños en la continuidad pedagógica fueron mujeres, quienes a su vez debieron compatibilizar el apoyo escolar con las tareas domésticas, de cuidado y el trabajo formal a distancia o, en algunos casos, presencial. Si a esto se le agrega que el 78 % de las maestras también son mujeres, queda en claro que son ellas quienes sostienen el sistema educativo argentino.

La desorganización de la escuela secundaria sería otro de los grandes temas que se pusieron en evidencia. Y todos coinciden en la necesidad de reorganizar el nivel medio teniendo en cuenta que solo se recibe en tiempo y forma el 55 por ciento de los estudiantes. En julio, cuando se realizó la encuesta, los maestros primarios y de nivel inicial duplicaron a los profesores de secundaria en la capacidad de adaptar sus propuestas de enseñanza a la virtualidad. “Está claro en las respuestas que la mayoría encontró dificultad en sostener una continuidad pedagógica que replicara la estructura organizacional y curricular de la escuela secundaria. Esto es: diez u once docentes comunicándose con cada estudiante a través de vías virtuales. La propia organización de la secundaria vuelve más complejo el trabajo institucional articulado e integrado que requiere la continuidad pedagógica virtual”, subrayó la secretaria de Evaluación e Información Educativa, Gabriela Diker, en su exposición en la Semana Virtual Unipe Federal 2021. También dijo: “A futuro las políticas educativas tienen que abonar un trabajo más integrado entre las distintas materias, disciplinas y áreas. Estamos en condiciones de compartir la necesidad de ir hacia una mayor integralidad en el trabajo pedagógico y curricular de la secundaria”

Pero la virtualidad no impactó de la misma manera en todas las disciplinas. Según la encuesta los docentes de Matemática, por ejemplo, revelaron que les costaba encontrar recursos de la web para explicar sus temas y debieron recurrir a autograbaciones de audios o videos para abordar sus clases. Los profesores de Lengua, en cambio, pudieron utilizar con mucha más frecuencia recursos disponibles en los entornos virtuales para complementar sus clases. “Estas cuestiones –señaló Diker– son centrales para definir políticas de capacitación, de producción de materiales, identificando sutilmente las particularidades por áreas de conocimiento.”

nueve de cada diez adultos que acompañaron a los niños en la continuidad pedagógica fueron mujeres. si a esto se le agrega que el 78 % de las maestras también son mujeres, queda en claro que son ellas quienes sostienen el sistema educativo argentino.

Cada pantalla es un mundo

Se sabe:  maestras y maestros tuvieron que apostar al esfuerzo y la creatividad para reemplazar la explicación escolar clásica al nuevo escenario virtual. El resultado es vaso medio lleno o medio vacío: aunque el 56 por ciento de los docentes declaró que previo a la pandemia no tenía ninguna experiencia en la producción en medios digitales y audiovisuales, más de la mitad de ellos produjo sus propios recursos pedagógicos. En el Nivel Inicial, fue donde más se utilizaron estas herramientas: el 88 por ciento de las maestras aseguró haber grabado clases para enviar a los hogares.

Ahora bien, hay un dato que podría ser alentador pero cuando se lo desmenuza deja entrever la enorme heterogeneidad que existe en el sistema educativo argentino: el 95 por ciento de los hogares respondió que recibió algún tipo de propuesta pedagógica durante el período de clases. Sin embargo, solo uno de cada tres estudiantes tuvo una continuidad pedagógica de alta intensidad, esto es: recibir tareas y devoluciones docentes diarias. En el otro extremo, un 10 % apenas mantuvo dos o tres veces por mes contacto con la escuela y un 5 % directamente no los tuvo. El otro 50 % desplegó una frecuencia disímil, entre esos márgenes. “La cara más preocupante de esta heterogeneidad es que profundiza la desigualdad: no hay dudas que cuando la escuela cierra sus puertas, la brecha crece”, sentenció Diker.

Las razones de las diferentes intensidades en el vínculo pedagógico fueron múltiples. Pero el disímil acceso a la tecnología aportó una gran parte y el Whatsapp se volvió uno de los grandes protagonistas de la pandemia. El 45 % de los hogares consultados, por ejemplo, no disponía de otro dispositivo que no sea un celular, de manera que esa app fue la principal herramienta de continuidad pedagógica. La mayoría de esos celulares –muchas veces compartidos en el hogar entre padre o madre que trabajaban y hermanos– eran con sistemas prepagos y datos limitados. Además, un 52 % de los encuestados no contó con una computadora de uso educativo exclusivo. Y tres de cada diez declaró no poseer un acceso fijo a Internet. Y esa barrera tecnológica afectó también a los docentes: solo uno de cada tres contestó que podía usar una computadora de manera exclusiva para enseñar.

Ante la incertidumbre del 2021, ahora hay varias respuestas pero muchas más preguntas: “Todas estas desigualdades muestran que hay que pensar otras formas de sostenimiento de la continuidad pedagógica para el 2021”, indicó Diker. Y resaltó: “Las dificultades tecnológicas no nos tienen que confundir. Aún si resolviéramos todas las carencias de conectividad y de dispositivos, persistiría el principal asunto que son las dificultades pedagógicas para sostener la enseñanza no presencial o combinada”. Casi la mitad de los docentes encuestados señaló problemas de orden pedagógicos: atender necesidades y ritmos personales, realizar seguimientos y retroalimentaciones adecuados, entre otras cosas. Y para reforzar la idea explicó que aún las en escuelas que pudieron sostener una alta intensidad pedagógica gracias a una amplia disponibilidad de dispositivos y conectividad dentro de la comunidad educativa, que utilizaron intensivamente las plataformas sincrónicas, “se terminaba por reproducir la clase presencial pero a través de la pantalla”.

“los problemas no son solo tecnológicos, donde la discusión pública puso el acento, sino que tenemos que trabajar mucho en términos pedagógicos para poner la tecnología al servicio de la enseñanza y de un mejor aprendizaje”, dijo gabriela diker.

En línea con esa mirada, la filósofa catalana Marina Garcés, autora del libro Escuela de aprendices (2021), decía en el programa Crisis en el aire: “Hay muchas formas posibles de no presencialidad. No todas tienen que pasar sólo por las plataformas online. Existen correos, existe la radio, existen las visitas en las calles, las pistas que nos podemos dejar en muchísimos lugares, los libros, las cartas. Tenemos muchas formas de relacionarnos a cierta distancia. Pienso que se ha reducido todo no sólo a un debate dicotómico si no a una batalla muy perniciosa entre los que están a favor o en contra de abrir escuelas, los que están a favor o en contra de la educación online ¿Qué es una escuela? ¿Qué es lo que se permite y qué no? Esas son preguntas que hoy podríamos realmente hacer nuestras para imaginar modos de estar juntos en la distancia relativa necesaria para también cuidarnos en tiempo de pandemia “

A pesar de las dificultades a la hora de adaptarse a las políticas de confinamiento, la encuesta del Ministerio de Educación concluye que las familias se comprometieron con el estudio de sus hijos y revalorizaron el trabajo educativo: el 85 % ponderó positivamente la labor de escuelas y maestros. En tiempos de muchas palabras tiradas al aire, estos resultados pueden ser un insumo vital para el desarrollo de políticas públicas en este 2021, un año en que la educación deberá seguir demostrando creatividad porque nada indica, por ahora, que haya vuelto la vieja normalidad. A este ciclo lectivo le espera una escuela híbrida o bimodal, donde la presencialidad se deberá complementar con la educación a distancia: con una mano en la tiza y la otra en el teclado.

 

Revista Crisis - 18 de marzo de 2021

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