La Europa del capital y el “intervencionismo humanitario”

Últimamente se vuelven a escuchar muy a menudo expresiones como “misión de paz” o “intervención humanitaria”. Manel Barriere nos explica qué hay de verdadero detrás de estas palabras y debate sobre el papel que debe o que puede jugar Europa en el mundo. Autor: [b]Manel Barriere[/b] Fuente: [b]Enlucha.org[/b]

Cuando el ruido de las bombas de racimo lanzados por el ejército israelí sobre Líbano el verano pasado aún resuena en muchos oídos, en el mundo se vuelven a escuchar expresiones como “misión de paz” o “intervención humanitaria”, que vienen siendo habituales en el lenguaje de los representantes y dirigentes de la llamada comunidad internacional. La ONU ha desplegado soldados en el sur de Líbano en cumplimiento de la resolución 1701, y lo ha hecho, una vez más, en nombre de la paz.

Después de la evidente victoria política de Hezbolá en la guerra veraniega de Olmert y compañía, se hace difícil saber a ciencia cierta el papel jugado por la ONU en el cese de las hostilidades por parte de Israel, y, de hecho, conociendo la dinámica a que nos tiene acostumbrados el Estado sionista, es difícil creer que las tropas de la ONU vayan a evitar que siga interviniendo militarmente contra la resistencia libanesa. La resolución 1701 no marca una fecha concreta para la retirada total del ejército israelí, no especifica nada sobre incursiones aéreas y condena las acciones “ofensivas” de Israel, pero no aquellas que puedan ser consideradas, por los propios israelíes se entiende, “defensivas”.

Uno se pregunta: ¿por qué no se despliegan los cascos azules en el norte de Israel? El desarme de Hezbolá constituye un eje central sobre el que gira la intervención supuestamente de paz en Líbano y, a pesar de la dificultad de llevarlo a cabo sobre el terreno, es uno de los objetivos que persiguen las potencias impulsoras de la 1701, principalmente EEUU y Francia. La ONU le hace el trabajo sucio a EEUU y a Israel, algo que no debería sorprendernos.

Liderazgo europeo
Sin embargo, no todo el mundo lo ve tan claro. El liderazgo europeo de la misión internacional ha reavivado el debate sobre el papel que debe o que puede jugar Europa en el mundo frente a la soberbia colonial y militar de EEUU. Mientras en los países árabes y musulmanes la imagen de la UE se verá seguramente deteriorada por su alineamiento al lado de EEUU e Israel en su “choque de civilizaciones”, sin olvidar la actitud hostil frente al gobierno palestino de Hamas, democráticamente elegido, sectores del movimiento antiguerra plantean la necesidad de que la UE se desarrolle política e institucionalmente para así constituirse en un contrapeso más humanitario y democrático al burdo imperialismo de Bush. La vieja Europa, cuna de la cultura occidental, de la Ilustración y de los ideales de la Revolución Francesa, representa, a los ojos de muchos, unos valores inexistentes en la joven y violenta cultura norteamericana, nacida del exterminio de los nativos americanos y de la colonización salvaje de un continente entero.
Esta idea no es nueva. En su célebre película “Bowling for Columbine”, Michael Moore indaga en la historia de Europa para descubrir qué se esconde detrás de esta visión idílica de nuestro continente. La colonización de África y Asia por parte de las potencias europeas, las dos guerras mundiales que supusieron la muerte de millones de seres humanos, o las cámaras de gas donde el régimen nazi intentaba llevar a la práctica su particular proyecto europeo, son solo una muestra de una tradición bastante alejada del supuesto humanitarismo a menudo atribuido a Europa como entidad política.
En el Estado español, esta idea de Europa ha alcanzado dimensiones mitológicas. Cuando se votó en el parlamento el ingreso a la CEE, no se registró ni un solo voto negativo, y la integración europea se ha desarrollado de una forma mucho menos conflictiva que en otros países comunitarios. Los sindicatos mayoritarios y la izquierda institucional aceptaron desde el primer momento la asociación entre UE y modernidad, entre UE y progresismo. Desde siempre, las fuerzas progresistas en el Estado español se han identificado con lo europeo. Del norte de los Pirineos venía la modernidad, el movimiento obrero, y durante el franquismo, la democracia y las libertades civiles, por poner unos ejemplos.
Pero si Michael Moore no encuentra en la historia nada que avale este supuesto humanitarismo europeo, tal vez sí encontremos algo en este proyecto que abrazaron con tanto entusiasmo los parlamentarios españoles y que ha ido cambiando de nombre hasta el actual Unión Europea. Tal vez es una cuestión de madurez histórica, de aprender de los errores del pasado. ¿De qué se trata pues, la Unión Europea como proyecto político?

Dinámica neoliberal
Se trata principalmente de un proyecto económico impulsado por las élites financieras y políticas europeas. Un proyecto ambicioso y de largo alcance, aunque no exento de grandes dificultades, que se fundamenta en la dinámica neoliberal del capitalismo globalizado y que pretende construir una entidad político-institucional, y por lo tanto, militar, con el poder suficiente para competir en el mercado mundial.
Desde el primer momento, en el proceso de construcción de la Unión Europea lo económico ha ido por delante. El giro neoliberal en las políticas de los países comunitarios marca una primera etapa anterior a la instauración del euro. Desde entonces y, sobre todo después del tratado de Maastricht, un tratado de contenido básicamente económico que plasmó de forma clara cuál era el proyecto del capitalismo europeo, se intenta potenciar la construcción de una Europa política e institucional. Fuertes desacuerdos internos y las presiones de EEUU a través de la OTAN, dificultan el proceso.
Sin embargo, la entrada en vigor del euro, una moneda que pretende competir con el dólar por la preeminencia en los principales mercados globales, sectoriales y geográficos, ha supuesto una mayor convergencia de las políticas económicas de los diferentes Estados, que se encuentran constreñidos dentro de la “camisa de fuerza” que supone el Pacto de Estabilidad. Esto supone una pérdida de soberanía que sin duda puede ayudar a la consecución del proyecto político e institucional de las élites europeas.
Pero no solo se trata de las circunstancias a las que el Pacto de Estabilidad somete a los Estados comunitarios. Se trata también de la voluntad expresa de construir una superpotencia mundial que defienda la capacidad de expansión del capital europeo.
A pesar de la debilidad institucional de la Unión, debilidad que le obliga muchas veces a actuar a remolque de EEUU sin poder aplicar una política propia, en muchas ocasiones se ha visto con claridad la intención de competir por el control de los recursos energéticos y naturales del planeta y por imponer los intereses concretos de la UE en muchos ámbitos. No podemos olvidar la oposición de Francia y Alemania a la invasión de Irak perpetrada finalmente por el imperialismo estadounidense, pero tampoco podemos creer que dicha oposición se debió a un supuesto humanitarismo europeo.
En el año 2003 los Estados comunitarios aprobaron el llamado documento Solana, un documento referido a la política de defensa común y que plantea la posibilidad de que la Unión Europea intervenga militarmente para desmantelar armas de destrucción masiva, para luchar contra el terrorismo o para intervenir en Estados fallidos. Estos tres supuestos son los que forman también la estrategia de defensa de EEUU.

La clave
Para ciertos sectores progresistas, la clave está en que la Unión Europea actúe cada vez más como un Estado soberano y que se refuerce para convertirse en un contrapeso a EEUU, pero el supuesto de que existen Estados mejores que otros o que actúan guiados por principios morales superiores es una idea típica del chauvinismo que pasa por alto una cuestión básica: la naturaleza de clase del Estado.
En el sistema de libre mercado la competencia entre capitales se desarrolla a diferentes niveles. Los capitalistas compiten entre sí dentro de su propio Estado, pero también con los capitalistas de otros Estados. Para ello se sirven de las leyes que regulan el comercio. Pero el capital tiende a expandirse y a internacionalizarse. Para seguir creciendo, los capitalistas se ven obligados a competir por los recursos naturales y por los mercados a un nivel en el que las leyes ya no sirven. La competencia económica tarde o temprano se convierte en competencia militar. El Estado es una organización política y militar de clase que garantiza al capital internacionalizado las herramientas necesarias para la defensa de sus intereses.

Propaganda de guerra
Durante la Primera Guerra Mundial, mientras millones de trabajadores morían en las trincheras, todos los países participantes en el conflicto se proclamaban defensores de la democracia y de la civilización. En la propaganda de guerra se podía encontrar una retórica no muy diferente a la que se encuentra hoy en día en los discursos sobre las intervenciones humanitarias y en defensa de la paz. Pocos años después, millones de personas morían en una guerra calificada como “buena” porque representaba la lucha de la democracia contra el fascismo. En esa guerra volvía a ocurrir lo que ocurre en realidad en todas las guerras. La clase trabajadora se desangraba en los campos de batalla mientras las grandes empresas se enriquecían armando a los ejércitos y participando en el reparto del botín.
El mundo ha cambiado mucho desde entonces, pero los conflictos armados han seguido apareciendo regularmente en las primeras páginas de los periódicos. La desintegración del bloque del Este dejó el campo libre al imperialismo estadounidense para instaurar lo que vino a llamarse el Nuevo Orden mundial. El primer paso fue la guerra de Kosovo. La excusa de la OTAN fue la de proteger a los albano-kosovares de la política etnicista de Milosevic. Tras la guerra éstos hicieron una revuelta por la presencia de la misma OTAN. La pacificación de la zona no se produjo tal y como la comunidad internacional esperaba, pero la OTAN pudo instalar bases militares en el territorio que la Unión Soviética había dejado libre tras su desaparición.
En la actualidad, el imperialismo estadounidense está intentando recuperar su hegemonía política y económica a través de la fuerza militar, pero su fracaso en Irak y en todo Oriente Próximo ha puesto de manifiesto una debilidad que abre la puerta a que otros bloques de poder económico, político y militar intervengan cada vez con más ímpetu en la defensa de sus intereses particulares. La UE aún no tiene la capacidad de distanciarse totalmente de EEUU, pero son sus propios intereses los que le están empujando a profundizar en un proceso de construcción institucional que, como demuestra el fracasado proyecto de constitución, contiene un fuerte componente militar y de seguridad. Este proceso es fundamental después de la entrada en vigor de la moneda única europea. De él depende que la divisa comunitaria tenga éxito en sus aspiraciones de competir con el dólar por la hegemonía en los principales mercados mundiales y, a pesar de las dificultades, seguirá desarrollándose en el presente y el futuro, a no ser que lo impidan los movimientos sociales antiliberales y progresistas, en Europa y en el mundo, dispuestos a hacerle frente.
A los ojos de ciertos sectores de estos movimientos, la UE no parece tan peligrosa como EEUU, pero la existencia de unos intereses económicos y políticos propios resultan hoy en día más que evidentes. La historia ha demostrado una y otra vez que no hay ejércitos humanitarios ni guerras que se libren realmente por la paz o la democracia. Tal vez sea la debilidad institucional lo que ha obligado a la UE a posicionarse al lado de EEUU e Israel en el conflicto de Líbano, pero nada nos puede hacer pensar que una UE reforzada política y militarmente supondría un contrapeso al imperialismo estadounidense. La Europa del capital tiene sus propios intereses, intereses económicos y políticos que nada tienen que ver con la defensa de otros valores que no sean los de la competencia y el libre mercado, unos valores que se defienden por la fuerza de las armas sea cual sea la bandera que los represente en cada momento.

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