¿Quién reconstruirá a América Latina?

Esteban Actis


Un invisible, contagioso y letal patógeno está llevando al mundo a experimentar la cuarta mayor depresión económica del capitalismo moderno (1876-2020) y la más profunda en setenta años. Hay que remontarse a la Segunda Guerra Mundial para observar semejante nivel de destrucción de riqueza. El FMI, el Banco Mundial y la OCDE advierten que pueden ser necesario dos años para que la economía mundial recupere el terreno perdido frente al Covid-19.

La geografía donde se materializarán y visualizarán los mayores daños una vez que baje la espuma del Covid-19 va de Tijuana a Tierra del Fuego. América Latina es un paciente de riesgo que ingresó agonizando a una UTI no “por” el coronavirus sino “con” el coronavirus. En diciembre de 2019, la Cepal señalaba que el septenio 2014-2020 iba a ser el de menor crecimiento relativo de América Latina de las últimas siete décadas.

En ese dantesco panorama, la institución contaba para el 2020 con una proyección del crecimiento del PIB regional apenas por encima del 1%. Seis meses después, se estima que sea una caída de 9%, no habiendo región en el mundo con semejante desplome económico. Haciendo una laxa analogía, en materia de “destrucción” América Latina representará para la pospandemia lo que Europa representó para la segunda posguerra. En ese contexto, la gran pregunta es cómo se reconstruye América Latina. O mejor dicho, ¿quién la reconstruirá? Para que la región retome un rápido sendero de crecimiento y no encadene “dos décadas perdidas” necesitará de un shock de financiamiento e inversiones, que lejos está América Latina de garantizarla endógenamente. La ausencia de ello le pone un techo a cualquier recuperación. Más allá de las tasas de interés cercanas a cero, el mercado privado de capitales no parece ser quien pueda asignar los recursos en un contexto de “fly to quality”, dificultades fiscales, de sustentabilidad de deuda e inestabilidades políticas.

Retomando el contexto posterior a 1945, América Latina necesitará un plan de asistencia externa, en otras palabras, su “plan Marshall”. Un actor/es externos con voluntad y capacidad de ofrecer bienes públicos a escala regional. En ese marco, cuatro son los escenarios futuros que podemos esperar para la pospandemia.

El primero, es que nadie provea de fondos. Que el mundo y la región enfrenten la denominada “trampa de Kindleberger”. Un vacío hegemónico donde EE.UU. no tienen la voluntad de asumir la responsabilidad de estabilizar el sistema y China sienta que aún no tiene plena capacidad para hacerlo. Claramente este escenario agudizaría aún más la debilidad de la región y dificultaría cualquier atisbo de una rápida recuperación.

En segundo lugar, que la potencia global y hemisférica salga al “rescate” de América Latina. No por un interés caritativo y altruista sino para frenar el avance de China en la región. En los últimos años, la influencia de Beijing en la región ha ido en aumento y 17 países ya firmaron un memorándum de entendimiento para sumarse a la iniciativa BRI (Belt Road Iniciative, por sus siglas en inglés). Así como el Plan Marshall tuvo como objetivo evitar que Europa occidental caiga bajo el fantasma del comunismo, un eventual plan habrá que entenderlo en clave geopolítica. El intento de Estados Unidos de conducir el BID, la iniciativa hemisférica “América Crece” y el anuncio de estar dispuesto a financiar a Brasil para que avance en una infraestructura de 5G sin la tecnología china van en esa dirección.

En tercer lugar, un escenario en el que Estados Unidos. continúe con su repliegue internacional y el “America First” y que China consolide, de manera sigilosa pero permanente, su papel de acreedor internacional. Sea por financiamiento vía su Banco Central, sus grandes bancos privados o por los bancos multilaterales recientemente creados (NDB y AIIB), Beijing podría reforzar los lazos con la región en un plan mucho más ambicioso. En otras palabras, que China materialice con miles de millones de dólares lo escrito en el hasta ahora “gran master plan” del proyecto global BRI.

Por último, siendo el mejor de los escenarios para América Latina (pero el más lejano) que prime un contexto de entendimiento entre Estados Unidos y China. Un liderazgo conjunto y coordinado de las dos potencia (reflotando y permitiendo el funcionamiento del multilateralismo) para la estabilización global de la pospandemia. Washington y Beijing ofreciendo bienes públicos (financiamiento) en naciones y sectores diferenciados, sin demandar altos compromisos estratégicos.

En definitiva, mientras que el primer escenario sería gravoso para la región, los demás conllevan grandes desafíos, condicionantes y costos laterales, en especial el primero y el segundo. En las relaciones internacionales no existen almuerzos gratis. Sin embargo, las inéditas urgencias y emergencia que expuso la pandemia, hace imperioso que la región puede mininamente sentarse a “almorzar”.

 

El Economista - 8 de julio de 2020

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