La desigualdad heredada

Marcelo Zlotogwiazda
El Capital en el Siglo XXI, el fascinante libro que el ya célebre Thomas Piketty presentó días atrás en la Argentina, dedica mucho espacio a mostrar la fuerte influencia que tiene la herencia sobre la desigualdad. Por ejemplo, en la página 488 el economista francés asegura que “las fortunas heredadas representan más de la mitad de las mayores fortunas mundiales”. Añade que “una estimación aproximada de 60 a 70 por ciento parece a priori bastante realista”.

En coincidencia con la visita de Piketty, las consultoras Wealth-X y NFP difundieron un informe elaborado entre ambas que sostiene que el conjunto de personas que individualmente posee más de 30 millones de dólares transferirá a sus herederos al menos 16.000.000 millones de dólares (16 billones) a lo largo de los próximos 30 años. La cifra equivale a casi el 7 por ciento de toda la riqueza mundial, si se toma en cuenta que el Credit Suisse calcula que esta última asciende a 240.881,000 millones de dólares.

Wealth X es una firma que provee información y servicios a personas con un patrimonio de más de 30 millones de dólares, que ellos definen como con riqueza neta ultra elevada (ultra high net worth – UHNW). NFP es parte de un grupo financiero especializado en “asistir a individuos, familias y empresarios en la formulación e implementación de estrategias para acumular, preservar y distribuir riqueza”.

El informe titulado Family Wealth Transfer Report proyecta que las 211.275 personas UHNW que hay en el mundo poseen una fortuna total de aproximadamente 29.700.000 millones de dólares, de las cuales 4.100.000 millones serán transferidos como donación o herencia en los próximos diez años, y 16.000.000 en los próximos tres decenios.

El trabajo desagrega los datos entre las principales economías. La proyección indica que en Estados Unidos se transferirán 6 de los 16 billones, seguidos por Alemania y Japón con alrededor de 1,5 billones cada uno.

También figuran las tasas máximas del impuesto a la herencia que se paga en los países sobre los que se informa. En Japón y Alemania la alícuota máxima es del 50 por ciento; en Estados Unidos llega al 40 por ciento a nivel federal, y en algunos Estados cobran hasta el 16 por ciento; el Reino Unido grava con un máximo de 40 por ciento; Italia tiene un tope de 8 por ciento; en Brasil, algunos estados cobran hasta el 8 por ciento; en China y en Rusia la herencia no tributa.

En su libro, Piketty ilustra que hasta 1980, coincidiendo con la llegada de gobiernos neoliberales, Estados Unidos y el Reino Unido llegaron a tener alícuotas máximas de hasta el 80 por ciento, y que Alemania supo tener en los primeros años de la posguerra una tasa marginal del 60 por ciento.

Es sabido que en la Argentina el impuesto a la transferencia gratuita fue eliminado durante la última dictadura militar, y que ninguno de los varios proyectos que fueron presentados en el Congreso tuvo empuje por parte del kirchnerismo o de alguna otra eventual mayoría parlamentaria.

El impuesto rige en la Provincia de Buenos Aires hace tres años con una alícuota máxima del 22 por ciento. En 2014 recaudó 180 millones de pesos, lo que representó el 0,2 por ciento del toda la recaudación provincial.

Piketty sostiene como “utopía útil” que una herramienta clave para evitar que la desigualdad siga aumentando sería un impuesto mundial a la riqueza con tasas progresivas, sostenido por la obligación de que los bancos suministren información. Mientras tanto, recomienda que los países aumenten la presión y la progresividad del impuesto a los ingresos o ganancias, y lo mismo con los impuestos patrimoniales, como por ejemplo a la herencia.

Durante su estadía en la Argentina, criticó con insistencia al Gobierno por no haber impulsado ninguna modificación relevante a Ganancias. Opinó que la tasa máxima de 35 por ciento no es elevada en términos internacionales, y podría ser incrementada. Además, cuestionó el hecho de que aumente el peso del impuesto por el efecto combinado de la inflación y el congelamiento de escalas; argumentó que si el Gobierno quiere que la gente pague más, no lo debe conseguir de esa manera sino explicándolo políticamente y en forma transparente.

El citado informe conjunto de Wealth X y NFP brinda una radiografía de la abismal desigualdad con la que está distribuida la riqueza en el mundo, que es el eje del exitoso libro de Piketty. Según los datos de ese reporte, los 211.275 UHNW, es decir, ese pequeñísimo grupo de los que poseen una fortuna mayor a los 30 millones de dólares, son dueños del 12,7 por ciento de la riqueza total.

La concentración sigue siendo obscena si se toman los millonarios. Hay en el mundo 16.660.000 personas con un patrimonio superior al millón de dólares que representan el 0,3 por ciento de la población adulta. Acumulan riqueza por 77 billones, que equivalen a un tercio del total.

Le sigue una clase media alta mundial conformada por 366,3 millones de personas que tienen entre 100.000 y un millón de dólares, y que representan el 7,5 por ciento de la población. Suman riqueza por 105,4 billones, equivalentes al 45,3 por ciento del total.

En un tercer escalón hay 1265 millones de personas (25,8 por ciento del total) con patrimonios de entre 10.000 y 100.000 dólares, que tienen en conjunto 36,3 billones (15,6 por ciento).

Y en la base de la pirámide sobreviven 3248 millones de individuos (dos tercios de la población mundial) que tienen bienes por menos de 10.000 dólares cada uno, y que entre todos son dueños de nada más que el 5,9 por ciento de la riqueza mundial.

En otro informe sobre el tema que difundió el lunes pasado, la organización inglesa de lucha contra la pobreza Oxfam ilustra la desigualdad en el mundo con una comparación tremenda: las 80 personas más ricas del mundo tienen tanto como la mitad más pobre de la población.

Revista Veintitrés - 23 de enero de 2015

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