Violentos con máscaras

Luego de las manifestaciones que colmaron las calles de las principales ciudades brasileñas en junio y julio, parecía que las marchas seguirían hasta que algo ocurriese. Bueno: nada concreto ocurrió y las marchas perdieron fuerza. Al mismo tiempo se registró otro fenómeno, que pasó a ocupar las atenciones: grupos que salen a las calles destrozando todo lo que esté a su alcance. Así, el impacto de manifestaciones multitudinarias se desvanece mientras empieza a predominar el rechazo de la opinión pública a la actuación de grupos cuyos propósitos nadie parece entender.

Los días que conmovieron a Brasil. Las rebeliones de junio-julio de 2013

Una era de rebeliones a escala global
Junio de 2013 entrará en la historia de las rebeliones sociales en Brasil como fecha emblemática. Comenzó el 6 junio en San Pablo, con una marcha de aproximadamente 2.000 personas contra el aumento de tarifas en el transporte público. Los jóvenes del Movimiento Pase Libre (MPL) no podían imaginar que sacudirían al Brasil, con una explosión que sólo ha tenido antecedentes semejantes –al menos en su magnitud, aunque con formas bastante diferentes– en la Campaña por el impeachment (destitución) de Collor en 1992 y en la Campaña por elecciones directas en 1985, aún bajo la dictadura militar.

Brasil: "La otra cara del milagro"

¿Cómo se vincula el último estallido social brasileño con la inserción internacional del país?. Claroscuros de una política que condiciona a toda América Latina.

Cada vez más frecuentemente se leen o escuchan referencias al milagro brasileño. Un país que tardó tantas décadas en reemplazar el imperio por una república y en abolir la esclavitud, asolado por la miseria y bien latinoamericano, parecía en el siglo XXI aproximarse inexorablemente al liderazgo mundial. Brasil se transformó en la sexta economía mundial, un activo miembro del exclusivo grupo de emergentes premium, los BRICS, y un protagonista en foros multilaterales como las Naciones Unidas.

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Brasil sigue gritando

Varias semanas después de las primeras manifestaciones en las principales capitales estaduales de Brasil, las protestas continúan. Aunque con marchas menos masivas, los reclamos se profundizan. Los trabajadores retomaron las movilizaciones, que a diferencia de las que tuvieron lugar en junio, fueron organizadas y convocadas por las cinco principales centrales sindicales, quienes sumaron a las demandas iniciales reclamos por mejoras en las condiciones laborales.

Superar asimetrías

El pasado domingo se publicó en Cash la ponencia presentada por el profesor emérito Aldo Ferrer en Brasil en la “Conferencia nacional 2003-2013. Una Nueva Política Externa del Brasil”, que se llevó adelante en el país vecino hace unos días. En la disertación se evidencia la preocupación que tiene este gran intelectual con respecto a la relación entre Argentina y Brasil, dado que en dicho vínculo se encuentra una de las claves para el futuro devenir de la economía, la política y las relaciones internacionales de nuestro país.

Retrato de una mujer traicionada

Hace unos días la presidenta Dilma Rousseff ordenó liberar inmediatamente poco menos de mil millones de dólares para atender las enmiendas parlamentarias al presupuesto anual. Anunció, además, que en septiembre serán liberados otros dos mil millones de dólares. Esa montaña de dinero será empleada por los señores parlamentarios para atender intereses parroquiales de sus feudos electorales. En Brasil el presupuesto nacional, una vez aprobado por el Congreso, autoriza al Poder Ejecutivo a gastar, es decir, dice cuánto el gobierno puede disponer a lo largo del año, promoviendo cortes o ajustes. Impone un tope y nada más. No obliga al gobierno a cumplir lo que ha sido propuesto por él y aprobado por los parlamentarios. Es parte del juego. De la misma forma, es parte del ritual que, en el Congreso, la propuesta original sufra un sinfín de enmiendas de los parlamentarios. Ya la liberación de recursos para atender la demanda de diputados y senadores depende del Ejecutivo, en un ciclo vicioso de presiones y contrapresiones.

Los límites del lulismo

El Partido de los Trabajadores (PT) nació hacia fines de la dictadura como una fuerza antisistémica, de firme anclaje en los movimientos sociales, así como crítica de las experiencias del populismo desarrollista. Su carácter antisistémico suponía una oposición a los pactos entre élites que habían definido los momentos trascendentes de la historia política brasileña.

Un monstruo llamado opinión pública

Brasil vivió ayer el clima de resaca, luego de la formidable secuencia de multitudinarias movilizaciones populares que sacudieron al país a lo largo de las últimas dos semanas. Hubo nuevas manifestaciones y marchas, pero con bastante menos participación que las anteriores.

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La indecisión brasileña

Henry Kissinger, que a su condición de criminal de guerra une la de ser un fino analista de la escena internacional, dijo a finales de los sesenta que “hacia donde se incline Brasil se inclinará América latina”. Esto no es así de cierto hoy porque la marejada bolivariana cambió para bien el mapa sociopolítico regional; pero aun así la gravitación de Brasil en el plano hemisférico sigue siendo muy importante. Si su gobierno impulsara con fuerza al Mercosur y la Unasur o la Celac, otra habría sido la historia de estas iniciativas. Pero Wa-shington ha venido trabajando desde hace tiempo para desalentar ese protagonismo. Se aprovechó de la ingenua credulidad, o el acendrado colonialismo mental, de Itamaraty prometiéndole demagógicamente que garantizaría para Brasil un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, mientras la India y Pakistán (dos potencias atómicas) o Indonesia (la mayor nación musulmana del mundo) y Egipto, Nigeria, Japón y Alemania, entre otros, se quedan afuera.