Bancos de España: ¿todos estaban ciegos?

Optimistas banqueros hispanos ocuparon altos roles en el FMI, sin alertar sobre la debacle que se estaba gestando en su país.

Mientras España marchaba hacia una crisis inmobiliaria y bancaria que llevó al salvataje de sus bancos, dirigentes financieros españoles que ocuparon altos cargos hicieron la vista gorda a las inquietudes de que algo podría estar poniéndose muy mal.

El optimismo de los banqueros centrales de España que pasaron a altos cargos en el FMI se parece a la actitud de los funcionarios de EE.UU. que subestimaron años atrás la fuerza de un colapso inmobiliario que iba a paralizar a la banca y a la economía. Y pone de relieve lo complicado de que funcionarios de países asuman roles de supervisión en organismos internacionales que deben evaluar las políticas que ellos previamente condujeron.

Una nueva Torre de Babel

Mientras Europa evalúa avanzar hacia una mayor integración para intentar salvar el euro, cada vez se parece más a la bíblica Torre de Babel, por su incapacidad para completar su ambicioso proyecto debido a que sus habitantes no sólo no hablan el mismo idioma, sino que tampoco comparten el lenguaje político y económico.

Todos los reflectores apuntan a Alemania, Francia, Italia y España, las cuatro principales economías de la eurozona, que se pelean por las propuestas de unión bancaria, de emisión conjunta de eurobonos y de un mayor control de los presupuestos y las políticas económicas nacionales por parte de la Unión Europea (UE).

Europa en la senda de Weimar

Merkel y el diario Bild persuaden a los alemanes de que todo el mundo quiere su dinero. En primer lugar: se trata de una mentira. Y en segundo, hay mucho más en juego que el dinero. Si los alemanes le dan la espalda a Europa, la democracia estará en riesgo.

Una persona conduce en dirección contraria por la autovía. En la radio se advierte de un automovilista loco que conduce en dirección contraria. “¿Sólo uno?”, se dice el conductor. Angela Merkel es el conductor, Alemania el automóvil. Conducimos a contracorriente, contra toda razón económica y política, y además estamos orgullosos de ello. Nos dejamos convencer de que todo el mundo quiere “nuestro dinero”. En primer lugar esto falso y en segundo, está en juego mucho más que nuestro dinero.

¿Llegaremos a tiempo?

España se encuentra en un momento determinante. Las malas noticias económicas y financieras de las últimas semanas, de los últimos días, de las últimas horas, nos sitúan en una encrucijada donde cualquier elección es difícil.

La ciudadanía y la opinión pública buscan a los economistas y encuentran economistas que vaticinan terribles consecuencias en un vano intento de engrandecer su valía haciendo predicciones más grandes que ellos mismos. Incansablemente nos repiten que los niveles de bienestar alcanzados no son sostenibles y que es necesario que recibamos menos prestaciones sociales, peor educación, peor salario, peor atención sanitaria. La austeridad forzada tiene un nombre: se llama pobreza. Alegan que, para ser competitivos, tenemos que ser más austeros, esto es, más pobres. Y proponen reformas que se concretan en reflotar la banca privada con fondos públicos, rebajar más si cabe la progresividad de nuestro sistema fiscal, reducir pensiones y prestaciones por desempleo, y privatizar ¡qué ridículo! lo poco que queda del sector público empresarial cuando realmente lo que pretenden es privatizar la sanidad, la enseñanza y las pensiones. Y presentan sus reformas como la única salida a la crisis. Mientras, la ciudadanía va perdiendo confianza en lo que la ciencia económica puede ofrecer si es eso solo lo que ofrece.

La Europa que no vemos

La investigación parlamentaria británica sobre la relación de los medios con la dirigencia política y las decisiones de la Corte Europea de Derechos Humanos sobre la propiedad y el pluralismo en radio y televisión tienen pálido, tendencioso o nulo reflejo en los grandes medios argentinos, tal vez porque arrojan luz sobre algunas de las cosas que se discuten, o que deberían discutirse, aquí.

El ex primer ministro conservador John Major reveló ante la comisión investigadora el pliego de condiciones que le presentó el empresario Rupert Murdoch. Major dijo que aquella cena del 2 de febrero de 1997 era inolvidable, “porque no es frecuente que alguien se siente frente a un primer ministro y le diga: ‘Me gustaría que cambie su política, porque de otro modo mi organización no podrá apoyarlo’”. La declaración de Major demuestra que no bromeaba cuando le dijo a Bill Clinton que “un mundo sin periodistas sería un mundo feliz”. Admitió que “había sido demasiado sensible a lo que escribía la prensa”, en la que “me enteré de que pensaba lo que nunca pensé, que dije lo que no había dicho y que estaba por hacer lo que no me proponía hacer. Era desgastante y a menudo reaccioné en forma excesiva”. También criticó la forma “indigna” en que su vencedor, Tony Blair, y el actual primer ministro David Cameron cortejaron a Murdoch. Hasta el viceprimer ministro de Cameron, el liberal demócrata Nick Clegg, cuestionó a los políticos, que “se inclinan y se arrastran” ante Murdoch.

Cuando 100.000 millones de euros no arreglan gran cosa

Defendiendo que España recibiera uno de los mayores rescates de la eurozona hasta el momento, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy lo describió como una victoria tanto para España como para el proyecto europeo. "La credibilidad del euro es lo que ha salido ganando", declaró a los periodistas antes de volar a España para ver a España enfrentarse a Italia en ese otro eurotorneo deportivo. "Si la situación bancaria no estuviera resuelta, no iría".

¿Resuelta? No tan deprisa. Sea lo que fuere que pueda decir el señor Rajoy, o la Casa Blanca o el FMI, el acuerdo que se anunció el sábado por la tarde resuelve muy poco, pero en cambio deja abiertas muchas preguntas: para Madrid, para el español de la calle, para los bancos del país y para el euro. La única cosa que es absolutamente segura es que la aceptación por parte del señor Rajoy de una línea de crédito de 100.00 millones de euros (80.000 millones de libras esterlinas) señala una fase en la crisis del euro. En primer lugar, confirma que la escala del problema es bastante mayor de lo que anteriormente se había sugerido: la economía española es casi el doble de grande que los otros tres países que ya se encuentran en el pabellón de rescate del euro. En segundo lugar, no se puede descalificar a Madrid como una administración derrochadora al estilo de Lisboa o Atenas.

Reino de España: tras el rescate

El grupo de mayor vulnerabilidad de la población española son ya los niños. En toda la UE, sólo Rumania tiene una proporción mayor de niños que viven por debajo del umbral oficial de pobreza. Los jóvenes no lo tienen mucho mejor: más del 50% están en el desempleo, una proporción peor que la de Grecia; los mejores y más formados, emigran en masa, como sus padres y sus abuelos: a Alemania, a Inglaterra, a la Argentina. Y el paro a fines de este año, “en el peor escenario” previsto por los tecnócratas que han diseñado el rescate del sector financiero español decidido ayer, superaría ampliamente el 25% de la población.

En plena sintonía con estas malas nuevas, la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, dejó boquiabierto al auditorio la pasada semana –en la presentación del último libro de un periodista conservador barcelonés en el candelero madrileño— confesando como cariacontecida que, en el futuro mundo que nos preparan, “nuestros hijos vivirán peor que nosotros”.

Estampida de capitales en España

El escenario español tiene cada vez más parecido con el de la Argentina en 2001. Según datos del Banco de España, sólo en marzo, los fondos extranjeros y lo que inversores locales colocaron en otros países suman una fuga de 66.200 millones de euros.

El escenario tiene cada vez más parecido con el de la Argentina en 2001. El capital financiero huye de España. Según los datos del Banco de España, sólo en el mes de marzo pasado, entre las retiradas de capital de inversores extranjeros y lo que inversores españoles colocaron en el exterior, sumaron 66.200 millones de euros. Es el doble que en diciembre pasado y el peor dato que se registra desde 1990, cuando comenzaron esas estadísticas. Desde enero han salido 100.000 millones de euros y desde julio pasado –cuando todavía estaba Zapatero en el poder– 194.000 millones.

Responsabilidades por Bankia

Con la información fragmentaria, contradictoria, inexacta, cuando no tendenciosa, que recibimos sobre el deterioro patrimonial del grupo que ha dado lugar a Bankia es difícil poder establecer, por ahora, un marco de responsabilidades para sus anteriores gestores y los órganos reguladores. Llama la atención, en primer lugar, que no conste expediente alguno abierto por no haber presentado en su día las cuentas anuales del ejercicio 2011. Eso, junto a otros indicios, como la supervisión de la salida a Bolsa en la primavera pasada, dan en qué pensar. No menos llamativa es la falta de reacción de los accionistas que han visto su inversión reducida a menos de la mitad, máxime si la comparamos con la reacción de esta misma semana, en menos de cuatro días, de los accionistas minoritarios de Facebook que, por ocultación de minusvaloración del negocio, han demandado a los emisores y a los bancos colocadores.

Dejar el euro será traumático... pero peor será mantenerlo

Ya está cerca el desenlace de la tragedia griega del euro: es muy probable que este año o el que viene, Grecia declare la cesación de pagos de su deuda y abandone la eurozona.

Posponer la salida para después de las elecciones de junio, con un gobierno nuevo comprometido con alguna variante de las mismas políticas que ya fracasaron (austeridad recesiva y reformas estructurales), no restaurará el crecimiento ni la competitividad. Grecia está atascada en un círculo vicioso de insolvencia, pérdida de competitividad, déficits externos y una depresión cada vez peor.

La única forma de cortar este círculo es iniciar un default con abandono del euro, en forma ordenada y con coordinación y financiación del Banco Central Europeo (BCE), la Unión Europea (UE) y el FMI (la "troika"), de modo de minimizar los daños colaterales para Grecia y el resto de la eurozona.