Transformar el horror

Florencia Saintout
Hay un periodismo que ante la violencia produce un marco específico e interesado para impedir pensarla, en el que él es el que decide qué puede ser entendido o preguntado. De manera forzosa etiqueta que en determinados acontecimientos una explicación/ pregunta equivale a una absolución. Es ese periodismo el que intenta decidir hasta dónde podemos expresarnos y hasta dónde no, extorsionando con poder disciplinador. Parece decirnos: si piensan se corren riesgos y ojo... si se equivocan los vamos a castigar de tal forma que jamás se atreverán a pensar otra vez.

Pero hay que pensar. Y pensar y entender no es absolver.

El acto terrorista sufrido en París necesita una y mil veces ser interrogado.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué pasa lo que pasa? ¿Cómo haremos para que deje de pasar?

Si la crueldad extrema no es un destino ni un hecho de la naturaleza, sino que se produce históricamente, es necesario saber de qué se trata ese artefacto para poder hacerlo de otro modo. En esa capacidad de hacerlo de otro modo (de hacer el mundo de otro modo) se juegan las opciones por la paz.

Podemos hacer que creemos que se trata de un acto contra la libertad de expresión –que efectivamente lo fue– pero que no fue sólo eso, sino que Charlie Hebdo se inscribe en un acto más de horror global contra la posibilidad de la humanidad.

¿Cómo llegó a articularse el actual mapa global de violencias? ¿Qué papel ocupó en esa articulación una política norteamericana de terror sobre el mundo islámico, con objetivos inconfesables, pero que tuvieron que ver con el saqueo de sus recursos para el dominio del mundo? Si Bin Laden “salió de la costilla de un mundo arrasado por la política exterior norteamericana” (Arundhati Roy), ¿cómo fue haciéndose esa costilla, cómo fue teniendo la densidad de los huesos, su potencia?

¿De dónde aprendimos que tenemos que quedarnos solamente con las imágenes atroces de la venganza? ¿O la idea de que venganza es equivalente a justicia? Han sido los poderes, entre ellos los de la pedagogía mediática, los que nos lo han enseñado.

Y si creemos que algo de lo sucedido tiene que ver con los fundamentalismos religiosos, ¿existe sólo el fundamentalismo islámico? Por supuesto que no. Y más profundamente: ¿los fundamentalismos son naturales o son también producidos históricamente? Y en el caso del fundamentalismo islámico, ¿cuánto de éste ha sido construido en base a las necesidades de las políticas imperialistas norteamericanas, desde Reagan en adelante? Haciendo un camino en densidad, ¿por qué quedarnos con una explicación monocausal que diga que todo es culpa de los norteamericanos y listo? Es necesario pensar más aún: ¿qué ha pasado con los estados de bienestar europeos, que para hacer sus deberes con el poder financiero dominante sacrifican a sus poblaciones? ¿Qué pasó con los partidos que se decían de izquierda y que no dudan en correrse a la derecha? ¿Dónde quedó el humanismo denunciado en siglos por sus monstruos y esclavos pero que luchaba contra sí mismo para poder seguir imaginando un universal diferente? ¿Dejamos de imaginarlo?

También podemos pensar en las palabras y las cosas. ¿Por qué es que siempre términos como terrorismo, masacre, cacería, justicia pueden “expresarse con libertad” para algunos y otros están condenados al silencio? Sus muertes de a millones ni siquiera son consideradas muertes porque sus vidas no han sido consideradas vidas. ¿Por qué para el sistema de medios hegemónicos no vale la pena informar sobre ellas?

Y esto: ¿en qué medida crea un mundo de odio y violencias?

¿Quiénes son los que hoy festejan? ¿Por qué festejan pidiendo pena de muerte?

Recurrentemente: ¿qué posibilidades tenemos de que sea de otro modo?

Sudamérica está demostrando caminos muy distintos al del terror y la guerra para hacer lugar a la justicia, lo que pone a la región en condiciones de hacer una pedagogía de la paz inteligente y sensible.

Entender no implica dejar de tomar posiciones éticas y políticas. Entender no nos impide sentir.

Condenar la violencia es distinto a entender la violencia, pero una no se puede hacer sin la otra. Si no, no estamos condenando realmente.

Suscribo a lo escrito luego del 11 del septiembre por Judith Butler: “Si creemos que pensar radicalmente acerca de la constitución de la condición actual equivale a absolver a los que cometieron actos de violencia, congelaremos nuestro pensamiento en nombre de una moral cuestionable. Pero si paralizamos nuestro pensamiento seríamos incapaces de asumir una responsabilidad colectiva para la comprensión acabada de la historia que nos condujo a esta coyuntura. De este modo, nos privaríamos de los recursos históricos y críticos que necesitamos para imaginar y poner en práctica otro futuro, más allá del actual ciclo de revancha”.

En el contexto de un mundo cruel, nos queda mucho más que condenar el crimen y llorarlo. Nos queda transformarlo.

Florencia Saintout Decana de la Facultad de Periodismo Universidad de La Plata.

Página/12 - 12 de enero de 2015

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