Yuk Hui: La máquina viviente y el pensamiento cibernético Oriental

Javier Occhiuzzi


La Inteligencia Artificial ¿es un ser vivo? Al parecer según el ingeniero y filósofo honkonés, Yuk Hui, el desarrollo actual de la tecnología digital llegó a un punto en que se comenzó a cuestionar los fundamentos filosóficos del modelo mecánico-orgánico vigente. De Platón a Newton, pasando por Kant y Heidegger, el autor nos invita a cuestionar la idea occidental de lo que se entiende por tecnología. Su propuesta: el desarrollo de una cosmotécnica, o una filosofía poseuropea abierta a otras concepciones técnico productiva, no regidas por la sed de ganancia neoliberal.

Yuk Hui estudió ingeniería informática y filosofía en la Universidad de Hong Kong y en Goldsmiths College en Londres, con un enfoque en filosofía de la tecnología. Actualmente enseña en la Universidad Bauhaus en Weimar y en la Escuela de Medios Creativos de la Universidad de Hong Kong. Desde hace una década viene publicando una serie de trabajos e investigaciones en donde desarrolla una posición que se ubica en el medio de las corrientes de pensamiento tecnológicas más optimistas surgidas del Sillicon Valley y las pesimistas o tecnofóbicas que ven en el avance de la técnica digital el origen de todos los males contemporáneos.

Recursividad y contingencia (Caja Negra, 2022). Es una obra donde el autor se propone poner bajo la lupa el concepto metafísico de organismo en contraste con los últimos avances de la cibernética digital.

Máquinas Vs. Cyborgs

Según Yuk Hui Occidente se encuentra atrapado en una concepción técnica de tipo dualista (orgánico/inorgánico) Esta oposición tiene su origen en estereotipos del estatus ontológico de las máquinas.

Los estereotipos según Hui se fundamentan en la forma en cómo entendemos esta tecnología. Las máquinas mecánicas como los primeros robots que surgieron en el siglo XVIII (El pato con aparato digestivo de Jacques de Vaucanson o el Turco ajedrecista de Wolfgang von Kempelen) están basadas en una causalidad lineal (A-B-C). Pero, afirma Yuk Hui, esta concepción de las máquinas quedó ampliamente superada a mediados del siglo XX, por no decir obsoleta, frente al nacimiento de la cibernética. La cibernética propone otro enfoque para pensar la tecnología ya no como meramente mecánica lineal, sino como mecano-orgánico.

La máquina cibernética se basa en una causalidad circular (A-B-C-A) Significa que es reflexiva en el sentido fundamental de que es capaz de determinarse a sí misma en forma de estructura recursiva. Por recursiva nos referimos a un movimiento reflexivo no-lineal que avanza progresivamente hacia su objetivo final, ya sea este predefinido o autogenerado.

Para el autor, la cibernética se propone eliminar el dualismo, quiere crear una conexión entre diferentes órdenes de magnitud, entre lo macro y lo micro, la mente y el cuerpo. La información es la medida del grado de organización, la retroalimentación es una causalidad recursiva o circular que permite una autorregulación. Hui propone no hacer foco en el viejo dualismo humano/máquina o humano/herramienta sino en la asimilación de lo orgánico y lo inorgánico por máquinas cibernéticas.

 En ese sentido, una máquina cibernética ya no es meramente un mecanismo, sino que asimila comportamientos propios de los organismos.

“Las máquinas cibernéticas, en especial la máquina de Turing, tienen un nuevo estatus, en la medida en que ya no se trata de un mero mecanismo en el sentido cartesiano, pero tampoco de un ser viviente. Se trata más bien de un ser órgano-mecánico: un ser mecánico puesto a funcionar en una forma orgánica.” [1]

Hay una falsa equivalencia afirma el autor al pensar máquina / organismo como equivalentes a partir de medirlo por el progreso de la tecnología en función de su proximidad a la “inteligencia humana”.  Esta forma de pensar surge de un razonamiento que está atado a la separación de forma y materia. Cada uno de los polos cae en el extremo de explicar la individualización, o bien en términos de la lógica formal, o bien en términos de una materia vital.

         

En un origen el mecanismo cartesiano clásico se funda en la creencia en una lógica lineal inmanente a la forma viviente, lo que lleva así a la mecanización del organismo y, en este sentido, toma la analogía entre mecanismo y organismo como una equivalencia.

La recursividad permite al algoritmo absorber la contingencia, lidiar con accidentes que una máquina trabada en secuencia no podría resolver. Así se abandona la mecánica y emerge la inteligencia artificial. La cibernética forma parte de un paradigma científico más amplio, el organicismo, que surgió de la crítica al mecanicismo como concepción ontológica fundamental

El origen filosófico del concepto orgánico

Según Yuk Hui el pensamiento filosófico Occidental ha tenido un largo recorrido en la interpretación de lo que entendemos por orgánico.

Los filósofos presocráticos, especialmente los naturalistas jónicos, querían aprehender el ser como un todo, al que llamaban arché. El cual era una tipo de sustancia material original de la cual había surgido todo el universo. Todavía el ser y el devenir no había sido unificado, de allí que se considere a los pensadores de esta escuela como pre-metafísicos en el sentido de que no se elevaban más allá de la materia

Es posteriormente en Platón y Aristóteles que la metafísica tomó forma, adquiriendo su pleno poder de explicar el ser mediante una teoría de la forma y una ontología. Lo orgánico es un concepto epistemológico, pero también es un concepto metafísico, precisamente porque es capaz de abarcar tanto a los seres, mecánicos como vivos.

Para el autor: Platón fue el primero en resolver esta oposición entre ser/devenir en su libro Timeo al concebir el alma bajo la forma de un círculo. El alma regresa constantemente sobre sí misma por una necesidad de su ser. Aristóteles, dice Yuk Hui, fue incapaz de entender la cuestión de la recursividad y fue por eso que criticó a Platón, al sostener que, dado que hay pausas en el pensamiento, el alma no puede ser un movimiento circular.

La oposición entre cuerpo y mente involucran también una incapacidad de comprender la estructura de la operación, puesto que todos intentan convertirlo en una única sustancia. El problema se quiso resolver de dos maneras: A. por medio de un monismo que conciba la mente y el cuerpo como funciones diferentes de una misma sustancia (Barunch de Spinoza) o B. por medio de la noción de que cuerpo y mente no pueden ser separados (Gottfried Leibniz).

El concepto leibniziano de sustancia individual implica la posibilidad de este movimiento para todos los seres. Esto fue rechazado posteriormente por los cartesianos debido a que implicaba la omnipresencia del alma en seres no orgánicos, como una piedra.  Los cartesianos entendían a la sustancia individual como una mezcla de dos sustancia irreductibles: res extensa y res cogitans. Había surgido el mecanicismo cartesiano.

Ese mecanicismo se convirtió en un paradigma filosófico, que afirmaba la adquisición de nuevos conocimientos a través de procedimientos y prácticas repetitivas, dándole poca importancia al significado de lo que se aprende y sin vincular la información recientemente adquirida con la información ya almacenada. Podemos afirmar que surgió el concepto mecánico de la causalidad lineal.

Pero fue recién en 1790 que este concepto fue cuestionado y superado por Kant en su obra Crítica de la facultad de juzgar en donde el concepto de orgánico se convierte en la nueva condición del filosofar.

El nacimiento de lo orgánico

Para Yuk Hui desde 1790 en adelante el concepto de lo orgánico ha sido la nueva condición del filosofar. Esta constituye una reapertura de la filosofía después de la época del mecanicismo y es desarrollada posteriormente en otras direcciones: vitalismo, organicismo, cibernética, etc..

“La investigación en ciencias naturales, especialmente entre los naturalistas, introduce lo orgánico en la filosofía como un nuevo objeto metafísico, a la vez que como un antídoto contra la visión mecanicista de la vida.”[2]

La reducción mecanicista asociada a la metáfora del reloj pierde su encanto, y la distinción borrosa entre animal y máquina en el mecanicismo de René Descartes es interrogada bajo un nuevo filtro filosófico.

Para Kant un “producto organizado de la naturaleza es aquel en que todo es un fin, y, recíprocamente, también un medio”. En ese sentido podemos decir que para Kant lo orgánico sirve como modelo de un sistema de la metafísica, pero también como una solución a la antinomia entre las leyes mecánicas y la libertad que Kant planteó en la Crítica de la razón pura.

Ser orgánico no es solo mantener relaciones entre las partes y el todo, sino que también designa la autoorganización y la autopoiesis, que Yuk Hui opta por llamar recursividad. Solo mediante un examen detenido del concepto de naturaleza podemos llegar a ver con claridad la cuestión de la técnica, puesto que ambos conceptos han sido contrapuestos a lo largo de la historia de la filosofía.

Desde Kant y (pasando por los idealistas poskantianos) existe una íntima relación entre la vida del concepto y el concepto de vida, especialmente en Hegel, donde la vida es identificada con la Idea/Concepto. No es sino hasta 1948, con el surgimiento de la cibernética, que la identidad ante el concepto y la vida es reafirmada, junto con la necesidad de reconsiderar su relación desde la perspectiva de la exteriorización.

Lo orgánico, dice Yuk Hui, es un concepto epistemológico, pero también es un concepto metafísico. El objetivo del autor del libro es analizar lo orgánico de acuerdo con los conceptos clave de recursividad y contingencia.

Lo inorgánico organizante

Dice el autor que, si desde Kant el concepto de lo orgánico ha sido concebido como el arma de la filosofía contra el mecanicismo y el determinismo, hoy nos encontramos con una situación bastante distinta, en la cual lo mecánico está, por un lado, en proceso de adoptar la forma de lo orgánico, y por otro lado, invalidando el concepto de la evolución biológica. En ese sentido, afirma Hui, que hoy más que nunca vivimos en una época cibernética donde los aparatos y el medioambiente se están volviendo organísmicos.

“El medioambiente participa activamente en nuestras actividades cotidianas, y el advenimiento de la smartización planetaria implica precisamente que la recursividad será la principal modalidad de computación y operación de nuestro medio ambiente futuro”[3]

Para Yuk Hui, la recursividad de los algoritmos equipados con big data penetrará en cada aspecto de los órganos humanos y sociales. La forma de participación de la tecnología es fundamentalmente medioambiental y al mismo tiempo transforma el medio ambiente.

Un ejemplo concreto de esto sería la cría de ganado, el ser humano domesticó a la naturaleza mediante técnicas culturales que progresivamente fueron modificando el medio. En este ejemplo se puede apreciar cómo las tecnologías actúan sobre el medio en lugar de actuar directamente sobre los seres vivientes.

“Podemos entender la condición posthumana como una domesticación a gran escala de los seres humanos mediante la manipulación del sistema técnico en cuanto técnica del medio, tal como se la practicaba en la antigua cría de ganado”[4]

Según el autor, el paso de la autodomesticación mediante la intervención de herramientas a la determinación en gran escala de las masas mediante la modulación del medio técnico exterior marca el pulso del trabajo actual. Esta domesticación planetaria va mucho más allá de los efectos de las tecnologías de comunicación previa a las telecomunicaciones.

“La smartización del medio ambiente es una técnica del medio más avanzada, que está estrechamente relacionada con una continuación silenciosa del movimiento cibernético”[5]

¿Tierra artificial o nave tierra?

Para Yuk Hui la ecología ya no tiene que ver con una economía de la naturaleza de la que los seres humanos son parte igual que los otros animales y las plantas. La tecnología ha elevado a la humanidad a un nivel diferente, como el microscopio y el telescopio en la época de Kant, con la diferencia de que por entonces los seres humanos todavía no se habían despegado de la Tierra. Con esta elevación la Tierra deja de ser el “arca originaria” y se somete a la ingeniería. Más precisamente, se vuelve una Tierra artificial o una nave tierra.

Lo que afirma el autor es que, actualmente, estamos viviendo un desplazamiento desde el organicismo hacia la organología, y sugiere que la forma orgánica tiene que ser elevada de una teoría del conocimiento a una teoría de la vida y, por lo tanto, a otro nivel de recursividad. No podemos dejar de pensar en estos términos que la naturaleza es recursiva; en ella podemos encontrar una reciprocidad entre las partes y el todo.

Desde la aparición de las computadoras en la segunda mitad del siglo XX, el control mecánico y secuencial de la automatización ha sido gradualmente reemplazado por los sistemas de retroalimentación digitales. Con las consecuencias pertinentes para la especie humana.

“Los modelos recursivos que definen la norma individual mediante una configuración orgánica de las relaciones entre percepción, retención (captura de datos) y protección se convierten en fuente de patologías. El ejemplo más cercano en el que podemos identificar estas patologías es la adicción a internet y a los videojuegos, las cuales, al igual que la adicción a las drogas, exigen un medio que haga sentir cómodos a los individuos, y los vuelva a su vez demasiado débiles como para adoptar y adaptarse a otros medios.  Sería ingenuo pensar que es posible escapar a esas adicciones cambiando la forma de lidiar con ellas a partir de herramientas como la Gelassenheit [serenidad]. Pues lo que está en juego aquí es una determinación sistémica a través de la modificación del medio, análoga al modo en que los humanos domestican a los animales.”[6]

Según Yuk Hui, no es productivo pensar que el mecanismo no sobrepasará al organismo, pues a lo que asistimos hoy es al inicio mismo de esta tendencia posibilitada por la cibernética.

Ecología y Cosmotecnica.

Vivimos más que nunca antes en la época de la cibernética donde los aparatos y el medioambiente se están volviendo organísmicos o partes de una sola unidad integradora.

Esto plantea un nuevo interrogante, ya que lo analizado por el autor es el hecho de que ya no estamos hablando de una cultura geográfica específica, sino que lo nuevo es más bien una cultura global engendrada por las tecnologías, que imponen una nueva percepción del tiempo.

Para el autor el sistema social no es separable del sistema técnico “vivimos en un mundo que es la consumación de la metafísica como una física general bajo el nombre cibernética.” [7]

Según Yuk Hui: si la cibernética es el fin de la filosofía, en el sentido que Heidegger le ha atribuido, y si la recursividad se convierte en un “sinónimo” de filosofía del proceso, entonces solo puede concebirse una filosofía posteuropea mediante la reapropiación de este momento cibernético a través de diferentes pensamientos técnicos.

El autor afirma que la tecnología no es un universal antropológico. Si bien hay una liberación de los órganos y exteriorización de la memoria en las diferentes tecnologías de la humanidad, lo cierto es que no son directamente comparables, ya que se basan en filosofías y epistemologías diferentes, afirma. No existe una única tecnología, sino múltiples cosmotécnicas.

Según el autor, la cuestión de la técnica fue abordada, principalmente por Heidegger, sólo desde el punto de vista mecanicista y eso genera que no se pueda pensar más allá del reino de los fines o los límites de la utilidad y la eficiencia. En La pregunta por la técnica, Heidegger propuso entender la esencia de la tecnología moderna como una “estructura de emplazamientos” en el sentido de que la totalidad de los entes se vuelven reservas o recursos disponibles. Yuk Hui dice que redescubrir la multiplicidad de cosmotécnicas no implica rechazar la inteligencia artificial o el aprendizaje automático, sino reapropiarse de la tecnología moderna y darle nuevos encuadres a la “estructura de emplazamiento” que está en el núcleo.

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¿Cuál es la tarea política de la cosmotécnica? Se podría resumir como un redireccionamiento del aceleracionismo. Acelerar la tecnología para superar al neoliberalismo no es intensificar la velocidad de lo dado sino redireccionarlo, bifurcar el futuro hacia múltiples cosmotécnicas, más orgánicas, más respetuosas de su entorno humano y no humano. Recuperar la diversidad biológica y cultural requiere recuperar la diversidad tecnológica, reconstituir cosmotécnicas, esto es, la unidad del cosmos y la moral por medio de actividades técnicas.

Para Yuk Hui el progreso tecnológico “exige nuevas formas de pensamiento, y esta exigencia vas más allá del juego de amor y odio de la filosofía continental y la filosofía analítica, del pensamiento occidental y el pensamiento no occidental.” [8]

 Según Hui, los taoístas son probablemente los primeros cibernetistas, ya que el pensamiento tecnológico chino no es mecánico, sino fuertemente organicista. Ya que la visión mecánica del mundo no se desarrolló en el pensamiento chino, y la visión según la cual cada fenómeno estaba conectado con todos los otros fenómenos de acuerdo con un orden jerárquico, es un universal entre los pensadores de ese país.

Para el autor el concepto de naturaleza tiene que ser integrado en el concepto de cosmotécnica a fin de evitar conceptualmente la oposición entre naturaleza y técnica, una suerte de tercera naturaleza.

“Si la cibernética es el fin de la filosofía, en el sentido que Heidegger le ha atribuido, y si la recursividad se convierte en un sinónimo de filosofía del proceso, entonces solo puede concebirse una filosofía posteuropea mediante la reapropiación de este momento cibernético a través de diferentes pensamientos técnicos” [9]

A modo de cierre

Para Yuk Hui, en el siglo XXI la tecnología se está volviendo progresivamente en contra de los seres humanos desde el punto de vista que desconoce su entorno natural generando nuevos tipos de crisis medio ambientales. En ese sentido cobra mucho más peso su teoría de un pensamiento de tipo cosmotécnico, entendido no solo como una filosofía de la tecnología, sino también como una estrategia para repensar la coexistencia entre humano y maquinas, entre el sujeto orgánico y lo inorgánico organizante, entre la Tierra artificial y el cosmos.

Es interesante destacar que para el autor el concepto de tecnología no se puede abstraer del desarrollo histórico político que lo vio nacer “Algunos teóricos creen que con la automatización plena es posible emancipar tanto a la tecnología como a los trabajadores respecto del capitalismo. No obstante, cometen el error de ver la tecnología como un universal y de creer que existe una única historia de la tecnología o del complejo humano-máquina.” [10]

No deberíamos comparar (dice Hui) una tecnología en particular, sino el sistema técnico como un todo. Hablar de distintas cosmotécnicas quiere decir cuestionar esta concepción dominante en la filosofía y en la historia de la tecnología.

A modo de cierre podemos decir que en relación con la aceleración tecnológica y los fines de lo humano, deberíamos decir que lo que no deja en limpio el texto y su análisis es que al ritmo actual el horizonte que se nos presenta no es poshumano, ni transhumano sino directamente inhumano.


[1] Yuk Hui “Recursividad y contingencia” Bs As, Caja Negra, 2022, p. 211.

[2] Ibídem, p. 13.

[3] Ibídem, p. 267.

[4] Ibídem, p. 268

[5] Ibídem, p. 268

[6] Ibídem, p. 311

[7] Ibídem, p. 351

[8] Ibídem, p. 387

[9][9] Ibídem, p. 398

[10] Ibídem, p. 379

 

filosofiahoy1.blogspot - 25 de noviembre de 2023

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