La vigencia del marxismo
Marcelo F. Rodríguez * (Especial para sitio IADE-RE) | A dos siglos del nacimiento de Karl Marx.
Este año se cumplen 200 años del nacimiento de Karl Marx. Dos siglos del nacimiento del más agudo crítico del capitalismo en momentos en que este sistema atraviesa una crisis múltiple, abarcadora, una crisis civilizatoria como bien la caracterizó Fidel Castro. La idea del “fin de la historia” que intentó imponer el neoliberalismo, esa especie de estación de llegada para el desarrollo social que además buscaba deshistorizar a los pueblos, caducó.
Se mantiene vigente la mirada con que Marx realizó sus análisis sobre La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, en el 18 Brumario de Luis Bonaparte y sobre la Comuna de Paris, que la historia no fue, está siendo, es un proceso que continúa o, como señala Eduardo Grüner, es “la praxis acumulada en el pasado al servicio del presente y sobre todo del futuro”.
Esta crisis, mal que les pese a sus enemigos, presenta la oportunidad del renacimiento del comunismo, entendido como el movimiento real de la lucha de clases, la recuperación de una perspectiva que supere al capitalismo como orden social y que avance en una transición socialista hacia el comunismo.
Hace más de 150 años que Karl Marx, con el invalorable aporte de Friedrich Engels, planteó sus tesis principales. El mundo que ellos conocieron ha cambiado sustancialmente a la vez que se avanzó mucho en los estudios y el conocimiento de la sociedad, lo cual llevó a plantear muchas veces el debate sobre la vigencia del marxismo.
Pero en los recurrentes intentos de presentar al marxismo como un objeto de estudio del pasado, como algo que políticamente fue y fracasó, en la cotidiana tarea del stablishment de reconocer a Marx solo como un gran analista del sistema capitalista, academizándolo y buscando denostar la propuesta antisistema y revolucionaria de su pensamiento político, no hacen más que demostrar que el fantasma del comunismo sigue presente y que continúa aterrorizándolos.
Esto es así porque el marxismo es una teoría viva, capaz de nutrirse y avanzar en nuevos enfoques según lo demanda la realidad, según ésta se transforma, afirmado en la vigencia de sus rasgos fundantes y fundamentales. Porque si bien la sociedad ha cambiado y es muy distinta a la estudiada por Marx, el capitalismo actual, con su nuevo o sus nuevos rostros, ¿modificó los elementos centrales de su sistema basados en la explotación? En qué se modificó esto hoy, cuando alcanzó una extensión, concentración y grados de desigualdad nunca antes visto. ¿No continua vigente la necesidad de terminar con la propiedad privada de los medios de producción? ¿No siguen siendo el papel del Estado, el papel del Movimiento obrero y el despliegue de la lucha de clases algunos de los ejes del pensamiento marxista que siguen estando a la orden del día?
En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels señalaban que toda lucha de clases en una lucha política, una lucha que se desarrolla en el terreno político a partir de la confluencia de las luchas económicas, políticas e ideológicas que van cimentando el nivel de conciencia del proletariado generando las condiciones de su emancipación.
Para que se dé este triunfo del trabajo sobre el capital, las clases desposeídas necesitaban de una teoría científica que enmarque su práctica política para desembarazarse del yugo capital.
Este es el papel del socialismo científico encarnado en el marxismo, concientizar a la clase trabajadora que su explotación sólo va desaparecer en la medida en que sea capaz de organizarse y luchar políticamente por la transformación radical de la sociedad. Marx llega a este postulado tras un análisis minucioso del desarrollo de los sistemas sociales precedentes, estudio en el cual puso énfasis en que la base de todo el desarrollo y la fuerza motriz de la historia es la lucha de clases.
De ahí que el marxismo sea una guía para la acción, una ciencia que analiza dialécticamente el movimiento y las contradicciones de la sociedad desde la lucha de clases, pero no solo para trazar un mapa de las tendencias de la misma y ver en esas tendencias un determinismo histórico. Busca comprenderlas para actuar sobre ellas, para disputar la hegemonía sobre la dirección que se le quiere imprimir y luchar por el poder. Para rearmar esa hoja de ruta del pensamiento marxista, es necesario volver a los textos originales de Marx y Engels, continuar por la obra de Lenin y seguir el camino con los aportes, por ejemplo, de Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci, José Carlos Mariátegui, Ernesto Che Guevara, José Martí y Fidel Castro, entre otros.
Estos son algunos de los revolucionarios indispensables para trazar la hoja de ruta del marxismo, una hoja de ruta de la teoría revolucionaria que opera como una guía para la acción revolucionaria, siempre a partir del análisis concreto de la realidad concreta para operar sobre ella.
Alguna vez Raúl Castro dijo que la construcción socialista es un “viaje hacia lo ignoto”, pero ese viaje se realiza con un norte muy claro y una brújula precisa. Ese norte y esa brújula es lo que pone a nuestro alcance el marxismo.
Ahora, qué era el comunismo para Marx y Engels.
En su texto sobre Feuerbach, decían: “Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal que ha de sujetarse a la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente”.
Y sobre la sociedad socialista: “La llamada sociedad socialista no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla, como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación. Su diferencia crítica respecto al régimen actual consiste, naturalmente, en la organización de la producción sobre la base de la propiedad común, inicialmente de una sola nación, de todos los medios de producción”.
El marxismo no es un molde rígido o dogmático que se impone a la sociedad, nada de determinismo, pensamiento materialista, dialéctico para interpretar la realidad y transformarla.
Como aclaró Engels en una carta a Bloch: “Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda”.
Es desde esta perspectiva marxista que se entiende que el camino de la humanidad no persigue ni conoce estaciones terminales, todos los sistemas sociales anteriores y los imperios que se edificaron sobre ellos pretendieron ser eternos y quedaron atrás, sepultados por la historia, hoy son piezas de museo.
Pero no se debe pensar que esta crisis llevará “naturalmente” al fin del capitalismo, éste venderá cara su derrota y habrá que luchar para lograrla.
En América Latina, en momentos en que enfrentamos una feroz ofensiva contra los pueblos, nos encontramos ante el desafío de elaborar un enfoque que anticipe algunas de las características y contenidos principales de una sociedad superadora del capitalismo y que no puede reducirse a un mejor reparto de la riqueza.
Recuperar las vigentes herramientas de análisis y acción que habitan en el marxismo, teniendo en claro que el socialismo debe apuntar a satisfacer las necesidades del pueblo, pero fundamentalmente debe presentarse como propuesta civilizatoria centrada en la construcción de una nueva cultura que tenga como centro la solidaridad, opuesta a las pasiones puestas en lo individual y en el consumismo.
La transición socialista que vivimos durante el Siglo XX, sin olvidar sus enormes méritos y logros, muchas veces estuvo afectada por la dependencia de paradigmas de la civilización burguesa, importados desde los países capitalistas centrales, que marcaron los patrones tecnológicos, de consumo y de organización social.
La experiencia vivida ratifica los planteos de Marx e indica que los rasgos de la sociedad socialista del futuro están sujetos a correcciones, modificaciones, particularidades y nuevos desarrollos según se modifiquen las condiciones nacionales e internacionales.
En el siglo XXI es posible desarrollar transiciones socialistas más avanzadas, fraternales, abriendo un amplio abanico de experiencias plurales, liberadas de autoritarismos, pero mucho más radicalizadas y profundas, con rupturas mucho más fuertes respecto de la civilización burguesa. Este un gran desafío.
La disyuntiva planteada por Rosa Luxemburgo entre Socialismo o Barbarie se acentúa ante el desastre en que el capitalismo sigue hundiendo a la humanidad. Estas alternativas, tanto la de la barbarie capitalista como la perspectiva de transición hacia el socialismo, no son el producto de elucubraciones sin base real, cada una de ellas dispone de protagonistas, de sujetos potenciales o ya en acción.
La alternativa socialista, el legado de Marx, a pesar de los brutales ataques sufridos, no sólo ha resistido, va en camino de perfeccionarse y persiste asomando de manera multiforme a lo largo y ancho del mundo, muchas veces bajo apariencias confusas, pero expresando experiencias políticas de enorme densidad cultural.
El poder concentrado del capitalismo utiliza sus poderosos medios de comunicación, de control de universidades, de fundaciones, de ONGs, de editoriales, de redes sociales, de publicaciones, para su ofensiva cultural con el objetivo de imponer y “naturalizar” su dominación.
Se trata entonces, de correr el velo, de desentrañar los mecanismos políticos e ideológicos de ese poder, de producir y desarrollar la teoría revolucionaria que abreva en el marxismo, difundirla, explicar la naturaleza explotadora, depredadora del capitalismo.
Los conceptos de clase y de lucha de clases aportados por Marx constituyen el enfoque de la batalla ideológico-cultural que se libra, en la construcción de una subjetividad revolucionaria, de una conciencia sobre la necesidad de cambios estructurales ante un capitalismo que se caracteriza por una destacable capacidad de generar consenso, de modelar conciencia, de imponer temas, de instalar el pensamiento único.
Es por esto que la comunicación, la formación y la organización son aspectos fundamentales de esta lucha, la labor de educación política y el estudio intenso, colectivo e individual, la crítica y autocritica son tareas indispensables.
Siguiendo el legado marxista, la cultura comunista debe ser entendida como profundamente humanista y solidaria, internacionalista, antipatriarcal y revolucionaria, donde este presente, de forma inalterable, el respeto a la persona y a sus derechos, la capacidad para asegurar el desenvolvimiento y el desarrollo integral de los individuos en armonía con los intereses sociales.
En el siglo XXI el comunismo deberá asumir su cuerpo plural, universal, su diversidad social oprimida a partir de una conciencia renovada, realmente planetaria, abarcando una vasta diversidad de identidades en desarrollo.
De ese modo será capaz de ponerse en la primera línea de combate de los explotados y humillados del mundo, trabajando para unirlos, empujando hacia un horizonte de justicia, igualdad, libertad, de paz y fraternidad, horizonte que nunca pudo alcanzar la burguesía y que sí puede ser logrado por variados caminos hacia el socialismo.
En estos caminos se verifica la actualidad del marxismo y la pertinencia de lo planteado por Marx, a dos siglos de su nacimiento, su pensamiento mantiene una vigencia innegable y sigue interpelando a la sociedad.
A lo largo de estos años muchas veces han intentado declarar muerto al marxismo, pero podemos sostener como lo hizo Wenceslao Roces al hablar del El Manifiesto Comunista que este “no ha envejecido, ni envejecerá mientras haya una burguesía que derribar, cumpliendo los mandatos de la historia, y un proletariado que exaltar al Poder para instaurar desde él el régimen de sociedad que la historia ha hecho ya inseparable del progreso humano; es decir, mientras la revolución proletaria esté sin hacer y clame por ser ejecutada. Quienes crean que en este punto han cambiado las cosas, es que han cambiado ellos mismos”.
* Sociólogo. Director del CEFMA | 18-07-2018