“Los bancos programan la crisis para ganar con ella”
–Por experiencia, ya sabemos cómo terminan las políticas de ajuste. ¿A usted no le sorprende este error de diagnóstico de los líderes europeos entre lo que se busca y lo que resultará de estos ajustes?
–No se trata de un error de diagnóstico. Las crisis están programadas para ganar con ellas. Los mismos que arman los ataques especulativos son los que están al mando de estas políticas. Pasó en Estados Unidos, con la crisis de la deuda. No había ninguna razón objetiva para pensar que podía ir al default. No había ninguna cuestión económica que le impidiera pagar una deuda en dólares, cuando es el país emisor de los dólares. No había ninguna cuestión técnica que le impidiera seguir endeudándose. Y sin embargo se armó una ficción política de un techo al endeudamiento cuyo propósito era justificar el ajuste que luego se vino, obligando a la población a pagarlo. Ahora sucede lo mismo en Europa, que empezó por Grecia: Goldman Sachs armó el maquillaje para endeudar al país, y ahora la respuesta es más ajuste y privatizaciones. Que no resuelve el problema de los bancos acreedores, pero sí va a ser un gran negocio para los que se beneficien con las privatizaciones. Y además va a servir para dejar caer la cotización del euro.
–¿En contra del dólar? ¿Es una lucha de Europa contra Estados Unidos?
–Es una guerra entre facciones, que no necesariamente se definen por límites geográficos. Hay una línea de bancos estadounidenses y británicos de un lado, que disputan negocios contra los mayores bancos europeos del otro. Pero a su vez hay algún gran banco francés más ligado a los capitales angloestadounidenses, y otros norteamericanos vinculados con el capital europeo. Por ejemplo, Lehman Brothers. No es casual que cuando cae, en 2008, inmediatamente sube el dólar.
–¿Quiere decir que golpeó más a Europa que a Estados Unidos?
–A Estados Unidos le sirvió para justificar la enorme inyección de fondos a favor de la banca. Sin la crisis de Lehman Brothers, era inpracticable. Fondos que fueron a los mismos bancos que provocaron la crisis de las subprimes, fondos que fueron a inflar nuevas burbujas. Incluso ahora se reconoce que los recursos que aportó el sector público, por diversos mecanismos, fue diez veces lo que en su momento se reconoció. Llegó a 16 billones de dólares, una cifra equivalente al PIB estadounidense. Y fue a los bancos. El poder político no va a permitir una solución por vía de créditos al sector productivo, porque desnudaría la responsabilidad de los bancos y los llevaría a pagar los costos.
–Y de ahí el epicentro de la crisis se mudó a Europa...
–Que responde con más ajuste, más inyección de fondos a favor de los bancos. Empezaron con Grecia, pero tienen que seguir con otros países para mantener esta disputa entre facciones. Y otra vez se comprueba, como en el caso de Estados Unidos, que no hay cuestiones objetivas en la justificación de las políticas de ajuste, sino necesidades políticas de los grupos financieros que dominan la escena. En el caso de España, por ejemplo, hasta la crisis se observa que tuvo un mejor comportamiento fiscal que Alemania, con menos déficit, hasta que tuvo que socorrer a los bancos. Entonces no fue culpa del Estado, sino de los bancos. Y sin embargo la respuesta fue aplicar un duro ajuste. Ahora es el turno de Italia, donde se está desarrollando un fuerte proceso de desestabilización. Hasta lo de Libia es parte de la guerra entre facciones, en una lucha por el control del principal abastecedor de petróleo y gas para la Europa mediterránea.
–No le voy a pedir que me cuente cómo termina esta guerra, pero sí que hablemos de qué tipo de prevenciones debería tomar Latinoamérica ante este cuadro.
–No sabemos exactamente cómo termina, pero sí podemos percibir que estamos viviendo un proceso de creciente desigualdad y desequilibrio. Y a diferencia de otras crisis, que superado el episodio vuelven a restablecerse ciertas condiciones de equilibrio, ahora lo que se ve es que la distorsión en los precios relativos, de las materias primas, de los metales, no va a volver necesariamente a su curso. Porque están inflados por la especulación, medidos en monedas que también tienen un valor ficticio. Estamos viviendo un estado de fuerte desequilibrio en el que los capitales especulativos siguen teniendo el control. Estamos en una situación gravísima. Lo bueno es que la región tiene las herramientas para salir por sí misma de esta crisis. Tiene la solución en sus manos, no depende de nadie. Pero tiene que haber decisión política para aplicarla.
–Sintéticamente, ¿en qué consiste esa solución?
–Lo fundamental es desarrollar los instrumentos que estamos proponiendo para lograr desconectarse de los mecanismos de impacto inmediato de la crisis. Empezar a desarrollar el intercambio comercial con una moneda propia, distinta del dólar, para lo cual el sucre es una experiencia interesante. Crear nuestros propios organismos financieros de respaldo, como el Fondo del Sur. Y nuestras propias herramientas de financiamiento del desarrollo, como el Banco del Sur. Además, las economías de Latinoamérica son de las pocas que hoy están creciendo genuinamente en el mundo, y todavía con una enorme necesidad de obras de infraestructura para hacer sustentable en el tiempo ese crecimiento. Pensemos nomás en las obras que faltan en materia de energía, o en transporte para ligar todo el continente. Se necesitan sumas enormes, pero es una inversión de rendimiento seguro en el tiempo. Justo lo que necesitan hoy los mercados financieros de los países centrales: encontrar inversiones de largo plazo rentables y seguras, que sean más atractivas que la especulación de corto plazo. Hay que tener en cuenta que ésta es una crisis de abundancia de capitales financieros que no encuentran atractivos en la economía real. Hoy los bancos europeos ya ofrecen tasas negativas, es decir que les cobran a las instituciones o países depositantes por guardarles el dinero. Y a Latinoamérica lo que le sobran son proyectos de inversión rentables en el tiempo.
–¿Hasta qué punto han logrado avanzar los países de la Unasur en acordar criterios de financiación e impulso a este tipo de proyectos?
–Ahora mismo hay un debate acerca de si el BID, que está pidiendo participar, debe intervenir o no. Yo creo que no hay problemas en que intervenga, siempre que la agenda sea la que proponga el Consejo de Ministros de la Unasur. Ya sabemos bien cómo son las propuestas del BID y los límites que plantea, por ejemplo, a la financiación de proyectos de desarrollo. Si hablamos de energía, no tienen ningún problema en financiar la investigación en energías alternativas, como la eólica. Pero si queremos desarrollar en Latinoamérica una investigación sobre petróleo, ya sea para generar formas más eficientes de búsqueda o explotación, o para mejorar el medio ambiente, no hay recursos del BID. Lo mismo ocurre con los proyectos hidroeléctricos, a los que niegan el financiamiento. Entonces, hay una lógica de que los proyectos más rentables y el uso de recursos naturales ya conocidos deben quedar para el capital privado, preferentemente extranjero. Y los desarrollos más caros, menos rentables, para los Estados. Lo mismo sucede con la educación. Si se revisan los proyectos que financia el BID, se verá que siguen el modelo chileno, el de la educación arancelada en las universidades, por ejemplo. ¿Por qué tenemos que seguir esta lógica, que profundiza la dependencia?
–Lo curioso es que, además, el BID tenga esta política de restringir los recursos no porque no los tenga, sino cuando hay abundancia de liquidez en los mercados financieros.
–Hay algo más grave que eso: el BID ha perdido un cuarto de su capital social en tres años como consecuencia de haber invertido fondos en activos tóxicos en Estados Unidos. ¿Qué necesidad tenía de estar especulando con recursos que debían ser para el desarrollo y la integración regional? Además, lo hizo después de 2007, cuando ya la curva de rendimientos de estos activos indicaba que algo raro estaba pasando e iba a pasar en los mercados especulativos. Y lo siguió haciendo hasta 2010. Claro, mientras tanto maquillaba los balances para que no trascendiera. Pero recientemente un legislador estadounidense, Richard Lugar, los obligó a reconocer en una comisión del Senado que habían mentido. Y no es un senador de izquierda, es uno de los líderes del partido republicano.