Feliz navidad

“Para octubre nos quedamos sin nafta”, había dicho Gustavo Idígoras, titular de la cámara que nuclea a las grandes de la exportación agropecuaria, ni bien concluido el primer dólar soja. Una verdad a medias. Durante septiembre, las cerealeas liquidaron casi 350 millones de dólares diarios, a partir de la devaluación quirúrgica que habían conseguido. Los dos meses siguientes pasaron a liquidar, en el promedio diario, 50 millones. La nafta a la que hacía alusión el lobista, en realidad, había quedado bien guardada en los silobolsas. Con el dólar soja a 200 pesos, el sector movilizó 13 millones de toneladas, que en su mayoría (por no decir gran mayoría) permanecía guardada en los campos y acopios de los grandes jugadores. El sector sojero no escapa a las generales del capital hiperconcentrado de la economía local.

¿Conviene flexibilizar el tipo de cambio para mejorar la competitividad?

En este artículo se investigan los efectos de una devaluación cambiaria en la dinámica exportadora de los países en desarrollo. En oposición a la teoría convencional, se muestra que el efecto negativo de esa medida en las hojas de balance de las empresas exportadoras, por su elevada dolarización de pasivos, anula la posible ganancia en competitividad. Con base en los resultados de la investigación empírica, se argumenta que el establecimiento de un tipo de cambio real competitivo y estable, por la vía de la flexibilización del tipo de cambio nominal, es desaconsejable en estos países; y se propone una estrategia alternativa para elevar la productividad, a fin de lograr una inserción más favorable en la economía global.