Por qué no se logra el desarrollo

Horacio Rovelli
El desarrollo económico se puede definir como la capacidad de una sociedad para crear riqueza a fin de promover y mantener la prosperidad o bienestar económico y social; si se lo hace además valorando y preservando al medio ambiente, hablamos de desarrollo sustentable. La pregunta que nos hacemos es por qué eso no sucede en nuestro país. En el marco del sistema de acumulación capitalista, con todas sus injusticias y arbitrariedades, John Maynard Keynes sostenía que “el rendimiento de la producción aumenta más rápido que los medios de absorber la mano de obra disponible”. Esto se agrava por la desigualdad de ingresos y el predominio de las finanzas sobre la economía. Por ende, la doble tarea de la demanda es superar ese escollo y, al mismo tiempo, prepararse para nuevas funciones que la producción y el conocimiento exigen.

El mismo Keynes sostenía que a la burguesía (los empresarios) no se le puede pedir nada, sin disciplinarla y hacerla responsable socialmente de los recursos que utiliza; en su libro La Teoría General… afirma: “Los empresarios son sólo tolerables mientras que sus ganancias guardan relación con lo que sus actividades contribuyen a la sociedad”, y es más, como partía de que esperaba de ellos un natural egoísmo y falta de grandeza, sostenía que solo el Estado podía pensar en el bien común y en el futuro, para lo cual impulsaba los dos componentes de la Demanda Agregada, el Consumo y la Inversión, pero de tal manera que: “Al mismo tiempo que procuraría una tasa de inversión controlada socialmente con vista a la baja progresiva de la eficiencia marginal del capital, abogaría por toda clase de medidas para aumentar la propensión a consumir, porque es improbable que pueda sostenerse la ocupación plena, con la propensión marginal existente, sea lo que fuera lo que hiciéramos respecto de la inversión. Cabe, por tanto, que ambas políticas funcionen juntas, promover la inversión y, al mismo tiempo, el consumo, no simplemente hasta el nivel que correspondería al aumento de la inversión con la propensión existente del consumo, sino a una altura todavía mayor”.

Del siglo XX al XXI

En ese siglo XXI queda reflejada la profunda reconversión de la economía mundial, con el fuerte incremento de la presencia de China y, en menor medida, de los restantes naciones llamadas emergentes, pero que han sabido amalgamar su mano de obra abundante con capacidad de adquirir conocimiento y disciplina laboral conformando un verdadero ejército de trabajadores, con un Estado atrás capaz de planificar y orientar la producción y, de ese modo, acordar con capitales internacionales permitiéndole el retiro de jugosas ganancias pero obligándolos a invertir en máquinas y equipos y en desarrollo de tecnología en esos países, generando un modelo de crecimiento sostenido.

En ese marco y con esas condiciones, en nuestro país, que tiene tan sólo un poco más de 40 millones de habitantes, con trabajadores activos que representan un 35% de su población, en su mayoría fuertemente capacitados y que cuenta con importantes recursos naturales (agua, tierra fértil, minerales –entre ellos, el litio–, etc.), sin embargo, la baja dotación de inversión y de infraestructura, sumado a la lejanía de los principales centros de producción y de consumos, torna difícil el desarrollo independiente y con cierto grado de autonomía.

Máxime que para mejorar la cuenta corriente de la balanza de pagos, por sobre todo, se debe apuntalar la cuenta capital, no para financiar el déficit de la cuenta corriente, sino para contabilizar el ingreso de capitales para obras de infraestructura, en máquinas y equipos, en tecnología, etc. El mayor ingreso de capitales para la inversión física implica un doble apoyo del tipo de cambio (de nuestra moneda), una por el ingreso de divisas y otra por el incremento de la productividad de nuestra mano de obra, por mayor dotación de capital y tecnología

El papel de la inversión

La falta de inversión suficiente y el mismo planteo del desarrollo, hacen que los conflictos y las tensiones políticas ya estén planteadas en nuestra región desde hace largo tiempo, de allí que los gobierno nacionales y populares que asumieron, como el de los Kirchner en nuestro país, impulsen una estrategia colectiva de inclusión, pero que se encuentran con el límite del derecho de patrimonio y de relaciones de producción que se fortalecieron con las dictaduras y los gobiernos serviles que le sucedieron.

En términos sociopolíticos consideramos al desarrollo un proceso social –no exento de contradicciones–, cuya finalidad, en el establecimiento de un puente entre sistemas o rasgos sociales fundamentales, basado en la ampliación y profundización democráticas, es superar los estrechos límites impuestos por los sectores dominantes en las clásicas democracias representativas.

Asumimos, entonces, como prioritario, el fortalecimiento de la sociedad civil, las organizaciones del pueblo de todo tipo, desde la defensa del consumo, las ferias populares, la canalización de las demandas democráticas fundamentales y el acercamiento crítico de la sociedad, en particular de las organizaciones y demandas sociales básicas al Estado. Y con ello, el conflictivo rumbo hacia las transformaciones sociales.

Los caminos posibles son dos y sólo dos, uno impulsar la demanda interna para asegurar un mercado propio y a la vez sustituir importaciones para evitar el drenaje de las divisas, porque el crecimiento requiere compras de insumos y máquinas del exterior, que permite integrarse al mundo pero partiendo de fortalecer el interior. El otro es el de integrarse al mercado mundial pero como un simple engranaje dependiendo y subordinándose a las decisiones del capital internacional.

El segundo camino incorpora a las nuevas estructuras productivas a los trabajadores y empresarios que le son funcionales, pero excluye a los que no tienen cabida o no tienen condiciones para adaptarse a ellas. Es importante destacar que este proceso no solamente tiende a limitar la formación de un empresariado nacional, sino también clases medias nacionales (incluyendo grupos intelectuales, científicos y técnicos nacionales) e incluso una clase obrera nacional. El avance del camino planteado introduce una cuña a lo largo de la franja en que se encuentran los segmentos integrados y no integrados tendiendo a incorporar a parte de los empresarios locales como gerentes de las nuevas empresas y marginando a los no aprovechables, incorporando a algunos de los profesionales, técnicos y empleados adaptables y marginando al resto y a los que no lo sean, e incorporando parte de la mano de obra calificada o con condiciones para calificarse y se margina a aquella otra parte que se supone no tener niveles de calificación técnica e incluso cultural para adaptarse a las nuevas condiciones(las economías inviables que decía Menem).

Propuestas concretas

Y allí los interrogantes, dado que vemos que es el camino correcto el emprendido por la Fundación DAR, presidida por José “Pepe” Scioli y que tiene como coordinadores a Mercedes La Gioiosa (con quien trabajé alguna vez y me merece el mayor de los respetos) y Sergio Woyecheszen, actual Subsecretario de Industria, Comercio y Minería de la Provincia de Buenos Aires, planteen un programa y una política sobre “los eslabones débiles o ausentes de cada cadena de valor”; se fijen prioridades en materia de capacitación según sector de actividad, incluyendo oficios, uso y manejo de nuevas tecnologías y calidad; y se estudien las necesidades en la asistencia para la implementación de normas técnicas y de calidad con lo que están planteando un modelo productivo y distributivo en base al trabajo nacional. Así como también el impulso de un Ministerio de la Economía Popular para impulsar la socialización de la construcción, de la tierra y del trabajo.

Pero lo cierto es que la combinación de capitales extranjeros y nacionales (nacional porque operan en el país), piensan otra cosa, los vemos en los trascendidos de sus reuniones, en los acuerdos dentro del seno de la UIA entre Pagani, de Arcor, y Rocca, de Techint, de este último con Eurnekian, Cartellone y los Roggio en las cámaras de la construcción, y de todos ellos con Héctor Magnetto en AEA (Asociación Empresaria Argentina); si ellos se unen y coinciden en el diagnóstico, buscando cómo insertarse en la economía mundial haciendo base en nuestro país, pero desinteresándose de la suerte de millones de argentinos que quedan afuera de su “particular” integración al mercado mundial, el futuro es sólo de ellos.

Por ende planteado los dos caminos, para recorrer el primero que significa crecer y desarrollarnos, debemos fortalecer la participación y el control popular, la única garantía es la organización de la sociedad. En cambio, el segundo camino exige de la pasividad de la población para que sea “el mercado” el que fije el tipo de cambio, los precios, las tasas de interés, los salarios, etc. etc. Y el mercado en la Argentina son los 600 empresarios que se reunieron en el almuerzo de la campaña de Macri, pero también esperan tener un gobierno del cual nutrirse con la presidencia de Scioli. Está en la organización y participación del pueblo que eso no ocurra.

ESCOLLOS | Extranjerización y concentración

El problema grave que tenemos es la fuerte extranjerización de nuestra economía, donde de las 500 principales empresas por facturación, 335 tienen su casa central, a la que le responden, en el extranjero. Y las llamadas empresas locales se comportan peor, claro ejemplo son los Rocca, de Techint, que en la primera investigación seria en Brasil, su CEO Ricardo Ourique Marques va preso por soborno y que su filial brasileña tiene prohibido participar en nuevas licitaciones de obras desde diciembre de 2014 por lo mismo. Que son los Blaquier, de Ledesma, que no están presos por la “particularísima” Justicia Argentina porque las pruebas y el grado de impunidad que tuvieron en las largas noches de los apagones son muchas y manifiestas. O los Macri, los Bulgheroni, los Pérez Companc, Pescarmona, los Bagó, los Pagani, todos, pero todos ellos enriquecidos por la dictadura militar que impulsaron y propiciaron y que les permite estar en la revista Forbes entre las 2.000 personas más ricas del mundo (en un país, la Argentina, que los enriqueció y que tiene severas faltas de dotación de capital).

A ellos, lo único que les interesa es su negocio, que tiene varias facetas productivas (con súper explotación de la mano de obra) y financiera (fugando capitales y trayendo parte como crédito para endeudar al país). Esa burguesía no tiene reglas ni límites, sí se los impusieron, en su momento, Juan Perón, Arturo Illia, derrocado por dictaduras militares los dos (Perón del ’55 e Illía, en 1966). Trató Alfonsín en la gestión de Bernardo Grinspun, pero después se rindió, reconoció la deuda externa generada por la dictadura como legítima y los llamó “capitanes de la industria” (a semejantes sátrapas y parásitos). Y Néstor Carlos Kirchner, quien tras la debacle del año 2002, sin una fuerza política y social por detrás, logró establecer e imponer reglas de juego que les permitió ganar mucho dinero, pero también pagar impuestos e invertir impulsando un modelo de crecimiento y de mejora en la distribución del ingreso que duró hasta el año 2012.

Miradas al Sur - 30 de agosto de 2015

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