La ciencia en el debate electoral

Pablo Esteban


Recuperar el Ministerio degradado en Secretaría, que los jóvenes vuelvan a tener oportunidades en la carrera científica y que el conocimiento se articule con las industrias son algunas de las medidas que deberían tomarse de inmediato.

En la recta final hacia octubre, los equipos técnicos de los diversos candidatos calientan motores, los debates se realizan con mayor periodicidad y las agendas de diálogo se sincronizan como sea. El sector de la ciencia y la tecnología, en este escenario, no representa un área prescindible, sino todo lo contrario. Debe ser planificada, articulada y, para ello, previamente ser discutida. Carlos Gianella coordina la Comisión de Innovación del Instituto Cafiero y Eduardo Dvorkin se ubica como el referente principal del área de CyT del Instituto Patria. En esta entrevista, describen cuáles son las características de un desarrollo de tipo inclusivo; advierten el sitio fundamental que deberían tener las pymes como usinas de innovación en el engranaje productivo de la nación; al tiempo que reivindican el rol protagónico del Estado en un modelo que, de cara al futuro cercano, vuelva a apostar al conocimiento y al diseño de tecnologías autóctonas.

--¿Se puede revertir la situación de la ciencia y la tecnología sin un Estado que apoye?

Carlos Gianella (CG): --La situación que atraviesan la ciencia, la tecnología y la innovación es crítica por falta de presupuesto y también por el sentido que han adquirido las políticas públicas. El pico de la crisis, sin embargo, no ha sucedido porque todavía no hay un egreso considerable de recursos humanos. Solo por eso tenemos esperanza de que la cosa pueda cambiar con un nuevo gobierno. Si algún mal día los científicos vuelven a irse en masa vamos a tener un problema inmenso; será cuestión de volver a formar cuadros y, como todos sabemos, es un proceso larguísimo y costoso que no podemos darnos el gusto de volver a afrontar, tal como ocurrió en el 66’ y en 2001.

Eduardo Dvorkin (ED): --El rol del Estado es fundamental en países periféricos como el nuestro pero también en los centrales. La especialista Mariana Mazzucato hace un análisis espectacular y muestra en uno de sus trabajos que todas las piezas tecnológicas que componen el IPhone fueron promovidas por agencias estatales en Estados Unidos. Casualmente, promueven un proteccionismo puertas adentro y puertas afuera son los centinelas del libre comercio. Con los ejemplos de Alemania y China ocurre algo similar, sus Estados intervienen con solidez en el desarrollo científico-tecnológico. En Argentina hubo ejemplos que funcionaron bien durante gobiernos anteriores. Arsat fue emblemático, pero también hubo otros. Durante los 70’, los expertos de la Comisión Nacional de Energía Atómica le enseñaron a soldar a toda la industria argentina prácticamente.

--Si mañana asumiera un nuevo gobierno, ¿qué es lo primero que debería hacer en materia de CyT?

ED: --Lo primero sería volver a tener un ministerio, aunque eso no resuelve todo. Deberíamos recuperar una política que fortalezca a las instituciones del sector y el Conicet para que los jóvenes investigadores vuelvan a encontrar posibilidades de trabajo en el país. Y, por otra parte, lo ideal sería dinamizar la industria nacional. Creo, precisamente, que en la articulación de las diferentes áreas está el punto de la cuestión. Necesitamos que nuestros cerebros incrementen el valor agregado de los productos y ahí podría jugar un rol fundamental una institución como el INTI.

CG: --Coincido. Como dice Eduardo, recuperar el MinCyT sería condición necesaria pero no suficiente. La clave, desde mi perspectiva, sería diseñar una agenda transversal a todas las carteras; me refiero a que cada uno de los distintos ministerios (salud, defensa, industria, etc.) tenga su propia línea de I+D. Esta situación puede lograrse a partir del diálogo y la articulación continua con el área de CyT. Se suele creer que la investigación y el desarrollo solo deben depender del MinCyT cuando, en verdad, es un problema y un desafío del que se tendrían que ocupar muchísimos espacios al mismo tiempo, porque ataña al progreso del país. Asimismo, si pudiera decidir les daría un lugar a las tecnologías sensibles.

--¿Cuáles son?

CG: --Aquellas que pertenecen al ámbito de lo militar, es decir, a la industria nuclear, aeroespacial y telecomunicaciones. El poder político debe hacerse cargo y saber que este tipo de conocimientos son los que nos aseguran un lugar en el mundo. ¿Estamos en el G20 porque producimos soja o porque dominamos el enriquecimiento de uranio? La respuesta es evidente. Por otro lado, en Argentina hay un 10% de pymes que se dedican a la innovación, de modo que trabajaría en impulsar un programa para mejorar su competitividad en función de la exportación. La discusión política que tenemos que dar es sobre el modelo de país en el que queremos vivir, ya que los debates actuales se producen de manera fragmentada y desordenada.

ED: --Tal cual. El esquema es conocido por todos: con las pymes se genera más empleo, se incrementa el nivel consumo y la ciencia y la tecnología se convierten en auténticos motores del desarrollo inclusivo. Solo hay que aplicarlo, como alguna vez se hizo. A su vez, el robustecimiento del sector industrial implica mejor educación: hoy en día si no tenés el secundario completo ni siquiera podés pisar una fábrica; la mano de obra cada vez más es más calificada, tiene mejor formación. El gran objetivo es apuntar a la producción autónoma de tecnologías. Si tuviera que sugerir un plan de acción retomaría el proyecto legislativo de Wado de Pedro que creaba el Instituto de Desarrollo.

--¿El Ministerio paralelo?

ED: --Bueno, ese era el temor de Barañao, pero la realidad es que era una iniciativa muy buena porque se pensaba de manera transversal a las otras carteras, mientras que el MinCyT se quedaba con los temas vinculados a gestionar la ciencia y los recursos humanos necesarios. Claramente, recortaba su área de incidencia, por eso no le gustaba.

CG: --Además, si el Ministerio de CyT solo va a ocuparse de hacer ciencia, que la parte de desarrollo tecnológico y la innovación productiva retornen a otras dependencias del Estado, porque de esta manera no tendría razón por la cual llamarse “de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva”.

--La clave, entonces, está en un Estado interventor capaz de articular la ciencia y la tecnología como respuestas a las necesidades de la gente. ¿Cómo se planifica la ciencia básica?

CG: --Salvo los temas genéricos que el Estado señale como prioritarios, la ciencia básica no puede ser planificada; más bien, los investigadores deben tener libertad absoluta en la elección de sus temas. Hay que dejarlos tranquilos, pero al mismo tiempo también les pedimos que atiendan el teléfono cuando los llamamos. Ello no quiere decir, por otro lado, que todo el desarrollo tecnológico y de innovaciones siga la misma lógica porque, de hecho, no siguen los mismos esquemas, procesos ni prácticas.

ED: --No hay aplicadas sin básicas. Si queremos fabricar tecnologías autóctonas el único lugar en el que hay que apoyarse es en el sistema científico. Para citar un ejemplo, cada vez que en Techint teníamos un problema que sobrepasaba nuestras capacidades internas íbamos a los laboratorios del Conicet.

--En este marco, ¿cuál debería ser el rol de los científicos?

ED: --El científico es un ciudadano más y, en este sentido, tiene el deber de interesarse en la política y la economía del país. El investigador que está encerrado en su laboratorio y no le interesa lo que pasa alrededor creo que ya no existe, que fue un estereotipo que poco a poco se quebró. Una vez que tengamos un piso mínimo para garantizar toda la actividad científica, no hay dudas de que el Estado deberá favorecer con más recursos a aquellos equipos que estén mejor conectados con el engranaje productivo. Hoy no se puede hacer eso porque a los científicos les falta sueldo, equipamiento y becarios. Están tan mal las cosas que hoy favorecer a alguien significa salvarlo mientras el resto se ahoga.

 

Página/12 - 31 de julio de 2019

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