Ante la situación en Brasil
Hoy, en Brasil, se ha avanzado un paso más en el proceso de desestabilización institucional que pretende perpetrar un sector del Poder Judicial, la Policía Federal, los monopolios de prensa y las fuerzas políticas que han sido derrotadas en las últimas elecciones nacionales. Una desestabilización del orden democrático que tiene un objetivo principal: impedir que las fuerzas progresistas sigan gobernando el país y, especialmente, acabar definitivamente con el Partido de los Trabajadores y con su figura más emblemática, el ex presidente Lula.
Latinoamérica en Medellín
Esa ciudad clavada en un valle verde, de norte a sur, a mil quinientos metros de altura, está en el centro de América latina. En sus barrios populares, colgados de numerosas laderas montañosas, brilla el colorido de su presente y su historia. Pero además, una fuerza centrípeta nos lleva hasta allí, pues fue sede de la VII Conferencia de Ciencias Sociales de CLACSO, un evento académico de potencia global.
¿El final del ciclo (que no hubo)?
Frente a las dificultades de los gobiernos posneoliberales en varios países, algunos, con cara de arrepentimiento y voz grave, lamentan lo que sería el final del ciclo de los gobiernos progresistas en América Latina, sumándose, una vez más, a las voces de la derecha. Un ciclo que ellos nunca reconocieron que hubiera existido.
Antes, se decía que nunca había existido ruptura alguna, que los nuevos gobiernos eran la continuidad de los anteriores, tan neoliberales como aquellos. La Venezuela de Hugo Chávez reproduciría la de los gobiernos de Acción Democrática y de Copei.
Festejos y velorios
La derecha y parte de la izquierda argentina apoyaban a la derecha de Aécio Neves en Brasil. “Ganó la candidata que le conviene al establishment –afirmaba un alto estratega trotskista local– porque Dilma Rousseff tiene un partido que puede contener la rebeldía social y Aécio no tiene esa estructura.” De hecho estaba afirmando que al pueblo le convenía el triunfo conservador. “¿Y vos a quién hubieras votado en Brasil?”, pregunta el periodista ultraconcesivo a Mauricio Macri. El jefe de Gobierno porteño le reconoce que hubiera votado por Neves. “¿No te parece un error reconocer públicamente que hubieras votado por el candidato que perdió?”, le vuelve a preguntar el profesional “independiente” mostrando su admiración. Y como se la dejó picando, el jefe de Gobierno porteño demuestra que nunca miente: “Yo soy así, yo siempre digo lo que pienso”.
El cambio: usos y aplicaciones
El Diccionario de la Real Academia Española no suele ser un recurso válido cuando se lo utiliza para discernir sobre cuestiones políticas o sociales. Pero es tanto el abuso de las palabras que se viene haciendo últimamente en la política –no sólo de nuestro país sino, en general, de nuestros países latinoamericanos– que es bueno ir a las fuentes para echar luz sobre lo que decimos.
Durante las campañas electorales en Brasil y Uruguay, las fuerzas opositoras –todas ellas ubicadas a la derecha política de quienes están ejerciendo actualmente el poder en esos países– han recurrido al argumento del “cambio” para señalar la necesidad de desplazar a los actuales gobernantes. Lo mismo ocurre en nuestro país, aun cuando formalmente no comenzó todavía la campaña electoral. No sobra recordar que la idea de cambio ha estado asociada históricamente a las fuerzas políticas de vanguardia, revolucionarios o progresistas, precisamente para oponerse al inmovilismo del poder instalado por minorías en función de su propios intereses.
Pero en poco más de la última década en América del Sur han nacido y prosperado otros gobiernos que hicieron del cambio su estilo de gestión y de las transformaciones una forma de entender el mundo. Aunque “el cambio” no tiene una explicación por sí mismo, sino que es apenas la indicación de que se quiere lograr algo diferente a lo existente o a lo actual, es válido retomar el concepto del escritor y pensador uruguayo Eduardo Galeano cuando señala que, “al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. Lo importante es lo que somos, y eso se demuestra con nuestras prácticas, con nuestras acciones. El quehacer de los actores carga de sentido el cambio que cada uno propone.
Así el ex candidato conservador del Partido Colorado uruguayo Pedro Bordaberry dijo, poco después de conocerse los primeros escrutinios en el país oriental que dieron la victoria al Frente Amplio y que concluyeron con una categórica derrota de su propia candidatura, que estaba dispuesto a dar su respaldo al candidato liberal Luis Lacalle Pou para que “que hagan mierda a Tabaré Vázquez”. Quienes tanto hablaron de diálogo, apertura y de colaboración, así se expresan en la derrota.
Mientras los sectores más conservadores quieren apropiarse de la palabra cambio, las urnas hablaron en Bolivia primero con un categórico triunfo de Evo Morales y en Brasil después, con una victoria de Dilma Rousseff, que los medios de comunicación más poderosos no dudaron en calificar de “estrecha” en segunda vuelta, dejando de lado los resultados de la primera y simplificando al extremo para presentar a toda la oposición como un único y coherente bloque de propuestas. Falso lo primero y falso lo segundo. Probablemente el sentido del cambio en el caso de Uruguay ha estado claramente expresado en las palabras de Bordaberry. El único propósito de la oposición es destruir al Frente Amplio –representado en este caso en la figura de Tabaré Vázquez– y lo realizado por esa coalición. En el caso de Brasil, el sentido del cambio propuesto quedó en evidencia en la reacción reflejada en los titulares de los diarios, incómodos con la victoria de Dilma y voceros “del cambio”. “Tras la victoria de Dilma Rousseff cae el Bovespa, se devalúa el real y se hunden las acciones de Petrobras más de 10 por ciento. La Bolsa de San Pablo abrió con una caída de 6 por ciento, que después se redujo a 3,77 por ciento; los papeles de la petrolera estatal se desplomaron y el dólar alcanzó su máximo desde 2008”, titularon para dar cuenta de la reacción ante el “cambio” que no se pudo lograr en las urnas.
Volviendo al Diccionario de la Real Academia. Tergiversar, según allí se señala, significa “dar una interpretación forzada o errónea a palabras o acontecimientos” o bien “trastrocar, trabucar”. Quizá se pueda aplicar al uso político que se pretende dar al concepto de cambio.
Para que no quepan dudas: cualquier semejanza o paralelismo con la realidad argentina... queda por cuenta del lector...
El Brasil de Lula sigue adelante
Por cuarta vez consecutiva, el Partido de los Trabajadores -PT- gana las elecciones presidenciales en Brasil que, también por cuarta vez, se han convertido en un plebiscito entre candidatos del PT y del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña, el partido de Fernando Henrique Cardoso). Esta vez la campaña tuvo avances y retrocesos, especialmente desde mediados de agosto hasta la segunda vuelta, a fines de octubre, y terminó con la decisión de los brasileños de seguir con el camino iniciado en 2003 con el primer gobierno de Lula.
En el enfrentamiento entre el modelo neoliberal de la oposición y la vía de salida del neoliberalismo del gobierno, por cuarta vez los brasileños han reafirmado el camino que Lula empezó. Serán por lo menos 16 años seguidos de gobiernos del PT, el período más largo de continuidad de un partido en el gobierno, en período democrático en Brasil.
“Este gobierno avanzó en DD.HH.”
“Este gobierno deja un legado importante en materia de derechos humanos, tal vez fue el que logró más avances después del fin de la dictadura, instaló el debate sobre la verdad y la justicia, y está abriéndose el camino para la revisión de la Ley de Amnistía, o mejor dicho autoamnistía” heredada de los militares, plantea Rosa Cardoso, integrante de la Comisión Nacional de la Verdad. El hablar pausado y a veces susurrado de la enjuta doctora Cardoso disimula la firmeza de carácter de esta abogada que con menos de treinta años, a principio de los años ’70, aceptó la riesgosa tarea de defender a la guerrillera Dilma Rousseff, presa por alzarse en armas contra la dictadura. Durante la charla con Página/12 Cardoso afirma que “nunca dudó” del compromiso de la presidenta, con quien mantiene una larga amistad, en esclarecer los delitos cometidos por la dictadura, y confiesa sentirse recompensada cuando ve a jóvenes militantes distribuyendo panfletos con la foto de Dilma cuando estuvo presa junto al lema de campaña “Corazón Valiente”.
El mapa se completó
El Partido Socialista Brasileño (PSB), con apoyo del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), ganó la gobernación del distrito federal de Brasilia, en tanto el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), aliado del Partido de los Trabajadores (PT), ganaba los estados Río de Janeiro y Rio Grande do Sul, según datos oficiales. En Brasilia, con 94 por ciento del escrutinio cumplido, el senador Rodrigo Rollemberg obtenía un triunfo irreversible con 55,57 por ciento de los votos contra 44,43 por ciento del conservador Jofran Freijat. Rollemberg –que tuvo el apoyo del candidato presidencial del PSDB, Aécio Neves, y de la ex candidata extrapartidaria del PSB, Marina Silva– sucederá en el cargo a Agnelo Queiroz, del PT, que aspiraba a ser reelecto pero quedó fuera de carrera en la primera vuelta. En Río de Janeiro, con 81 por ciento del escrutinio realizado, era reelecto Luiz Fernando Pezao con 56,41 por ciento de los votos, contra 43,59 por ciento de Marcelo Crivella, del Partido Republicano Brasileño (PRB). En Rio Grande do Sul, con 86 por ciento del recuento cumplido, José Ivo Sartori obtenía 61,23 por ciento de los votos contra 38,77 por ciento del actual gobernador, Tarso Genro, del PT.
Las claves de la alegría y el alivio
La victoria en segunda vuelta de Dilma Rousseff, el triunfo del Frente Amplio y, si se confirman las encuestas en boca de urna, la derrota en referéndum de la propuesta inhumana de bajar la imputabilidad de 18 a 16 años, tienen un mismo significado: cuando las construcciones son colectivas y generan candidatos, las alternativas nacionales, populares, democráticas y reformistas siguen convocando a las mayorías de Sudamérica. Es un significado de profunda legitimidad política que, en el caso de Brasil, puede leerse a partir de las claves que siguen.
1 Con el 51,64 por ciento, Dilma Rousseff se convirtió en la política de izquierda más votada del mundo. Obtuvo nada menos que 54.499.901 votos. El Partido de los Trabajadores y sus aliados ganaron el gobierno por cuarta vez consecutiva. El primer gobierno lo inició Luiz Inácio Lula da Silva el 1º de enero de 2003. El segundo el propio Lula, tras ser reelecto, cuatro años después. El tercer turno fue de Dilma, que asumió el 1º de enero de 2011. Y el cuarto lo empezará la misma Dilma desde el primer día de 2015. Cuando llegue el 1º de enero de 2019, el PT habrá cumplido un ciclo de 16 años en la presidencia del país más grande de Sudamérica.
2 El Partido de la Socialdemocracia Brasileña, el PSDB, sufrió su cuarta derrota seguida, aunque consiguió su mejor porcentaje en segunda vuelta desde 2002. Con el 48,36 por ciento, Aécio obtuvo el apoyo de 51.041.010 votos. Neves quedó posicionado en el primer nivel de los candidatos del PSDB. Los otros son el electo senador José Serra, con dos derrotas en su haber, y el gobernador paulista Gerardo Alckmin, con una derrota presidencial y a la vez imbatible en su Estado.
3 Los grandes medios de comunicación fueron otra vez protagonistas muy activos, pero apostaron a Neves y perdieron. Dilma tuvo la oposición decidida de la poderosa Red Globo, de televisión abierta, y de revistas como Veja, que alteró su día de salida y lo cambió de sábado a viernes para influir durante más tiempo cuando ya la campaña estaba cerrada. Veja traía en tapa el título “Ellos sabían todo”, con foto de Dilma y Lula. Aludía a las denuncias del cambista Alberto Yousseff por desvío de fondos de la estatal Petrobras. La nota interior no demostraba que el ex presidente y la actual presidenta supieran algo. Como en el resto de Sudamérica, los megamedios decidieron jugar un rol electoral. Y como viene ocurriendo desde 1998, por tomar el año de la primera victoria de Hugo Chávez, influyen en la vida cotidiana y pueden imponer temas de agenda pública, pero no determinan las percepciones populares, ni el voto.
4 El PT consiguió repetir el esquema de gobernar evitando la polarización y concurrir a elecciones polarizando. La polarización sacó de juego a Marina Silva en la primera vuelta y fortaleció la figura de Aécio como la gran esperanza del establishment brasileño. En la segunda vuelta, la polarización volvió a favorecer al PT porque logró aumentar su caudal en 11 millones de votos. Dilma pasó del 41,59 por ciento al 51,63 por ciento. Si se tiene en cuenta que los blancos y nulos bajaron del 9,64 por ciento al 6,34 por ciento, tal vez allí esté el origen de una parte de los sufragios de ayer. Otro origen, sin duda, es la cantera de los 22 millones de votos que formaron el 21,32 por ciento de Marina. Es obvio que no fueron en masa a Neves, como sugerían en las últimas tres semanas algunos análisis apresurados, porque de otro modo hoy Aécio y no Dilma sería el presidente electo para el próximo mandato.
5 El gigantesco Brasil quedó geográficamente partido. Dilma ganó por un margen muy amplio en todos los estados del nordeste. Alcanzó diferencias de hasta un 40 por ciento en Pernambuco y Bahía, que antes de Lula no votaban al PT. También triunfó en Río de Janeiro y volvió a ganar en el estado natal de los dos candidatos, Minas Gerais, donde el PT obtuvo la gobernación en la primera vuelta. San Pablo sigue siendo difícil de perforar: ganó Aécio por 65 a 35 por ciento.
6 Los sectores beneficiados por la reforma social votaron a Dilma en su mayoría. Será más sencillo refinar el análisis con nuevas y más amplias encuestas, pero el voto por el PT en el nordeste indica por sí mismo que tener luz por primera vez, y también agua, crédito, trabajo, heladera y aire acondicionado, fidelizó el voto de buena parte de los 40 millones de brasileños que dejaron de ser lo que el ultraderechista Jorge Bornhausen bautizó una vez como “raza maldita”.
7 Por séptima ocasión, Lula fue otra vez gran figura en una elección presidencial. El dirigente metalúrgico que hoy cumple 69 años volvió a ser protagonista. Lo había sido cuando perdió sus tres primeras presidenciales con Fernando Collor de Mello y con Fernando Henrique Cardoso (dos veces), cuando ganó dos veces y cuando impulsó la candidatura de su ministra y luego jefa de ministros Dilma Rousseff. Esta séptima aparición en una campaña presidencial mostró las diferentes aristas del líder sindical y político. Se destacó el jefe del PT, el político que coloca los temas de gobierno sin tomar prestada una agenda no propia; el que ataca a los adversarios sólo cuando corresponde, pero es capaz tanto de dosificar como de ir a fondo; el que quisiera mayoría parlamentaria propia, pero al no tenerla consolida las alianzas no sólo a izquierda sino a centroderecha, con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño. También el Lula que a esta altura no sólo puede contar su vida de nordestino con futuro de muerte, de hambre y de sed, sino su historia como el presidente que logró la mayor incorporación de habitantes a la ciudadanía política y social. El Lula que, además, cuando narra sigue siendo creíble.
8 El PT mantuvo las alianzas, pero reforzó su perfil. En cualquier alianza, una fuerza siempre es hegemónica. El PT no sólo sigue teniendo la presidencia y tendrá la mayoría de los ministros sino que no vaciló en combinar el realismo político con una reafirmación de identidad incluso estética. Lula habló en los últimos actos con la camiseta roja del PT. Para confirmar esa identidad, tanto él como los otros dirigentes usaron también la camiseta con el estampado de una cara de Dilma joven y anteojuda. La foto de Dilma cuando fue presa y torturada por la dictadura.
9 El desafío del PT será enorme en lo político y en economía. Los dirigentes oficialistas decían en las últimas semanas que tenían por delante la obligación de reflexionar sobre su relación con la sociedad, sobre el aletargamiento de la militancia y sobre políticas de gobierno, pero que sin duda pensarían más tranquilos habiendo ganado. Anoche mismo, Dilma insistió en su bandera del último año, una reforma política que entre otras cosas termine con el financiamiento electoral privado y evite así toda fuente de corrupción. Otro desafío evidente será la construcción de un candidato o candidata, porque Dilma no podrá ser reelecta en las elecciones de 2018 y Lula estará por cumplir 73 y hasta ahora su idea es ser carta de reserva. Y está el desafío inminente de una economía que no crece.
10 Dilma y Lula consiguieron la victoria electoral más importante de los proyectos de reforma con inclusión en Sudamérica. El triunfo en Brasil fue recibido como propio en la Argentina, Uruguay, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Chile, y con satisfacción por el colombiano Juan Manuel Santos, que por Twitter felicitó y dijo que espera “seguir trabajando por el bien de nuestros dos países y la región”. La derrota de Aécio Neves, que pregonaba un cambio externo para Brasil, consolida la chance de fortalecer el Mercosur, de afirmar Unasur como cruce de políticas diversas e integración energética y de infraestructura, y de extender la alianza hasta Cuba con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la Celac. Anoche fue palpable que las fuerzas afines al PT en Sudamérica sintieron lo mismo que los votantes de Dilma. No sólo alegría. También un enorme y placentero alivio.
Todos contra Dilma
El fenómeno se repite –en Bolivia, en Argentina, en Ecuador o en Brasil–. Sectores que salen de gobiernos –o que siempre se habían opuesto a ellos–, supuestamente por la izquierda, recorren una trayectoria que los conduce a ubicarse en oposiciones de derecha.
Evo Morales, Rafael Correa, los Kirchner, Lula y Dilma habrían “traicionado”. Y se habrían vuelto peores que otros, porque siguen haciendo como si defendieran las mismas posiciones que los han proyectado como grandes líderes nacionales. Por ello tienen que ser frontalmente combatidos, derrotados, destruidos, sin lo cual los procesos políticos seguirían retrocediendo, no podrían avanzar.