El acuerdo de libre comercio que está a punto de ser suscripto entre el Mercosur y la Unión Europea

Entrevista a Diana Tussie* por Emiliano Guido
Argentina era el país más reticente a consensuar el acuerdo con la Unión Europea pero, evidentemente, decidió comulgar con Itamaraty" El reloj de las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea marca casi dos décadas. Las aspiraciones de los dos bloques regionales para firmar un acuerdo de libre comercio que pueda surcar las aguas del océano Atlántico comenzaron en 1995. El inicio fue en paralelo con las frustradas negociaciones abiertas con los Estados Unidos para firmar el ALCA. Finalmente, según dejaron trascender en los últimos días las distintas Cancillerías del Cono Sur, la rúbrica del acercamiento sería inminente. De concretarse, los países de la Cuenca del Plata estarían materializando el pacto comercial más significativo de las últimas décadas.

–A priori, ¿qué ventajas y riesgos comerciales abre un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, teniendo en cuenta la brecha competitiva entre ambos bloques?

–En principio, los riesgos son grandes, y las ventajas intangibles. Considero que el acercamiento entre los dos bloques se debe al realineamiento producido en la política económica argentina y, también, por el giro manifestado en la región en sus vínculos comerciales con el mundo. En el caso local, la indemnización a Repsol y el diálogo con el Club de París son ejemplos del cambio de timón señalado. Además, no olvidemos que Argentina tiene abierto un conflicto con Europa en la OMC por antidumping en biocombustibles. En conclusión, en Buenos Aires, y en el resto de las capitales socias del Mercosur, hay un reordenamiento en la estrategia que digita nuestro lazo con las potencias rectoras. Hay, por lo tanto, un deshielo en la tensión con Bruselas. Nuestros países, por usar una frase sencilla, pretenden ahora con más ahínco ser “ciudadanos del mundo” o, si se quiere, “doblar la servilleta como marca el protocolo”. Por supuesto, Brasil, es el país más interesado del Cono Sur en profundizar en este camino. Paraguay y Uruguay ya habían manifestado varias veces sus deseos de liberar el comercio con el Viejo Continente. Argentina era el país más reticente pero, evidentemente, el Palacio San Martín decidió comulgar con el eje propuesto por Itamaraty. Por otro lado, Europa también se está acercando a América latina e, incluso, a Cuba. España suavizó su relación con La Habana. Un hecho impensado en el inicio de la gestión de Mariano Rajoy.

–Mencionó que el acercamiento con la Unión Europea implica ciertos desafíos comerciales. ¿Podría precisarlos?

–Desconozco la letra chica de las negociaciones porque tratativas a tan alto nivel permanecen amuralladas hasta la finalización del acuerdo. Pero, igualmente, la matriz comercial del pacto que se está discutiendo con Bruselas desde el año 1995 no difiere mucho de la agenda librecambista promovida por Estados Unidos con su, finalmente, frustrado Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Por lo tanto, hay riesgos grandes de desequilibrios porque el tamaño de nuestro bloque regional difiere enormemente con la estatura geopolítica de la Unión Europea, que es una potencia hegemónica mundial. Luego, ¿dónde van a estar concentrados los beneficios comerciales en el corto plazo? Indudablemente, en el capítulo de la agroindustria. Eso conlleva aumento de la renta para un sector de nuestra elite pero, a largo plazo, al incrementarse el volumen de las exportaciones con origen primario porque la demanda externa será más sostenida, el valor de los alimentos a nivel doméstico acentuará su curva ascendente. En el segmento de la industria todo depende de la letra chica del acuerdo. Pero, puede anticiparse que en el capítulo de autopartes, o en electrodomésticos, estará centrado el nudo de las negociaciones. Eso sí, la desregulación aduanera nunca será total ni se materializará de un día para el otro en la relación intrabloque. Generalmente, en este tipo de acuerdos, la transición hacia el arancel cero puede demorar unos diez años.

–¿Por qué Brasil está más interesado que Argentina en liberar su comercio con la Unión Europea? ¿Influye en su giro el hecho de que la OMC está cerca de considerarlo un país de ingresos medios y, en ese caso, cedería muchas salvaguardas comerciales que hoy protegen su desarrollo?

–Ese motivo influye, pero no es trascendente. Al crecer su status en la OMC; quizás, Brasil deberá ceder posiciones en ciertos mercados. Por ejemplo, en la exportación de frutas. Pero esa es una razón micro. En todo caso, considero que hay una situación macroeconómica, de índole estratégica, que influye ahora con más gravidez en el proceso de toma de decisiones del gigante sudamericano. Entonces, repito mi lectura de la situación: Brasil ambiciona ser un ciudadano ordenado del mundo.

–¿Y ese giro también engloba a la Argentina? ¿Ambos países están haciendo sintonía fina con las reglas de juego que ordenan actualmente el sistema-mundo?

–Yo diría que Brasil se mueve en una dirección ambivalente: pretende ser parte del mundo, pero también reformarlo. Itamaraty no quiere patear el tablero de la arquitectura internacional ni especula con iniciar escaramuzas militares para ampliar su frontera. El Palacio Planalto no es el Kremlin, aunque ambas potencias emergentes sean parte del Brics (Brasil-Rusia-India-China-Sudáfrica). Entonces, Brasil decide rediseñar su traje de etiqueta económico para tener una silla asegurada en las mesas donde se definen los trazos gruesos del comercio global. Y este movimiento no fue una decisión estrenada por la jefa de Estado Dilma Rousseff. El presidente Lula da Silva e, incluso, el primer mandatario Henrique Cardoso iniciaron, antes, el nuevo mapeo en la política exterior de Itamaraty. Luego, evidentemente, Argentina decidió dar señales de cambio. El acercamiento a los organismos internacionales de crédito va en ese sentido. Además, nuestro país no podía quedarse sólo en el Mercosur. Porque no, solamente, Brasil quería estrechar su mano con la Unión Europea. Uruguay y Paraguay venían insistiendo hace tiempo en las cumbres regionales con la necesidad de estrechar lazos con Bruselas. Buenos Aires se resistía al acuerdo, aunque nunca lo admitió públicamente, pero el nuevo contexto regional pro Unión Europea –Chile posee su propio Tratado de Libre Comercio con el Viejo Continente– influyó para que el país no persista en una posición unilateral.

–Del otro lado del mostrador, ¿cómo procesa, a nivel interno, la Unión Europea su acercamiento con el Mercosur?

–Hay sectores de la UE que, por ejemplo, tienen mucho interés en invertir en la Argentina. Esos grupos, integrados por firmas poderosas en el rubro de las patentes farmacéuticas o en el segmento de las commodities, también hicieron notar su peso para que el Club de París distienda su posición con el país. Esas empresas, sobre todo, tienen su casa matriz asentada en Alemania, que es el indiscutido timonel del bloque comercial europeo.

–Por último, ¿cuáles son los actores económicos del Mercosur más reacios a firmar un marco de entendimiento con la Unión Europea?

–Seguramente, el sector automotor en su conjunto es el segmento económico que más reparos y exigencias va a levantar para cerrar un acuerdo macro. Pero, en esa discusión, la misma multinacional va estar representada en los dos bloques. Esa situación, aunque paradójica, no deja de ser cierta. Por lo tanto, es muy difícil anticipar como se desarrollará la disputa de intereses entre Volkswagen filial Argentina con su homónimo en la casa matriz alemana. Porque termina siendo una interna dentro de la empresa. Por último, puede haber tensión en el sector industrial pero siempre existe la posibilidad de flexibilizar el arancel gradualmente durante los años, o por cupos o volúmenes específicos de producción para no alterar la complementariedad económica.

–¿Cómo lee Estados Unidos la buena sintonía entre su pretendido patio trasero con su socio comercial número uno? ¿El acuerdo Mercosur.UE altera en algo su estrategia geopolítica interamericana?

–En principio, no es un movimiento favorable al Departamento de Estado porque Bruselas estaría afianzando su presencia extrarregional al sur del Río Bravo, donde Washington naufragó previamente con su intento de posicionar el ALCA. Pero, por otro lado, la agenda geopolítica de la Casa Blanca saldría reforzada con el apretón de manos entre el Mercosur y la Unión Europea porque habría más “ciudadanos del mundo” jugando las reglas instituidas del libre mercado internacional.

*Especialista en relaciones económicas internacionales y directora del Área de Relaciones Internacionales de Flacso

Miradas al Sur - 27 de abril de 2014

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