Autocrítica de un Nobel: errores y aciertos de Krugman

Hace poco, mientras limpiaba mi despacho en Princeton, me di cuenta de la naturaleza efímera de escribir sobre políticas: una gran parte de mis estanterías estaba llena de 30 años de libros sobre la trascendental década siguiente. Vaya.

Han pasado casi 10 años desde que empecé a escribir sobre la crisis financiera y la Gran Recesión. Todo empezó con mi diagnóstico de una burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, cuyo estallido yo sabía que sería malo, pero no tenía ni idea de que lo sería tanto como lo fue. En todo caso, ha habido un arco bastante coherente, y allí estaba yo reflexionando sobre mis aciertos y mis errores.

Krugman y Stiglitz llaman a votar por el “no”

Los premios Nobel de Economía estadounidenses Paul Krugman y Joseph Stiglitz se expresaron ayer a favor del voto al “no” en el referéndum que Grecia celebrará el próximo domingo 5 de julio, para decidir si Atenas acepta la propuesta de acuerdo planteada por los acreedores internacionales. “Votaría no”, indicó Krugman, muy crítico con las recetas de ajuste fiscal aplicadas en Europa para salir de la crisis. Por su parte, Stiglitz sostuvo que “un voto del sí significaría una depresión casi sin fin”, mientras que “un voto del no abriría al menos la posibilidad de que Grecia, con su fuerte tradición democrática, pueda tomar su destino en sus propias manos”.

¿De verdad puede Europa prescindir de Grecia? El cálculo fatalmente catastrófico

“Para Grecia, un Grexit representaría un gran shock a corto plazo, del que se recuperaría económicamente a largo plazo. Para nosotros, exactamente lo opuesto. A corto plazo, los costos son despreciables. A largo plazo, se aceleraría la decadencia de la UE. Impedir el Grexit debería ser la prioridad más destacada de la política alemana y europea. En interés propio.”

Quebrar a Grecia

Me he mantenido prudentemente callado en relación con Grecia: no quería gritar “¡Grexit”! en un teatro lleno a rebosar. Pero dadas las informaciones sobre las negociaciones en Bruselas, algo hay que decir: ¿qué se creen los acreedores, y en particular el FMI, que están haciendo?

Esta tendría que ser una negociación sobre objetivos de superávit primario y, luego, sobre una reducción de la deuda que eliminara la perspectiva de interminables crisis futuras.

La lección de democracia del “catalizador griego”

Con la decisión del gobierno y el Parlamento griego de convocar el próximo 5 de julio a un referendo para que los ciudadanos decidan si aprueban o rechazan el dictado de la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) –la Troika-, el gobierno de Syriza ha llevado la cuestión de la crisis de la deuda al lugar que le pertenece, o sea al nivel político de la decisión popular, para que el pueblo decida la crucial cuestión política de si la sociedad existe o no, de si el pueblo es soberano o no.

La deuda bilateral Germano Griega

La estructura de la deuda griega es mayormente oficial, con otras entidades públicas europeas, y con vencimientos de largo plazo a intereses bajos. Esta es una transformación de la deuda original que era con acreedores privados pero estos fueron rescatados y su deuda trasladada a los gobiernos. De esta manera, el verdadero problema para Grecia reside en la postura de sus acreedores, ya que éstos consideran que, si bien, la ruptura de las negociaciones profundizaría la crisis griega, los riesgos sistémicos para la zona euro y la Unión Europea serían muy inferiores a lo que habrían sido hace unos años, es decir, que la fase “grave” de la crisis del euro ya ni si quiera es comparable a cuando los bancos sistémicamente importantes -acreedores privados- estuvieron expuestos y con un riesgo latente de un efecto dominó que amenazaba a toda la zona euro. El enfrentamiento es entre el Gobierno Griego y el Gobierno Alemán, detentor de gran parte de la deuda privada rescatada.

Hormigas y cigarras

Después de una primera ronda de entrevistas para plantear su posición ante diferentes mandatarios europeos, el gobierno griego recibió el primer apriete de la troika, que considera a la austeridad como parte de los tratados ya vigentes. La respuesta de Tsipras fue inmediata: “Grecia no aceptará más órdenes, especialmente las enviadas por correo electrónico”, refiriéndose al estilo de “gobierno” que ejercen los tecnócratas de las entidades de crédito. Según el diario El País, “el único bálsamo que recibió fue la masiva manifestación ciudadana en apoyo al gobierno”, en referencia a los miles y miles de griegos que salieron el jueves a decir “sí” a su soberanía en las calles. No lo hacen por el chori. Lo hacen porque el nuevo gobierno griego los defiende a ellos. El apoyo popular no es “el único bálsamo”, sino la base de su legitimidad.

Fue una semana muy intensa. El martes, el primer ministro italiano, Matheo Renzi, y Tsipras sorprendieron al término de una reunión privada, cuando, con cámaras y micrófonos delante, Renzi le extendió a Tsipras su regalo: una corbata italiana. Se sabe que los miembros del gabinete griego –todos varones, dicho esto sea de paso– no la usan.

La rivalidad euro-dólar

La crisis de deuda soberana europea iniciada en 2010, que siguió a la crisis de las hipotecas subprime estadounidense de 2007-2008, reveló la fragilidad de los cimientos de la Unión Económica y Monetaria (UEM) de la Comunidad Europea, en marcha desde 2002, a través del euro como moneda única de curso legal.

Europa en riesgo de deflación

A nadie le gusta que suban los precios, pero hoy los 17 países de la Eurozona temen lo contrario: la deflación. En octubre, la inflación interanual se redujo hasta el 0,7 por ciento, el nivel más bajo desde 2009, muy lejos de la meta del 2 por ciento que tiene el Banco Central Europeo. Si a esto se le suma que, según los datos difundidos, el crecimiento descendió a un 0,1 por ciento, el panorama apunta a uno de los fantasmas más temidos: una combinación de estancamiento y deflación como la vivida por Japón desde principios de los ‘90. El Banco Central Europeo sorprendió a los mercados hace más de una semana bajando la tasa de interés de 0,5 a 0,25 por ciento, y dio un respiro a su sector exportador. Pero en entrevista con Página/12, Simon Tilford, subdirector del Centre for European Reform, en Londres, consideró que no será suficiente.