Reportaje a Natalio Botana: “Seguimos votando y violando reglas como hace 25 años”

Magdalena Ruiz Guiñazu

El repaso crítico que el historiador, politólogo y periodista hace de las elecciones del domingo pasado no deja detalle suelto. Desde el triunfo kirchnerista hasta las denuncias de fraude y el rol de la oposición, para él todo es materia útil.

El doctor Natalio Botana vive en un apacible y luminoso piso de Barrio Norte, rodeado de su familia y una enorme y prolija biblioteca cerca de la que escribe (a mano) su frondosa obra. Es profesor emérito de la Universidad Di Tella, historiador, politólogo, columnista del diario La Nación y autor de Poder y hegemonía (su último libro), El orden conservador, La tradición republicana, El siglo de la libertad y el miedo, Sarmiento: una aventura republicana, etc. Con él, analizamos los comicios del domingo pasado.

—Me parece –explica Botana– que cuando estudiamos las elecciones, lo primero que hay que destacar es lo que llamamos en la jerga de los estudios electorales “participación electoral”. Y aquí tenemos un problema serio.

—¿Por qué?

—Mire, si recordamos lo que significó la participación en 1983, en 1989 y aun en 1995, no podemos dejar de señalar que a partir de esa fecha, y en la elección de De la Rúa en el ’99, la participación electoral de la ciudadanía comienza a declinar. Esto aumenta mucho en las elecciones parciales de 2001, se recupera en 2003 después de la gran crisis al precio de una fragmentación brutal, y hoy este declive sigue acentuándose. Por lo tanto, hemos tenido una participación de menos de 20 millones de votantes, lo cual equivale a un 71,74% al cual hay que prestarle mucha atención.

—¿A qué se debe esto?

—Como siempre, a varias cosas. Tengo la impresión de que en la Ciudad de Buenos Aires primó una desafección electoral muy grande en cuanto a la constitución de las mesas. Y ésta es una señal muy complicada, porque significa que la gente no quiere aceptar sus deberes cívicos. En parte, se debe a que es la tercera elección en un año. Esto produce un cierto cansancio. Pero, por otro lado, el clima de desorganización complica más las cosas. Ha habido mil problemas que se han repetido y que a muchos candidatos opositores los han llevado a denunciar un fraude, cosa con la que no estoy de acuerdo. Pero lo cierto es que hay algo que no es responsabilidad de la Justicia Electoral y que nos lleva a preguntarnos: “¿Cómo funciona el sistema electoral?”. Por ejemplo, se abre una mesa y la Justicia Electoral está obligada a proveer todas las boletas de los candidatos que se presentan. Como sabemos, los partidos políticos están en crisis: no tenemos candidaturas procesadas previamente por los partidos, sino que todos los candidatos se presentan. Entonces, llegamos a un número cada vez mayor. En Misiones, por ejemplo. Y yo diría que se está repitiendo en todos lados. ¿Qué pasa a continuación? Inmediatamente después de ese incumplimiento formal de la Justicia Electoral, comienza a funcionar el sistema de “punteros”. Allí, la Justicia Electoral no tiene nada que ver. Pero, en primer lugar, esos punteros aseguran la reposición de boletas de los partidos más grandes y fuertes, respaldadas por el poder de los intendentes, las gobernaciones, etc. A esto viene a sumarse algo mucho más complicado: la sustracción de boletas. La gente llega al cuarto oscuro, no encuentra su boleta y denuncia. ¡La cosa se hace muy engorrosa, porque reponer boletas significa todo un trámite!

—Nunca hubo tantas demoras como en esta elección...

—Creo que las demoras son dobles a causa de todos estos problemas. También por el tiempo que insumió la constitución de las mesas. Como las autoridades designadas no concurrieron, hubo que organizar otras, y en esas circunstancias no faltan otra vez los punteros, que también aprovechan para intervenir en la constitución de las autoridades de mesa. Por otra parte, tampoco comenzaron (en muchos casos) a funcionar antes de las 10 de la mañana, cuando deberían haberlo hecho desde las 8. Todo esto ha creado una sensación de desasosiego, y la observación “¡antes las cosas estaban mejor organizadas!” se repitió a lo largo del día. También quiero señalar que han sido comicios pacíficos, y esto es muy importante. Recordemos que el mismo 28 hubo elecciones municipales en Colombia y allí la violencia dejó un terrible saldo de muertos y heridos. En ese sentido, creo que las cosas se están procesando relativamente bien. Subsisten, repito, serios problemas de organización que deberían obligar al próximo gobierno a tomar el toro por las astas y, de una vez por todas, ir a una reforma electoral que aliente el robustecimiento de los partidos políticos para que haya elecciones internas y, por ende, menos candidatos. Por otra parte, me parece imperioso efectuar reformas más de fondo, como el voto electrónico, que ya existe en Brasil y en muchos países del mundo. Creo que estamos viviendo una situación anacrónica que se agrava enormemente en los grandes distritos.

—¿Y por qué no el voto electrónico? ¿Cuál sería la razón de peso para no instaurarlo?

—Bueno, en Brasil tuvo éxito y en nuestro país, en tiempos de Aníbal Ibarra, se intentaron pruebas piloto en la Ciudad de Buenos Aires. Finalmente, quedaron en la nada. Tengo entendido que Macri se ha comprometido a instalarlo, por lo menos en Capital Federal. Veremos qué ocurrirá en las próximas elecciones. Mientras tanto, le diría que esto es el resultado de un gobierno que durante su gestión, a la vez tormentosa y positiva, dejó totalmente en suspenso el gran tema de la reforma política. Es decir, ¡seguimos votando y violando exactamente las mismas reglas de hace 25 años! Creo que sería el gran momento, ya que tanto se habla de calidad y de transparencia institucional, de enfrentar este problema. Yo veo muy debilitada a nuestra democracia, tanto en el plano de los partidos como en el de las reglas electorales. A ciencia cierta, no sabemos realmente cuáles son las opciones. Es tan grande el número de candidatos que muchas veces las opciones se confunden. Y esto no sólo se refiere a los partidos opositores al kirchnerismo. También implica al propio Frente para la Victoria y a sus partidos asociados, que en muchas provincias han provocado una situación muy complicada, en virtud de que también gana una fraccion del kirchnerismo. Por ejemplo, la elección de senadores, que significa dos senadores para la mayoría y la minoría (que también así logra otra fracción del kirchnerismo), y que luego, en el Senado, va a constituir el mismo bloque de legisladores. Con lo cual –ironiza Botana– toda la idea de la reforma constitucional (de asegurar a través del tercer senador el papel de las minorías en el Senado) queda desvirtuada.

—¿Cómo ve a la oposición a una semana ya de los comicios?

—Dentro del campo de la oposición, creo que ésta ha sido la mejor elección. Ahora bien, en la oposición se abre un camino muy difícil. Y ese camino está en relación evidente con lo que ha significado la victoria de la fórmula Kirchner-Cobos. Fórmula muy interesante, porque desde sus orígenes el peronismo siempre reunió dos vertientes electorales. Una, la más numerosa, es la de la Provincia de Buenos Aires. Desde las elecciones de 1983, el peronismo sólo perdió una vez la gobernacion allí: cuando ganó Armendáriz. Pero ese triunfo, me parece, estuvo ligado a la gran eclosión, a esa ola formidable que se formó cuando ganó Alfonsín. Pero a partir del ’97, cuando Cafiero se queda con la Gobernación, la Provincia de Buenos Aires es un bastión peronista. Un bastión que se va reformulando de acuerdo con esa extraordinaria capacidad transformista que tiene el peronismo, ¿verdad? Siempre se adecua a las circunstancias. De Cafiero a Duhalde. De Duhalde a Ruckauf. De Ruckauf a Solá. Y ahora, de Solá a Scioli. Para mí, éste es el punto central. Desde el punto de vista electoral, la estructura dominante de la provincia bonaerense está dada por los intendentes del Gran Buenos Aires. En la provincia, el Frente para la Victoria obtuvo el 45,9% de los votos, que desde un punto de vista conceptual no son el 60% o 70% que obtuvo en otros distritos. Pero lo que ocurre es que es brutal el número de votos que aporta la provincia junto con el Gran Buenos Aires: ¡de los 8.193.070 votos que Cristina obtuvo en todo el país, 3.064.897 pertenecen al electorado bonaerense!

—¿Ese sería, entonces, el primer resorte electoral?

—Absolutamente. Y viene desarrollándose, insisto, a través de la historia, durante largas décadas. Aun en aquellos períodos en los que hubo prolongados intervalos electorales a causa de las varias dictaduras que hemos padecido. Sin embargo, como en 1973, se volvió a votar. Lo mismo ocurrió en 1983 y 1985, y en el ’87 nuevamente se impuso esa estructura dominante en la provincia. Y creo que esto se mantiene inalterable y con una gran fuerza. Le diré también que no se entiende, en este momento del país, la dominación electoral que ejerce el justicialismo (transformado en kirchnerismo) sin el aporte de distritos pequeños en los cuales la hegemonía justicialista es contundente. Hay un conjunto de distritos en los cuales la candidatura de Cristina ha superado holgadamente el 60% de los votos, y en algunos casos hasta el 70%: Chubut, Jujuy, Mendoza, Misiones, Salta, Santa Cruz. Y no olvidemos a Santiago del Estero, ¡donde obtuvo el 77,91%!...

—¿Usted piensa que esto se debe, también, a la debilidad de la oposición?

—Se debe, entre varias cosas, a la debilidad de la que usted habla, porque muestra que la oposición no está implantada regularmente en todo el país. Esa era la fuerza con que contaba el antiguo radicalismo, que también fue gobierno. Pero ante el desmantelamiento del radicalismo como partido nacional, la oposición todavía no ha logrado organizarse como alternativa nacional. Entonces, lo que uno ve en estos distritos muy poblados como Santiago del Estero y Tucumán es la inexistencia de la oposición, que es muy reducida. Recordemos que estos fenómenos hegemónicos no sólo son propios de las provincias que apoyan al kirchnerismo. También son propios del peronismo disidente y opositor al kirchnerismo. ¡No olvidemos, por ejemplo, que los Rodríguez Saá lograron en San Luis el 67,81% de los votos! Entonces, esto ya no es propio sólo de un momento electoral, sino de una estructura, de una tradición que se ha implantado en el país: la de gobiernos electos que logran reproducir su dominación gracias a circunstancias favorables. Creo, entonces, que las circunstancias favorables con que ha contado Cristina K han sido las condiciones que ha desarrollado este gobierno con muchísima energía.

—¿El éxito económico?

—En primer lugar. Mire, uno puede discutir la política económica, y creo que va a tener dificultades muy serias de aquí en adelante. Pero el resultado de estos cuatro años y medio ha sido, en general, muy positivo para la gente. Por supuesto que hubiéramos deseado mejores condiciones de distribución del ingreso pero... bueno, la desocupación ha caído, ha mejorado el empleo y la economía creció espectacularmente. A estos datos se les suman dos resortes también importantes. Yo creo que el Gobierno ha jugado con mucho empeño su estrategia de combatir los crímenes del pasado. Me refiero a la política de derechos humanos. No a los crímenes del presente. Con respecto a los crímenes del pasado, es una política que, creo, recibe el consenso de la población, que no quiere más impunidad. Esto es un hecho. Por otra parte, sí, también hay una serie de factores que he criticado severamente durante estos años. Me refiero, en primer término, a la política de construcción de gobernabilidad al precio de la confrontación y, en segundo lugar, a la concentración de las decisiones en el Poder Ejecutivo, lo que ha provocado en el último año un aumento espectacular del gasto público, que ha tenido también un gran impacto electoral. Me refiero a las mejoras en las jubilaciones y en el salario. Todo eso redunda en éxitos electorales que, en el plano fiscal, van a tener que detenerse. En algún momento tendrá que ser así, porque este aumento del gasto público no se corresponde con un aumento de la productividad, y tampoco con el de la recaudación fiscal.

—Me parece que usted quería agregar algo sobre la oposición...

—Sí, es un tema que me interesa mucho. ¿Qué ha pasado con la oposición? Yo diría, en primer lugar, que ante al “compacto” del Frente para la Victoria (¡montado como un frente de cemento armado en la provincia grande y un rosario de provincias medianas y pequeñas!) cabe preguntarnos: ¿qué ha hecho la oposición? Bueno –reflexiona Botana, como pensando en voz alta–, la oposición ha hecho lo posible, dentro de un contexto muy grande de penuria. La oposición está dividida y tuvo que enfrentar a un gobierno exitoso que no ha tenido el menor empacho en hacer un uso ostensible de los recursos del Estado para su provecho (entre ellos, la propaganda política y el uso descarado de los medios de transporte oficiales), con lo cual se convirtió en una oposición en circunstancias disminuidas. Excepto en el caso de los candidatos (y esto es muy interesante de observar a través de la propaganda), que tenían en sus manos el resorte del control de una provincia también hegemónica. Como le acabo de mencionar: el caso de los Rodríguez Saá y Sobisch, que sin embargo no pudo ganar Neuquén. Tenemos, entonces, a una oposición fundamentalmente dividida en dos grandes canales: el de la Coalición Cívica, encabezada por Lilita Carrió, y el de un movimiento de raíz peronista como el de Lavagna, ¡junto con lo que quedaba de la UCR después de la dispersión del radicalismo convertido en radicalismo K!

—¡Si lo hubiera visto, Alem habría vuelto a morirse!

—Creo que sí, porque uno de los rasgos más complicados de la larga historia radical es que siempre ha sufrido grandes divisiones, pero también, como el Ave Fénix, se las ha arreglado para reaparecer. Veremos en esta oportunidad si esto es así. Volviendo a las elecciones, diría también que la elección de Lavagna no respondió a las expectativas suscitadas, salvo en Córdoba. Para la oposición, Córdoba es un toque altamente representativo. ¡El Gobierno nacional no habla de lo que ocurrió en Córdoba! Allí perdieron no solamente la capital cordobesa, sino también la provincia, en la que obtuvieron el 35,22% de los votos contra la fórmula Cristina-Cobos con el 23,82% y la Coalición de Carrió con el 19. Esto ya abre un primer capítulo interesante respecto de la oposición. Repasemos las cifras contundentes de las victorias kirchneristas: 45,5% en la Provincia de Buenos Aires y más del 60% o 70% en algunos distritos. Pero ese guarismo del 35,22% en Córdoba marca el esfuerzo de la oposición y, en alguna medida, sus límites.

—¿Por qué?

—Simplemente, porque no hay ninguna duda acerca de que la oposición ha hecho esfuerzos muy grandes para perfilar su situación en el país. Le diría que lo más importante es el esfuerzo de la Coalición de Lilita, que con el socialista Giustiniani da una cosecha considerable que supera los cuatro millones de votos. Ahora bien, ¿dónde están los puntos fuertes de la Coalición? Yo diría que en la Ciudad de Buenos Aires, donde le gana muy bien a Cristina K: 37% y fracción contra casi un 24%. Para la oposición son, por supuesto, elecciones reñidas. Lo mismo ocurre en Santa Fe, donde Cristina le gana por poca diferencia y a puro esfuerzo personal. Es el intento de equilibrar una República erosionada. Como se sabe, la oposición también avanzó en las ciudades, y aquí se da un fenómeno interesante: la victoria porteña se corresponde con el triunfo de la Coalición en Rosario que, no lo olvidemos, es el corazón del socialismo y logra el 41% de los votos. También se da un nuevo perfil opositor a través de Margarita Stolbizer, que (con muy pocos medios) obtuvo el segundo puesto en la Provincia de Buenos Aires, aunque a mucha distancia de Scioli. Pero, como se decía antiguamente: “¡Es ir arrimando el bochín!”. Y aquí, para terminar, yo diría que hay que combinar razones para el optimismo y razones para la preocupación. La Coalición Cívica ha arraigado en las ciudades, pero no hay que confundirse: Argentina padece un desequilibrio demográfico fenomenal, producido en particular por la Provincia y por el Gran Buenos Aires. Entonces, el gran desafío para cualquier oposición que en el futuro tenga vocación de alternativa es hincarle el diente al Gran Buenos Aires y entrar en ese difícil terreno electoral donde los aparatos de poder, a través de las intendencias, juegan un papel decisivo.

Fuente: [color=336600]Diario Perfil, Domingo 04 de Noviembre de 2007[/color]

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