La reforma laboral del siglo XXI con el sueño de la Argentina del 1900 y el informe de Bialet Masse
Entre las fortalezas del presidente Javier Milei está la de saber proponer un futuro venturoso. Es sin dudas una de las ventajas que lo llevó al triunfo en las pasadas elecciones de octubre frente a un peronismo que no dice mucho más que “frenar a Milei” con los votos y una izquierda que propone frenarlo con luchas.
Aunque no pase de agitar afirmaciones vacías del tipo: “Vamos a ser Irlanda en 10 años, Alemania en 20 y la primera potencia mundial en 40”, no puede negarse la eficacia de esta suerte de impunidad discursiva que sigue sosteniendo adhesiones.
Este horizonte venturoso reclamaría hoy con urgencia una reforma laboral. Las razones supuestas son varias: actualizar las relaciones laborales frente a los cambios en el mundo del trabajo y las nuevas tecnologías, defender a las Pymes, darle derechos a los que no los tienen, acabar con el “empleo en negro”, etc.
La histórica Ley de Contrato de Trabajo de 1973 (o lo que queda de ella después de sucesivos recortes y reformas), los convenios de las distintas ramas de actividad y hasta la Constitución Nacional aparecen como trabas a esa “Argentina potencia” a la que Milei nos querría llevar. Más aún, ya aparece como un gran problema la ley 11544 de los años ’30 que impuso la jornada laboral de 8 horas diarias y 48 semanales.
En esta extraña pasión por entrar al futuro retrocediendo, en varias ocasiones el presidente ha señalado como un objetivo recuperar aquel país de comienzos del siglo pasado cuando “reinaba la libertad” y “éramos el primer país del mundo”.
No es fácil saber de dónde sacó ese lugar particularmente privilegiado en el ranking de las naciones del orbe, pero vale el ejercicio de detenerse en esta afirmación y en la idea de volver a aquella “edad dorada”, a aquel “paraíso perdido” que deberíamos recuperar para la felicidad de todo el pueblo argentino.
Allá por los primeros años del 1900 dirigía los destinos de la Argentina nada menos que Julio Argentino Roca; no voy a entrar en consideraciones sobre este personaje, simplemente me limitaré a recordar que no era izquierdista, populista, socialista, “wokista” ni nada que se le parezca.
Como presidente, don Julio Argentino le planteó a su ministro del Interior Joaquín V. González la preocupación por el estado de la clase trabajadora en la Argentina. González encomendó entonces una investigación sobre la realidad del mundo del trabajo a Juan Bialet Massé. Bialet Massé era una persona notable: abogado, médico, ingeniero agrónomo, constructor y docente, había nacido en España, de donde debió exiliarse y, luego de recorrer varios países europeos, llegó a la Argentina en 1874. Aquí trabajó como docente en las provincias de San Juan, Mendoza y La Rioja hasta que se instaló en Córdoba en la Estancia Santa María cerca de Cosquín. Dio clases en la Universidad de Córdoba e impulsó una serie de obras vinculadas al desarrollo de la economía; entre ellas fue el responsable de la construcción del Dique San Roque, por aquel tiempo el embalse más grande del mundo. Cuando el ministro González le encarga la tarea, Bialet Massé estaba en Rosario y trabajaba en forma simultánea como abogado de la Bolsa de Comercio y del Sindicato de Carreros de Rosario.
Apasionado del estudio y la investigación, meticuloso y obsesivo, Bialet Massé asumió la tarea con un compromiso y una seriedad notables. Durante largos meses recorrió 14 provincias -en tren, en carreta, a caballo, en barco- y fue deteniéndose en los más diversos lugares. Observaba la jornada laboral con sus distintas particularidades, charlaba con obreros y patrones, entraba en la casa de los trabajadores y en sus lugares de reunión, tomaba nota de todo y hasta realizaba personalmente distintas tareas para poder sentir las exigencias de la jornada laboral.
Su informe es lapidario. Son tres tomos de 400 páginas cada uno con datos, fotografías, diagramas y el repaso minucioso de los pesares de los trabajadores de los pueblos originarios, los obreros del ferrocarril, los recolectores de caña de azúcar, la peonada en las estancias, los mineros en sus socavones, los desmotadores del algodón, las mujeres en las más diversas tareas, los niños que padecían una explotación brutal que en no pocos casos los llevaban hasta la muerte
Bialet Massé comenta que inició su recorrida pensando que en la Argentina se trabajaba desde la salida el sol hasta el anochecer, pero se encontró con que en ocasiones la jornada laboral era aún más larga. La constante era la explotación ilimitada, la brutalidad patronal, los salarios de miseria, la falta de higiene más elemental.
A partir de este informe, buscando acabar con esa realidad horrorosa, Joaquín V. González escribió con la colaboración de Bialet Masse el primer Proyecto de Ley Nacional del Trabajo. El texto no fue aprobado, pero sentó las bases de toda la legislación laboral que se fue estableciendo en el país con el avance del siglo pasado al calor de los reclamos obreros.
¿Alguien en serio cree que alcanzar la “tierra prometida” para las mayorías, que convertirnos en la “primera potencia mundial”, que construir ese futuro venturoso pasa por volver a la brutalidad del 1900? ¿No resulta evidente que lo único que buscan el gobierno y el empresariado es aumentar las ganancias patronales quitándonos más derechos?
Con un sin la CGT habrá que organizarse para frenar esta nueva ofensiva y defender cada palmo de terreno conquistado históricamente con luchas y hasta con mártires. Pero además tenemos el desafío de ir más allá de esta legítima defensa y proponer otro futuro donde pongamos en el centro los derechos y los anhelos de las mayorías trabajadoras.
Fuente: Huellas del Sur - Noviembre 2025

