Entrevista a José Gabriel Palma

Por Cristina Ruiz del Ferrier y Horacio Rovelli

 

“Mi argumento es que (…) Trump podría perfectamente ser un monstruo de Frankenstein, construido a partir de componentes de nuestros héroes visionarios, aquellos que desinteresadamente introdujeron las reformas en América Latina: Los Siete Magníficos, quienes marcaron para siempre el neo-liberalismo de la región.

Su respeto por los derechos humanos, lo aporta Augusto Pinochet; su sentido estético, viene de Carlos Menem; su honestidad, de Carlos Salinas de Gortari; su apego a la democracia, de Alberto Fujimori; su profundidad ideológica, de Fernando Collor de Mello; su seriedad fiscal, de Alan García y su sanidad mental, de Abdalá Bucaram. El terror es que Trump ratifique la profecía de Hannah Arendt, aquella que ya se confirmó en el Chile de los torturadores y del grupo duro de los Chicago Boys: el peor mal lo hace gente insignificante.”

Cristina Ruiz del Ferrier – Horacio Rovelli: Para comenzar esta entrevista, quisiéramos preguntarle: ¿A qué asocia centralmente el difícil escenario político-económico que América Latina atraviesa en la actualidad?

José Gabriel Palma: –Unos más, unos menos, el panorama es uno de cuesta abajo en la rodada. Nunca he visto a una América Latina tan carente de ideas y ¡justo cuando más las necesitamos! En política económica el discurso hegemónico es el mismo de hace más de 30 años y el mundo ya no puede ser más distinto. En política comercial se repite lo mismo que antes del surgimiento de China (e India); en lo financiero lo mismo que antes que se desarrollara el monstruoso mercado financiero internacional actual; y en política industrial igual de perdidos (por ahí alguna buena intención, que jamás se concreta). Voces alternativas se siguen desechando como ruido. Nuestras economías están en un limbo y nadie parece tener idea cómo reenergizarlas −fuera de hacer más de lo mismo, ojalá mejor−. Nunca países de ingreso medio se han podido desarrollar en esa forma “vegetativa”. Quizás lo peor fue como nos farreamos el (mal llamado) ‘super-ciclo’. Cuesta encontrar nuevas capacidades productivas −salvo más de lo mismo en lo extractivo−. Al menos algo subió el gasto social. Y ahora que los precios de los commodities vuelven a niveles más normales el panorama es desolador: ajustes, desaceleración y más deuda. Nos farreamos una de esas oportunidades que cuando mucho llegan una vez por generación. Aunque un desastre como el actual es algo complejo y, de seguro, sobredeterminado si tuviera que identificar a dos prima donnas en la interacción de la indolencia, elegiría a nuestra elite capitalista (por su insustancialidad), y a la así llamada ‘nueva izquierda’ (por su marchitamiento ideológico).

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