¿Qué tipo de solución con dos estados?

Immanuel Wallerstein*

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Ahora que el presidente Obama ha puesto su peso tan abierta y públicamente tras el concepto de una "solución" con dos estados para resolver la controversia/lucha entre Palestina e Israel, tal "solución" podría lograrse en los años venideros.

La razón es simple. Expresada en lo abstracto, dicha solución tiene un abrumador respaldo en la opinión pública mundial. Las encuestas muestran que los israelíes judíos están en favor, como lo está la mayoría de los judíos en otras partes del mundo. El respaldo en el mundo árabe es fuerte y vasto. Aun Hamas indica que está dispuesto a aceptar el concepto de dos estados sobre la base de una "tregua" indefinida en la lucha. Algunas "treguas" en el mundo moderno han durado cuatro siglos. Y más recientemente, ha habido "treguas" al respecto de la península coreana y en Cachemira que llevan más de medio siglo. Algunas "treguas" parecen bastante permanentes.

Lo que parece quedar fuera de la discusión en los días que corren es qué significa la expresión "dos estados". Existen definiciones muy diversas. Debemos recordar que las últimas negociaciones reales, aquellas entre Yasser Arafat y Ehud Barak en 2000, se fueron a pique en el último minuto en Taba, por definiciones divergentes.

¿Cuáles son los puntos de estas definiciones contrarias? Hay por lo menos seis puntos diferentes que el mero eslogan de "dos estados" esconde.

El primer punto es la definición de soberanía. Por supuesto, los palestinos piensan que soberano significa soberano –un Estado con los mismos poderes de cualquier otro Estado soberano. Aun los líderes políticos israelíes que han aceptado la terminología de los dos estados han pensado en una versión limitada de la soberanía. Por ejemplo, ¿qué tipo de aparato militar tendría un Estado palestino? ¿Controlaría por completo los permisos de sobrevuelo? ¿Tendría un control ilimitado de sus fronteras?

El segundo punto es por supuesto el de las fronteras de tal Estado. Tanto la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como Hamas sienten que aceptar las fronteras de 1967 es ya una enorme concesión de su parte. Ciertamente no esperan obtener nada menos que eso. Pero tales fronteras, por supuesto, no incluyen los asentamientos judíos en los territorios ocupados, ni Jerusalén oriental. Podrían ser aceptables diminutos ajustes de dichas fronteras. Pero diminutos quiere decir en verdad diminutos.

El tercer punto es la democracia interna de Israel. ¿Continuarán teniendo menos derechos los israelíes no judíos que los judíos? Ésta es una cuestión central y muy poco discutida.

El cuarto punto es si los dos estados se definirán como estados laicos o como estados religiosos. ¿Será el Estado palestino un Estado musulmán? ¿Continuará siendo Israel un Estado judío?

El quinto punto es el llamado derecho de retorno. Israel se fundó sobre el ilimitado derecho de retorno de cualquier judío que deseara venir a Israel. Los árabes que huyeron de Israel (o que fueron expulsados) exigen el derecho a retornar. Éste ha sido el punto más enredoso en el debate histórico completo. Es una cuestión tanto de demografía como de tierra. Los palestinos aceptarían un gesto meramente simbólico en esta cuestión, si todos los otros puntos se resolvieran de los modos que consideren apropiados.

Finalmente, por supuesto, está la cuestión de qué ocurriría con los asentamientos judíos ya existentes en los territorios ocupados. Es concebible que los palestinos afirmen que algunos de ellos podrían quedarse donde están. Pero parece muy poco probable que los colonos accedieran a permanecer en un Estado palestino, o que estarían dispuestos a aceptar ser evacuados a Israel.

Ahora, ¿qué va a hacer Obama? Él ha tomado una postura fuerte sobre dos cuestiones que el gobierno de ultraderecha israelí se rehusaba a aceptar: no más expansiones de ningún tipo en cuanto a los asentamientos existentes y un compromiso con la solución de dos estados. Esto es incuestionablemente positivo y valiente en el contexto de la política interna de Estados Unidos.

Sin embargo, corre el riesgo de poner en peligro cualquier solución real. Porque hay que considerar la siguiente posibilidad. Que Obama consiga torcerle fuertemente el brazo al primer ministro israelí Netanyahu, que éste conceda ambos puntos, y haga ajustes en su gabinete a la luz de este viraje en la posición. Netanyahu ya aceptó el principio de dos estados, pero a condición de que el Estado palestino sea un Estado desmilitarizado. ¿No revirará entonces pidiendo a Obama que ahora los palestinos deben hacer concesiones comparables? Pero en realidad no estaría hablando de que la Autoridad Palestina deba "controlar la violencia" –el mantra gubernamental israelí usual. Estaría pidiendo concesiones en todos los puntos que he mencionado –en ninguno de los cuales podría hoy el liderazgo palestino hacer alguna concesión significativa.

Los valientes gestos de Obama resultarían entonces un modo de distraer la atención de los puntos subyacentes reales.

Traducción: Ramón Vera Herrera.

**Nació en Nueva York, realizó sus estudios en la Universidad de Columbia, donde se graduó en 1951, obtuvo su maestría en 1954, y el doctorado en 1959, después trabajó como conferencista hasta 1971, año en que se hizo profesor de sociología en la Universidad de McGill. En 1976 se hizo profesor de sociología de la Universidad de Binghamton (SUNY), puesto que ocupó hasta que se retiró en 1999, otro cargo que tuvo fue la dirección del Centro Fernand Braudel para los estudios económicos, sistemas históricos y civilización. Wallerstein ocupó varios puestos al ser profesor visitante en diferentes universidades alrededor del mundo, fue premiado con múltiples títulos honoríficos, también fue el director de estudios asociados en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (École des Hautes Études en Sciences Sociales) en Paris, y fue presidente de la Asociación Sociológica Internacional de 1994 a 1998.

Fuente: [color=336600]La Jornada - 28.06.2009[/color]

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