La escuela es en las aulas o no es escuela

Beatriz Chisleanschi


La intención de parte del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta de convertir a las plazas y calles de la Ciudad de Buenos Aires en escuelas ha sido motivo de debate, de manipulación y de campaña de desprestigio hacia les docentes que sostienen, con mucho de creatividad y un poco de reinvención, la tarea pedagógica desde el comienzo del ASPO (aislamiento social, preventivo y obligatorio).

La historia de la educación, así como la historia en general, es la historia de la lucha de clases, una lucha que se reaviva día a día y que la pandemia dejó expuesta con toda su crudeza. No sólo en materia de aislamiento y de supervivencia diaria, sino en la posibilidad de mantener la continuidad educativa, los sectores más vulnerables de la población quedaron al desnudo.

Según el informe “La brecha educativa en CABA” realizado por el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM):

  • Más de 30.000 estudiantes de escuelas públicas primarias y secundarias viven en hogares sin acceso a internet.
  • Más de 28.000 estudiantes de escuelas públicas primarias y secundarias viven en hogares sin computadoras.
  • Más de 19.000 estudiantes de escuelas públicas primarias y secundarias no tienen siquiera un celular propio para llevar adelante la continuidad educativa.
  • El Gobierno de la Ciudad ha entregado 11.200 computadoras para la continuidad pedagógica desde que comenzó la pandemia.

En cuanto el acceso a la TICS, señala el informe que: “mientras el 15% de la población mayor de 4 años en CABA vive en hogares donde no hay acceso a internet, un 42,3% de la misma no utiliza computadora. De esta manera, es posible verificar que el principal medio de acceso a las TIC es el teléfono celular, pese a lo cual, un 12,7%  de la población de 4 años y más no posee siquiera un teléfono celular”.

Ante este cuadro de situación, y mientras la comunidad escolar continúo con su compromiso educativo de brindar conocimiento, contención, Jornadas y  espacios ESI (Educación Sexual Integral), respetar las fechas patrias y hasta ceder parte de su salario para engrosar las magras viandas que otorga el GCBA, aún cuando sus sueldo fueron congelados al mes de febrero, el periodista Miguel Wiñazki en su columna del día sábado 19 de septiembre en el diario Clarín escribe “El miedo a la educación, la expropiación militante de la enseñanza y el imperio del cepo total” , y tiene la desfachatez de arrancar con la siguiente afirmación Los fervorosos militantes de la ignorancia han propalado un axioma para ellos indiscutible: “La plaza no es la escuela”Le tienen miedo a la educación”.

En principio, y bien lo sabe Wiñazki que, además de ser periodista es filósofo y fue docente de la carrera de Ciencias de la Educación en la Universidad de Morón, desde la conformación del Estado Moderno, la escuela es escuela sólo en las aulas. Sin aulas, sin construcción colectiva del aprendizaje, no hay escuelas. Y también, conoce al dedillo que la responsabilidad sobre las escuelas y la educación pública – desde Sarmiento y su Ley de Subvención Nacional de 1871 primero, que facultaba al Tesoro Nacional a financiar las iniciativas de la Educación Pública y la Ley 1420, luego, que establecía el carácter universal, público y gratuito de la educación, hasta acá- es del Estado, que es el garante de financiar, ordenar, administrar y establecer el funcionamiento de la educación en el país.

Lejos de preguntarse acerca del rol que ejerció el Estado que administra la Ciudad de Buenos Aires, respecto a garantizar la conectividad de los 6.500 alumnes que quedaron sin continuidad pedagógica durante los meses que llevamos de pandemia, o más aún, observar cómo afectó la disrupción del Plan Conectar en esta realidad actual, Wiñazki trata a les docentes de ignorantes y de tenerle miedo a la educación. Una actitud semejante a la que tuvo, el pasado martes 22 de septiembre, el periodista Luis Novaresio cuando, en su programa por Radio La Red, trató con desprecio de clase a una docente que fundamentaba su desacuerdo de dictar clases en las plazas y aprovechó para criticar a la dirigencia gremial docente.  Saltó la liebre, diríamos popularmente.

Pero, sigamos con Wiñazki, quien expresa en otro párrafo de la nota señalada Se oponen así a la posibilidad de dar clases al aire libre. Es curioso porque el origen histórico de la escuela es precisamente la plaza pública. Los procesos cívicos de instrucción juvenil en Grecia, por supuesto, pero en todas partes, comenzaron al aire libre, conjugando gimnasia con álgebra, lenguaje con recreación, artes militares con filosofía y danza. Pero aquí y ahora nada de eso es posible.” ¿Cae en otro error el filósofo, periodista o se trata de simple manipulación?

La plaza pública, o Ágora griega, distaba mucho de las plazas actuales que son lugares de esparcimiento y recreación. En la Grecia antigua, el Ágora, era el lugar de encuentro y reunión donde se desarrollaba la vida política, social e incluso comercial y religiosa del pueblo.

Sin embargo, la educación era brindada en espacio creados especialmente para ello. Hablar de la Grecia antigua es hablar, fundamentalmente, de Esparta y Atenas.

La sociedad espartana era esencialmente agrícola y guerrera, y en torno a ello giraba la formación. Asegurar la superioridad militar era el fin supremo de la educación, disciplinada rígidamente mediante la gimnasia y controlada por el éforo, que eran 5 magistrados pertenecientes a la nobleza. Muy pocas personas sabían leer y contar pues despreciaban todo aquello que no sirviese para la guerra. Las clases más bajas, conocidas como “ilotas” eran sometidas a lo más abominable: los embriagaban, los hacían desfilar burlándose de ellos y no se le permitían el acceso a la gimnasia, impartida en los Gimnasios.

Formar a la clase dirigente resultó el ideal educativo de la Grecia ateniense. El concepto o la idea de virtud era incompatible con el obrero o el esclavo. Las actividades desvinculadas del trabajo, consideradas distinguidas, eran los “diagogos”. En la medida que crecía el aspecto diagógico, la sociedad de Atenas comienza a sentir la necesidad de un lugar físico donde se les enseñe a leer y contar. Gozadores de la poesía, el arte y la filosofía asistían a la “palestra” a la mañana (donde aprendían a ser guerreros) y a la “Escuela de Música” por la tarde, llamada así en honor a las “musas”.

Aclarado este punto, ¿está mal dictar clases en las plazas? No, de hecho, muches docentes lo hacen, pero como parte de un proyecto pedagógico, un día puntual, con autorización de las familias y de las autoridades pertinentes.

¿Está mal dictar clases en plazas en plena pandemia? Decididamente, sí. No son lugares aptos para recuperar lo que no se pudo trabajar durante el año por ineficiencia del Gobierno de CABA, no hay baños y, en este contexto, no son recomendables los baños públicos, no estarían con sus docentes, sino con promotores pedagógicos, muches viven alejades de las plazas y el traslado es riesgo de contagio.

Por otra parte, hay 6.500 computadoras y un plan de acceso a internet instrumentado por el Ministerio de Educación de Nación junto con Enacom para poner a disposición de quienes no pudieron acceder a las clases virtuales. La pregunta sería entonces ¿Por qué Larreta mintió cuando dijo que tenían identificado a les 6.500 alumnes cuando ahora dicen que sólo conocen la identidad de 1.500? ¿Por qué apeló al fallo judicial que lo obligaba a distribuir computadoras? Apelación que le resultó positivo.

La nota/opinión de Miguel Wiñazki está cargada de ironía con una clara pretensión de ubicar a les docentes, y a sus representantes gremiales, que se oponen a dictar clases en plazas y calles con una clara fundamentación pedagógica y de cuidado de la salud, en les culpables de la discontinuidad escolar. Para ello utiliza palabras como cepo, crueldad, ejecución, militancia, cruzada, desconocimiento, autoritarismo, ignorancia, y podríamos seguir. Todas ellas cargadas de una clara connotación negativa.

Obvia la nota señalar los esfuerzos diarios que les docentes realizan sin horarios, y utilizando todos los recursos a su alcance para no perder el contacto con les estudiantes, un esfuerzo que muy lejos está de los epítetos vertidos por el periodista.   Como muestra, bastan estas capturas de pantalla de una profe de Geografía de una escuela pública.



Aunque no la veamos, Cristina siempre está

No cabe duda, a esta altura, que mencionar a la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner (CFK), en cualquier momento y más allá de lo que se trate, es una obligación para quienes escriben en Clarín y, más aún, para quienes editan títulos o realizan notas de opinión.

Así es como Wiñazki en su nota opinión sobre la falsa dicotomía escuela-plazas, hace un malabar para incluir al Senado acusándolo de ocuparse de intentar “liberar de la escalada judicial a la vicepresidenta hacia la impunidad total”.

No explica el periodista que la Reforma Judicial, lejos de brindarle inmunidad a la ex presidenta, se la quita al ex presidente Mauricio Macri (MM) y les integrantes de su gobierno y le da garantías a la población general.  Mientras que las causas sobre CFK se caen una a una por falta de pruebas y por comprobaciones de “compra” de testigos, las de MM escandalizan por el chorreo al Estado durante los cuatro años de mandato.

Tampoco explica que los camaristas de los que tanto se habla en estos días, fueron impuestos por decreto de MM saltéandose los pasos legales para ser nombrados y que, lo que hace ahora el Senado, es volver hacia la legalidad.

Claro, poco importa mencionar todo esto. Es más, es una definición política-editorial no nombrarlo.

La nota/opinión de Wiñazki es un claro ejemplo de manipulación y de generación de odio. Parafraseando al Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero le diría “Miguel, no creas todas las notas que aparecen en tu diario”.

 

Revista PPV - 25 de septiembre de 2020

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