Banco del sur: el futuro obligado

Jorge Marchini
A más de seis años de la histórica firma de su Acta Fundacional por los presidentes de la Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Venezuela (último acto de gobierno del mandato de Néstor Kirchner, 9 de diciembre de 2007) el Banco del Sur aún no comenzó a funcionar. Sin duda, la puesta en marcha no es simple, dada la necesidad inicial de lograr la aprobación parlamentaria de los países y establecer sus normas de funcionamiento. El proceso, pese a demoras y dificultades (por ejemplo, Brasil no completó su trámite parlamentario), pudo seguir adelante.

Hoy, el Banco del Sur se encuentra en condiciones formales para avanzar concretamente y convertirse en un corto plazo en una apoyatura financiera –positiva, original y distinta– para saber atraer y movilizar prioritariamente recursos y capacidades existentes en la región.

De todas formas, debe reconocerse que el marco económico y financiero regional cambió notoriamente en el último período, lo que es esencial al considerar cuándo se deberá pasar de la teoría a la realidad. Es preciso definir en forma concreta sus prioridades, políticas y proyectos, pero además definir cómo se podrá capitalizar/fondear en forma realista y efectiva un período de mayor estrechez fiscal y de disponibilidad de divisas de los países miembros y de condiciones crecientemente negativas en los mercados financieros internacionales para los países periféricos.

Por lo pronto, es necesario reiterar que el Banco del Sur no se propuso desde el vamos como un banco de desarrollo multilateral más, sino como una institución propia, original y diferenciada al señalar “que es indispensable diseñar una nueva arquitectura financiera regional orientada a fortalecer el papel del continente suramericano en un mundo caracterizado por la globalización financiera y comercial, consolidar la autonomía de las economías regionales, continuar mitigando su vulnerabilidad externa, procurar una mayor estabilidad de las mismas y beneficiar el aparato productivo que priorice las necesidades básicas de nuestros pueblos”, según su Acta Fundacional.

Más aún, si acaso el Banco del Sur apuntara a ser “más de lo mismo”, es decir tratara de competir por lograr fondos para sus créditos en plazas financieras globales, sus perspectivas serían muy poco halagüeñas al ser una institución financiera nueva y existir indudables prevenciones/oposición a su desarrollo por parte de gurúes y calificadoras de riesgo de países centrales Por cierto, estas circunstancias fueron anticipadas desde el vamos al afirmarse “que las estructuras económicas y financieras de América del Sur evidencian limitaciones en el desarrollo de los mercados financieros, lo que provoca que los ahorros nacionales fluyan hacia economías más desarrolladas en lugar de ser invertidos en proyectos de carácter regional”.

No se dio a conocer hasta el momento el primer plan de acción del Banco del Sur por parte de sus primeras autoridades ya nominadas. Lamentablemente, hay quienes aún quieren entender que el BdS debe ser una entidad secundaria a otras internacionales y no un impulso central de una nueva arquitectura financiera regional de captar ahorros regionales para inversiones regionales.

Sin duda, es preciso que los sectores y movimientos económicos y sociales avancen en la discusión y preparación de ideas-proyecto plausibles cuyo financiamiento sea viable por su fondeo con ahorros públicos y privados locales (por ejemplo, la utilización de canasta de monedas locales de acuerdo con la participación de proveedores locales, opción para colocación de instrumentos de ahorro vinculados a proyectos prioritarios y/o atractivos específicos, etcétera).

Para fortalecer su apoyo y perspectiva, será preciso que el Banco muestre en un corto plazo resultados efectivos sensibles para los pueblos y no para especuladores financieros. No debe convertirse en una entidad burocrática más, sino que deberá poner en evidencia –y sin demoras– la eficiencia, transparencia y efectividad en su funcionamiento.

Proyectos altamente viables como la fabricación complementaria de medicamentos genéricos por laboratorios públicos, brindar infraestructura educativa y sanitaria en regiones marginadas, la construcción de viviendas sociales, la promoción y garantía a la seguridad y la soberanía alimentaria nacional y regional con transferencias de tecnología y equipamientos, podrían ser presentados sin demora para ser puestos en la fila de proyectos a la espera y evaluación. Muchos más podrán, sin duda, ser presentados en la medida que el Banco del Sur implique más la participación social y su compromiso con los desafíos de un desarrollo armónico y complementario regional.

Es imprescindible finalizar con la especulación sobre “lo bueno que sería o quisiéramos que fuera el Banco del Sur”, y poner manos a la obra.

Miradas al Sur - 28 de junio de 2015

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