Xi y la democracia
La decisión del Partido Comunista chino de avanzar en reformas constitucionales que incluyen, entre una decena de cambios propuestos, la eliminación de la cláusula limitante a una reelección presidencial indefinida, ha levantado una gran polvareda. En Occidente, reaccionan negativamente analistas, sinólogos y medios de comunicación, en tanto en China se argumenta que los cambios se adaptan al actual escenario global y local, al tiempo que critican a quienes no comprenden la política de Beijing o bien la observan a través del prisma de la “democracia liberal y multipartidaria”, ajena a la tradición asiática y hoy en crisis, afirman.
En los principales diarios de los países centrales hay condenas a la propuesta del PCCh, que el lunes comenzó a analizarse en la Asamblea Nacional Popular. Repararon, en especial, en la figura del secretario general del Partido y presidente de China, Xi Jinping, y lo acusan de querer “eternizarse”, llevar al país al “totalitarismo” y a un “culto de su personalidad” como China ya viviera en la era de Mao Zedong. Hemos publicado en Dang Dai algunas de esas opiniones, como, desde Argentina, la del profesor de la Universidad del Salvador, Jorge Malena, quien se sumó a las críticas y volvió a escribir del tema (ver AQUÍ).
En tanto, en China las sesiones del poder legislativo introducirán modificaciones normativas en lo que se considera una nueva era de la nación y, en la cual, se incorporará a la Constitución china “el pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas”, la idea de no limitar a dos períodos de cinco años los mandatos presidenciales, medidas anticorrupción, contra la pobreza o de nuevas metas económicas. (ver AQUÍuna nota de la prensa china y AQUÍ otra de Clarín).
También hubo anuncios en gastos militares, sobre los que se volverá más adelante en esta nota.
Analistas chinos creen que se sobrevalora la “democracia pluripartidista” cuando “el sistema chino probó ser más eficiente cuando se trata de crear riqueza, reducir la pobreza, suavizar los procesos políticos y lograr mejores y más rápidos progresos decisivos en los objetivos comunes” de un país (ver AQUÍ).
Por otro lado, frente a esta noticia Occidente suele reparar casi únicamente en la cuestión de los mandatos presidenciales, que podrían ser indefinidos. Pero le interesa el tema siempre que se trate de un país que no sea del núcleo de su poder geopolítico o de aliados. No se observaron las mismas críticas, por ejemplo, cuando Helmut Kohl fue el líder alemán por 17 años (período que bien podría alcanzar la actual jefa de gobierno Angela Merkel cuando acabe su actual y flamante cuarto mandato) o Margaret Thatcher en Gran Bretaña por 12 o Felipe González en España por 14 (en Europa, mandatos de duración indefinida son la norma más habitual), lo mismo que en su momento Franklin Roosevelt en EE.UU. Ni que hablar cuando fueron dictadores eternos los amigos del poder occidental. Un viejo artículo de Atilio Borón habla del tema AQUÍ.
Podrán argumentarse que algunos de esos ejemplos (como el de Roosevelt o el de Kohl) fueron períodos especiales en sus países, por guerras o procesos como la unificación alemana, pero con lo que no es la típica democracia liberal y multipartidista (más bien serían bipartidistas y sin muchas diferencias entre un partido y otro), pareciera que se mide siempre con otra vara.
Es obvio que en China, y en Asia en general, los regímenes políticos son muy diferentes.
Eric X. Li (un inversor nacido en Shanghai y actualmente analista del International Institute for Strategic Studies y director de China Europe International Business School) hace unos años ofreció una de las conferencias TED muy recomendable de analizar, acerca de “Una historia de dos sistemas políticos”. Allí escudriñaba sobre la pretensión norteamericana acerca de que su sistema y "una votación más otra votación más otra votación llevaba a un gobierno responsable" y a una modernización exitosa. Y explicaba cómo funcionan en China los diversos niveles de gobierno, desde el central hasta la villa más remota, y cómo se siente la población respecto de ello. (Ver AQUÍ).
No es sólo China. En Asia la “democracia” (que hasta el siglo XIX era una palabra revolucionaria en Occidente, pero luego fue cooptada por el capitalismo liberal, como ocurrió con la palabra mercado y otras) es ajena a la agenda pública de debate tal como se entiende en nuestros países. Aun con los países más “parecidos” a los occidentales, pensemos en Japón, desde posguerra prácticamente siempre gobernó el mismo partido, el Liberal Democrático (PDL), en un régimen muy parecido al de partido único más allá del juego electoral.
Y en los países más débiles, las democracias en general son incapaces de mejorar la vida de la población, como el caso, entre tantos otros, en Latinoamérica, de México, que sufre centenares de miles de muertos estos años con un sistema multipartidario sin que nadie lo condene como, a diario, se condena a Venezuela por sus problemas infinitamente menos dramáticos para su población (cabe decir que en México hay 40.000 desaparecidos y más de 300.000 muertes asociadas al narcotráfico y al rol del Estado en esta última década).
Volviendo a China, hacia adentro de sus fronteras algunos analista dicen que el modelo de liderazgo colectivo que impuso Deng Xiaoping tras la muerte de Mao fue el que logró éxitos, por eso cuestionan la reforma actual. "El nuevo orden político posterior al año 1979 a menudo ha permitido una genuina batalla de ideas, particularmente entre la Liga de Jóvenes Comunistas estatistas y las elites costeras quienes favorecen una mayor liberalización económica. China puede seguir siendo una sociedad cerrada de muchas maneras, pero sus principales formuladores de políticas han demostrado tener predisposición y mente amplia para experimentar y aprender a través de la prueba y el error", escribe Mark Leonard en el último número de Nueva Sociedad. Ver AQUÍ.
Y hacia afuera de sus fronteras, puede haber riesgos, como se ha señalado cuando se argumenta que un régimen unipersonalista puede derivar en mayor expansión y riesgo global, sin check and balance o equilibrios de poderes.
En la apertura del lunes en la Asamblea Nacional Popular China un tema inquietante, acaso más que lo de Xi, es un alza en 8% del presupuesto militar, aunque similar a lo que ya anunciaron Rusia y Estados Unidos, país cuyo gasto en armas supera a todos los demás países juntos. Ver AQUÍ.
Y además el diario de Hong Kong South China Morning Post reveló que China trabaja en el desarrollo de su primer portaaviones de propulsión nuclear, con lo que da un nuevo paso en su objetivo de construir una Armada poderosa, y que podría estar listo hacia 2025. (Ver AQUÍ).
Con todo, el ejemplo más obvio de una expansión militar por parte de una dictadura fue el de la Alemania nazi. Pero las más grandes “democracias” del mundo, aparte de otros flagelos no resueltos en sus propias fronteras, también han sido un factor de inestabilidad con sus invasiones, guerras, masacres, carrera armamentista y vulneración de reglas internacionales. Notoriamente, y por varios cuerpos, va al frente el imperialismo de Estados Unidos, pero también hay ejemplos, incluso actuales, entre las potencias europeas. Ahí siguen desangrándose Siria y otros países del Asia sin que la ética democrática de Occidente se preocupe demasiado. Como antes en Irak, en Libia, en Afganistán.
China tiene seguramente, como todos los países, mucho que mejorar en varios aspectos. Aun así, creemos que sus cambios políticos ameritan un debate sin dobles varas y reconociendo la legitimidad que ha alcanzado el partido de gobierno por las transformaciones socioeconómicas logradas y su rol global actual, amén de reconocer en ese país y en muchos otros del Oriente tradiciones y culturas bien distintas a las de Occidente en los ejercicios del poder (ni qué hablar en Asia, como en África, de autocracias y dictaduras ya no unipartidarias, sino de clanes, pero como son aliadas del poder occidental jamás son condenadas, al contrario se las fortalece, como en el pasado a dictaduras en América Latina). En China hay, además de diversas corrientes de pensamiento dentro del sistema permitido, como en Argentina han estudiado por ejemplo desde la UBA la filósofa Cristina Reigadas, mecanismos democráticos y de construcción de consensos que no por ser diferentes a los de este lado del mundo deben ser vistos como no democráticos o rechazados sin más. ¿Con qué moral, en tal caso? Vistos los resultados occidentales de las últimas décadas y el desencanto de sus poblaciones por la sumisión a poderes no democráticos por naturaleza, como las finanzas globales, el poder de las multinacionales o sistemas judiciales de casta, más bien pasa lo contrario en el caso chino.
¿No hay que debatir entonces la idea de que haya elección indefinida en China? Claro que hay que discutirla, y en primer lugar y con todo derecho el propio pueblo chino a través de los mecanismos que se dio para gobernarse. ¿Hay que comprar todo el discurso oficialista chino? Obvio que no, ni de ningún gobierno. ¿Xi Jinping pasó de ser adalid del libre comercio a villano en tan poco tiempo? ¿No es peligrosa la concentración del poder? Sí, pero no sólo del poder político sino también del económico y del comunicacional, que hoy son los que dominan. El debate sobre la política en China, dada su relevancia global actual, nos interpela a todos. Sería excelente uno a fondo sobre las formas de democracia y de poder en el mundo, en aras de un planeta más justo y pacífico.
Dang Dai - 6 de marzo de 2018