A descolonizar de la mano de la generala Azurduy

"Es una forma de descolonizarnos”, expresó el mandatario boliviano Evo Morales al inaugurarse la escultura de la luchadora de nuestra independencia latinoamericana, Juana Azurduy, que reemplazó a la del conquistador Cristóbal Colón, en medio de fuertes polémicas.

Desde la remoción de la escultura del navegante genovés, varias organizaciones descendientes de italianos se sintieron perjudicadas y los medios opositores al oficialismo lo aprovecharon para retrucarle al Gobierno.

Si bien la palabra colonizar viene del latín colonia, su similitud con el apellido del descubridor de América es llamativa. Y Azurduy representa a todos los que nacieron en este suelo, porque es parte de nuestra historia.

Juan Carlos Junio, diputado nacional del Partido Solidario, afirmó que “en nuestro país, los monumentos son el resultado del triunfo político y, en consecuencia, cultural de un sector y una clase social; por eso, Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca están en muchas de nuestras plazas”.

La figura de Juana Azurduy de Padilla (Bolivia 1780-1862) ha sido, en estos años, rescatada del olvido y de la indiferencia de los relatos hegemónicos, a través de piezas teatrales, también novelas biográficas e inclusive musicales históricos. Sin olvidar que en 1969 Félix Luna y Ariel Ramírez compusieron junto con la cantante Mercedes Sosa el disco Mujeres argentinas, que fue una especie de premonición a los estudios que se realizarían más tarde sobre estas guerreras.

En 1825, Simón Bolívar declararía heroína a Juana Azurduy y decretó que se le diera una pensión vitalicia de sesenta pesos mensuales que, con el tiempo, jamás recibiría. En un decreto firmado por Pueyrredón el 13 de agosto de 1816 se le concedió el uso a la utilización del uniforme militar que Manuel Belgrano concretizó dándole su propio sable.

Juana actuaba siempre acompañada con sus ejércitos llamados los Leales (a la causa de la revolución) y sus Amazonas, compuesta generalmente por mestizas e indias, que seguían entusiastamente a la guerrera durante los años 1811 hasta 1825.

Será también la representación de la madre en oposición a las luchas que enfrentaba contra los realistas, o como diría la escritora Elisa Algañaraz, Juana es la matriarca, se unirá siempre al símbolo de la Pachamama con su fertilidad provocando el binomio madre-tierra. Tendrá cuatro hijos y perderá tres de ellos y su última hija, Luisa, nacerá en el fragor de la batalla. También perderá a su esposo cuando éste intenta salvarla y el enemigo lo degüella.

Cuando aparece en la escena política Juana Azurduy, la presencia femenina –en el Alto Perú y en el Virreinato del Río de la Plata– motivará un desafío para las mujeres. Ellas fueron espías, correos y muchas veces lucharon en la guerra de guerrillas o también llamada la guerra de las republiquetas.

Terminada la guerra va desapareciendo la figura de Juana en el mapa histórico del siglo XIX, en el que endurecen y afean su rostro, la acusan de tener actitudes varoniles, denigran su nombre en la masculinidad y le hacen atravesar una agonía de treinta y siete años de total indiferencia.

Cecilia Merchán, coordinadora del Comité para la Lucha contra la Trata y Explotación de Personas “Juana Azurduy”, viene trabajando desde hace años para recuperar la figura de Juana en nuestra historia. “Los verdaderos patriotas no están especulando respecto de su futuro y Juana murió en la extrema pobreza. Silenciada como la mayoría de las mujeres latinoamericanas que no están retratadas en la historia oficial, recuperar a Juana es recuperar a cientos de mujeres olvidadas y a nosotras mismas”, afirmó Merchán.

Finalmente, llegó el reconocimiento oficial y su escultura de bronce, creada por el escultor Andrés Zerneri, se ubicó de cara al continente, en la ahora rebautizada plaza Azurduy. “El monumento a Colón miraba hacia Europa y Juana Azurduy mira hacia América. Cada obra mira hacia donde le importa”, señaló Zerneri (ver abajo).

La escultura sostiene en su mano izquierda una espada y carga en la espalda a cuatro de sus cinco hijos, junto a representantes de las etnias colla, aimara, quechuas y tarabuqueños.

“Poner a Juana Azurduy en lugar de Colón expresa que le estamos dando importancia a la unidad latinoamericana. Por supuesto que va a haber rechazo porque son las mismas miradas que siguen encontradas respecto a cómo tiene que ser nuestra integración al mundo. Les preocupa cómo podemos rever la historia y nuestra integración”, sostuvo Merchán.

La ceremonia de inauguración del monumento a la heroína de estas pampas, de la que participaron los presidentes de Bolivia y Argentina, Cristina Fernández de Kirchner dio comienzo al Festival de la Integración, con espectáculos y feria de productos artesanales de ambos países.

Juana de América o la Juana de Arco boliviana, verá su recompensación en estos últimos años.

La más grande heroína de nuestra independencia

Ya desde su origen familiar salía fuera de lo que era común. Su padre, Matías Azurduy, descendiente de una familia “hidalga” de Navarra, era propietario de una rica hacienda en Toroca, provincia de Chayanta, cercana a la ciudad de Chuquisaca. Sin embargo, estaba casado con Eulalia Bermudes, que era “mestiza”, lo que en la conservadora sociedad altoperuana era una rareza. Más lo fue que, pese a esa “mancha de linaje”, Juana recibiese instrucción de primeras letras y catecismo en la parroquia de Santo Domingo.