Sin industria no hay recuperación

Leandro Mora Alfonsín


“Sin industria no hay nación” reza el slogan de la Unión Industrial Argentina (UIA), la mayor institución gremial empresaria del país y parte del G6. Profundizar sobre ese slogan requeriría un espacio mucho más extenso que el alcance de esta nota que usted, lector, estará scrolleando en el colectivo o en la oficina. Lo que si podemos precisar en esta columna es que sin industria no hay recuperación sostenible que sea posible para esta Argentina en crisis. 

El peso de la UIA y el de sus críticas y posicionamientos de las últimas semanas descansa en la importancia que tiene la industria manufacturera en nuestra economía; concentrando casi el 20% del empleo formal y 32% de las exportaciones (sin contar manufacturas de origen agropecuario).

Sin embargo, la industria fue el sector más afectado por la crisis desatada el año pasado y, en suma, el más perjudicado de la era Cambiemos. Tras caer 5% en 2018, en los primeros siete meses de 2019 acumuló una contracción de 8,4% en la que todos los sectores, sin excepción, presentaron niveles de producción inferiores al año pasado.

Es importante señalar que la base de comparación ya incluye lo peor de la crisis 2018. Aun así, en julio solo 1/3 de los sectores no cayó. La capacidad ociosa está en el 40%. Por su parte, las exportaciones de manufacturas industriales retrocedieron 9,3% en lo que va del año. Aun previo al “rebrote” de la crisis en agosto, el sector industrial lejos estaba de tocar piso.

A su vez, el empleo en las fábricas no ha dejado de caer. En junio se perdieron 62.700 puestos de trabajo industriales respecto del mismo mes del 2018. Son más de 140.000 empleos industriales perdidos en comparación con 2015; empleos calificados y cuyos salarios pagan un 32% más en promedio respecto a otros sectores de la economía. No es meramente una contracción lo que se observa, sino una pérdida de las capacidades productivas.

La crisis industrial tiene su principal causa en la caída del consumo. El impacto de la inflación en los salarios afecta a todos los sectores, especialmente a aquellos cuyos bienes producidos son más elásticos, es decir, más sensibles a la caída del salario. Por ejemplo, una familia es más propensa a suspender compras de muebles que de alimentos, lo mismo vale para automóviles. Sin embargo, en los últimos meses se observa que la caída también afecta a sectores proveedores de insumos como químicos, metalmecánica, materiales para la construcción o acero

En segundo término, ha sido determinante la demora en el arranque brasileño, principal mercado externo de nuestros bienes industriales. Para el 2019, el PBI de Brasil crecerá no más de 0,9% (a principios de año se esperaba más de 1,5%), mientras la industria caerá en orden de 0,5%.

A estos factores hay que sumarle el aumento de los costos de insumos importados, financieros y tarifarios que han presionado sobre la rentabilidad. Como señala la UIA en su último informe: “la coyuntura post-PASO profundizó la incertidumbre y agravó la débil dinámica de la industria manufacturera, a partir de la inestabilidad cambiaria y la suba de tasas de interés. Esto posterga la reactivación”

Las elevadas tasas de interés siguen afectando la producción. La tasa de Adelantos en Cuenta Corriente subió 1.460 puntos en agosto y se ubicó en un promedio de 77,2%, alcanzando incluso valores más altos sobre fin de mes (88,2%). El descuento de cheques es casi un imposible. Así, la cadena de pagos a proveedores, empleados (sueldos) y otras obligaciones se tensa, a riesgo de quebrarse.

Dar certidumbre en las patas de consumo y financieras se vuelve una urgencia para el entramado industrial. Que se ponga en marcha la industria es que se ponga en marcha la creación de valor, de empleo de calidad y la posibilidad de incrementar exportaciones con valor agregado que reportan los tan necesarios dólares.

Para ello, urge que cambie la tendencia negativa que arrastra el consumo, en orden de que se recuperen márgenes de rentabilidad con el aumento de ventas y, así, frenar la pérdida de empleo. La industria da soluciones a los dos problemas de base de la Argentina en crisis: los dólares y el empleo.

Pero más allá de lo urgente, debe tomarse nota de que cualquier proyecto económico que se piense para la Argentina no puede subestimar este sector. Orientar la estrategia en torno a una política industrial que contemple aspectos macroeconómicos, sectoriales y de competitividad sistémica (infraestructura, energía, financiamiento) es en parte definir qué modelo de país queremos. La industria, en este sentido, diversa y federal, es parte de la solución para lograr una macro estable que descanse sobre una estructura productiva que amortigüe efectos de los turbulentos ciclos económicos.

 

El Canciller - 18 de septiembre de 2019

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