Carta Abierta: razones a favor de las reformas

El último documento de ese espacio incluye también una mirada crítica sobre el modelo sindical vigente y el tema medioambiental. Si habitamos el presente con angustia y entusiasmo es porque no creemos que el horizonte pueda ser definido por una idea de felicidad colectiva centrada en el consumo y en la reproducción del capital. Porque si hacemos política es porque vemos, en la escena contemporánea, los intersticios a expandir no sólo para la reparación de los muchos daños que vivió nuestro pueblo, sino también para la creación de formas de vida emancipadas. Nada de eso persistirá si triunfan aquellos que quieren acotar el kirchnerismo a una etapa casual del peronismo, transitoria y renunciable, declarando sucesores naturales a las derechas internas. Lo que está en juego no es poco.

En este párrafo del último documento público aprobado ayer por Carta Abierta, el número doce desde su creación, se resume buena parte de la última discusión sostenida en ese espacio. Con una aclaración importante: tratándose de los documentos de Carta, dada su riqueza, su extensión y su complejidad, cualquier recorte traiciona el espíritu de la agrupación. La última carta no habla sólo de la necesidad de impulsar una reforma constitucional ni alude sólo a una eventual re-reelección presidencial. Vuelve a poner la lupa sobre la crisis del modelo sindical argentino, subraya la preocupación por lo que tuvo de emblemático el asesinato de Mariano Ferreyra, se preocupa por el manejo de los recursos naturales y del medio ambiente.

El primer párrafo es una alusión a la vez delicada y enfática al problema de la sucesión del kirchnerismo, definido por la gente de Carta, “en primer lugar”, como “un modo de tomar decisiones bajo el acoso de severas circunstancias políticas”. “Continúa entre nosotros –dice después el texto– la tarea de desfondar el núcleo principal de creencias que selló, hace casi una década, la voluntad de revertir en el país los daños inferidos por una revolución conservadora indefendible, aunque sus consignas destructivas todavía se resistían a salir de escena luego de la formidable crisis del 2001, como lo prueba la votación del 2003, donde Menem aún ocupaba el primer lugar y el no muy conocido Néstor Kirchner el segundo.”

“Todo gobierno de raíz popular hoy está en riesgo y debe partir de esa premisa”, define el documento. Y luego de decir que “lo que está en juego no es poco”, se añade este párrafo: “No se trata de una oscura disputa de poder sino de la posibilidad de que lo sucedido y lo realizado no sea liquidado por los agentes de la repetición, ni conjurado por las fuerzas –múltiples y extendidas– del conservadurismo argentino, presente tanto al interior como fuera de la alianza electoral triunfante”. El texto aprobado sigue diciendo que “si hablamos de riesgo sin mordaza alguna, sin ningún condicionamiento a nuestro apoyo irrestricto a este proyecto popular, es porque el bloque del poder tradicional puede aparecer como vencido, pero simplemente posterga, hasta encontrar el momento adecuado para golpear sobre estas jóvenes democracias populares”.

Sobre el final, la Carta número 12 contiene estos párrafos: “Un nuevo cuerpo normativo, realizado y sostenido por un sujeto constituyente popular, debe establecer una barrera antineoliberal, en el reconocimiento de la multiculturalidad, la reconstrucción de la geometría del Estado, la inclusión de nuevas formas de propiedad, el dominio nacional-estatal de los recursos naturales, la protección del ambiente humano y natural, el reconocimiento de la salud como derecho y las responsabilidad del Estado para ofrecer respuestas integrales a la necesidad de salud de las poblaciones con eje en servicios públicos, el respeto a la heterogeneidad lingüística del territorio nacional, las relacionales colaborativas entre sociedad y Estado: en suma, el reconocimiento de áreas que requieren un gran debate imprescindible”.

Inmediatamente se plantea esta pregunta: “¿Cómo no reconocer que la Argentina necesita una nueva Constitución? El proceso de transformación en curso que en nuestro país reconfigura la nación es parte del fenómeno que recorre Suramérica. Y este fenómeno, sea que atraviese momentos de bonanza como de riesgo, merece una altura constitucional diferente”.

El documento llama la atención sobre la necesidad de un nuevo abordaje de la cuestión minera, la cual “no puede resumirse en un productivismo que omita que toda producción es un acto social responsable, ni por una concepción purista de la naturaleza que omita que es el trabajo humano el que la transforma en habitable; sólo que la habitabilidad colectiva regida por el trabajo debe hacer de éste un núcleo que albergue por igual las grandes funciones de la tecnología y las conquistas del pensamiento crítico, según las cuales toda relación del hombre con la naturaleza es en última instancia de carácter ético. Se demandan enfoques integrales que contemplen tanto la explotación de riquezas con potencia generadora de divisas, como el cuidado del ambiente y la integración de cadenas productivas que eliminen la lógica de persistentes economías de enclave, en las cuales la explotación se reduce a extraer y exportar minerales.”

Miradas al Sur - 26 de agosto de 2012

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