Diez años del CCC Floreal Gorini

Una década después del multitudinario acto inaugural, el Centro Cultural de la Cooperación se ha convertido en una referencia insoslayable de la ciudad de Buenos Aires. Por las grandes realizaciones, por el contenido ideológico que orienta su sostenida labor heredada del ideario del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos a lo largo de más de medio siglo, y por el manifiesto compromiso de ofrecer una agenda de actividades de relevante nivel académico, político y artístico. Situado sobre la emblemática calle Corrientes, en pleno centro porteño, aquella iniciativa de Floreal Gorini –que vió la luz el viernes 22 de noviembre de 2002– diez años más tarde ha logrado instalarse en la sociedad argentina en base a dos de sus objetivos fundacionales: aportar a la batalla cultural desde un pensamiento creador y progresista en sus ideas que diera respuesta a los efectos disgregadores del paradigma neoliberal, y formar nuevos intelectuales comprometidos con una filosofía solidaria, humanista y transformadora de la realidad.

Nuevas fronteras del sentirse joven

En las sociedades premodernas, el paso de la niñez a la adultez constituía un tránsito breve o incluso instantáneo, marcado por “ritos de paso” cuya violencia ofendería la conciencia del más multiculturalista de los antropólogos: los algonquinos, en el norte de EE.UU., tienen la costumbre de suministrar a los niños una droga alucinógena potentísima que les provoca amnesia e hipotermia y que tiene como objetivo borrar los recuerdos de la etapa anterior. Al cumplir ocho años, los vanuatu, en el Pacífico Sur, deben demostrar su masculinidad saltando de una torre de 30 metros de altura con una cuerda atada a los tobillos, como un bungee jumping pero desnudos y hasta que la cabeza roce el suelo. Los ogiek, en Kenia, son circuncidados cuando cumplen 13 años y luego abandonados en la selva, donde deben permanecer durante un mes viviendo entre los animales.

Tecnologías de comunicación, usos sociales y desigualdades

Es imposible dejar de reconocer que las tecnologías tienen cada vez más influencia en los procesos comunicacionales, culturales, educativos, económicos y políticos. Analizar críticamente las mutaciones y contradicciones de la era digital contribuye a rechazar la naturalidad con que algunos abordan el hecho de que las tecnologías están lejos de disolver las diferencias de accesos y usufructos de informaciones, conocimientos e innovaciones.

La verdad es que los beneficios de la expansión tecnológica no son distribuidos de manera igualitaria, porque dependen de condiciones socioeconómicas y culturales marcadamente desiguales. Las técnicas avanzadas son apropiadas por grandes empresas e actores privilegiados que disponen de poderío financiero, capacidad industrial y redes globales de distribución. Todo eso facilitado por las desregulaciones y privatizaciones neoliberales de las últimas décadas.

“Ni un muerto más por el agronegocio”

Organizaciones sociales exigieron justicia por el asesinato de Miguel Galván, ocurrido el miércoles pasado. Denunciaron la persecución y amenazas a campesinos e indígenas y reclamaron la sanción de una ley que frene los desalojos.

El Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-VC) y organizaciones sociales y políticas se concentraron ayer por la tarde frente al Congreso de la Nación para exigir “juicio y castigo a los responsables materiales, ideológicos y políticos del asesinato del campesino Miguel Galván”, ocurrido el último miércoles y por el que acusan al empleado de un empresario agropecuario que habría actuado como sicario. “Nuestra lucha va a continuar, no queremos ni un muerto más por la violencia del agronegocio”, dijo a Página/12 Ricardo Cuellar, integrante del Mocase-VC y representante del pueblo Lule Vilela, etnia a la que también pertenecía la víctima.

El agronegocio se expande con sangre

Un sicario asesinó de una cuchillada a Miguel Galván, un campesino indígena. Reclaman la sanción de una ley que frene los desalojos de territorios por cinco años.

La frontera del negocio sojero se sigue expandiendo, principalmente en el norte argentino, a costa de la sangre de muchos campesinos indígenas. Esta semana un sicario de un empresario agropecuario mató de una cuchillada en el cuello a Miguel Galván. Sucedió en el Paraje Simbol, a 400 kilómetros de la capital de Santiago del Estero, en el límite con Salta. Galván tenía 40 años, era de la etnia lule vilela e integrante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero Vía Campesina (Mocase-VC). Hace un año, en noviembre de 2011, otro miembro del Mocase murió asesinado: Cristian Ferreyra.

Mamá Tránsito

Como en los versos de Vallejo, la conmoción indígena tiene en Tránsito Amaguaña modulación propia. A los siete años empezó a trabajar, a los catorce la casaron y un año después nació su primer hijo. Las razones de la prisa estaban en la tierra y en la lucha social que había iniciado su mamá (sus padres eran huasipungueros, indígenas que trabajaban en beneficio de los terratenientes). Pero el casamiento con un hombre mayor para librarla de las violaciones del patrón de la hacienda no la protegió ni la hizo más libre, claro que no, sólo la cambiaron de dueño.

Cine Argentino. Entre lo posible y lo deseable

El pasado 1 de octubre de 2012 falleció, a los 77 años el cineasta, narrador e investigador Octavio Gentino.

Vinculado al peronismo, realizó con Pino Solanas el documental La hora de los hornos (1969), sobre el neocolonialismo y la violencia en el país y América Latina. En 1971 entrevistó con Juan Domingo Perón, exiliado en Puerta de Hierro, España. Realizaron los documentales: Perón, la revolución justicialista y Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder. En 1972 escribió y dirigió la película El familiar.

En su homenaje, reproducimos “Cine Argentino. Entre lo posible y lo deseable”, uno de sus trabajos.

Chávez, los mentirosos y el Infierno del Dante

En La Divina Comedia Dante Alighieri describe con artesanal minuciosidad los diferentes círculos del Infierno. Son nueve, pero nos interesa el octavo porque es el que está destinado a castigar a los mentirosos, entre los cuales sobresalen los malos consejeros, los charlatanes y los falsarios, gentes que mienten a sabiendas y sin escrúpulo alguno. Si el gran florentino tiene razón en su descripción las recientes elecciones venezolanas sumaron una enorme cantidad de candidatos a penar para siempre en ese círculo infernal.