La derecha francesa en bancarrota

Eduardo Febbro
La derecha francesa ya no lee los diarios en papel. Cortó los abonos anuales y sólo los lee por Internet. La doble derrota presidencial y legislativa le dejó las cajas vacías y, como herencia del ex presidente Nicolas Sarkozy, una deuda considerable. La UMP (Unión por una Mayoría Popular) sufre de tres males: no tiene líder definido y salió herida de la guerra sin cuartel entre dos facciones (la del ex primer ministro François Fillon y la del actual presidente provisorio de la UMP, François Copé), se quedó sin plata y, encima, está al filo de la navaja por la posibilidad de que el Consejo Constitucional no valide las cuentas correspondientes a la campaña presidencial del año pasado, que concluyó con la victoria del socialista François Hollande. “Sentencia de muerte para el partido”, “fin de la derecha de gobierno”... las frases lúgubres se suceden ante la posibilidad de que la crisis financiera por la que atraviesa la UMP se agrave aún más.

Si el Consejo Constitucional no acepta la contabilidad de la campaña, la UMP perdería los 11 millones de euros que corresponden al financiamiento de los partidos por parte del Estado. A finales de 2012, la Comisión Nacional sobre las Cuentas de Campaña y las Financiaciones Políticas (Cnccfp) consideró que el ex presidente Sarkozy había sobrepasado el límite de gastos autorizado. Este se eleva a 22.509.000 para un candidato que accedió a la segunda vuelta. Según el organismo, que depende del Consejo Constitucional, Sarkozy utilizó los medios ligados a su función de jefe de Estado durante su campaña electoral. Sarkozy ya interpuso un recurso ante el Consejo, mediante el cual puso en tela de juicio la forma en que la Cnccfp llevó a cabo los cálculos. Pero este episodio aún indefinido vino a sumarse a la crisis financiera por la que atraviesa la UMP, derivada de sus sucesivas derrotas, en las presidenciales primero y en las legislativas después.

Al cabo de diez años en el poder y con mayorías sólidas, las urnas complicaron el futuro financiero de un partido que, hace unos meses, declaraba orgulloso ser el “primer partido de Francia” (324.945 militantes). De los 35 millones de euros anuales que la UMP recibía del Estado, perdió 14 con la derrota de más de cien candidatos en las elecciones legislativas. Catherine Vautrin, tesorera del partido, reconoció que la UMP tuvo que “separarse de 50 empleados”. El movimiento, fundado por el ex presidente Jacques Chirac (RPR) y recuperado luego por Sarkozy con las siglas UMP, no escapó al clima general en el Viejo Continente: el ahorro a toda costa. El secretario general de la UMP, Michèle Tabarot, contó al vespertino Le Monde que “antes nos decíamos: hay que organizar este acto. Ahora reflexionamos más en el costo que en el impacto político que pueda tener”.

El legado de Sarkozy tuvo un efecto doble, sobre el país y sobre su propio partido. Durante los cinco años de su mandato, la deuda de Francia se incrementó en 600.000 millones de euros. Y esa deuda se hizo luego extensiva a la UMP. El partido conservador debe hoy 35 millones de euros y tuvo que pedir 55 millones prestados a cuatro bancos a fin de absorber sus déficit. A cambio, los bancos le impusieron una economía que se eleva a 10 millones de euros por año de aquí a 2017. Si no respeta el acuerdo, la UMP corre el riesgo de perder el edificio de su sede, comprado por unos 40 millones de euros a finales de 2011. En ese entonces, todos los sondeos pronosticaban la derrota de Sarkozy. El local es un símbolo y también un peso. La UMP está ahora dividida entre quienes aceptan vender la sede y quienes pugnan por conservarla para no perder la identidad. El plan de economía impuesto por la dirección es drástico: los responsables políticos electos bajo las banderas de la UMP pagarán en adelante el 5 por ciento de lo que ganan, contra el 3 por ciento de antes. Se acabaron las fiestas, los cócteles, las reuniones en los grandes hoteles, los viajes y los mítines costosos. Llegó la hora de apretarse el cinturón, a tal punto que la dirección de la UMP decidió no pagar más los hoteles si sus dirigentes viajan a menos de tres horas de París. Ahora están obligados a volver de noche.

La salvación podría venir recién dentro de cuatro años, en 2017, siempre y cuando la derecha gane las elecciones legislativas y recupere tanto sus electores como la financiación estatal. Esa perspectiva es todavía incierta, inclusive si la gestión socialista ha dejado un desencanto masivo. La impopularidad del socialista François Hollande es proporcional a la decepción que provocó su primer año de mandato. Sin embargo, la guerra que protagonizaron Jean-François Copé y François Fillon dejó a la UMP sin cabeza legítima. Hoy, la derecha no tiene un líder verosímil y la sombra de un posible retorno de Sarkozy hipoteca muchas ambiciones.

Página/12 - 14 de mayo de 2013

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