No es evidente todo lo que reluce / Juan Torres López* y Lina Gálvez Muñoz**

En respuesta al polémico “Informe sobre la inmigración” de Jorge Verstrynge, escrito en colaboración junto a Gema y Rubén Sánchez Medero y aparecido en la revista El Viejo Topo Nº237, Juan Torres López critica fuertemente esta visión de la inmigración en España. Dejando de lado la tradicional visión de la izquierda acerca del problema, se sostiene que la inmigración nunca ha sido tratada con una visión multidimensional. Por esta razón, según los autores, es necesario comprender el fenómeno desde una mirada no sólo economicista, sino teniendo en cuenta su perspectiva socio-histórica. [size=xx-small][b]Artículos relacionados:[/b] .Inmigración y capitalismo / Editorial de Laberinto .Diálogo sobre la inmigración en Europa / Tariq Alí* - Fouad Laroui** .“Los musulmanes en la Unión Europea: discriminación e islamofobia” / EUMC [/size]

Prosigue aquí el debate iniciado en torno al “Informe sobre la inmigración” de Jorge Verstrynge con Gema y Rubén Sánchez Medero (EVT 237), al que siguieron sendos textos de Carlos Martínez y Rosa Cañadell (EVT 238), debate que proseguirá en los próximos números.

En el número 237 de esta revista se publicó un “Informe sobre la inmigración” de Jorge Verstrynge con Gema y Rubén Sánchez Medero que merece algunos comentarios, aunque de momento los realicemos a vuela pluma y sin perjuicio de seguir aportando al debate más adelante.

El artículo es valiente y necesario. Valiente porque trata un problema sobre el que la izquierda en general ha mantenido a menudo una posición de gran ingenuidad, y lo hace poniendo conscientemente sobre el papel aspectos, opiniones y valores que chocan frontalmente con el pensamiento progresista
dominante. Y es necesario porque no cabe pensar que las izquierdas salgan de la parálisis ideológica, política y operativa en la que parecen estar sumidas si no es, precisamente, atreviéndose a poner en cuestión viejos dogmas y verdaderas antiguallas del pensamiento a partir de los que es verdaderamente imposible poder ofrecer alternativas atractivas a los sectores sociales desfavorecidos en las complejas sociedades de nuestros días.

Sin embargo, nos parece que el “Informe” contiene demasiado desorden, inconsistencias analíticas, muchos argumentos indemostrados e indemostrables (a pesar de la aparente contundencia de los datos que utiliza para sostenerlos), referencias a otros trabajos a veces sacadas de contexto y, en general, una perspectiva que lleva a concluir en propuestas que entroncan más bien con el pensamiento y la política liberal, o incluso xenófobo (aunque tenemos la seguridad de que no es esa la pretensión de sus autores) más rancio y tradicional.
Con la limitación de espacio y tiempo con la que contamos, vamos a tratar de expresar aunque sea casi de forma telegráfica, los elementos que nos parece que habría que reconsiderar para poder formular tesis más coherentes y fundamentadas, y conclusiones políticas que favorezcan en mayor medida el
bienestar y el progreso social.

La inmigración como problema

Parece oportuno el planteamiento general del “Informe” tendente a romper la visión “arcangélica” predominante en la izquierda. Nos guste o no, la inmigración que se viene dando en nuestra época es un fenómeno masivo y desordenado que
constituye un problema social, económico y político bastante grave.

Seguramente sea ya hora de dejar de referirnos a la inmigración como una simple experiencia o proyecto vital más o menos dificultosos y que se contempla básicamente como el ejercicio del derecho a la libre movilidad de los seres humanos.

Y en su lugar abordarla como lo que hoy día es, una aspiración al bienestar que resulta muy difícil de satisfacer en el contexto del capitalismo neoliberal de nuestros días y que provoca serios desajustes en los territorios a los que concierne más directamente y al planeta en general.

En este contexto, aunque quizá no en cualquier otro y sin negar la importancia económica y cultural que tiene la movilidad de las personas, la inmigración es un problema de múltiples dimensiones. Es un problema económico porque suele reflejar carencias inmensas en donde se produce el éxodo y porque lógicamente implica costes de todo tipo en donde se llega; es también un problema político porque supone la movilización de personas que se instalan en lugares donde no
tienen o tardan en tener plenos derechos ciudadanos y, en consecuencia, en donde no pueden manifestar plenamente sus derechos o preferencias, dando lugar a fallas considerables en la vida pública; es un problema cultural, porque implica la convivencia de valores y formas de pensar, de creer y de vivir bien distintas y que necesitan tiempo para conjugarse armónicamente, lo que se traduce muy a menudo, cuando falta esa armonía, en prácticas de rechazo, segregación o racismo; lo es también antropológico, pues si bien es verdad que
los seres humanos tendemos al movimiento no lo es menos que necesitamos del arraigo para vivir en paz y bienestar.

También nos parece acertada la idea que se expone a lo largo del artículo en relación con los supuestos beneficios y costes de la inmigración. Se suele hablar habitualmente de ellos de modo abstracto en relación al conjunto de la economía o la sociedad, pero es necesario tener en cuenta, como bien hace el informe, que las ventajas e inconvenientes de la inmigración, sus costes y beneficios de todo tipo, no se distribuyen ni mucho menos por igual. Salvo que existan mecanismos fiscales y, en general, instrumentos muy perfeccionados de redistribución, es inevitable que la inmensa mayoría de sus costes e inconvenientes los sufran las clases más desfavorecidas. Esto último es lo que obliga a plantear siempre el problema de la inmigración no como un mero asunto moral, en abstracto, sino realizando una evaluación constante de sus efectos sobre la distribución de la renta y la riqueza entre los diferentes grupos sociales.

Dicho esto, creemos, como hemos adelantado más arriba, que el informe contiene una serie de confusiones, verdades a medias o simplemente prejuicios intelectuales que enturbian su mensaje, que pueden llegar a confundir más que a
aclarar la realidad de la inmigración, y de los que no es posible sino deducir propuestas políticas que a nuestro juicio terminarán siendo realmente poco favorables para el bienestar general.

Cuestiones generales

Sobre la concepción general del informe nos parecen destacables cuatro cuestiones.

En primer lugar, que es significativamente exagerado en su expresión verbal. Está cargado de palabras de gran implicación emocional para referirse a las diferentes cuestiones a las que alude: alarmante, inquietante, sangría, a los españoles nos van a estropear, degradación, caída en picado, brutales, explosión... son algunos de los términos utilizados. A veces parece como si este lenguaje se utilizara para querer llevar a los lectores por la senda deseada cuando no es fácil que vayan por allí empujados por la fuerza misma de las argumentaciones.

En segundo lugar, el análisis se realiza sin tener en cuenta el largo plazo, no solo hacia adelante, sino hacia atrás, lo que es más grave porque no contempla los resultados de procesos de gran flujo migratorio que se han producido en otras épocas y que, como ocurrió en los Estados Unidos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, por ejemplo, estuvieron acompañados de una polémica y problemática muy parecidas a las de la actualidad. Si se analizaran, seguramente se llegaría a conclusiones distintas a las del informe sobre los efectos de la mezcla de culturas, de los efectos económicos a medio y largo plazo de la inmigración, o sobre el modo y la mayor o menor adaptación de los inmigrantes a la sociedad y cultura que los reciben.

En tercer lugar, y antes de mostrarlos como referencias estadísticas determinantes, quizá sería necesario hurgar en la naturaleza de los datos que proporcionan los barómetros sobre opinión social, pues seguramente encontraríamos en ellos sesgos ideológicos suficientes (sobre todo en problemas sociales como los relativos a la inmigración) como para tomar sus resultados con cierta relatividad.

Finalmente, hemos podido comprobar que el “Informe” es muy poco cuidadoso a la hora de traer a colación trabajos u opiniones de otros autores. En ocasiones, se trasladan de forma casi literal los argumentos sin citarlos (como ocurre con
los del profesor Sala i Martín); en otras, se sacan de contexto y casi siempre se citan solamente los datos o juicios de quienes sostienen lo mismo que se quiere argumentar; y en ocasiones, sólo parcialmente, despojando los análisis de su complejidad, lo que siendo lícito, no es muy científico e impide que pueda aceptarse como prueba de la pretendida solvencia generalizada de los planteamientos.

Sobre los mitos y las evidencias

El “Informe” se orienta a tratar de desmontar cinco mitos que en opinión de sus autores constituyen el pensamiento generalizado sobre la inmigración.

Pero ¿quién dice en realidad lo que los autores del informe afirman que todos decimos?

En nuestra opinión, ni los mitos que se dan como generalizados son los que en realidad predominan, ni lo que dice Verstrynge y sus co-autores contribuye a desmontar la confusión realmente existente sobre la inmigración. Estamos dispuestos a aceptar que hay muchas ideas preestablecidas, muchos prejuicios e incluso una auténtica mitología sobre la inmigración, como dicen los autores del “Informe”. Pero creemos que hay que matizar mucho y que, en realidad, los mitos a los que habría que atacar son los realmente existentes (algunos de ellos en las propias conclusiones del “Informe”, como el que tiende a situar la genética por encima de la civilización y la construcción cultural; el que sólo ve efectos positivos en la entrada de España en la UE; el que estima que los fenómenos sociales como la inmigración deben plantearse a partir de análisis de coste/beneficio monetario; o el que lleva a pensar que el largo plazo es una sucesión de situaciones estancas a corto plazo, como sostiene el modo liberal de pensar la historia y la actividad económica) y no los que artificialmente crean los autores del “Informe” para dar salida a sus conclusiones.

Primer mito: “todos contentos”

Veamos: ¿Quién mantiene verdaderamente que todos estamos contentos con la inmigración? En nuestra opinión, es una verdadera falacia incluir semejante expresión como un mito. Más bien nos parece fácilmente demostrable que, excepto en algunas opiniones extremas, lo que predomina es un balance desigual sobre los beneficios e inconvenientes de la inmigración. La mejor prueba de ello son los propios datos que utilizan los autores del “Informe” y que ponen de relieve que la inmigración crece como un problema dentro de la sociedad española. También nos parece infundado afirmar que la idea generalizada sea que la inmigración se halle en el origen del crecimiento económico español. Efectivamente, la inmigración no lo ha sido todo, pero tampoco el ingreso en la Unión Europea, como afirman Jorge Verstrynge y Gema y Rubén Sánchez Medero. Incluso en opiniones de liberales como Xavier Sala i Martin –cuyos escritos siguen paradójicamente los autores del “Informe” cuando les son beneficiosos para sus
argumentos–, es fácil demostrar que la inmigración es un elemento más pero no decisivo del crecimiento español. En realidad, las frases del “Informe sobre este asunto” no son sino una pura tautología y más bien parecen enfrentarse a los hechos como Don Quijote a los molinos y dando palos al aire: la inmigración, como cualquier incremento de población en una economía estable, fomenta el crecimiento medido como PIB. Más población equivale a un mayor volumen de insumo (trabajo) y a una mayor demanda. A menos que la incorporación de los nuevos trabajadores hiciera bajar los salarios hasta el punto de que la demanda final se mantenga constante (algo que significaría que los salarios bajasen en términos nominales) o bien que todos los trabajos ocupados por inmigrantes sean producto del despido de un español, la demanda se incrementa. Algo parecido ocurre con el efecto del ingreso de España en la UE. Los flujos de capital también constituyen un incremento de recursos (capital) que se traduce en un mayor crecimiento. Lo que se viene a decir en el “Informe” es tan simplista como sería afirmar que el agua sirve al hombre por el hidrógeno que contiene y no por el oxígeno.

Segundo mito: “Los inmigrantes vienen a desempeñar trabajos que los autóctonos ya rechazamos”

En este apartado, el Informe sigue casi literalmente un artículo de Xavier Sala i Martin (http://www.columbia.edu/~xs23/catala/articles/2006/inmigracio/inmigracio...) para establecer primero lo evidente y situar después lo contrario como si fuera un mito asumido por la generalidad. La realidad no es exactamente que el capital haya logrado reducir los salarios en los últimos años gracias a la llegada
masiva de inmigrantes. Nos parece fundamental reconsiderar la cuestión a partir de un matiz importante: los cambios en la política económica (en parte impuesta, por cierto, por la entrada de España en la UE), en la legislación laboral y en la estructura ocupacional que han hecho disminuir las concentraciones de trabajadores, el aumento de la temporalidad, la deslocalización., etc., todo lo cual ha hecho caer el poder contractual de los trabajadores y su capacidad para lograr mejores posiciones en la distribución de la renta... es lo que verdaderamente ha permitido que se reduzcan los salarios y que se puedan establecer condiciones de contratación tan precarias como las existentes. Y esos salarios más bajos se pueden mantener así, e incluso forzar aún más a la baja, introduciendo en el mercado cientos de miles de inmigrantes que, eso sí es verdad, están muy dispuestos a aceptarlos, sencillamente porque en relación a su situación de partida les resultan aún atractivos. El matiz es importante porque si se acepta la tesis del “Informe” la solución a los salarios reducidos se plantea exclusivamente en relación con la cantidad aceptable del flujo migratorio (con las inevitables secuelas de tensión segregacionista y conflicto xenófobo que lógicamente eso lleva consigo), mientras que si se acepta nuestra posición, la solución al quebranto salarial tendrá que venir dada por la consecución de nuevas condiciones de contratación para todos los trabajadores (no solo nacionales sino también inmigrantes), algo que sólo se puede lograr si se altera el equilibrio de poder hoy día existente. El planteamiento no pude ser decir “que se vayan los extranjeros para que así los nacionales puedan trabajar a salarios
más elevados”, sino “establezcamos salarios decentes para todos los trabajadores”. Dicho todo esto de otro modo: es completamente falso que la contención salarial de los últimos años haya sido provocada por la inmigración. De hecho, los datos demuestran que no existe una correlación directa entre llegada de inmigrantes y disminución salarial. Por ejemplo, la ganancia media por trabajador y mes ha sido más alta en sectores como la construcción, que han absorbido un mayor porcentaje de población inmigrante. No obstante, es verdad que cuando hay abundancia de trabajadores dispuestos a aceptar salarios más bajos, éstos terminan por establecerse, pero la causación, como hemos señalado,
es otra y la conclusión progresista es distinta a la que se sigue del argumento que sostiene el “Informe”: para recuperar el poder adquisitivo de los salarios no bastaría que hubiera menos inmigrantes (como en definitiva se plantea en las conclusiones) sino que sería necesario reconquistar las posiciones de poder que han perdido los trabajadores. También nos parecen severamente simplistas los argumentos relativos a los efectos de la inmigración sobre la productividad. Por un lado, es obvio (y no puede ser de otra manera) que el incremento de población o trabajo en detrimento de la mejoras en la dotación de capital no puede implicar sino mermas en la productividad. Pero también es una perversión del análisis (y también con tintes xenófobos) considerar, entonces, que la inmigración es la causa de la baja productividad de la economía española y lo que ha impedido su equiparación con otras del entorno. En realidad, ésta se reduce al hacerse dominante una lógica empresarial encaminada a competir a través de los bajos salarios y no a través de la innovación y la inversión en I+D+i. La inmigración no es la causa de la baja productividad de la economía española. En todo caso, la inmigración es la consecuencia de la forma primitiva en que se ha facilitado la ganancia empresarial en España: mediante la mayor explotación y
menor remuneración que sale más barata (a corto plazo que es como piensan este tipo de empresarios) que la innovación tecnológica.

El tercer mito

Este mito (“Acogiendo a los pobres de los países emisores contribuimos a aliviar...) también es tautológico y falso. Por un lado, si se considerase a largo plazo la cuestión, quizá el balance sería distinto, como creemos que demuestran las experiencias de bastantes países que han sido origen o destino de importantes flujos migratorios. Pero, en cualquier caso, el reconocimiento de una evidencia (emigran generalmente los pobres que son menos pobres o más emprendedores o los que tienen algo de patrimonio para poder financiar el éxodo) no niega la mayor: se van de su tierra para huir de su pobreza o de la pobreza que hay a su alrededor. Sostener que “la pobreza de los inmigrantes no es un factor predominante a la hora de trasladarse a miles de kilómetros” es una tontería derivada de entender la pobreza de una manera bastante simplista: como algo que solo tiene que ver con la condición individual y no con el entorno o con la situación relativa de las personas. ¿Acaso tantos millones de personas iban a protagonizar una migración tan arriesgada, dolorosa y frustrante como la de nuestra época si no hubiese en ella una auténtica vía de escape? ¿Si no se trasladan huyendo de la pobreza, es que acaso lo hacen por gusto?

El cuarto mito

Este mito (“los inmigrantes aportan más de lo que cuestan”) nos parece especialmente inadecuado, peligroso e incluso falso. ¿Quién afirma en realidad esa idea? Y, sobre todo, ¿qué pertinencia tiene esa evaluación de costes y aportaciones cuando se hace solamente para los inmigrantes? ¿O es que no hay otros grupos de población que igualmente reciben más de lo que dan a la población (algunos de ellos, por cierto, en la cúspide de la pirámide social y económica)? ¿Y por qué no se menciona mejor el caso de la inmigración de clase elevada? ¿por qué no se dice, por ejemplo, que no son los inmigrantes trabajadores los que “cuestan” más por el uso que hacen de los servicios sanitarios, porque los utilizan menos y porque usan servicios más baratos, que los que demanda la inmigración de alto standing que se concentra en nuestra costa mediterránea? Y lo que es más importante, ¿con qué fundamento puede considerarse de izquierdas o progresista que el coste de un grupo poblacional sea el criterio para regular la dinámica demográfica o laboral de un país? El argumento es tan inadecuado que llega a culparse a los inmigrantes del aumento del gasto público, de los servicios sociales, educativos o sanitarios cuando, en realidad, eso es justamente lo que debería estar reclamando la izquierda en una situación de déficits sociales como los que hay en España con independencia de que haya o no inmigrantes. Y a nuestro juicio es un juicio xenófobo culpar también a los inmigrantes de la degradación de los servicios públicos: no es el uso que de ellos hace la inmigración lo que los ha degradado sino la insuficiencia del gasto mantenida en aras de evitar que los ricos paguen más impuestos. La política de estabilidad presupuestaria, la renuncia a la imposición, las reformas fiscales regresivas... derivadas de los cambios en la economía internacional con la globalización e impuestas, por cierto, como tributo de nuestra pertenencia a la Unión Europea de diseño neoliberal.

El quinto mito

(“La inmigración tiende a rejuvenecer la población”) no es menos falaz. En realidad, el “Informe” se contradice porque siguiendo sus propios argumentos se deduce que el mito será verdad al menos hasta que se produzca el ajuste del que habla. Pero con independencia de ello, y esto es lo importante, el juicio que se hace en el “Informe” no tiene que ver con lo que en realidad mantiene el pensamiento más progresista. Precisamente, lo que mantenemos los economistas más críticos o heterodoxos es que hacer creer que el aseguramiento de la vejez,
por utilizar la expresión del “Informe”, depende de la población es una perversión: depende del crecimiento, de la distribución y, sobre todo, de la voluntad política de querer o no establecer un sistema de pensiones u otro. Además, el informe establece, sin dar datos, que la mayor tasa de fecundidad de las mujeres inmigrantes es sólo un fenómeno temporal, ya que éstas enseguida se equiparan al patrón de la madre española (que, por cierto, no es de dos hijos por mujer como afirma el “Informe”, sino de 1,37 en 2006, según el Instituto Nacional de Estadística). Llama la atención que se establezca que las mujeres inmigrantes tienen una gran capacidad de asimilación en cuanto a decisiones reproductivas se refiere y que, en cambio, se considere por otro lado como un hecho altamente improbable que los futuros descendientes de los actuales inmigrantes se integren en las sociedades de acogida.

Sobre genes y razas. O sea, sobre el racismo

Finalmente, no podemos dejar de hacer referencia a los juicios, en nuestra opinión superficiales y parciales, que se hacen sobre la cuestión racial y el determinismo genético. Es evidente que la inmigración supone un encuentro de culturas, de razas, de valores y preferencias muy difícil y que a menudo produce choques, roces y conflictos graves. Mucho más, cuando es un hecho que la inmigración nace para evadirse de la frustración y la opresión pero que muy habitualmente termina en otras mucho mayores. Nosotros no creemos que sea la inmigración en sí misma la que produce esos problemas sino la pobreza integral en la que nace y vive y la explotación en la que se desenvuelve. Pueden parecer palabras vacías pero es que es esa la realidad. La carencia que tantas veces lleva consigo la inmigración y que según el “Informe” es la que provocará la sobredelincuencia (sin que, por cierto, explique por qué los hijos de los inmigrantes reaccionarán delinquiendo cuando se sientan frustrados y no los nuestros) no es una connotación intrínseca a la inmigración sino que es el resultado de un mundo desigual, de la ganancia injustamente repartida. Y es sobre eso, pues, sobre lo que hay que actuar. Y, por otro lado, nos parecen igualmente simplistas las ideas que se exponen sobre la cuestión racial, sobre la supuesta predominancia de la genética y la raza como condicionantes de nuestros comportamientos sociopolíticos y humanos. Incluso aceptando la predeterminación de los genes, creemos, sin embargo, que podemos y debemos negamos a aceptar un planteamiento que, de hecho, implica soslayar la capacidad civilizadora de los seres humanos, nuestro poder para crear cultura y, sobre todo, para fundar nuestra vida en la ética y en los valores y la práctica de paz. Y es precisamente por eso que creemos que por donde hay que avanzar para hacer propuestas alternativas y de izquierda no es por la senda del pseudocientifismo racista sino por el camino que enseña a hacer que la paz, como decía Gandhi, sea el camino.

Sobre las propuestas finales

Para terminar, el “Informe” realiza diez propuestas que a nuestro juicio son parciales y que de ninguna manera resolverían la situación problemática en la que nos podamos estar encontrando. Su principal problema es que cae en el planteamiento típico de los enfoques liberales. Estos consideran, por ejemplo, que el problema del trabajo y el empleo es sólo un asunto del mercado de trabajo y solo allí admiten soluciones que, en consecuencia, sólo tienen que ver con la oferta, la demanda y el precio. El “Informe” concluye de modo parecido: sitúa el problema de la inmigración sólo en el ámbito de la inmigración y eso es
inadmisible porque, si se admite, sólo se pueden dar soluciones, como hace el “Informe”, que tengan que ver con la cantidad o el precio (en términos rigurosos, “precio sombra”) de los flujos migratorios. Es un enfoque lícito pero no se nos puede hacer creer que es progresista, alternativo o avanzado. En nuestra modesta opinión, hay que mejorar el conocimiento del fenómeno migratorio de nuestros días desde un punto de vista omnicomprensivo e histórico y no sólo economicista; con presupuestos éticos de partida inflexibles y, sobre todo, atento a una consideración fundamental (con independencia de los casos de acciones delictivas que no pueden confundirse ni mezclarse con la generalidad): los inmigrantes han de ser considerados en cualquier territorio como seres humanos con derecho a gozar de la plenitud de los derechos humanos, políticos, laborales y sociales.

Y esto último lo decimos porque hay algo que creemos que no se puede olvidar: el problema que plantea la inmigración no es la existencia de la inmigración misma sino la lógica social, política y económica que domina el entorno en que se produce. Tratar de actuar sólo sobre la inmigración lleva inexorablemente a sostener y fortalecer esa lógica de dominación y frustración bajo la que vivimos.
Otra cosa es que, a partir de ahí; repetimos, a partir de ahí, dicho y hecho lo anterior, será seguramente inevitable enfrentarse a un problema de gestión cuantitativa. Es evidente que cualquier sociedad no puede absorber cualquier cantidad de población sobrevenida en muy corto plazo, y que sería impensable
que cualquier nación pudiera hacer frente (no ya con justicia, sino con un mínimo de estabilidad) al problema que la pobreza y el desorden global plantea en tantos sitios a la vez. Por eso es preciso aceptar que debe haber una regulación del fenómeno migratorio que implicará a la postre algunas medidas
como las que se indican al final del “Informe”, aunque no exactamente todas ellas porque algunas seguramente impliquen muchos más costes que los beneficios que puedan generar. Pero lo que nos parece rechazable es que se entienda que esa regulación tiene una justificación en sí (que es lo que nos parece que viene a plantear el “Informe”) porque creemos que es fundamental que se dé en un marco de principios éticos, revelación de preferencias, reparto del poder y asignación de recursos que garantice la justicia y la paz en el globo.

*Nacido en Granada, España en 1954. Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales. Profesor Adjunto de Economía Política y Hacienda Pública (1983) en la Universidad de Granada. Desde 1986 es Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Málaga. En esta Universidad ha sido Director de Departamento, Vicedecano y Decano de la Facultad de Derecho y Vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado. Ha sido también Secretario General de Universidades e Investigación de la Junta de Andalucía. Miembro del Consejo de Redacción de la revista Principios. Ha sido invitado por IADE-Realidad Económica en junio de 2002 para dictar el seminario: "Pensar contra la corriente. Opciones económicas frente al neoliberalismo”.
**Lina Gálvez Muñoz es Licenciada en Geografía e Historia por la Universidad de Sevilla. Ha sido docente e investigadora de múltiples universidades europeas. Autora de diversos libros, su última publicación es “Estadísticas Históricas del Mercado de Trabajo en Andalucía”.

Fuente: El Viejo Topo – Nº239 (diciembre 2007)

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