Las dos caras del dragón

Julián Blejmar
Durante la semana se realizó la cumbre bilateral entre Cristina Kirchner a su par chino Xi Jinping entre el lunes y miércoles de la semana pasada, se concretó uno de los puntos más altos en la relación política y económica que nuestro país viene gestando con China desde 2003. Durante la gira, se firmaron veintidós acuerdos relativos a energía, salud y medicina, actividades espaciales, minería, finanzas, turismo, cultura, comunicaciones, ganadería e información técnica y regulatoria.

Fue el punto cúlmine de una alianza gestada de facto a partir de 2003, cuando el intercambio comercial comenzó a crecer de forma exponencial. En efecto, si para el año 2002 el comercio bilateral con el gigante asiático representaba 1.369 millones de dólares, a partir de entonces creció de forma sostenida para ubicarse en 2013 en los 11.300 millones. Así, China se convirtió en el segundo socio comercial de la Argentina después de Brasil, desplazando de este puesto a otros tradicionales como los Estados Unidos y Europa, cuestión no menor si se suma el hecho de que, de acuerdo con el Banco Mundial, el país asiático ya desplazó a Estados Unidos como primer economía del mundo.

El Convenio Marco de Cooperación Económica y de Inversiones con China, que se aprobó en el Senado pero resta aún hacerlo en Diputados, procuró institucionalizar gran parte de este comercio, y éste el contexto en el que se firmaron los veintidós acuerdos.

Entre ellos, cabe resaltar nuevos avances para la construcción de la cuarta central nuclear, Atucha III y el inicio de una quinta, las cuales, se informó, tendrán componentes argentinos en un 70% y 50% respectivamente, la continuación en el desarrollo de una estación espacial en la localidad neuquina Bajada del Agrio con el acuerdo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), ampliaciones de la Central Termoeléctrica Manuel Belgrano, la financiación de un parque eólico, y la exportación de carne vacuna por parte de productores entrerrianos. Asimismo, se puso en marcha oficialmente la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic en Santa Cruz, que con una potencia de 1800 megavatios generarán alrededor del 5% de la electricidad nacional.

A estos acuerdos se suman otros de importante envergadura celebrado el año pasado, como lo son el convenios de prefinanciamiento para a la adquisición de mercaderías de ambos países, conocido como “swap” y por medio del cual ya se intercambian 3.100 millones de dólares en las respectivas monedas (yuanes y pesos), proyectándose continuar hasta alcanzar un monto equivalente a los 11.000 millones de dólares. También, los giros por un total de 2.500 millones de dólares por parte del Estado chino para la restauración del ferrocarril Belgrano Cargas, así como de la venta de 500 vagones chinos para los ramales Sarmiento y Mitre y el servicio de construcción y reparación de 62 pasos a nivel por parte de la empresa CSR.

Cara y Ceca 1. Lo cierto es que existen dos caras de la moneda en el vínculo con China. Cada una de ellas es convenientemente minimizada o directamente callada por parte del oficialismo o de la oposición.

Por un lado, resultó crucial el respaldo político y económico que recibió nuestro país en su lucha contra el tándem formado por la Justicia norteamericana y los fondos Buitre. Salvo para quienes simpatizan de forma abierta u oculta con estos grupos ultraespeculativos repudiados a nivel mundial, no podría soslayarse el conveniente acercamiento gubernamental al gigante asiático, que sin dudas incidió para el fundamental rol jugado por China en esta disputa mundial. Por un lado, la nación oriental rompió el bloqueo sobre el financiamiento internacional que intentaron imponer los buitres, a lo cual sumó su acompañamiento y respaldo en la cruzada diplomática argentina contra los fondos buitre, tanto en los organismos multilaterales de crédito como en la Organización de Naciones Unidas (ONU), donde justamente en la semana se avanzó en la redacción de una reglamentación global en materia de reestructuración de deudas soberanas que elimine el riesgo de los buitres.

Por su parte, y en lo estrictamente económico, significó el avance en materia de financiamiento y tecnología para segmentos claves de una economía que proyecta de­sarrollar su faz industrial, como los son el energético y el del transporte, a lo cual se debe sumar exportaciones por un promedio de 6.000 millones de dólares de forma continua desde 2007, lo cual ha reemplazado una fuente de divisas clave para el desarrollo industrial y el funcionamiento del Estado.

Ello no quita, sin embargo, importantes costos asociados. Sucede que el intercambio comercial que se ha venido desarrollando en la última década ha sido desfavorable para el país, y aunque de forma lejana, plantea el riesgo de transformar a la Argentina en el país soñado por la generación liberal del Ochenta del siglo diecinueve, donde nuestra nación se focalizaba en la exportación de materias primas a cambio de importar la producción industrial del entonces principal socio comercial, Inglaterra.

En rigor, se trata de un fenómeno que escapa a las fronteras de nuestro país, pues según la Comisión Económica para América Latina (Cepal) de la ONU, China ya se ha convertido en el primer proveedor de importaciones de Brasil y Paraguay, y el segundo de Chile, Colombia, Ecuador, Perú y nuestro país. Pero lo cierto es que un esquema basado en la exportación de productos primarios no podría generar en la actualidad empleo para más del 30% de la población –contando incluso los empleos agroindustriales– y, como sucedió desde siempre, torna fuertemente dependiente a nuestro país de aquellos capaces de proveer manufacturas.

De hecho, las exportaciones hacia China se concentran en productos primarios o agroindustriales, ya que la soja y sus derivados (porotos, harina, aceite) explican más del 70% de las exportaciones, mientras que otros derivados de productos primarios explican otro 17% del total. Y con respecto a las importaciones chinas, las mismas se focalizan en insumos para maquinarias, circuitos electrónicos, maquinarias automáticas para procesamiento de datos, partes para electrodomésticos, placas madre y motocicletas, entre otras. A esto, debe sumarse el continuo déficit en la balanza comercial bilateral (diferencia entre las importaciones y las exportaciones de ambos países), con una serie ininterrumpida y creciente que comenzó en 2009 y que llegó en 2013 a los 5.800 millones de dólares de déficit.

Cara y Ceca 2. Algo similar se puede señalar con el Convenio Marco de Cooperación Económica y de Inversiones con China. Por un lado, representa una oportunidad para el desarrollo de diversos proyectos de infraestructura, en un país con déficits estructurales severos en materia de energía y transporte. Los mismos serían elevadamente difíciles de ser llevados adelante por el Estado, entre otras cuestiones porque los grandes grupos económicos argentinos se focalizan en proyectos de rentabilidad inmediata, baja inversión y de­sarrollo tecnológico.

Pero aquí también se plantean importantes costos. Entre ellos, que nuestro país le asegura a China que sus inversiones se efectuarán bajo el más ventajoso proceso de adjudicación que se firme en materia de cooperación económica con otros países; que las compras públicas a productos y servicios financiados por China serán realizadas por adjudicación directa (aunque deberán ser ventajosas "en calidad y precio" con respecto a las de otras países), que los ciudadanos de ambos países gozaran de los beneficios de los nativos de cada país (lo que en los hechos representa ventajas para los profesionales chinos que vendrán a trabajar en los grandes emprendimientos tecnológicos chinos). Y puntualmente, en el caso de la construcción de la estación espacial, se garantiza a los chinos operaciones y exenciones impositivas durante 50 años.

A estas cuestiones, y ya por fuera del Convenio Marco, se suma la preocupación por el hecho de que muchos consorcios chinos exportan infraestructura y productos "llave en mano", es decir sin integración de productores locales, lo que puede significar una dura competencia para la industria nacional.

Respecto de esto último, la Presidenta fue contundente y afirmó ante empresarios que "solamente alguien con intencionalidad política o desconocimiento puede suponer que el gobierno iniciado en el 2003, que hizo de la política de reindustrialización del país una política pública de Estado, de la generación de empleo y el consumo otro de los pilares del desarrollo y crecimiento, con la repatriación de científicos, que creó el Ministerio de Ciencia y Tecnología, puede resignar estas cosas", remarcando que los acuerdos eran de cooperación, pues "los empresarios chinos, como son contemporáneos, modernos e inteligentes, saben que la asociación estratégica pasa precisamente no ya por convertir a los otros en clientes, sino en socios a partir de la complementariedad de nuestras economías".

Lo cierto es que nadie puede negar los beneficios que le otorgó al país su alianza con China, especialmente a partir de la presión que se enfrentó desde mediados del año pasado, con el acecho de los fondos buitre externos y sus socios locales. Con todo, esta situación no hizo más que potenciar el de­sequilibrio de fuerzas entre ambos países, ángulo desde el que se pueden ver muchos de los costos señalados dentro del vínculo económico, que se repite con otros países de la región. En ese punto, es dable citar al politólogo Carlos Escudé, cuya principal teoría política, denominada de "Realismo periférico", da cuenta de la importancia de de algunas alianzas internacionales, aceptando incluso la disparidad de fuerzas, pues si bien se trata de alianzas asimétricas, ello no implica que sean desventajosas para el país más débil.

Miradas al Sur - 8 de febrero de 2015

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